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Capítulo 50

La intensa luz que entraba por la ventana comenzó a picar en sus ojos. Marinette se retorció entre las frazadas antes de intentar abrir uno de sus párpados, se sentó en la cama y observó el lugar sin saber dónde estaba, miró su cuerpo... Traía el pijama de Adrien. Un fuerte dolor atacó su cabeza sin previo aviso, masajeó sus sienes y se asustó al escuchar vasos chocar.

Hizo las frazadas a un lado y cuando estuvo a punto de ponerse de pie, Adrien abrió la puerta. En sus manos traía una bandeja con lo que parecía ser desayuno. Marinette tragó con dificultad y guardó silencio cuando sus ojos hicieron contacto. No le había tomado tanto tiempo darse cuenta que estaba en el nuevo departamento de Adrien y que al parecer la había bañado y cambiado por la noche, ya que recordaba claramente que se mojó con la lluvia, y ahora su cabello olía a shampoo que no era de ella.

Adrien dejó la bandeja en la mesa de noche a un costado e hizo que Marinette volviera a recostarse en la cama, cubriéndola con las frazadas. Ella evitó mirarlo, se avergonzaba de que tuviera que cargarla y asearla, además de ahora traerle comida como si estuviera enferma.

—Primero come... Te traje un analgésico. —Adrien se sentó al borde de la cama y puso la bandeja sobre ella para que comiera. —la lluvia no ha parado desde anoche.

—Perdón por causarte molestias. —susurró viendo perdida el pan tostado frente a sus ojos.

—Marinette, come. —Adrien sólo formó una línea con sus labios al escucharla. —se va a enfriar el café.

—Perdón. —repitió casi sin voz y el chico soltó todo el aire que contenía, volviendo a dejar la bandeja en la mesa.

—No quiero que te disculpes... De verdad ya fue suficiente. No quiero oír 'perdón', ni 'lo siento', ni 'disculpame', ya fue suficiente... Que me digas eso sólo lo hace más doloroso. Pensar que todo este tiempo te he lastimado tanto me duele... Poner esta barrera entre los dos me duele, Marinette. Es insoportable... Este sentimiento es horrible. ¿Sabes? Cada día que fuiste a mi trabajo era un golpe de realidad tan duro... Y era desesperante aceptar que nunca podré borrar este capítulo de mi vida. Nunca podré borrarte de mi vida aunque lo intente. —su voz comenzó a quebrarse en cada palabra y las lágrimas empezaron a caer. Adrien intentó ocultarlas con sus manos. Le dolía tanto el corazón que el aire le hizo falta.

Marinette no pudo decir nada, no sabía realmente qué decir ante sus palabras. Por semanas había deseado tanto hablar con él, y ahora no podía pronunciar ni media palabra. Lo peor no es que le doliera tanto la separación, le dolía aún más que Adrien se cerrara por completo a ella, que no mostrara la confianza de siempre con ella, muchos menos sus pensamientos y sentimientos.

—Te lo dije ese día en la playa... Estoy enamorado de ti, y lo único que pienso cada vez que te veo es en que quiero verte sonreír y ser feliz... Maldita sea, tengo tanto miedo de perderte... Soy un completo desastre ahora y lo que menos quería era herirte por eso. Estoy lidiando con mucho en este momento y ni siquiera sé si todo lo que he hecho está bien. —Adrien cubrió su rostro con ambas manos.

Marinette lo alcanzó con sus brazos haciendo que se recostara en su pecho a pesar del miedo de ser rechazada otra vez. Adrien sólo se dejó querer por su calidez, escuchando como su corazón latía con rapidez y como su pequeño cuerpo lograba calmar su confundido corazón.

—Soy una bomba que está a punto de explotar... Y no quería que estuvieras cerca si eso pasaba. Que veas esa parte de mi me da miedo.

—Pero yo te amo a pesar de eso.

