Capítulo especial
Un avión se escuchó volar por el perfecto y bello cielo, el que miré con detenimiento y me perdí en su claro celeste, como los de sus ojos y sonreí con ilusión.
Pasó un año de que estamos juntos, de que Layne, mi amado Layne volvió del otro mundo, para estar y quedarse conmigo y me ha hecho inmensamente feliz.
Nadie recuerda quien fue en el pasado, pero él no le toma mucha importancia y con su talento y carisma intacto, el que conquistó a muchos, ahora vuelve a hacerlo y está otra vez entre los músicos más consagrados. Quién lo diría, que mi querido y tierno Layne Staley estaría de nuevo triunfando y siendo muy feliz, lo que siempre quiso.
El día de nuestra boda llegó, el cielo irradiaba como el claro celeste de sus ojos, que tanto amo. Ya nos habíamos casado por el civil y esa tarde concretaríamos nuestra unión ante Dios.
Todo había sido tan lindo, esperanzador y lleno de ilusiones para ambos.
Su sonrisa se iluminó de amor cuando yo caminé hacia él, con mi sencillo y largo vestido de novia, blanco, el que él contempló con ilusión, amor y después me vio a mí perdidamente enamorado. Me amó con locura.
<< Estás preciosa, mi amada Margarita. >>
<< Te amo tanto, amor mío. >>
Yo le sonreí amándolo con todo mi corazón y Layne sin dejar de contemplarme con ternura y destellos, el corazón se le aceleró fuera de control; me levantó con cariño el velo y justo en ese momento un sinfín de mariposas de todos colores volaron en mi rostro y él me miró embelesado, amándome más y más.
Yo le sonreí con emoción y me perdí en su rostro angelical.
—Estás hermosa — me dijo todo tierno y a mí se me llenaron los ojos de lágrimas de emoción.
—Tú también estás muy guapo, mi Layne —me vio completamente enamorado.
—Te amo — le sonreí con vergüenza, amor y él amó esa tímida actitud mía del momento para él.
—Y yo a ti.
El cura comenzó a decirnos las palabras, las que nos uniría más en nuestro matrimonio.
—Hijos míos. Hoy ambos están aquí para unirse en sagrado sacramento ante nuestro Dios.
Layne me miró con su tierna mirada de amor y apretó mi mano con cariño.
Al termino de que el cura nos declarara marido y mujer, nos miramos perdidamente enamorados, Layne sostuvo mi rostro con cariño, dulzura, yo me perdí en sus profundos y mágicos ojos de cielo y él me dio un mágico y apasionado beso, el que me hizo tocar las estrellas y amarlo más mucho más.
Un suave viento nos rodeó y aquellas coloridas mariposas también nos rodearon y los dos sin dejar de besarnos, Layne me tomó de la cintura y mi corazón estalló de felicidad y de ilusión.
Al cabo de besarnos, Layne me cargó con todo su cariño en sus brazos, el viento jugó con mi cabello y mi sonrisa se clavó en su dulce mirada.
Nuestros pocos invitados, los que eran mi madre y algunos familiares, nos felicitaron más que contentos, y Layne y yo sonriéndonos, caminamos tomados de la mano por el largo camino de arena, el que estaba decorado a sus dos lados con pequeñas flores y rosas y todos ellos aplaudiéndonos, nos tiraron flores y ambos sonreímos ilusionados.
Corrimos tomados de la mano hacia las suaves olas de aquel sereno mar, nuestras sonrisas irradiaban a lo lejos hasta el horizonte y Layne todo tierno e inmensamente feliz, me abrazó fuerte, como si de ese abrazo pudiese detener justo el tiempo en aquel momento y miramos unos momentos el tranquilo mar y a sus olas.
Yo lo miré y él me sonrió con su iluminada sonrisa.
—Este es el mejor día de mi vida— me dijo y yo le acaricié su rostro y después su chivato.
—Y él mío, mi Layne — sus ojos brillaron con fervor y acarició mi mejilla. Me miró embelesado. Se sentía el hombre más feliz y afortunado de todos.
—Desde que te conocí, mi amor, volví a la vida y descubrí que solo quiero estar siempre a tu lado — se me llenaron los ojos de lágrimas de emoción y dicha.
Por fin, lo que tanto había anhelado y esperado, esa tarde se me estaba haciendo realidad. Mi amado Layne Staley había vuelto del más allá solo para estar conmigo y amarme como tanto yo lo quería y amaba.
Nuestro destino era estar siempre juntos, juntos para toda la eternidad.
Mi gran y único amor, Layne Staley.
No pude contenerme y lo abrasé fuerte, con todo mi amor y Layne derretido al yo abrazarlo, me contuvo y me rodeó con fervor y cariño en sus brazos. Amó tenerme así en sus brazos y acarició mi largo cabello.
—Mi amada Margarita. Te amo tanto.
—Y yo te amo a ti, amor mío. Mi amado Layne.
Me miró perdidamente y los dos comenzamos a besarnos largamente frente al mar y aquel viento cómplice y abrazador.
Cargada en sus brazos, él me sonrió y abrió la puerta del que sería nuestro dormitorio por esas dos mágicas noches.
Los dos sin dejar de sonreírnos y vernos con complicidad y cariño, Layne me recostó suavemente en la cama y con cuidado de no aplastarme, apoyó todo el peso en sus brazos; yo perdida en él, acaricié su rostro con amor, después su largo cabello y él me contempló con delirio, locura. Los dos sin contenernos más, empezamos a besarnos más que entregados, deseosos, nos abrazamos fuerte e hicimos el amor bajo aquella mística y estrellada noche, donde la luna irradió en todo momento en los apasionados y seductores ojos de mi amado hombre, ahora mi esposo.
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