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Capítulo 3

Esa misma noche.

— Ha llegado la noche y ella está sentada en su cama. Tiene su dulce mirada perdida en la ventana; ahora se puso de pie y ¡Oh! Ha comenzado a desvestirse...

La he visto tantas veces desnudarse, y cuando lo hace, siempre me ve con su tímida mirada, lo que me vuelve loco y me hace amarla aún más.

Aún me sucede que pierdo el aliento y el cuerpo se me estremece cada vez que se saca la ropa frente a mí, dios, sus tiernos pechos me fascinan y solo puedo mirarla y morirme de deseos por ella, pero nunca tocarla.

Ahora estoy aquí frente a ella, entre toda la oscuridad y la observo dormir con esa tranquilidad y profundidad, que solo ella puede emanar.

Se le ve tan tierna dormida de lado, cubierta con las cobijas, hasta su nariz. Solo se le ven sus ojos cerrados y parte de sus orejas y cabello.

Añoro tanto acariciarla, decirle que la amo y besar sus labios.

Al menos, también puedo cuidarla, mientras duerme y a la vez me deja mirarla y contemplarla con este amor que siento por ella.

A la mañana siguiente.

— Margarita se veía de mejor animo; se puso una de esas camisas que tan bien se le ven, se maquilló un poco como siempre hacía y después de terminar de alistarse, tomó el bolso y salió a tomar el bus.

Esa será mi oportunidad y no la puedo desaprovechar...

Margarita:

Sentada de nuevo en aquella plaza, no entendí porque razón, pero tenía necesidad de regresar a ese lugar. Quería estar y sentirme tranquila, desconectada de todo y viendo hacia el cielo teñido de celeste, como los ojos de Layne, mi corazón palpitó fuerte.

Él observándome fijo, se me acercó decidido y con anhelos...

Con una margarita en mi mano, Layne se sentó junto a mí y yo lo vi con impresión. Él me sonrió con destellos y a mí se me aceleró el corazón. Era Layne, en verdad era él, y yo perpleja, él me miró intenso y sus profundos ojos celestes me atraparon.

<< Por fin puede verme. >>

<< Y está vez no desapareceré. >>

Se me llenaron los ojos de lágrimas y aún no pudiendo creer que él estuviese allí junto a mí, Layne volvió a sonreírme.

—Hola, Margarita — las lágrimas me corrieron por las mejillas.

—...Layne ¿En verdad eres tú?

—Si, mi vida y ahora me quedaré aquí a tu lado para siempre.

—Oh, Layne, mi Layne — exclamé con emoción y lo abrasé fuerte.

Layne tierno, me recibió en sus brazos y se sintió inmensamente feliz al por fin sentirme y tenerme en sus brazos. Su corazón volvió a latir con adrenalina y alegría.

Corrió un viento que nos rodeó a ambos y nos desprendimos lentamente de aquel abrazo, el primero, y nos vimos con emoción y amor.

Yo aún llorando, no me pude contener y acaricié su rostro para ver y comprobar que era real y Layne encontró muy tierno ese gesto mío.

—No me temas porque soy yo mi amor. He vuelto a este mundo para estar contigo.

—No te temo. Nunca te he temido, mi Layne.

—Cada día estás más preciosa.

—Mi Layne.

—Te amo — mi corazón se regocijó de amor y emoción.

—Yo también te amo. Te amo mucho.

Sus ojos brillaron, y amándome con locura, tomó mi mejilla con cariño y me besó largamente.

El alma y cuerpo me vibraron por completo con su beso, me sentí que pude llegar al cielo, y Layne besándome, yo lo abrasé y los dos nos besamos desatando al fin esto tan hermoso que sentíamos el uno por el otro.

Era mi Layne besándome y estaba ahí junto a mí.

Ahora ya nada podría arruinar la inmensa dicha y felicidad que sentía.

Layne se sintió el hombre más feliz del mundo, todo pleno y renovado. Sintió que en él había regresado las fuerzas y las ganas por vivir y compartir cada momento a mi lado.

Me sonrió perdidamente enamorado y yo viéndolo con mis ojos llenos de amor por él, no podía estar más feliz y por un impulso volví a acariciarle su suave mejilla, lo que a él le derritió y cerró los ojos con goce.

—Te amo, mi Margarita — oírlo hablarme y que me llamara por mi nombre me glorificaba toda el alma y más al saber que también me amaba.

—Yo también te amo, Layne, mi Layne.

Los dos nos sonreímos plenos, con los ojos luminosos, y sin contenernos, volvimos a besarnos con todo nuestro amor y cariño.

Yo lo miré toda enamorada, contemplé las facciones de su rostro tierno y acaricié su largo cabello, sus patillas y después su barba de chivato, tomada en una pequeña trenza y Layne me vio con ternura hacerlo.

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