—¿De verdad es así? —se reincorporó para verla. Sus respiraciones casi se mezclaban la una con la otra por la corta distancia que había. Ella sólo asintió de manera muda, porque tenerlo cerca otra vez la ponía más nerviosa de lo que pudiera imaginar. —¿Quieres que responda tu pregunta de anoche? —Adrien acarició su mejilla y reprimió sus labios como si le doliera tocarla, porque sabía que la había lastimado. —No he dejado de amarte ni un sólo día, Marinette. Te amo de una forma tan profunda, que mi corazón... —tomó su mano y la puso en su pecho para que sintiera sus latidos.—no necesita palabras para expresartelo.

Aquellos ojos vacíos y tristes que vio la última vez ya no estaban. Ahora volvía a tener frente a ella esos verdes llenos de amor, cálidos y reconfortantes como la primera vez que fue consciente de ellos. Lo había extrañado tanto que no estaba segura de cómo expresar el cosquilleo que nacía en su pecho.

—Debí decírtelo, pero Gabriel estaba tan desesperado en ser él quien te lo dijera que no pude negarme. Creí que podrían los dos decirle a Félix lo que pasaba... No pensé en cómo sería la noticia para ti en primer lugar, pero al mismo tiempo no creí que me correspondía decírtelo.

—Lo entiendo... Gabriel te puso en una situación difícil. De verdad lo entiendo... Es sólo que saber que él de verdad existe es difícil de asimilar, y con algo así sólo quería correr hacia ti, pero el que lo supieras... Me sentí traionado, y al mismo tiempo me cuestioné si nuestra relación estaba realmente bien, porque no entendía el que no me dijeras nada... Además de que estuviste alejada toda esa semana y...

—Lo sé... No niego que tengo mucha culpa en que todo resultara así. Estaba asustada... Adrien, tenía miedo de aceptar lo que siento por ti..

—¿Por qué? Si yo...

—Porque si volviera a pasar lo mismo que pasó con Nathaniel no podría soportarlo. Perderte no podría soportarlo... E imaginar que tú pudieras...

—Oye... No... Marinette, yo te amo. No sabes lo infinitamente que te amo. No tienes idea de cuánto te amo. —Adrien tomó sus manos con firmeza y dejó un beso largo y profundo en sus nudillos. Incluso cerró sus ojos para sentir el contacto más real, pero poco duró... Ya que los sollozos de Marinette aparecieron nuevamente, como si fueran un susurro agonizante en sus oídos. —No llores...

—Te fuiste... —hipó en cuanto soltó esas palabras. —me abandonaste... No querías oírme. Me viste con tanto desprecio... Q-que mi corazón... Y-yo... Odio este dolor. —Marimette se ahogó en cada frase y no fue hasta que volvieron a hacer contacto visual que Adrien quiso morir por haberla lastimado así.

La vio pequeña y débil en todo sentido. Luka dijo que ella había vuelto a ser la misma hace una semana, pero la Marinette que tenía frente a sus ojos en ese momento, no era ni el comienzo de la que él conocía. La había visto rota una vez, pero ahora era mil veces peor.

Sus ojos llenos de lágrimas se desbordaban por cada salto de llanto que daba. Se permitió verla detenidamente después de muchos días y pudo notar que había perdido peso, que el maquillaje que últimamente usaba era netamente para ocultar las ojeras bajo sus ojos, y que la fortaleza que demostraba solo era una fachada para continuar con el día a día.

—Me dejaste sola... Te llevaste a Félix... Y-y no sabía qué hacer...  Nadie quiso decirme dónde estaban...

—Marinette...

Sólo pudo abrazarla. Estrecharla entre sus brazos fue lo mejor que pudo hacer. Calmar su respiración contra su pecho fue lo único que realmente le ayudó.

—Perdón... Mi Marinette... Perdóname...

