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Capítulo 6

2 años después.

El cielo estaba teñido de celeste, como el de aquel día cuando nos conocimos y él más que feliz, se dirigía a toda prisa a una florería.

Los rayos del sol brillaban con fervor en sus ahora cortos risos rubios y solo con el dulce deseo y pensamiento de regresar a nuestro departamento, para estar junto a mí y cuidarme y mimarme como lo había hecho todos esos últimos meses, sonrió.

Todo era lindo y perfecto en nuestras vidas. Nada podría arruinar nuestra perdura felicidad y más ahora.

Han pasado dos años y nuestro amor se intensificó aún más, tanto así que decidimos formalizar nuestra relación y nos casamos legalmente.

Mi amado Layne retomó lo que tanto le apasionaba, la música y es como si jamás hubiese desaparecido, ya que muchos lo aprecian y siguen por ser el cantante que es y fue.

Se cortó su larga melena y se la dejó con bucles; ese nuevo look suyo me encantaba, lucía mucho más guapo y sexy. Cada vez que lo miraba y lo tenía frente y junto a mí, me estremecía por completo, tanto así que siempre me lo comía a besos. Mi antojo por él era el más fuerte, comparado a los demás que ya he tenido.

El vendedor le sonrió y se le acercó.

—Buenas, estimado ¿Qué anda buscando?

—Quiero unas margaritas. Unas hermosas margaritas para mi esposa.

El vendedor le mostró un par de ramos y Layne miró atento cada uno y vio con cariño unas preciosas margaritas y escogió aquel ramo.

Sentada junto a la ventana de nuestra habitación, esperaba con anhelos a que él volviera de la pequeña junta, que tenía con su productor y solo pensando en él con todo mi amor, acaricié mi enorme barriga y me llené de suspiros.

—Ay mi bebito lindo, solo quiero que tú papá llegue pronto. Ya siento que lo extraño mucho.

Sentí una tierna patadita y sonreí ilusionada y más pensé en Layne con amor.

A esas alturas me sentía pesada y muy agotada. Ya casi no podía moverme y él siempre estaba ahí para ayudarme, darme cariño y mimarme, lo que yo más quería en ese preciso momento.

Nos faltaba un mes para que nuestro bebe naciera y los dos más que ilusionados y felices, esperábamos con amor su nacimiento.

Cada día, me sentía más y más enamorada de mi Layne y el estar esperando un bebe suyo, era lo más bonito que me había pasado, después de que él regresara a este mundo y que me quisiera, amará y se quedara conmigo.

Aquel bebe era el fruto de nuestro gran amor. El hijo que tanto los dos anhelábamos.

Ida en el celeste cielo, como sus profundos ojos, dibujé su tierna y sexy sonrisa en él.

De pronto, él abrió la puerta y entró con aquel ramo de margaritas; yo lo oí y me enderecé con dificultad de la silla, cuando Layne entró a nuestro dormitorio y yo lo vi perdidamente. Tenía un precioso ramo de margaritas.

Él me miró intenso, de pie a cabeza, puesto que yo me había cambiado de ropa; me puse un overol y a él Layne le brillaron sus ojos de deseos y de amor.

Quise acercarme, pero él me lo impidió y se acercó a mí, primero, con ese bonito ramo de margaritas. Yo me derretí por completo.

Mi corazón vibró, las piernas me temblaban y Layne seduciéndome con sus profundos ojos celestes, me sonrió y me extendió las margaritas. Yo se las recibí y lo miré confusa, amándolo con toda la fuerza del mundo.

—¿Y estás margaritas, cariño?

—¿Te gustan? Son para la mujer más hermosa y tierna de este mundo — más me derretí y las atesoré al instante.

—Oh, mi Layne — me contempló con destellos — Están preciosas.

Volví a mirarlo perdidamente.

—Pero ¿Y tú junta con el productor? — me sonrió con ternura y acarició mi mejilla.

—Necesitaba que creyeras en eso para poder ir a comprarte estas margaritas — me le quedé viendo embelesada — Quería sorprenderte, mi niña hermosa — no pude más.

—Oh, mi amor, mi Layne — alcancé a decirle y lo abrasé fuerte y me colgué de su cuello.

Él sonrió a mi espalda y también me abrazó. Luego me cargó en sus brazos.

No quería dejar de abrazarlo y emocionada por su tierno regalo, me puse a llorar. Layne me escuchó y más me abrazó y solo quiso protegerme y cuidarme.

—¿Estás bien?

—... Si. No quiero dejar de abrazarte, te extrañé tanto, tanto mi Layne — él se volvió loco por mí y me abrazó con más cariño y deseos.

