Capítulo 49
El departamento era pequeño, pero tenía el espacio suficiente para vivir con su hermano. La dueña del lugar era una señora de edad que se lo dejó a un precio razonable, además estaba amueblado, así que no tuvo que gastar en cosas que no podría. Por otro lado, Félix estaba enojado y no entendía porqué se fueron de la casa de su princesa, dejando a Plagg y Tikki también. Aunque Adrien le explicó las cosas, el pequeño estaba en completa negación a todas las decisiones que su hermano mayor estaba tomando. No pudo siquiera despedirse.
Ya eran cerca de las nueve de la noche y Adrien se preparaba para ir al trabajo que Nino le ayudó a conseguir en el bar. Por la noche trabajaba de mesero, alternando a veces como barman, mientras que en el día trabajaba en un restaurante al otro lado de la ciudad como garzón. Alya le ayudaba con Félix por la noche, así que pasaba muy poco tiempo en el departamento en realidad.
Adrien estaba yendo como avión en todos los aspectos, estaba cansado pero al mismo tiempo no sentía ese cansancio, ya que estar tan ocupado durante todo el día le ayudaba en no pensar y no afrontar el dolor que sentía por la separación y cambio de casa, mucho menos enfrentar la revelación de la existencia de su figura paterna.
Irse de la empresa fue incluso para si mismo una decisión tomada por el calor del momento, aunque no se arrepentía... De seguir ahí habría sido insoportable su corazón herido y el de Marinette también. Ahora su mente la estaba llenando de su hermano y el trabajo, absolutamente nada más.
El clima se estaba volviendo cada vez más frío, y las lluvias eran inminentes, así que tomó un abrigo y se dispuso a salir por la puerta, pero al abrir Gabriel estaba del otro lado con la mano alzada, con la clara intención de tocar la superficie.
—Señor Agreste. —dijo al verlo y soltó el aire con algo de frustración.— ¿Cómo sabe dónde vivo?
—No es muy complicado para mí encontrarte a estas alturas. —Gabriel lo miró de pies a cabeza, notando ojeras marcadas bajo sus ojos, al mismo tiempo que su perfil parecía más afilado al perder peso probablemente. —¿Crees posible que podamos hablar?
—Tengo prisa realmente. —Adrien juntó un poco la puerta, pero al ver que bajaba su cabeza decepcionado, algo dentro suyo quiso decirle que podia darle unos minutos. —Así que sea breve. —se dió media vuelta y entró nuevamente al departamento, Gabriel levantó la cabeza al oírlo y lo siguió más emocionado por ese pequeño paso.
Gabriel cerró la puerta y observó el pequeño espacio en silencio, se dirigió al living donde Adrien había tomado asiento y se sentó frente a él aclarando su garganta.
—Usted dirá.
—Yo... Estuve en la empresa, pregunté por ti pero me dijeron que ya no trabajas ahí, intenté contactar con Marinette pero me dijeron que ella no ha aparecido en dos semanas tampoco... Entonces me preocupé y fui a su casa...
Decir que no le inquietaba recibir esas noticias sobre Marinette sería mentira, pero se hizo el desentendido con el asunto. Ese hombre era a quien menos quería mostrarle debilidad y sentimentalismos.
—Supongo que puso un perro rastreador tras de mí.
—No exactamente.
—Mire señor Agreste, yo no tengo intenciones de... Conocerlo, ni de que usted me conozca a mi. No me interesa nada que tenga relación con usted. Así que quiero dejar claro que esta será la última vez que lo reciba.
Gabriel lo miró fijamente, buscando alguna duda en sus palabras, pero no había. Su determinación daba miedo, pero rendirse no es una palabra en su vocabulario.
—Adrien... Sé que son demasiadas cosas que procesar, sé que esto fue como un balde de agua fría para ti. Pero... Te guste o no eres mi hijo, y Félix también es mi hijo. Quiero estar para ustedes... Quiero darles todo...
—No lo necesito y mi hermano tampoco. Nunca lo hemos necesitado.
El tono frío de su voz logró erizar su nuca, prefería mil veces ser golpeado que escuchar esas crueles palabras. Y es que Gabriel no sabía que lo necesitaba hasta enterarse de quienes eran, y lo haría entrar en razón por las buenas o por las malas.