Escucharlo decir su nombre con tanto afecto sólo terminó por hacerla explotar en llanto aún mas fuerte. Aunque no sólo ella estaba llorando, Adrien hace mucho que ya la había acompañado en el dolor, y lo mejor que podían hacer era aferrarse mutuamente en aquel abrazo.

§§§

Adrien la observó en silencio por más tiempo del que podía imaginar. Su respiración lenta y pausada lo tenía embelesado, ya que la había extrañado hasta el punto de olvidar que la comida podía saber bien. Despejó un mechón de su cabello y acarició su mejilla en el acto, no podía creer tenerla con él otra vez; reprimió sus labios al notar sus ojos hinchados por haber llorado anteriormente.

La tormenta parecía no tener fin, se golpeaba despiadada contra los ventanales de aquel viejo edificio. Agradecía que Alya le hablara para decirle que Félix se quedaría con ella, ya que haría teletrabajo por la lluvia y no era conveniente sacar al niño con ese clima.

Cubrió a Marinette con las frazadas hasta el cuello, esperanzado de que pudiera descansar un poco más. Eran cerca de las diez de la mañana, así que se levantó en breve, se detuvo en la puerta echándole un último vistazo antes de ir hacia la cocina para lavar algunos platos que tenía sucios, ordenó la sala, puso a lavar ropa de su hermano y de él y luego de media hora tomó asiento por fin en el sofá, viendo la ventana a su costado.

—Parece un diluvio... —murmuró.

A los segundos sonó la puerta del departamento y algo confuso fue a ver de quién se trataba, no podía ser Gabriel ya que le había dejado claro que antes de ir debía llamarlo.

Abrió y grande fue su sorpresa de ver a Rose con un impermeable completamente mojado, un paraguas en su mano derecha y una bolsa de papel en su mano izquierda.

—¡Hola! ¡Traje algo de comida para ti y Félix!

—Rose... —Adrien sin pensarlo dos veces la dejó pasar, ella rápidamente quitó el impermeable en la entrada y lo colgó en el perchero que había a un costado. —No me avisaste que venías...

—Por dios, Adrien. Llevo llamándote toda la mañana y no respondes, tu teléfono suena apagado. —rió por su actitud despistada.

—Oh, discúlpame... Quizá esté sin batería. —Ella prácticamente entró con confianza hacia la cocina y dejó la bolsa con comida en el mesón. Adrien por reflejo miró hacia su dormitorio, por si Marinette había despertado. —No debiste venir si no respondí, sobretodo por esta lluvia.

—Un poco de agua no le hace mal a nadie, además la última vez a Félix le gustó lo que traje. —quitó los tapers de la bolsa y los ordenó. —traje una ración para el almuerzo y otra para la cena....

—Gracias, Rose... De verdad no debiste molestarte....

—No es molestia. —reapondió al instante y le sonrió desde el otro lado del mesón. —¿Cómo fue el trabajo anoche? ¿Félix sigue dormido?

—Eh... En realidad está en casa de mis amigos, se quedará allá por la lluvia.

—Oh... Ya veo... Entonces tendrás que comer por los dos. —rió con algo de gracia y guardó silencio por varios segundos que aprecian una eternidad. Aclaró su garganta ligeramente y miró el espacio. —Debes estar cansado y aún así tienes todo en orden...

—Si...

Rose ladeó un poco la cabeza, Adrien parecía más despistado de lo habitual, quizá realmente estaba cansado por el trabajo, pero más que despistado es como si estuviera inquieto.

—¿Ocurre algo? —él la vio como si volviera a tocar tierra y parpadeó un par de veces. —luces algo extraño.

—Estoy cansado, sólo es eso... Ha sido una semana pesada la verdad.

—Iba a invitarlos a ver una película, pero como Félix no está... Quizá podamos verla juntos... Digo... Distraerte del trabajo te haría bien, ¿No crees? —las mejillas de Rose se pusieron rojas hasta las orejas, podría echarle la culpa al frío, pero era evidente que se avergonzaba de hacerle tal propuesta al rubio.

