Capítulo 52
—¡Deja de mirarme así! ¡Eres igual que todos los demás! —Alix barrió con sus brazos todo lo que había sobre la mesa. Los cristales sonaron contra el suelo y Félix cubrió sus oídos cerrando con fuerza sus ojos. —¡Estás hablando con ellos!
La chica siguió diciendo incoherencias yendo hacia la cocina, más específicamente al mesón donde una línea de polvo blanco se perdía en su nariz nuevamente.
Apretó sus ojos y estiró el cuello hacia atrás por el escozor que subía por sus conductos nasales. Sus azules demacrados e hinchados por las lágrimas, además de las ojeras, le causaban mucho miedo al pequeño, tanto que se había vuelto una imagen de pesadilla para él. Sobretodo su rostro delgado, pálido, con sus pómulos pronunciados casi tanto como sus clavículas.
—¡Dije que dejes de mirarme así! —gritó por lo alto, no tenía que alguien la escuchara, ya que estaban en medio de la nada.
Sus pies se acercaron con furia hacia Félix, quien sólo pudo quedarse congelado con su cuerpo pegado a la alfombra de la sala. Mordió su labio inferior para evitar decir cualquier cosa que alterara más a esa mujer y reprimió las lágrimas que querían escapar sin remordimiento de sus pequeños lagrimales.
—¡Dime la verdad! ¡Me vigilan! ¿Cierto? Todos están viéndome, y tú les ayudas a todos ellos. Todo porque Marinette no sabe quedarse callada. Le dije que Nath me necesitaba, pero ella no quiere entenderlo y no quiere que sea feliz. ¿Lo sabes, cierto? Todo es culpa de ella.
Félix soltó un quejido mudo en su garganta, ya que ella lo sujetaba desde su pequeña chaqueta con fuerza, incluso había logrado clavar sus uñas en su pecho. Félix no quería abrir los ojos, ya que ella estaba demasiado cerca de su rostro y su cabello desaliñado la hacía ver más aterradora. Lo único que pudo hacer fue negar con la cabeza repetidas veces.
El lugar era amplio, pero en completa oscuridad, y lleno de polvo como si no fuera usado hace mucho tiempo. Era evidente que lo que sea que Alix había consumido, le había hecho perder el sentido común. Su cuerpo delgado casi no podía sostenerse por si solo y las náuseas de pronto atacaron su garganta, soltó al niño y devolvió todo a unos metros de distancia. Félix se arrastró para tomar distancia de ella e intentó ocultarse detrás del sofá y gracias a eso Alix se olvidó unos minutos de su presencia.
—Mierda... —murmuró recostandose en el suelo y viendo el techo en penumbras. —Ya callense.
El tiempo de silencio fue breve, pero lo suficiente como para que la paranoia de la chica continuara. Enderezó su espalda y caminó con sus rodillas tomando un cristal roto del suelo, miró el objeto con detalle y soltó todo el aire que contenía para después comenzar a reír.
—Que vida más de mierda... —se levantó con dificultad y comenzó a buscar al niño, hasta que dio con él. Tomó la mano de Félix y lo hizo mirarla a los ojos. —No tienes idea de lo afortunado que eres, mocoso. ¿Puedes responderme algo? —el niño tragó saliva y asintió en silencio. —¿Quién es la persona que más quieres y que te quiere?
—M-mi hermano...
—Si me lo preguntas a mi... No podría responder. Entonces, pienso que terminar todo con alguien afortunado es liberador. Ya no me importa nada.
Alix abrió la mano de Félix y lo hizo sostener el cristal roto, dirigió el arma filosa hacia su muñeca y aunque el niño pusiera resistencia y comenzara a llorar, definitivamente ella lo controlaba sin problema. Enterró la punta hasta que comenzó a sangrar y luego se deslizó hacia abajo. La sangre brotó y cubrió las pequeñas manos del niño, quién intentó contenerla apretando la herida de ella.
—¡No! ¡Eso duele! —gritó por primera vez, pero Alix simplemente se apoyó en el sofá sentada en el suelo. —No te duermas... Mamá se durmió... ¡Adrien! —comenzó a llamar a su hermano repetidas veces.
—Oye, niño... —fue casi un susurro que hizo a Félix guardar silencio y verla fijamente. —No tienes idea de lo tranquila que estoy ahora. Tenía razón... Si todo termina con alguien afortunado, quizá me vuelva afortunada aunque sea unos minutos. Ya no escucho nada... ¿Quieres venir conmigo?
Félix negó con la cabeza. Las lágrimas no tenían fin, empapaban su rostro dolorosamente. Su cuerpo pequeño estaba sumergido en la ansiedad y el miedo, sus manos temblaban casi tanto como sus piernas. No entendía nada de lo que estaba pasando, ni siquiera sabía porque esa mujer lo había llevado a ese lugar y mucho menos sabía que tenía que ver su princesa con ella.
—Señorita no te duermas. —suplicó sin soltar la muñeca abierta de Alix. —mi hermano te llevará al hospital. No te duermas.
Alix quiso decirle que nadie llegaría, pero ya había perdido casi la consciencia. Los colores de su rostro ya se estaban desvaneciendo, incluso cuando logró tener unos minutos de lucidez sólo admiró la basura de vida que tenía y que a nadie le importaría que dejara de existir.
Desde su padre que la había explotado desde niña, incluso el abuso sufrido por él. Nathaniel fue lo único que quiso realmente, y lo único real. Pensó que podría mantenerse en ese éxtasis que había alcanzado con él cuando consumían, pero el amor era algo tan voluble, y para Nathaniel, Marinette fue un aterrizaje de emergencia y Alix quedó en el olvido, porque ese éxtasis era solo un momento fugaz, algo que disfrutas un instante y luego desaparece.
