Ú N I C O
Esta historia la hice para un reto de escritura de Kokki (stay____stay en twitter y ex tiktok), por lo que la subí a twitter (síganme en twitter soy la 3rachasad). Es un os cortito, como de 2.5k palabras, en consideración de que mis os son de más de 5k palabras ji. Espero que lo disfruten, que es más un ensayo y análisis emocional de personaje que otra cosa.
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Ser compositor traía muchas ventajas como individuo, como lo era la comprensión emocional interina o el alza de la inteligencia emocional, como también una fácil lectura del comportamiento de los demás integrantes del grupo para saber qué y no hacer.
A veces era agotador, y por eso a JiSung le gustaba refugiarse en el estudio de Chan para escribir en soledad. Estar constantemente consciente de tus acciones alrededor de las personas sin permitirte ser ignorante era contraproducente para el estado de ánimo de JiSung; no soportaba ignorar las emociones del resto, pero su personalidad lo desviaba a comportarse de ciertas formas que sabía que molestaba a los otros- atrayendo así conflictos internos sobre su verdadera identidad.
Pero cuando él no estaba teniendo crisis existenciales respecto a su comportamiento, él creaba buenas canciones.
Retomando anteriormente su inteligencia emocional, las letras de desamor salían son simpleza a través de sus dedos a causa de esta. Comprender a la perfección la emotividad e intención de los personajes de sus películas favoritas lo permitía ponerse en escenarios inigualables donde él mismo podía tomar el rol del protagonista o del secundario, y así hacer florecer canciones con un lenguaje esquicito que equilibraba a la perfección la sensatez con la melancolía.
Sin embargo, algo que él reconocía era cuan indulgente era consigo mismo y con sus emociones, causando así un torbellino de confusión alrededor de su entorno. Chan se molestaba por eso, ChangBin también; SeungMin intentaba comprenderlo pero le costaba a causa de sus personalidades, y Felix tenía una comprensión coreana limitada gracias a la función del lenguaje que, aun con años de estadía, había una barrera; HyunJin y JeongIn eran los que más se acercaban de forma independiente, pero era sumamente complejo dejarse llevar porque JiSung también los entendía a ambos, y sabía cómo reaccionarían.
Pero estaba él...
De risa particular y sonrisa encandilada, con ojos destellantes y expresiones atractivas que lo hacían sentir cada vez más furtivo de sus decisiones. El autocontrol que JiSung debía tener para no crear canciones sobre las pestañas de él era realmente grande, y a veces sentía como estas letras lo recriminaban por no llevarlo al mundo terrenal y dejarlo en el plano de las ideas, porque MinHo merecía tener canciones a su nombre.
JiSung nunca supo cuándo había empezado todo, o cuán pronto eso iba a acabar. Cuando lo conoció por primera vez él lo sabía, lo sabía tan a la perfección que esa noche no pudo dormir a causa de los nervios de su estómago por iniciar una nueva aventura.
Y ahí estaban, cinco años después. Cada día era distinto al anterior, y cada sentimiento se expresaba con mayor facilidad que antes. Creer que no había nada era una burda mentira porque JiSung podría contar con facilidad las estrellas que se habían dedicado.
—¿Vas a dormir ya?
—No estoy dormido.
Pero JiSung lo sabía, y cerró la pantalla de su computadora para poder incorporarse en la cama.
—Te dejaré dormir...
—No es necesario —murmuró MinHo con su cara en la almohada—. No te estoy echando.
—Lo sé, pero mañana será un día largo y no quiero despertar con una conversación unilateral —bromeó, y salió de la habitación.
MinHo no lo alcanzó, pero JiSung no esperaba a que lo hiciera. Los días eran distintos pero sus noches siempre eran similares.
—¿Tan temprano? —SeungMin preguntó, quien se cepillaba sus dientes con la puerta del baño abierta, notablemente sorprendido.
—Él tenía sueño, y yo tengo que trabajar —apuntó sutilmente con su dedo al aparato.
Era idílico creer que JiSung podría tener una noche normal, y que la única forma que mantenía en voz baja las palabras de su cabeza era o durmiendo con MinHo o medicándose, pero él estaba harto de los sueños que la melatonina le producía y quería también dejar una noche tranquilo a MinHo de sus propias manías del sueño, por lo que la mejor forma de sustraer cualquier tipo de radicalidad en su mente era trabajando.
Si el constante saber emotivo por el cual JiSung sufría lo iba a estar comiendo, al menos que este sirviera para algo.
—¿Personal o para el grupo?