—Tienes una deuda. Soy consciente de lo que te pasó hace un año, sobre el embargo de la casa de tu mamá y sobre la multa. Déjame ayudarte... Yo puedo... Sabes que Félix necesita un lugar asegurado para quedarse contigo.
—No. Son mis asuntos y no tienen nada que ver con usted. Absténgase de querer mostrarse como un padre generoso a estas alturas. Como dije; no lo necesitamos.
—Adrien...
—Es mi última palabra. Y ya tengo que irme al trabajo, así que hágame el favor de irse.
Adrien se levantó del sofá y dirigió sus pies a la entrada, pero la voz de Gabriel lo detuvo nuevamente.
—¿Quieres esto para Félix? ¿Serás capaz de negarle la posibilidad de crecer con su padre? ¿Qué le dirás cuando crezca? ¿Lo verás a la cara y le dirás que preferiste que no me conociera?
—Félix sólo me necesita a mí.
—Pero Adrien... No te das cuenta de que ustedes no están realmente solos. Ya no estás solo. Puedes confiar en mi... Sé que no es fácil, y sé que prácticamente soy un extraño para ti, pero eres mi hijo y yo te amo sin importar cuántas veces me rechaces... Por favor... De verdad he intentado pensar en las razones que tuvo Emilie para dejarme, y no encuentro ninguna... Nosotros eramos felices, ¿Sabías eso? Yo amaba a tu madre más que nada en este mundo. La amé incluso cuando ella desapareció y me abandonó.
Adrien se mordió el labio ansioso, no quería llorar, pero el solo hecho de que hablara de su madre así, lo hacía revivir emociones y recuerdos que tenía sepultados en su corazón.
—Ahora te hablo desde la desesperación de un hombre... De verdad que no sé porqué ella se fue... La busqué por tanto tiempo... Y nunca hubo una sola cosa que yo hiciera mal con ella.
—Tenía seis años... era una actividad de la escuela donde los niños debían pasar el día con sus padres, abuelos o tíos. Todos se burlaron de mi porque no tenía ninguno, mamá tuvo que trabajar todo el día y cuando llegué a casa... Podía ver lo cansada que estaba, pero yo... Le reclamé el no tener un padre. Lloré tan fuerte que me dolieron los pulmones y mamá me abrazó, se puso a llorar conmigo y me pidió disculpas más de diez veces. —Adrien tragó con dificultad y se volteó un momento para verlo. Los ojos de Gabriel parecían desesperadamente preocupados por la historia que estaba escuchando. —Mamá nunca te mencionó, pero si recuerdo una cosa que dijo sobre ti... "es un hombre muy bueno, siempre piensa que tú padre es el hombre más maravilloso que jamás conocerás." Después de eso no volví a tocarle el tema nunca más, porque verla llorar así fue suficiente para saber que le dolía tanto que podría morir. Yo tampoco sé porqué ella te dejó, pero si sé que siempre sufrió en silencio la decisión que tomó. De las pocas cosas que recuerdo es que un par de veces un hombre mayor nos visitó, era un tipo con aspecto inglés que siempre me miraba desde arriba como si fuera un bicho... En una de sus pocas visitas me golpeó con el bastón que siempre traía y mi madre lo echó a patadas con un sartén. Jamás lo volví a ver.
Gabriel procesó toda esa historia en completa perplejidad. Tanto había sido su impacto que se mareó en brevedad y Adrien corrió por instinto a socorrerlo.
—¡Señor Agreste! —logró que se sentara en el sofá nuevamente y aflojó la corbata de su característico traje. —¡¿Está bien?! ¡¿Qué le pasa?!
—Estoy bien... Fue sólo un mareo... —respiró profundamente para calmar su corazón y se aferró a los brazos de Adrien sujetándolo, viendo esos verdes mucho más claros por la cercanía. Adrien podía negar su preocupación con palabras, pero sus ojos eran tan sinceros. —Ese hombre que mencionaste... Su bastón... ¿Tenía una gema violeta en la base?
—¿Cómo es que sabe eso?
Gabriel cubrió su rostro con ambas manos, las cuales temblaban como si fueran gelatina. Las lágrimas cayeron por sus mejillas casi al mismo tiempo que una sonrisa dolorosa aparecía en su rostro.
—Maldito viejo de mierda, no me dejas tranquilo ni después de muerto. —balbuceó entre dientes y negó con la cabeza. Adrien abrió sus verdes al oírlo decir tales palabras. —Ahora... Todo tiene sentido...