—Oh, mi niña, mi niña hermosa. Ya estoy aquí y me tendrás solo para ti.

Escuchar su voz y acariciar su espalda y risos me tranquilizaba en el alma y amándolo más y más, Layne atesoraba con fervor mi abrazo y el tenerme así en sus brazos y ansió besar mis labios.

Yo aún seguía llorando y él me miró todo dulce. Yo le sonreí con mis mejillas empapadas.

—Incluso así llorando te ves linda y tierna — me reí con pudor y él bajó la mirada a mi gran barriga y sonrió.

—Ese overol te queda muy bien. Me hace ver lo muy embarazada que estás de mí.

—...

Lo miré perdidamente, muriéndome de vergüenza por dentro, y Layne viéndome fijo, colocó sus manos en mi enorme barriga y me hizo cariño; yo me derretí por completo. Amaba que me tocara y él lo sabía.

Atrapándome con su apuesta mirada, movía y movía sus manos en mi barriguita y a mí se me escapó un dulce gemido. Layne me vio atento.

—Se movió — le sonreí.

—Si... Ahí está de nuevo — sonrió y yo le acaricié su rostro y barba.

Nuestro bebe no dejaba de patearme y se me escapó otro dulce gemido para él. Layne me miró intenso.

—Me encantan tus dulces gemidos — le sonreí embelesada y de pronto abrí los ojos por una leve molestia — él se preocupó.

—¿Qué ocurre, mi vida?

—... Me pateó fuerte — le sonreí con ilusión — Sabe que eres tú, mi amor — sus ojos brillaron.

—¿Qué?

—Si. Te escucha. Le agrada oírte, tu voz... Sabe que eres tu el que le está haciendo cariño — se derritió por completo y tomó mi barriga con más cariño y protección.

—Oh mi niña ¿En serio lo sabe?

—Si, mi Layne. Sabe que tú eres su papá — se volvió loco y me vio todo enamorado.

—Te amo, mi amor. Te amo tanto — me jadeó y comenzó a besarme.

Yo lo abrasé fuerte, él también me abrazó y nos seguimos besando.

Nuestro beso tronó con nuestros labios al termino y Layne acarició mi mentón.

—Vamos al sofá — le sonreí con pudor y ternura.

—Espera, déjame colocar las margaritas en un jarrón con agua.

— Ok — me dijo sonriéndome.

Sin dejar también de sonreírle, me acerqué al mesón con las margaritas y Layne besó mi mejilla.

—Espera, cariño. Iré a traerte el jarrón con agua.

—Bueno.

Layne fue más que apresurado a buscar una jarra para que yo pudiese colocar las hermosas margaritas que él me había regalado y yo lo esperé impaciente y con fervor.

—Amor mío...

Layne volvió con la jarra llena de agua y me la pasó. Yo le sonreí, y con cariño, coloqué las margaritas en ella. Él me vio hacerlo con su tierna sonrisa.

Miré las margaritas y las olí.

—Huelen tan bien. Son muy hermosas.

—Son hermosas como tú — agregó y yo lo miré con mi corazón acelerándose de nuevo.

Layne estiró su mano para que yo se la tomará.

—Ven.

Tomé su mano, me encontré con sus acechantes ojos y me atrajo a él y volvió a besarme.

De repente, sentí que la espalda se me iba a partir en dos.

—¡Oh!

—¿Qué te pasa, mi amor?

—... Necesito sentarme, por favor. La espalda me está matando — él preocupado, me apoyó de él.

—Tranquila, te llevaré al sofá — sentí que me partiría en dos.

—Por favor...

Afligida por aquel dolor, solo quería sentarme y Layne sin soltarme de él, me ayudó a sentarme.

Ya sentada en el sofá, me acomodé y solté otro quejido y él me miró, se sentó junto a mí y tomó mi mano.

—¿Cómo te sientes? ¿Aún te duele la espalda? — le sonreí exhausta.

—Tranquilo, ya se me va a pasar — me vio fijo y acarició nuevamente mi barriga. Yo volví a sonreírle.

—Tal vez, yo pueda hacerte unos masajes en la espalda, para que se te quite ese dolor — suspiré.

—Solo quiero tenerte conmigo y que me acaricies — me miró intenso.

—Ok, pero para eso, quiero que te sientes en mis piernas.

—¿En tus piernas?

—Si. Te quiero tener muy cerca de mí y en mi pecho — el corazón se me alborotó y él me atrapó con su coqueta y sexy mirada.

—Vamos, ven aquí — lo miré con mis mejillas enrojecidas y Layne vibró.