Alix sabía que si Nathaniel se mantenía en el fondo podía hacerlo feliz si le mostraba una salida en la oscuridad, el problema era que la única salida que ella conocía lo hundiría tres veces más de las que lo sacara.
No puedes obligar el amor de alguien y lo entendió en el último momento cuando Félix mencionó a la persona que más quería. Ella no tenía a nadie y no podía obligar a nadie a tenerla, por eso se descontroló cuando fue a ver a Nathaniel... Él le mencionó la rehabilitacion sin saber que decirle eso era como querer quitarle lo único que la hacía olvidar todo lo podrido que tenía dentro. Nathaniel quería quitarle lo único que la hacía feliz.
Que triste es que no pudiera ver que se tenía a ella misma, pero la vida es así; cruel y despiadada. Algunos logran encontrar la salida antes de dar el último aliento, pero otros lamentablemente no.
Cuando lograron encontrar a Félix, Alix hace bastante había perdido el calor.
°°°
—No sabría decirles con exactitud cuanto tiempo él estará así. En casos como estos el paciente suele tardar meses e incluso años en decir una palabra, algunos no vuelven a hablar nunca más. Esperamos que con terapia Félix sea capaz de relacionarse con normalidad, pero mientras tanto sólo les queda ser su apoyo.
—¿Dice que mi hermano no volverá a hablar?
—Lo siento... Pero es un proceso largo. El trauma no es algo que se toma a la ligera, sobre todo a su edad.
Marinette veía a Félix a través del vidrio, escuchando de fondo la conversación que tenía el médico con Adrien. Gabriel estaba sentado al lado del pequeño, quién sólo veía las manos sobre su regazo.
Ella cubrió su boca, al borde del llanto y con la culpa cargándose en sus hombros sin piedad. Al sentir el calor de Adrien envolverla se soltó a llorar contra su pecho, repitiendo que la disculpara miles de veces.
—No es tu culpa...
—Dios... No es posible que algo así esté sucediendo. Por favor perdóname, Adrien.
—No es tu culpa. —Repitió acariciando su espalda. —Haremos todo para que mejore. Necesito que estés conmigo en esto, Marinette. No puedes rendirte en esto.
Entonces lo entendió. No podía culparse, porque culparse no ayudaría en nada a Félix y mucho menos a Adrien.
—Nos iremos de aquí... Cambiar de ambiente le ayudará. Comenzaremos denuevo. Tú, Gabriel, Félix y yo. ¿Estás dispuesta?
Ella simplemente asintió, las palabras no salían de su garganta. Limpió sus lágrimas y tomó la mano de Adrien para entrar nuevamente a la habitación del pequeño en el hospital.
—Félix... Estuvimos hablando con el doctor —el niño no reaccionó. —y nos dijo que en unos días serás dado de alta.
Adrien al ver que no había respuesta de su parte se sentó a su costado y tomó su mano, pero él rápidamente se apartó con temor.
—Hermano... Podremos irnos a casa en unos días. Sé que no te gustan los hospitales, pero sólo será hasta que tus manitos estén bien, ¿Si? Plagg y Tikki te extrañan mucho, así que sólo serán unos días, yo me quedaré contigo todo el tiempo y Marinette te traerá comida deliciosa.
—Claro que sí, y podremos ir al parque de diversiones que te gusta cuando vayamos a casa. ¿Te parece bien?
Félix se recostó y tapó su cabeza por completo con la sábana, no dijo absolutamente nada.
—¿Podrían dejarme un momento con él? —pidió Gabriel por lo bajo y la pareja asintió, saliendo de la habitación. Gabriel se tomó unos minutos para hablar. —sé que tienes miedo... —soltó en un tono suave y calmado. — y está bien tener miedo, Félix. Eres un niño muy listo, y como sé que eres listo puedo ser directo contigo. Pasaste cosas horribles, y no sabes lo mucho que lamento no haber estado contigo para protegerte. Tu hermano y Marinette se hacen los fuertes, pero en realidad ellos sienten muy profundo todo el dolor que tú sientes ahora mismo. No estás obligado a decirnos nada que no quieras, pero si deseo que tengas muy presente que no estás solo. Ellos te aman con todo su corazón, y yo también lo hago. Es posible que tengas pesadillas y por eso no quieras dormir, incluso imagino que cierras los ojos y ves cosas feas. Pero quiero que sepas que aunque veas todo eso, puedes imaginarme junto a ti y usarme para protegerte, ¿Si? De ahora en adelante yo siempre estaré para protegerte, te lo juro. Tu hermano y tu ya no están solos, me tienen a mi. Querido Félix... Está bien llorar, puedes llorar si quieres hacerlo. No es necesario que seas fuerte por tu hermano.
Las sábanas comenzaron a dar pequeños brincos y los sollozos se hicieron cada vez más notorios.
—Eres fuerte, mi pequeño. Pero también eres sólo un niño, y está bien ser sólo un niño.
A pesar de que el llanto de Félix fue casi silencioso, estuvo tan cargado de emociones que el mismo corazón de Gabriel se estrujaba cada vez más en su pecho.
—Nadie te llevará lejos de nuevo, no te preocupes por eso. No volverás a la casa hogar y tampoco es necesario que te preocupes porque Adrien se vaya otra vez. Así que llora todo lo que necesites... porque eres sólo un niño.
"El dolor demanda sentirse.
-John Green."
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