—¿Puede explicarme a qué se refiere?
—Adrien... Perdóname... Tú y tu madre tienen todo el derecho a odiarme. De seguro la pasó muy mal por mi culpa.
—No entiendo nada. ¿Qué quiere decir?
—Ese hombre que iba a verte cuando eras niño lo más probable es que fuese mi padre. Nunca aceptó mi relación con tu madre... es posible que él sea la razón por la que ella desapareció de mi vida. Si lo pienso bien, es razonable el hecho de que no pudiera encontrarla si mi padre se involucró en esto. Yo era muy joven en aquel entonces... ¿Cómo pudo hacer algo así? —Gabriel intentó recuperar el aire nuevamente, pensando infinitamente qué pudo haber hecho como para que Emilie corriera a Francia.
—¿Qué dice? ¿Por qué haría algo así? Mi madre nunca le hizo nada a nadie.
—Mi padre era una persona demasiado conservadora y clasista. Por años intenté cambiar su ideología y fracasé hasta el último momento. Él jamás me dijo nada sobre ustedes ni en su lecho de muerte... Pero la sangre llama.
—Lo que dice es sólo una conjetura. ¿Por qué tendría que creer en sus palabras? —Adrien volvió a levantarse y evitó mirarlo apretando sus puños. —Nos abandonara o no, no cambia el hecho de que mamá sufrió y yo también.
—Adrien... —Gabriel no pudo evitar levantarse a su lado, juntó ambas manos frente a él y tragó con dificultad.— no te pido que confíes en mi al cien por ciento, pero al menos quiero una oportunidad de estar con ustedes. ¿Crees que eso sea posible?
De alguna forma Adrien comprendía la angustia de su padre, pero el dolor que guardaba lo cegaba demasiado. Tuvo que afrontar demasiadas responsabilidades a una corta edad y el sólo hecho de imaginar que Félix podía ser arrebatado de su lado lo destrozaba, pero eso era una ventaja que le abrió los ojos un momento... Gabriel nunca mencionó que se llevaría a Félix.
—Tengo que pensarlo. Es mi prioridad velar por el bienestar de Félix por sobre todas las cosas, eso lo incluye a usted. —el silencio fue suficiente para que Gabriel sonriera por aquel paso positivo. Adrien frunció el ceño ligeramente y evitó mirarlo otra vez. —llegaré tarde al trabajo, así que...
—No te preocupes, ya me voy...
Avanzaron casi a tropiezos los dos y llegaron a la puerta. El mayor se detuvo unos segundos en el umbral y aclaró su garganta extendiéndole la mano, la cual Adrien estrechó por inercia, aunque rápidamente quizo quitarla el hombre la sujetó más firme tomándola con ambas manos.
—Vendré nuevamente... Espero que podamos comer algo los tres y hablar.
—No le diré a Félix quien eres, ¿Lo tiene claro?
—Lo supuse. —asintió sonriendo nuevamente. —pero me es suficiente estar con ustedes. Ya me voy... —soltó su mano y Adrien cruzó sus brazos alzando una ceja, ansioso porque el hombre se iba, una extraña sensación se alojó en su pecho, pero la disimuló muy bien.
—Adiós.
Iba a cerrar la puerta cuando Gabriel le habló nuevamente, así que abrió entrecerrando sus verdes.
—Adrien... Yo... Creo que te generé muchos problemas con tu jefa y lo siento... Le supliqué que no te dijera nada y Marinette me dijo muchas veces que no podía seguir mintiendote. Lo que quiero decir es que no seas tan duro con ella... Sólo me ayudó a prepararme para decirte la verdad, no quería mentirte realmente y eso la atormentaba cada vez que hablábamos.
—No creo que eso le incumba la verdad.
—Soy consciente de que ustedes...
—Señor Agreste, Marinette es un tema que no hablaré con usted.
—Ve a verla. Sólo eso te diré... Porque yo no la ví bien en ningún sentido.
§§§
—Se necesita atención en la mesa nueva. Adrien, encárgate.
—En seguida voy.
Tomó la libreta que guardaba en el bolsillo del delantal y se dirigió hacia las mesas apartadas del local, la música era fuerte y las luces a veces lo cegaban, pero nada del otro mundo. Había un par de borrachos en la barra y un grupo celebrando un cumpleaños en la terraza, además de un par de personas buscando con quién pasar la noche de seguro.