—Depende de como termine —soltó una risa burlona—. ¿Quiere unirse?
SeungMin escupió antes de negar. —No, gracias. Pero si me despierto a las tres y todavía te veo trabajando, te noquearé.
—Agradable saber que asumes que trabajaré acá —sonrió JiSung, para asentir—. Okey, porque hace un frío del carajo.
Pasó de alto a JeongIn en la sala, quien se encontraba igual de descuidado que JiSung trabajando en distintos demos que nunca saldrían a la luz. Saludaron con cordialidad con sus cabezas y JiSung se perdió a través de la pulcra cocina a su lugar de trabajo.
Esa vez, las ansiosas letras que anhelaban salir de JiSung, no hablaban de un tema nuevo del cual él debería de sentirse avergonzado; era un tema tan recurrente no solo en sus pensamientos sino también en las conversaciones con sus mayores que se sentía agotado de creer que podría llegar a algún tipo de conclusión de forma inherente con respecto a lo que todo sucedía.
Y lo que sucedía era él. MinHo.
Contar sus pestañas mientras dormía o anhelar un beso de buenos días era algo que se quedaba dentro de su alma, pero MinHo era tan etéreo dentro de la existencia y el universo que parecía comprenderlo con facilidad, y saber a la perfección el momento en el que JiSung necesitaba contención o un poco de atención.
Si MinHo hubiese sido el lector en esa inexistente relación entonces habría sido injusta, y JiSung era joven en el siglo moderno, el sentido de injusticia era algo que alertaba a todo los de su edad. A veces se esforzaba por entender a MinHo, ya que parecía venir de las estrellas, pero con los días, meses y años entendió que él no era un ser complejo, sino que era tan ridículamente honesto que nunca había doble intenciones en sus pensamientos.
O así lo percibía JiSung, como también percibía a Felix como un chico sumamente inteligente pero que al flagelar con el idioma causaba una baja en su autoestima; y también a Chan, quien a veces se encontraba al borde de un colapso causada por sus mismas voces en su mente, situaciones que siempre eran mejores evitar, porque cuando empezaban estas no traían más que situaciones lamentables y dolorosas.
Pero a diferencia de la inseguridad de Felix y de la depresión postraumática con la cual Chan lidiaba, con MinHo todo era simpleza. JiSung llegaba a la conclusión con sus dos australianos favoritos a causa de su comportamiento, pero con MinHo era una simple mirada o tono de voz que daba entender a la perfección qué era lo que su alma exclamaba en ese momento; cuando necesitaba contención o un poco de atención.
Anhelaba que fuera una comprensión platónica, un encuentro casual de dos personas que prontamente desaparecerían de sus vidas para convertirse en heridas o nostalgias; había noches enteras en las que JiSung rezaba con intensidad para que él fuera un amigo más con el cual había conectado, quien tenía la misma fuerza que un amigo de la escuela o un primo lejano.
Empero, MinHo no era un amigo de la escuela o un primo lejano.
Las letras que salían de sus dedos y se comunicaban con su computadora eran lo único que podía entablar calma en su cabeza, en la que los potentes gritos que no lo dejaban dormir terminaban convirtiéndose en conversaciones que relataban sucesos de la infancia junto con nostalgia y alegría; el romanticismo por la composición desbordaba a JiSung por la dependencia que había generado en ella, sin saber si era su terapia o su castigo.
No era de escribir canciones de amor, porque del desamor era lo más sencillo. Pero, ¿con MinHo? Era un amor cromático.
»Sabes que no puedes publicarlo —había enviado el mensaje Chan cuando JiSung mandó un borrador de la letra, pasada de las dos treinta de la mañana.
«Lo sé —bromeó con malintención.
»Borra los MinHo's, también.
No es como si JiSung se fuera a trabajar toda la noche con esa canción, él no se desangraría tanto aun cuando tendía a hacerlo con sus letras. Había otras maneras de demostrar amor, en su cabeza, que eran igualmente valerosas como el mal sentido que nacía bajo su lengua al querer bromear un poco más. Al ser un poco más real. Un poco más honesto. Un poco más transparente.
Un poco más romántico.
Al terminar su tercer borrador, era coincidentemente las tres de la mañana. No se sentía satisfecho aun con la letra. Consideraba que algo faltaba- algo que le diera un poco más de sentido y no la hiciera una canción igual que las otras. Debía de tener un factor que la hiciera diferente.
