7: 40 a. m.
24 de noviembre.
En el salón había un enorme reloj de pared de estilo antiguo, perfectamente centrado encima del pizarrón de tiza. Max lo observó durante toda la clase, buscando adentrarse en las manecillas e ir más allá de los engranajes. Su imaginación lo ayudó a ignorar la tediosa clase y transportarse a su habitación, donde, debajo de su cama, lo esperaba una caja con misteriosos libros.
—Señor Carter, siga usted —le dijo el profesor de algebra mientras lo señalaba con una tiza.
Se llamaba Robert Hardy y era uno de los profesores más antiguos en el instituto. Le decía a todos sus alumnos: «señores», y era una verdad públicamente conocida que el que menos le agradaba en todo el instituto era Max, algo entendible ya que él siempre arruinaba su clase.
Max aún miraba el reloj, tan distraído que no prestó atención al llamado. Desde el momento en que llegó al colegio sólo hubo espacio en su mente para pensar las páginas que leyó la noche anterior.
—¡Señor Carter! —repitió el profesor mientras golpeaba el borrador de la pizarra contra el escritorio—. Siga la lectura.
Max parpadeó fuerte una vez y trató de ocultar su falta de concentración.
—Lo siento, ¿por dónde iban? —dijo.
—Para saberlo primero tendría que abrir el libro, señor Carter.
Toda la clase podría haber reído, pero conocían a Max. Sabían que era el bromista del salón y estaban esperando una respuesta de su parte que los hiciera sorprenderse. No obstante, él no dijo nada, solo se avergonzó y eso sí que sorprendió a todos.
—Creo que esta vez el señor Carter se ha quedado sin chistes —dijo el profesor. Estaba realmente disfrutando el momento.
Toda la clase rio a carcajadas, y fue en ese instante, al sentirse tan avergonzado, que Max se olvidó de las cosas importantes y trató de recuperar su reputación. Esperó que todos dejaron de burlarse y le dirigió una mirada desafiante al profesor para decirle tranquilamente:
—¿Puedo hacerle una pregunta?
Hardy, quien todavía seguía encontrando cierta gracia en la situación, dio a Max por vencido y por eso le contestó plácidamente.
—Sí, claro.
—¿Usted leyó ese libro en la universidad?
El profesor pareció extrañado.
—Así es. ¿Pero a qué se debe la pregunta, señor Carter?
—Al hecho de que eso no le hizo ganar más de cuarenta mil dólares al año —concluyó Max sonriendo.
Había sorprendido a todos.
Se levantó de su asiento, agarró el libro de algebra, se colgó su mochila en el hombro y caminó hacia el profesor. Le entregó el libro y salió del aula. Hardy no le dijo nada ni le impidió que se marchara. Estaba sumamente molesto, pero enviar a Max a la dirección no era una opción que lo satisficiera lo suficiente; preparar una venganza para la próxima clase sería más placentero.
Max entró en el baño y se acercó a los lavabos. Al mirarse en el espejo se avergonzó de su imagen. Todo lo que vio fue la palidez de su rostro y sus ojos rojos por no haber dormido bien. Necesitaba un café.
Detrás de esa apariencia desaliñada también estaba una persona a la que le gustaba sentirse admirada. Max era alguien superficial que no solía serlo.
En ese momento, mientras se miraba en el espejo y se preocupaba por su apariencia, también se sentía emocionado porque tendría un día de gloria. Oiría su nombre en los labios de sus amistades y conocidos. Todos hablarían de lo osado que fue en la clase de algebra, y eso lo haría sentirse bien consigo mismo.
Se arrojó agua en la cara, se peinó el pelo con la mano y se estiró los cachetes.
«Mucho mejor», pensó, aunque no era cierto.
Los libros, las coincidencias, las cajas, todas esas cosas habían conseguido agotarlo. Pensar en todo eso sólo había conseguido avergonzarlo en la clase de algebra. Por eso, frente a ese espejo, tomó la decisión de olvidarse momentáneamente de los libros.
Cuando sonó el timbre, Max salió inmediatamente del baño. Respiró hondo y se convenció de que todo sería como cualquier otro ordinario día: iría con sus amigos y actuaría a ser una persona que conoce perfectamente cuál es el lugar al que pertenece.
Al mirar a su derecha, pudo ver a Marko, uno de esos amigos, caminando hacia él. Se veía desaliñado, como si estuviera enfermo; su uniforme estaba arrugado y el morral le colgaba de un solo hombro. Era un chico alegre y extremadamente relajado que se creía experto en cultura hawaiana por haber hecho un viaje de menos de un mes, hace ya un año.
—¿Qué hay? —le preguntó Marko, y ambos avanzaron por el pasillo.
—Nada nuevo —le contestó Max, con cierta ironía.
—Hermano, tengo un resfriado fatal. ¡Hoy en día no te puede caer ni una gota de lluvia porque terminas enfermo! —Marko se oía realmente indignado—. ¿No has pensando que todo es culpa de las industrias? Convenceré a mamá de mudarnos a Hawái, allá no llueve mucho. —Hizo una pasa y detalló a Max—. ¿Tú también estás enfermo?
—Eh, no...
—Es que te ves mal.
—No he dormido bien, es por eso.
—Oh, entonces tu mamá debe estar furiosa.
—No, no me dijo nada —confesó Max con voz suave.
Marko se sorprendió al escucharlo, pues sabía que la mamá de Max era una mujer experta en sermones.
—¿Enserio? A ver, explícame.
—¿Ahora eres detective o algo así?