—¿Ya sabe qué pedir? —preguntó sin siquiera ver al cliente, pero quedó mudo cuando bajó la libreta para ver sus ojos... Unos azules grandes y con largas pestañas negras lograron quitarle el aire. —¿Cómo es que...? —recuperó la compostura en cosa de segundos y aclaró su garganta volviendo a alzar el lápiz con su libreta. —¿Qué va a ordenar?
—Adrien... ¿Podemos hablar?
—Le recomendaría el menú de jugos naturales, quizá alguna tabla para acompañar, igual tenemos una variedad de cócteles y...
—No quiero nada.
—Entonces no sé qué hace aquí y menos a esta hora. Debería llamar a alguien para que venga a buscarla si desea retirarse. —estaba dispuesto a irse, pero ella sujetó su delantal viendo el piso en todo momento, contuvo las lágrimas y volvió a verlo hacia arriba.
—Quiero... Quiero una ronda de tequila. —pidió apretando sus dientes y soltando su ropa, para volver a sentarse tocando el respaldo del asiento.
—Usted no puede... Digo, bien... Una orden de tequila. ¿Algo que desea agregar?
—Que seas tú quien venga a dejarlo.
—Soy quien la atendió, así que cualquier cosa que desea puede decirme.
A pesar de que la interacción entre ambos fue netamente de servicio, Marinette no perdería la oportunidad de hablar con él aunque sea un poco y si debía actuar como si no lo conociera, también lo haría. Estaba determinada a solucionar las cosas.
§§§
Y así transcurrió la semana... Marinette apareció cada noche en el bar donde Adrien trabajaba y cada vez era él quien debía atenderla. Sus compañeros ya eran conscientes de que una mujer parecía sólo venir a ver al rubio, así que cada vez que la identificaban mandaban al chico a servirle, pero incluso cuando le tocaba estar en la barra como barman, la chica se sentaba sola en los taburetes y pedía algún que otro coctel, el cuál poco aguantaba la verdad.
—Sale orden de cerveza.
—Adrien, ya viene tu clienta estrella. —comentó unos de sus compañeros meseros y le apuntó la entrada, dónde Marinette veía todo el lugar como si buscará a alguien, hasta que sus ojos hicieron contacto visual. —¿Será tu acosadora? Si tienes problemas dile al jefe.
—Nada de eso... Sólo es una clienta y ya.
—Si, claro. Si tú no la quieres puedes darle mi número, está tan buena que...
El chico se calló cuando el ceño fruncido del rubio casi lo despedazó en el aire, así que tomó su presencia y se fue a atender las mesas.
Adrien fingió indiferencia por la presencia de Marinette y se volteó limpiando las copas en la barra.
—Buenas noches, señor barman. —Escuchó su voz a sus espaldas y respiró profundo antes de voltear nuevamente y sonreír cortés. —veo que hoy le tocó barra.
—Un día eres mesero y el otro barman, la vida es así. —siguió limpiando los vasos, fingiendo que no veía lo hermosa que estaba con ese vestido entallado rojo pasión. —¿Qué desea?
—Muchas cosas la verdad... Pero hoy sólo quiero un poco de silencio.
—Creo que eligió el peor lugar para eso. La música aquí es esencial. —apuntó con su dedo todo el lugar y dejó el vaso sobre la barra junto con los demás.
—Cierto, pero... ¿Qué te puedo decir? Me gusta perder un poco el control de mi mente después del trabajo.
—Parece que beber se le hizo un hábito. Debería tener más cuidado con eso, sobretodo en un lugar como este.
—¿Desde cuándo le preocupo tanto, señor barman?
—Simple cortesía del local, no se crea especial.
—Dame un mar azul.
Marinette dejó su bolso en el taburete de su lado derecho y esperó paciente la llegada de su trago. Vio la espalda de Adrien en silencio mientras lo preparaba y se golpeó mentalmente por la vergüenza que le daba estar así vestida y no lograr siquiera llamar un poco de su atención. A los minutos el vaso se deslizó frente a ella y el rubio colgó un mandil en su brazo.
—Espero que esta vez si tenga la cantidad adecuada de alcohol y no quieras venderme solo jugo.
—Ya me regañaron lo suficiente la última vez, señorita... Así que no se preocupe. No es de mi incumbencia la cantidad de alcohol que quiera consumir usted.