¿Cómo se podía hacer una buena canción de amor? Debía de ser como todas, aunque MinHo estuviese en su mano y en la escritura en la libreta. Lo pensaba en cada hangul escrito, y los ah, ah, ah le dejaban vueltos locos como un onomatopeya sobre su cabeza. Sin sentido.
«Ugh...» JiSung se estiró sobre la mesa de la cocina, cansado. Podía en ese instante ir al sofá de los chicos y recostarse un poco, o ir al dormitorio de MinHo y dejarse ser abrazado por él para tener un buen dormir antes de la sesión de fotos de ese día- no, de la grabación- mentira, del ensayo- ah, alguna mierda haría ese día que necesitaba energías.
Volvió a escribir la canción de nuevo, manteniendo idea de los borradores anteriores antes de bufar de nuevo con cansancio. Tenía sueño. Eso no tenía sentido.
De todas formas, ¿por qué demonios estaba escribiendo una canción de amor? No es como si el sentimiento se hubiese albergado ahí solo un día. No. Llevaba años a flor de piel. ¿Por qué ahora parecía necesario tener que sacarlo de su cuerpo?
No, no sacarlo.
Expresarlo.
Porque, vamos, las personas no eran tontas. Por más que él quisiera venderse el novio perfecto para las fans, ellos le veían más interesado en otras cosas.
Con frustración, golpeó su cabeza contra la mesa. Era ridículo.
Se sentía ridículo.
¿Cómo demonios ChangBin sacaba canciones de amor con tanta facilidad? Ese chico aun lloraba por su novia que tuvo en la primaria. ¿En serio él era el mejor ejemplo?
Revisó las canciones que él había escrito con su celular, leyó con atención las letras y frunció sus labios con desagrado. Eran buenas canciones.
JiSung golpeó dos veces más su cabeza contra la mesa, y lloriqueó.
—Realmente lo quiero tanto... —murmuró.
—¿A MinHo?
JiSung se levantó enseguida, asustado, y le frunció el ceño a JeongIn. —Escribir la canción —corrigió.
JeongIn se encogió de hombros. —Lo mismo pero en distintas fuentes.
—Humorista... —gruñó. JeongIn lo rodeó para ir hacia la cafetera y colocar un poco de café en polvo—. Dame café.
JeongIn le imitó el gruñido.
—¿Por qué te dio por escribir canciones de amor? —preguntó JeongIn.
—Siempre he escrito estas.
—No, tú escribes sobre tu corazón desgarrándose por amar. No escribes canciones que hablan de vivir por amor —distinguió—. Así que- ¿cuál es tu problema?
—Nada. No me sale —dijo—. Le mandé a Chan unos borradores, pero los encuentro tontos.
—¿Me dejas leerlo?
JeongIn le dio una vista a la libreta, apuntó un verso y rio. —Si le quitas los MinHo's...
—Cállate.
—«Juntos hacemos una película de comedia romántica, pero cuidado, que con un error todo se podría terminar. Sigamos adelante, da un paso hacia mí. Acércate más, que no estoy jugando», uy, esto me suena a Mixtape: Oh.
—Que te calles.
—¿Que no se la habías dedicado, también?
—Que te calles —aleteó JiSung a JeongIn para espantarlo—. Arruinas mi proceso creativo. Nunca tendrás respeto si insultas a los letristas así. Me vengaré para el próximo comeback.
—Tus amenazas me resbalan. No soy yo el que está en madrugada escribiendo canciones para su novio.
—¡Al menos conseguiré dinero con canciones para mi novio!
JeongIn alzó su puño. —Seguro, compañero Han. Que el dinero es lo que mueve el amor.
Solo para no darle la razón que JiSung pudo haber dicho «duh, sí» para no verse tan patético, pero ya no podía mentir. Se derrumbó sobre la mesa una vez más y lloriqueó.
—Realmente lo quiero tanto...
—¿La canción?
—MinHo.
—Ve a tomar aire, a lo mejor así se te despejan las neuronas.
—¿Crees que tomando aire se me-
CLICK. La luz en Seúl se fue. JeongIn no vio a JiSung gritar en silencio.
Nadie se daría cuenta, e inclusive pudo escuchar el grito de Chan en el otro edificio. JiSung decidió tomar el consejo de JeongIn y salió a la terraza del departamento, donde los maceteros y flores de MinHo estaban haciéndole compañía, a su lado, mientras la contaminación lumínica al fin dejaba descansar la estratósfera.
JiSung había olvidado como se veía el cielo estrellado.