Deseosa de él, milagrosamente se me había pasado el dolor de espalda, y lento y con dificultad, me enderecé; Layne hambriento, se acomodó junto a mí, me sujetó de la cintura y me sentó con cuidado entre sus piernas. Yo solté un silencioso gemido, me recargué en su pecho y me acaricié la barriga; él me vio hacerlo todo apasionado y se estremeció por dentro al tenerme, así como deseaba.

Se me escapó otro dulce gemido para él.

—¿Estás bien? — lo vi muriéndome de vergüenza y de amor por él.

—Si.

—¿Estás cómoda así?

Le dije un si con la cabeza y él sin dejar de observarme fijo y acechante, colocó sus dos manos en mi enorme barriga y comenzó a hacerme cariño en ella.

Yo me derretí, estremecí por dentro y sonreí con pudor, alegría y Layne me miró.

—Estoy enorme — le dije con vergüenza.

—Shhh. Estás preciosa.

—Mmm.

—Tú querías que te tocara y así lo estoy haciendo y no dejaré de hacerlo por nada.

—... Mi amor — le jadeé y me moví con mimo en su pecho y Layne besó mi hombro, lo que más me volvía loca.

Anhelante y apasionado siguió y siguió acariciándome y me susurró al oído.

—Mi niña, te amo tanto, tanto — me llené de suspiros.

Sus tiernas caricias en mi barriga eran lo que más amaba de él en esos momentos y Layne lo sabía. Amaba que solo él acariciará a nuestro querido bebe en mi vientre.

Lo miré perdidamente enamorada y él viéndome, nos aproximamos y empezamos a besarnos.

Layne profundizó nuestro beso y los dos jugamos con nuestras lenguas y él siguió acariciando mi barriga.

Al cabo de besarnos, nuestros labios tronaron, nos miramos perdidamente enamorados, y yo de pronto sentí una fuerte patadita del bebe y se me escapó un gemido de dolor. Layne se preocupó.

—¿Qué pasa? ¿Te sientes mal?

—... De nuevo está pateando — sonrió.

—¿Otra vez? A ver, quiero sentirlo.

Puso de nuevo su mano en mi barriga, me miró atento y yo abrí los ojos. Layne rio.

—Ahí está. Se mueve, mi amor.

—Si — le dije con alegría y él se me quedó viendo con destellos y tomó mi mejilla con cariño.

—Te amo, mi vida.

Me susurró y me besó largamente.

Lo miré toda embelesada, Layne me sonrió galán y coqueto y los dos acariciamos a nuestro hijo en mi vientre, el que pateaba y pateaba.

De pronto hice otra mueca de dolor y él me miró, otra vez preocupado.

—¿Qué ocurre, mi hermosa?

—... Me duele — se preocupó aún más.

—¿Quieres que me detenga?

—No, no dejes de acariciarme. No quiero que lo hagas — me miró de nuevo intenso.

—Tranquila. No dejaré de tocarte, pero necesito saber si estás cómoda así en mis piernas — me preguntó en susurros.

—Si, mucho — le jadeé y me recargué toda mimada en su pecho, lo que a él le volvió loco y sonrió.

—Entonces, sigamos con lo nuestro — me susurró al oído y yo vibré por completo.

Volvió a acariciar mi barriga y yo feliz de que lo hiciera de nuevo, solté con mimo dulces gemidos para él.

Me encontré con sus apasionados y fijos ojos celestes en mí y el corazón se me salió del pecho.

—Bésame — me ordenó en susurros y yo me volví más loca por él.

Con pudor y a la vez sedienta de él de sus ricos labios, me acerqué suavemente a ellos y empecé a besarlo con todas mis ganas.

Layne se derritió por completo al yo besarlo y tomó mi rostro con cariño y seguimos los dos besándonos. Me encanta sentir los suaves pinchazos de su barba chivato, mientras nos besábamos; todo me encantaba y amaba de él, de mi amado esposo Layne.

De repente, tuve muchos deseos de acostarme con él y lo vi deseosa, con muchas ganas y él se me quedó viendo con su traviesa sonrisa.

—¿Qué pasa?

—Tengo un antojo.

—¿Un antojo? ¿Y qué es lo que deseas?

—A ti. Tengo antojos de ti, cariño.

Le jadeé con muchos deseos y a Layne le corrió un calor por todo su cuerpo; me sonrió apasionado y comenzó a besar mi cuello. Yo más me estremecí y se me escapó un gemido.

Él me miró intenso y los dos empezamos a besarnos sin parar; Layne acarició mis pechos y no nos contuvimos más e hicimos el amor ahí en aquel sofá.

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