Marinette asintió con el corazón estrujado y acercó el trago para revolver un poco el hielo y darle un sorbo. Si bien era un cóctel algo dulce, para ella era como si fuera alcohol puro, así que aguantó lo más que pudo las ganas de toser.
—Si quieres te invito un trago de verdad. —escuchó a su costado y volteó a ver de quién se trataba. Era un hombre alto y bastante guapo a decir verdad. —no solo tragos de colores, preciosa.
—No, gracias. Estoy perfectamente con mi trago de "color"
—Un whisky. —le señaló a Adrien, quién enseguida se volteó y le sirvió al sujeto en completo silencio. —¿Te gustaría ir a un lugar más privado? —le preguntó a Marinette completamente abierto en su dirección, pero ella lo ignoró sin voltear siquiera un segundo.
—No, gracias.
—No seas tan rígida, preciosa. ¿No viniste a buscar diversión aquí después de todo? ¿O es algún juego de "me haré la difícil"?
Marinette rodó los ojos e ignoró por completo al sujeto, quién se giró cuando escuchó un vaso golpear frente a él. Adrien le había servido su trago y le sonrió con la misma cara de cortesía.
—El acoso no es permitido en el bar, señor. Si tiene algún problema le pido amablemente que se retire.
—¿Acoso? Jah, no te preocupes. No estoy acosando a nadie, ¿Se siente acosada, señorita? —le preguntó a la chica y esta por primera vez lo miró a los ojos. El sujeto quedó aún mas perdido por sus azules, si creía que Marinette era atractiva y hermosa, ahora definitivamente lo había hipnotizado.
—Si sigue insistiendo sí.
—Me disculpo entonces. —se atrevió a dejar un mechón de su cabello negro tras su oreja. Marinette hizo un gesto de reflejo para alejarse y Adrien apretó sus puños para contenerse de decir o hacer algo. —quizá solo hablar un poco no le haga mal a nadie, ¿Cierto? No todo es sexo en esta vida. ¿No cree, señorita?
—Podemos estar de acuerdo en eso, supongo.
—Adrien, por favor relevame un momento. —le pidió la cajera. —vuelvo enseguida, debo ir al baño. —el rubio no tuvo más remedio que aceptar, y no tendría problema si sus ojos no estuvieran al pendiente de Marinette en ese instante.
—Anda, yo me encargo. —le dio luz verde y se alejó un poco de la barra por lo largo hasta el final donde estaba la caja, cobró a un par de clientes y esperó en silencio con la sonrisa cordial de todos los días.
No tenía del todo campo de visión con la barra, pero se estiraba de vez en cuando sólo para asegurarse de que Marinette no tuviera ningún problema; eso era así hasta que se oyeron vidrios quebrarse y la voz de Marinette molesta.
—Tampoco es para que te pongas así, sólo uno y ya está.
—Dejame en paz, no necesito de tu "aprobación" masculina, idiota.
Adrien llegó rápidamente y vio al tipo sujetando su muñeca intentando besarla, pero ella fue más rápida y le dio un puñetazo.
—Perra loca. —se quejó sujetando su nariz que comenzó a sangrar. —por eso nadie se te acerca en este bar. Necesitas un poco de realidad al parecer...
—Dije que el acoso no se permite en este establecimiento. —Adrien se puso delante de ella y el sujeto lo miró a los ojos confundido.
—¿Qué no ves como tengo la nariz, idiota?
—Cada acto tiene su consecuencia, ¿No? Ya debería saberlo. Además, ella está claramente ebria...
—Eres nuevo... Te he visto poco tiempo aquí. Más te vale que tengas un buen servicio si no quieres que haga que te corran.
—Cualquier queja puede decirle al supervisor. Ven Marinette...
Adrien tomó las cosas de ella y se la llevó sujetando su brazo. Iba tan rápido que ella tropezaba con sus propios pies, pero se dejaba llevar por quién sea que la dirigía, sí, ya estaba ebria y lo único que no comprendía era que su mano dolía y que alguien apretaba su brazo con fuerza.
—Eso duele... —se quejó cuando ya estaban a las afueras del local, pero por la puerta trasera. —¿Qué haces?
—Tú... Esto ya fue suficiente. Te dije que aquí era peligroso y volviste sin hacerme caso. —Adrien estaba molesto y de ese mismo modo sacó su teléfono y comenzó a marcar.
—¿A quién llamas? —preguntó Marinette entre cerrando sus ojos para enfocar a Adrien y este la miró con más molestia.