Pensó en las flores, y en como a MinHo le gustaban. A JiSung también, porque las encontraba lindas y olían bien, pero a MinHo le gustaban plantarlas, cuidarlas, hacerlas crecer y de que se mantuvieran bella; tal vez eso decía mucho de la personalidad de ambos, ya que JiSung se conforma con flores artificiales para decorar su habitación y así fuesen eternas; mientras, MinHo era de quien prefería dejar que vivan el ciclo que les correspondía, y dejarlas fallecer cuando ellas lo estimaran conveniente.
Era triste, porque a JiSung le gustaría que las cosas fuesen eternas aun si es que se quedaban en la falsedad. Le gustaría que las cosas fueran eternas como las estrellas, pero estas también morían.
«Bueno, al menos son eternas para mí, y no para el JiSung de diez millones de años luz más».
Si las estrellas fuesen flores, probablemente MinHo las cuidaría. Las plantaría, las regaría, las arreglaría y las observaría porque seguramente serían bellas. Flores calurosas que iluminarían, y que causarían sensación porque MinHo, con el nivel de cuidado que tenía a la vida, sería el único en la tierra capaz de cuidar flores de estrellas.
Y JiSung le regalaría semillas para plantar más, y MinHo lo haría bien, el cuidar, y toda la terraza estaría iluminada por flores de estrellas, como un ramo de cosmos.
Con brumas coloridas, podía hacerse la idea JiSung en la propia terraza; podía visualizar los colores que emanaría, el cómo MinHo lo distribuiría, el cómo los vecinos se quejarían, el cómo MinHo regalaría maceteros, el como MinHo estaría fascinado.
Sus ojos brillosos, sus dientes frontales sobresaliendo, sus hombros alzados. Ah, JiSung le encantaría regalarle un ramo de cosmos.
—Uh... —se quejó, mientras daba un bostezo—, realmente lo quiero tanto...
Como la luz no parecería querer regresar, JiSung decidió que lo mejor era ir a recostarse junto a MinHo a la cama. De todas formas, tendría más días para fracasar en una canción de amor.
Entró al dormitorio de MinHo cerca de las cuatro de la mañana, y azotó su pie contra un mueble. Tanteó con cuidado el dormitorio hasta la cama, y palmeó todo el costado de MinHo para saber cuánto espacio tenía. MinHo, instintivamente, se corrió hacia un lado, y JiSung se recostó por completo.
Solo fue cuestión de segundos antes de que fuese abrazado.
—Shhh... —le chistó JiSung—. Estás dormido.
—Tu pie aullando de pena me despertó —susurró MinHo—. Aunque- no despiertes a los niños.
—¿A los otros tres idiotas, o a los fantasmas de tu habitación?
—A todos.
JiSung sonrió, y se sorprendió que MinHo tuviese la facilidad de capturar su boca en la oscuridad. No podía verlo, pero MinHo juntaba sus labios como si supiese a la perfección el espacio que JiSung ocupaba en la oscuridad, como si el amor de ambos fuese intuitivo que se podía trabajar a ciegas.
—Hm... —susurró JiSung entre el beso—, realmente te quiero tanto...
Y como el juntarse era intuitivo, también podía saber que MinHo le estaba sonriendo. Apegó su nariz cerca a la de JiSung y la frotó con cuidado mientras lo acariciaba bajo la ropa.
—Eres un cursi —correspondió MinHo—. Para la basura que me despiertas.
—Perdón por expresarte mis sentimientos —respondió JiSung—. En las películas, estos momentos son emocionantes.
—Sí, pero la primera vez.
—¿Y la duodécima?
—¿Tanto? Vaya, sí que debes quererme, en ese caso.
MinHo lo besó más profundo, conectados, y lo recostó más sobre la almohada mientras se empezaba a colocar arriba de él. JiSung lo abrazó con fuerza por el cuello, para tener mayor comodidad y abrazarlo por la cintura, colando sus dedos bajo su pijama y trazar con sus dedos la piel caliente.
Si las canciones fuesen escritas en la piel de MinHo, pensaba JiSung, entonces componer sería mil veces más sencillo. Sus dedos, conectores de la realidad, la trazaban en formación de los jadeos del otro, y estructuraba los coros en los gemidos para formar la melodía completa en todo el acto. En la sumisión, en el romance y en el cariño después de todo. Era el goce real y el material fijo del trabajo para el compositor, o el artista que JiSung tanto se jactaba en ser denominado.
Sacar una canción con MinHo en su mente era más fácil cuando la hacían juntos, porque todo lo hacían juntos.
Y porque el amor no se hacía de uno.
. . .
¡Gracias por leer!
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