—Rose...

—Sé lo que dijiste de... Ser amigos, pero no tengo otras intenciones. Bueno... Quizá sólo un poco de esperanza en algo más, pero podemos hacerlo en plan de amistad, sabes que no tengo problema en eso mientras me permitas... Estar...

Sus palabras fueron perdiendo volumen cuando la imagen de Marinette apareció detrás de Adrien desde su dormitorio y además con su pijama puesto, uno que ya reconocía por las veces que había estado ahí antes.

—No sabía que estabas acompañado. —soltó con un tono bastante deprimente para cualquiera que la oyera. —No puedo creerlo... —murmuró frunciendo el ceño. Se dirigió hacia la puerta más rápido de lo que llegó.

—Rose.

—Eres un completo tonto, Adrien. —masculló poniéndose encima el impermeable. Adrien la alcanzó en la puerta, viéndola con algo de incomodidad. —No soy nadie realmente para decirte qué hacer... Pero pensé que al menos no había gastado palabras en vano. —Miró de reojo a Marinette, quién sólo guardaba silencio en el umbral de la puerta del dormitorio y veía la escena con una expresión perdida.

—¿Podrías esperar que la lluvia pare al menos? Es peligroso que te vayas así...

—¿Vas a ignorar lo que digo? —Adrien respiró profundo y soltó el aire viéndola hacia abajo por la evidente diferencia de altura. Los filosos azules de Rose no se quebraron en ningún momento. —Muy jefa será en la empresa, pero eso no impedirá que te diga las cosas como son otra vez... Ella te mintió y te rompió el corazón. Tuviste que irte de la empresa por su culpa y...

—Las cosas no son como tú piensas. —La voz de Adrien se volvió áspera un momento, y es que casi era por instinto reaccionar cuando hablaban mal de Marinette.

—Quizá no sé los detalles, pero si sé que estabas destrozado ¡y saliste huyendo de todos estos sentimientos! —alzó los brazos desesperada. —y ahora... Ella está otra vez en tu vida. ¿No te lo dije una vez? El presidente...

—Rose...

—¡Yo sequé tus lágrimas! —gritó de una vez y sus ojos comenzaron a humedecerse. Miró el suelo y puso una mano en el pecho de Adrien marcando distancia. —Yo estuve ahí... No ella... Yo... ¿Por qué no puedes verme? Esto es tan patético.

—Siempre he sido claro contigo, Rose. No me hagas esto, por favor.

—El cuento original de la cenicienta no termina para nada bien. Tenlo en mente. —eso fue lo último que dijo antes de salir por la puerta y cerrarla de golpe.

Adrien suspiró y se apoyó un momento en la superficie, quería al menos saber si su amiga estaría bien, pero tenía claro que no era el momento de averiguarlo. Tomó aire y apretó sus puños volteando solo para darse cuenta que Marinette no estaba ahí. Avanzó hacia la habitación, movió la puerta un poco y la divisó viendo por la ventana. No sabía qué decir ya que la situación era completamente incómoda, de eso estaba seguro.

—Yo... —murmuró, pero calló al instante. Marinette se abrazó a si misma, le recorrió un escalofrío por toda la columna.

—Ella sabía dónde vivías... Sabía sobre tu nuevo trabajo y al parecer a ella si le respondías el teléfono.

Adrien escuchó atento sus palabras y aunque no quería aceptarlo, la ansiedad se lo estaba comiendo vivo al pensar que Marinette imaginara cualquier tipo de escenario ficticio en su mente.

—Yo...

—Tuve que recurrir a los contactos de Kagami para saber dónde trabajabas. —rió de forma dolorosa. —Llamé tantas veces... ¿Qué demonios es esto? —movió la cabeza en negativa repetidas veces, sin voltear a verlo. —ella estuvo contigo y con Félix aquí, mientras yo...

—Marinette, sabes que nosotros no estábamos bien.

