Capítulo 5
Más que ilusionada, me iría con Layne de campamento por el fin de semana completo, y ansiosa, las manos y piernas me temblaban; lo vi junto a mi lado conduciendo y él me sonrió con ternura. Estaba tan feliz como yo y a mí se me vino a la cabeza que anoche habíamos hecho el amor.
Layne Staley:
Verla sonreírme, me alegraba, me hacía vibrar el alma y sostuve con cariño y aprecio su mano.
Margarita me dedicó esa dulce mirada con sus ojos brillantes, la que amo tanto.
Fue un viaje largo en auto y mientras la música sonaba en la estación de radios, ella cerró los ojos de cansancio y cayó vencida junto a mi hombro. Yo la miré y otra vez el alma y corazón me vibraron fuera de control.
—Que niña está.
En cuanto llegamos, sacamos entusiasmados todas nuestras cosas y empezamos a armar la tienda en donde pasaríamos, nuestra primera noche, lejos de la ciudad.
Me resultaba tan tierno ver a mi dulce novia feliz y contenta, con sus ojitos llenos de ilusión y entusiasmo.
En el trayecto para acá me contó que nunca se había ido de campamento, así que yo haría que esta experiencia para ella fuera la mejor e inigualable.
Al cabo de que terminamos de armar la tienda, Margarita me sonrió y yo acaricié su mejilla con dulzura y cariño.
—Estoy tan feliz, cariño — la contemplé con destellos.
—Lo sé, yo también lo estoy. Este será nuestro primer paseo juntos como pareja y no quiero que nada lo arruine.
—Nada lo hará, mi Layne.
—Te amo.
—Y yo a ti, mucho.
—Jejeje — besé sus tibios labios con amor y ella me abrazó.
Preparé el fuego y avisté a Margarita, quien preparaba con esmero y dedicación la comida; el corazón me palpitó de alegría y me quedé viéndola con ternura. Ella me miró y me sonrió con pudor.
Se podía oír el suave crujir del rio, el que estaba junto a nosotros y sentí una inmensa paz y tranquilidad. Esa que hacía mucho que había perdido, pero que gracias a mi chica fui recuperando de a poco.
Sentados, luego nos pusimos a calentar unas salchichas y malvavisco en el fuego. Margarita se frotó los brazos e hizo crujir los dientes.
—¿Tienes frío, cariño?
—Me estoy congelando — me saqué la chaqueta, que llevaba y se la puse a ella.
—Ten. Así no sentirás tanto frio — ella me sonrió.
—Gracias.
Sus ojos brillaron con las chispas del fuego y su rostro relució aún más; me le quedé viéndola con todo mi amor y recordé con sumo cariño que se me había entregado.
Mientras mirábamos las montañas y cercanas ahora cordilleras, olíamos el olor a la fogata y el frio emanaba. Margarita me abrazó y yo sentí que pude tocar las estrellas; la miré con ternura y le sonreí.
—Te quiero.
—Y yo te quiero a ti.
Nos sonreímos perdidamente enamorados y nos besamos frente a nuestra modesta fogata.
Al cabo de besarnos, ella con mimo y amor se recargó en mi hombro y yo me sentí otra vez el hombre más feliz y realizado del mundo.
Pasados a humo, Margarita estaba sacando algunas cosas de los bolsos y me miró con sus tiernas mejillas enrojecidas y volvió a sonreírme.
—Mira esto, cariño.
— A ver — vi que sacó mi cámara fotográfica y un frasco para hacer burbujas.
—¡Super! Entonces con eso nos divertiremos.
—Si — me perdí en su linda sonrisa llena de dulzura e ilusión.
Después de comer, salimos a pasear un rato por los alrededores, y tomados de la mano, yo apreté la suya con cariño. No quería apartarla de mí.
Fuimos al otro lado del rio, Margarita quiso acercarse más a él y de pronto piso una roca y se resbaló; alcancé a sostenerla en mis brazos.
—Te tengo — ella me miró — ¿Estás bien?
—Si.
—Está resbaloso aquí, tenemos que pisar con cuidado.
Volví a tomar su mano y ella, aún temerosa, no quería volver a resbalar y me tomó del brazo.
Sentados en el fresco pasto, rodeados por el humo de la fogata, saqué mi cámara y nos tomamos un par de fotografías.
Abrazados, rodeé a mi dulce chica por la cintura, pusimos nuestras caras chistosas; ella estiró los labios, lista para lanzar un beso y nos fotografiamos.
Pusimos ojos distorsionados, yo presioné el botón de nuevo y así nos tomamos otra fotografía.
Otra foto más, en donde hicimos unas muecas chistosas y los dos muertos de la risa nos tomé esa divertida fotografía a ambos.
Una penúltima foto, y ahí nos miramos tiernos, con complicidad, y sin resistirnos, nos dimos un largo beso y capturé ese bonito momento con mi cámara. Hicimos sonar nuestros labios al termino de ese rico beso y Margarita se recargó en mi pecho; yo la vi embelesado y quise también conservar ese mágico instante.
—Sonríe una vez más, mi vida.
—Ok, mi Layne.
Levanté la cámara, nos enfoqué junto con el lindo paisaje, que había tras de los dos, sonreímos felices y nos tomé esa linda foto.
Margarita me miró traviesa y comenzó a soplar burbujas; yo las miré con detenimiento y ella soplando y soplando miles de burbujas de colores, yo sonreí y me sentí, una vez más, renovado, con todas mis energías repuestas.
Por fin sabía lo que era vivir y disfrutar y más si era al lado de mi preciosa y dulce Margarita, mi angelito a quien tanto amo y adoro.
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