—Es que siempre dices que tu mama se molesta cuando te acuestas tarde. Si mi mamá fuera así, tendría que decirle adiós a mis videojuegos.
Y los videojuegos abarcaban la mayor parte del tiempo en la vida de Marko.
—Amigo, considérate afortunado.
—Entonces... ¿Me contarás? —le dijo Marko, tras unos instantes, con cierta impaciencia.
Max puso los ojos en blanco y después soltó todo velozmente.
—Anoche alguien fue a mi casa y dejó una caja en el suelo. —Marko comenzó a mirarlo con curiosidad—. Adentro había una bomba. No me asusté, sabes que no le temo a nada. Llamé a mamá y a la policía. La desactivaron y sobreviví. Listo, eso es todo. Por eso no dormí bien y por eso mi mamá no me dijo nada. ¿Satisfecho?
Marko permaneció en silencio por un momento. Luego lo miró incrédulo y le dijo—: Fue una buena película. Dramática... justo como me gustan. ¿Te han dicho que siempre tienes buenas ideas?
Max no contestó, sólo caminó más rápido para dejar a Marko atrás, caminar con él era tedioso y producía estrés.
Al final del pasillo estaban Ian y Alicia, sus otros amigos, sentados en la escalera. Alicia llevaba una colorida gabardina y parecía estar aburriéndose con lo que Ian le comentaba, pues ésta sólo jugaba con los mechones de su cabello rojizo y tenía la mirada perdida en los libros que estaban sobre sus piernas. Pero cuando vio a Max acercarse, puso los libros a un lado, se levantó enérgicamente y le dio un gran abrazo.
—¿Cómo estás? —le preguntó Alicia.
Max detalló con la mirada la gabardina que ella tenía puesta.
—¿Por qué traes eso? —le preguntó—. Parece que mi mamá te prestó su ropa.
Alicia se sintió herida y avergonzada, pero trató de ocultarlo y volvió a sentarse. A pesar de ser una chica que irradiaba mucha seguridad, los comentarios sobre su apariencia siempre lograban lastimarla.
—No le hagas caso, te ves bien —dijo Ian, y disfrutó de la sonrisa en el rostro de Alicia antes de dirigirle una mirada asesina a Max—. ¿Qué tal?
Ian era un chico perspicaz en cuanto a ideas rápidas se refiere, que tenía una larga lista de cosas en común con Alicia; pero también algunas diferencias. Ian era carente de sentimientos, ella era más como una selva de emociones fuertes.
—Hola —le dijo Max—. Supe que le sacaste una buena nota a Starnes.
—Así es.
Obtener una buena calificación en la asignatura de castellano era todo un logro en ese instituto. La profesora Starnes era la más exigente del instituto. La mayoría de los estudiantes odiaban sus clases, ya que en éstas debían «analizar demasiado», y se habían acostumbrado a obtener malas calificaciones. Pero Ian nunca se rindió, y, tras algunos errores, al fin había conseguido asombrar a la profesora.
—Bueno... te felicito.
Las palabras de Max fueron sinceras, pero no consiguió demostrarlo.
—Gracias. Y... ¿A ti cómo te va con ella?
—Terrible. Son pocas las veces que tengo suerte con los libros.
—Si tan sólo pudieras ser capaz de analizar las palabras, a lo mejor conseguirías buenas calificaciones.
—Gracias por el consejo, Ian.
—Siendo sincero, no creo que lo intentes. Pero si llegas a hacerlo, apúrate porque Alicia tiene más habilidades que tú.
Max se le quedó mirando sin mover el más mínimo músculo de su rostro. Y entonces, antes de que el momento se tornara más incómodo, Marko llegó y se sentó en la escalera, apartando rudamente a los chicos.
—¡Oye! Sé más tierno la próxima vez y te podrás sentar cerca de nosotros —le dijo Alicia con el característico tono de voz que usaba cuando algo no le parecía correcto.
Justo antes de que Marko hablara y se pusiera a discutir con Alicia, un profesor de primer año comenzó a bajar las escaleras e Ian tuvo que levantarse del escalón para cederle el paso. El profesor vestía formalmente, llevaba un maletín de cuero negro muy elegante y usaba gafas negras propias de un periodista.
Todos lo observaron fijamente mientras bajaba los escalones, porque nunca lo habían visto. Pero Max fue el único que lo siguió con la mirada hasta que se perdió entre la multitud del pasillo. Había detallado el maletín y la buena presencia del profesor. Tuvo una sensación de déjà vu. Miró a sus amigos y les dijo de pronto:
—¿Alguna vez han detallado el instituto?... —Se detuvo intentando encontrar la mejor manera de expresarse—. Si tuvieran que describirlo, ¿qué dirían?
Todos parecieron confundidos ante esa particular pregunta.
—No lo sé... ¿Que es estricto? —dijo Alicia.
—¡No! —exclamó Max—. Me refiero a la forma... a la estructura. Hablo de la arquitectura.
—Cálmate, maniático —volvió a decir Alicia—. Entonces diría que es enorme.
—Tiene ventanas altas —intervino Marko—. La verdad es que son un poco exageradas.
Max frunció levemente el ceño, algo en esas palabras le resultaba familiar.
—¿Es un tema que realmente importe? —le preguntó Ian—. Digo, sólo sirve si es para una tarea... ¿Es para una tarea, Max?
Los demás lo miraron como si le estuvieran haciendo la misma pregunta.
—Tienes razón. Sólo es una tontería —contestó Max sonriendo levemente tras una pausa. Otra vez el deseo de encontrar al autor de los libros había vuelto a dominarlo—. Mejor vayamos a la cafetería.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro