Capítulo 7
Frente a la ventana, me acariciaba la barriga con anhelos, solo pensando en mi amado Layne, cuando de repente, él entró a nuestro dormitorio y me vio junto a la ventana. Me miró intenso y se me acercó.
Me tomó por la espalda y yo vibré por completo.
—Hola, mi niña hermosa — me saludó en susurro.
—Mi Layne — solté un suspiro y me le quedé viendo embelesada.
Layne acechándome con sus profundos ojos, acarició mi enorme barriga y yo me derretí. Él me contempló vehemente, y yo toda perdida en él, lo encontré tan guapo y sexy con ese suéter café; él acariciando mi barriga, yo sentí de pronto una patada de nuestro bebe y me recargué en su pecho y solté un dulce gemido.
—Mmm — Layne me sonrió atrevido y vivaz.
—Este campeón va a ser todo un futbolista profesional.
—Aja... mmm.
Me froté la barriga y él besó mi cuello y hombro con deseos.
—Estás preciosa.
—... ¿De veras te parezco así bonita? — me miró apasionado y con destellos.
—Siempre has sido preciosa, pero ahora lo estás aún más.
—... lo vi toda enamorada, con mis mejillas enrojecidas.
—Tus ojos tienen una luz especial, esa que me vuelve loco cada vez que los miro. Tus ojos me gritan en todo momento la dicha que sientes de estar embarazada de mí — mi corazón se glorificó por él y solté otro suspiro.
—Mi amor — me miró otra vez fijo.
—Ahora me lo están gritando.
Me le quedé viendo perdidamente, y él sin dejar de acariciarme, nos aproximamos más y nos dimos un largo beso con lengua sin parar.
—Te deseo, niña mía — me jadeó en el oído y besó mi cuello.
—Oh, mi Layne.
Le susurré con deseos y él sin controlarse, se desabrochó y bajó rápido los pantalones y bóxer y me levantó el vestido, me bajó las bragas y entró en mí. Yo me retorcí de placer, caí en su pecho y gemí sin parar.
Él me besó y los dos gimiendo, me miró y tomó mi rostro.
—... ¿Quieres que sigamos en la cama, mejor?
—... Ajá...
Sus ojos brillaron tenaz y me tumbó en sus brazos y me llevó a nuestra cama...
Sedienta por él, lo esperé con muchas ganas y Layne se desvistió por completo y se acostó junto a mí. Yo tomé su rostro y me lo comí a besos sin parar.
Besándonos, Layne se aferró a mi espalda, levantó mi pierna y entró en mí y me hizo suya en esa posición y me llenó de caricias a mí y a nuestro bebe en mi vientre.
Se escuchaban nuestros gemidos de placer, mientras hacíamos el amor en nuestra cama.
1 semana después...
Tenía una sed enorme y no quería molestar a Layne, puesto que estaba arreglando la cuna para nuestro bebe.
Me acerqué lento hasta las escaleras y empecé a bajarlas, las que se me hicieron eternas, y tiesa, pisé cada peldaño con mucho cuidado, cuando de pronto me torcí el pie, perdí el equilibrio, se me escapó un grito del terror y a punto de caer, caí en los brazos de Layne.
Él me miró fijo, y yo sin aliento, me perdí en sus profundos ojos y él me sostuvo más fuerte y con cariño.
—¿Te hiciste daño?
—... No, pero... — hipnotizada en sus ojos, no podía hablar, él terror de haber estado a punto de caerme y rodar por las escaleras me paralizó y comencé a temblar.
—Estás temblando.
—... Sácame, sácame de aquí, por favor...
Reventé en lágrimas y lo abrasé fuerte. Layne, todo sobreprotector, me cargó en sus brazos y me sacó de las escaleras.
Abrió la puerta de nuestro dormitorio y me recostó con cuidado en la cama. Yo asustada, solo pensaba en nuestro bebe, que estuve a punto de caerme y Layne se sentó a mi lado.
—Tranquila, ya pasó.
—Yo tenía sed y bajé con cuidado las escaleras, pero no sé porque me torcí el pie y... si no es por ti, mi bebe, mi bebe — él me abrazó y yo otra vez me puse a llorar.
—Pero nada les pasó a ambos — acarició mi mejilla — Nuestro bebe está a salvo.
—Todo gracias a ti, amor mío.
—Si quieres algo tienes que pedírmelo, a mí no me molesta. Lo sabes, mi niña.
—...
Con ternura, tomó mi mano, la entrelazó con suya y se aferró a mí con cariño. Me miró con dulzura y yo acaricié mi barriga.
—Siempre cuidaré de ti y de mi hijo. Jamás les pasará nada, te lo prometo.
—Lo sé. Siempre cumples con tus promesas — me sonrió.
—Te amo.
—Y yo a ti. Este bebe es la prueba de aquello.
—La prueba más tierna y grande de todas.
—Amo que seas el padre de mi bebe.
—Lo sé. Te adoro.
Me dijo y tomó mi rostro con cariño y comenzó a besarme. Así apaciguó el susto que había tenido. Gracias a él, nuestro hijo no le había pasado nada, mi Layne me salvó una vez más, como tantas veces ya lo había hecho bajo distintas circunstancias.
Besándome, yo sostuve su cabeza con cariño y él se colocó con cuidado sobre mí, para no aplastarme.
Al cabo de besarme, nuestros labios tronaron y los dos nos miramos perdidamente enamorados; yo acaricié su rostro y después su cabello crespo y revuelto. Layne me sonrió con ternura.
—¿Ya te sientes mejor? — suspiré y acaricié su mejilla y barba de chivato.
—Si, ya me siento bien.
—Te amo, mi niña.
—Y yo a ti.
Besé sus labios y él después me sonrió otra vez todo tierno y perdidamente enamorado.
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