—A Luka para que venga por ti, ni de chiste llamaría a la señorita Kagami y menos te dejaré en un taxi en ese estado.
—¡No llames a Luka! ¡Me va a regañar! —intentó quitarle el teléfono, pero era mucho más alto, así que fue imposible.
—Soy Adrien, por favor ven por Marinette... Te mandaré la dirección por mensaje. Está bebida y yo debo seguir trabajando... No, no tiene nada grave... Sólo ven por ella por favor... —colgó la llamada y los sollozos de Marinette se calaron por sus oídos.
—Nunca vas a perdonarme. —lloró con más fuerza. —he intentado de todo para hablar contigo y no sirve de nada... Ponerme esta ropa y... —Marinette arrugó el vestido con sus puños y miró el suelo.
—Marinette... Te dije que necesitaba tiempo... Yo... No necesito que te vistas de ninguna manera, ni que te arriesgues a venir todas las noches... Ya fue suficiente.
—¿Ya no me amas? —cuestionó con la voz completamente rota. Las lágrimas no dejaban de caer de sus ojos y la impotencia y vergüenza que sentía se habían multiplicado, tanto por la situación como por el alcohol.
El silencio que había se enmudeció por la lluvia que comenzó a caer. Un recuerdo vago vino a la mente de Adrien cuando ella levantó la cabeza y lo miró a los ojos. Un recuerdo de la primera vez que la vio, cuando chocaron ese día lluvioso y lleno de desgracias para él. Ella fue como un rayo de luz en esa tormenta y en ese instante él se había vuelto su tormenta sin querer.
—Volveré adentro... Quizá ese tipo quiera seguir bebiendo conmigo después de disculparme. —comentó con una risa al no recibir respuesta a su pregunta.
Sus cabellos goteaban, la camisa de Adrien se hacía transparente por el agua, al igual que el vestido de ella se entallaba aún más a su silueta. Las gotas de lluvia se perdían por su cuello hacia su escote y él se odiaba no haber salido con su chaqueta para cubrirla. El ruido de la lluvia quedó en el olvido cuando la vio querer volver dentro, detuvo su mano y tomó su rostro besándola sin contención alguna.
Ansiaba tanto besarla, tanto que le dolía el pecho tenerla tan cerca sin poder tocarla. Su orgullo era enorme, pero su amor por ella era más grande que cualquier cosa. No, no la había perdonado, pero tampoco dejaría que volviera a ese lugar, con ese sujeto y con esas personas que la devoraban con la mirada.
Sabía a alcohol, como el primer beso que habían compartido... Ese sabor a vodka era indiscutible. Y cada recuerdo llegando a su mente lo empujaba cada vez más a sucumbir ante el amor que le tenía.
Marinette se abrazó a su cuello y cerró sus ojos completamente perdida al probar sus labios nuevamente. Sabía que él era la única persona que amaría hasta que diera su último respiro en este mundo y estaba bien con eso. Un gemido resonó en su garganta cuando Adrien la apegó a su cuerpo con uno de sus brazos y el otro dominó su cuello para profundizar el beso.
—Perdóname... —Susurró Marinette y él volvió a besarla.
§§§
—No sé si debería preguntar...
—Es mejor no preguntar.
Luka siguió conduciendo su furgón, viendo de vez en cuando por el espejo retrovisor. Marinette estaba recostada en el asiento mientras que Adrien la cubría con su chaqueta cada vez que se destapaba. La lluvia no dejaba de caer en ningún momento.
—Escucha, Adrien. Sé que las cosas no han ido bien entre ustedes dos y...
—Luka, no quiero hablar de esto. De verdad...
—Ella ha sido un desastre. —Luka dio un pequeño golpe en el volante y se detuvo en un semáforo en rojo.— Marinette fue un completo desastre y hace una semana ella solo... Volvió a trabajar y volvió a la normalidad. No ha querido decirme nada de lo que sea que sucediera entre ustedes, sólo dijo que volvería a ser la mujer de la que te enamoraste.
—Tonta... —susurró acariciando su cabeza sin perderla de vista.
—Lo que quiero decir es que... ella te ama, Adrien. Marinette te ve como nunca ha visto a nadie más. Eres importante para ella, y estoy seguro que lo que sea que sucediera podrán superarlo.
—Quisiera creerlo, Luka... Quisiera creerlo.
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