—Pero permitiste que ella hablara contigo y a mi no podías siquiera responderme un mensaje...

Estaba cansado de oír su voz tan rota. Sólo quería volver al momento en que ella simplemente reía por sus chistes malos en la oficina o ver su cara radiante por las notas en su café. Esa Marinette tan feliz la estaba perdiendo por tantos malentendidos y no quería seguir de ese modo.

Las manos de Adrien sobre sus hombros la estremecieron, eran cálidas comparadas con lo fría que se había vuelto la habitación al abrir la puerta. Sus dedos gruesos la sostuvieron con tanto cariño que le parecía un sueño.

—Nunca pasó nada entre Rose y yo... Nunca hubo contacto con ella más que de una amistad. Marinette, mírame. —la volteó sin la mayor dificultad y miró sus azules fijamente. —Yo te amo... Y Rose siempre lo ha sabido. Cuando me fui de la empresa ella sólo insistió en ayudarme como amigos, y no te mentiré... De verdad estaba muy mal y muy perdido con todo, pero jamás le di esperanzas de nada, y siempre le dejé claro mis sentimientos por ti.

—Yo... Estoy tan celosa ahora mismo que... Quería echarla y yo no soy así. Sé que los dos nos hemos equivocado, pero...

—¿Quién es mi Marinette?

Ella guardó sus palabras y empezó a escuchar el fuerte latido de su corazón retumbar en sus oídos. Se dejó abrazar por aquellos ojos verdes llenos de amor y calidez.

—Dime... ¿Quién es mi Marinette? —Adrien tomó sus mejillas y acarició sus labios con sus pulgares, ansioso por escuchar su respuesta.

—Yo... Soy tu Marinette.

Adrien no pudo contenerse más y la besó en los labios con intensidad. Marinette se abrazó a su cuello parándose en puntillas y no esperó mucho para que sus pies ya no tocaran el suelo, él la levantó haciendo que sus piernas rodearan su cintura, con pasos lentos la llevó hacia la cama y se sentó en el borde con ella encima.

Los besos no dejaron de regalarse en ningún momento, pero eran tiernos en comparación al fuego que ardía dentro de ambos. Marinette aún quería llorar, pero ahora era netamente porque volvía a sentirse completa en sus brazos y amada por sus besos.

—Te he echado tanto de menos... No sabes cuánto, mi Marinette.

—Si me sigues hablando así comenzaré a llorar otra vez. —él negó con la cabeza asustado y despejó su cabello tras sus orejas.

—No llores más, por favor. Me duele tanto el alma verte así. ¿Podemos sólo querernos hasta que el sol deje de brillar?

—¿Y si quiero quererte por mucho más tiempo que eso?

—Entonces sólo debes estar segura de que podría estar eternamente amándote sin cansarme. —Marinette asintió y se apoyó en su frente acariciando los cabellos rubios de su nuca. —¿Crees posible que me regales una sonrisa?

—Te amo, Adrien. —sonrió tan cargada de sentimientos reprimidos que Adrien se estremeció cuando sus ojos se achinaron por sus mejillas. —te amo tanto que me cuesta respirar cada vez que te veo. Y todo este tiempo separados me hizo darme cuenta de todo lo que amo de ti. Ahora se exactamente que no podré vivir sin recibir tu beso de buenos días, o escucharte cantar en la ducha o que me llames por mi nombre cada día...

—Tienes un extraño fetiche con que diga tu nombre. —los dos se rieron.

—Es porque me encanta tu voz diciéndolo... Y porque si lo dices yo sé que soy completamente tuya.

—Harás que me sonroje. —Adrien se abrazó a su pecho para ocultar su rostro, pero ella rápidamente tomó sus mejillas para verlo. —no me veas así...

—Te amo, Adrien. Y aunque tú no lo creas, estás en mi corazón desde mucho antes de lo que puedas imaginar.

"A veces sólo se necesita un poco de valor para dejar que las palabras salgan del corazón."

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