Capítulo 48
Probablemente el reloj marcaba las dos de la mañana, hacía frío y Marinette no había dejado de llorar desde que Adrien subió por las escaleras. El dolor de cabeza que sentía no era nada comparado con el dolor en su pecho. Respiró profundo, intentando calmar lo más que podía sus emociones; limpió sus mejillas y se levantó del sofá con el cuerpo pesado.
Sin siquiera pensarlo sus pies fueron hacia la habitación de Adrien. Abrió la puerta lentamente y sus ojos llorosos e hinchados lograron encontrarlo recostado sobre la cama boca arriba, parecía estar dormido, pero no estaba segura, ya que uno de sus brazos cubría sus ojos.
Entró en silencio, cerró detrás suyo y lo observó más tiempo del que había previsto, no se atrevía a hablar y mucho menos a acercarse, pero se armó de valor, aunque sería más acertado decir que siguió el instinto necesitado de estar cerca de él. Tomó asiento en el borde de la cama y dejó el aire escapar con alivio por no haber sido rechazada nuevamente.
—Tienes que dormir. Mañana hay trabajo. —murmuró él sin quitar el brazo de su rostro.
Marinette mordió sus labios al darse cuenta que estaba despierto, comenzó a frotar sus dedos ansiosa al escuchar su voz rota y cansada. No se había sentido tan mal como en ese momento, nunca sintió esa angustia que no te deja respirar como cuando vio los ojos vacíos de Adrien hacia ella.
—No puedo dormir. —respondió casi sin voz por todo lo que había llorado. —¿puedo dormir contigo? Por favor... —suplicó sin verlo. Lo oyó suspirar y luego sintió su mano en uno de sus brazos. Era cálida como siempre y le erizó la piel.
—Ven...
Adrien la hizo recostarse a su lado, no la miró, ni mucho menos le habló. Luego de dos segundos hizo algo que ella no esperaba... La abrazó hacia su pecho y la dejó descansar ahí pidiendo muy dentro suyo que todo fuera una pesadilla, que toda esa discusión que tuvieron fue un mal sueño.
Marinette comenzó a llorar a penas su mejilla tocó su pecho. Sintió ese calor reconfortante y fue desgarrador. Odiaba que incluso en momentos así Adrien la consolaba, y llegó a la conclusión que el amor que sentían era peligroso.
—P-perdón... —suplicó nuevamente y él la abrazó más a su pecho, comenzando a acariciar su cabello suavemente para callar sus palabras. —perdoname... No quería ocultarte nada... Y-yo...
—Shh...
La calló, no quería oír palabras de disculpa, no quería escuchar su voz siquiera, lo único que deseaba era que dejara de llorar, porque detestaba verla llorar, odiaba verla mal, pero sobretodo odiaba lastimarla. Dormir era lo único que necesitaban para dejar de pensar. Dormir y soñar con una realidad distinta a la que tenían en ese instante.
—Adrien...
—No quiero hablar. Duerme.
—De verdad lo siento...
Él no respondió, y al cabo de unos minutos sintió como la respiración de Marinette cambió, dándole una clara señal de que se había dormido.
§§§
—Adrien... Por favor hablemos...
Las maletas estaban en la puerta de la casa, Félix ya estaba en la escuela, él no sabía absolutamente nada de lo que estaba pasando. Marinette no dejaba de llorar, ya que no había logrado persuadir a Adrien de conversar.
Al despertar pensó que lograrían hablar más tranquilos pero sólo se encontró a Adrien armando su maleta sobre la cama.
—No hagas esto... Por favor... —Ella cubrió su rostro con ambas manos, intentando calmar su llanto otra vez. Adrien respiró profundo y tomó sus hombros temblorosos, acercándola y envolviéndola con sus brazos. —No te vayas... No se vayan, por favor...
—No sigas llorando. Se te hará tarde para ir al trabajo y a mi también...
—Sé que lo hice mal... Debí decírtelo... Pero Gabriel me pidió ser él quien te lo dijera. De verdad me sentía mal ocultandotelo.
—Marinette escúchame. —negó con la cabeza ocultándose en su pecho y él la separó secando sus lágrimas con sus pulgares. —No quiero tratarte mal, tampoco quiero descargar mi molestia contigo... Y ahora yo no puedo confiar en ti. Me mentiste mucho tiempo y tú sabes lo que le hace las mentiras a una relación.
A pesar de que entendía todo lo que Adrien le decía y que lo sabía, no podía aceptarlo. La culpa, el dolor y la pérdida eran descomunales para su corazón en ese momento. Se odiaba a si misma por no haber hablado, por todo lo que ocurría y por haber alejado a Adrien durante toda esa semana. Ahora él se iría y se llevaría a Félix también... ¿Cómo se supone que era su relación ahora? ¿Serían unos extraños?
—Perdoname...
—No puedo hacerlo... No ahora. Es mejor que me vaya. —Ella volvió a negar con la cabeza y mordió su labio inferior haciéndolo sangrar por la fuerza que ejercía. Adrien al verla bajó uno de sus pulgares y lo deslizó por sus labios para calmarla. —No te lastimes así.
—Adrien, por favor... No te vayas.
Adrien besó su frente y la abrazó con fuerza, cerró sus ojos intentando bloquear su imagen desolada y triste. Quería quedarse con ella, quería perdonarla, quería olvidarse de todo, pero no podía... No estaba listo y se sentía tan malditamente herido, que sabía que mientras no sanara su herida, terminarían lastimandose aún más.
—Nos vemos en la oficina.
—N-no...
El calor se fue con él y su lugar seguro también. La puerta cerrandose hizo eco en toda la casa y el silencio se apoderó de su espacio. La luz había escapado por las ventanas y todo se hacía increíblemente enorme y descomunal. Cayó de rodillas al piso viendo la puerta cerrada por una eternidad, ni siquiera las constantes caricias de sus gatos la hacían reaccionar.
Adrien se había ido... Él y Félix se habían ido, y se llevaron su todo de paso. Un agudo pitido resonó en sus oídos, casi como si su corazón hubiera dejado de latir.
Se recostó ahí mismo en el piso y miró el techo, las lágrimas se escurrían por sus ojos infinitamente, era un llanto silencioso y agonizante. Marinette sentía como si le hubieran arrancado en corazón del pecho. Lastimó a la persona que amaba, le mintió... Hizo exactamente lo que no quería que le hicieran a ella y se odió por lo mismo.
Todo estaba terminado... Habían roto. Toda esa hermosa relación construida con una amistad, confianza y respeto, se había esfumado en un abrir y cerrar de ojos. Adrien no la perdonaría, y lo entendía.
§§§
Habían pasado aproximadamente dos semanas desde que el joven asistente de administración presentó su carta de renuncia de sorpresa. Todos cuchicheaban el como la señorita Marinette había hecho un escándalo en la oficina por la noticia, algunos decían que lo había golpeado, otros decían que el joven había cometido un error de muerte en su trabajo, así como también otros juraban haber oído a la jefa de él suplicarle que no se fuera, incluso pidiéndole disculpas, pero todo lo que son rumores... Sólo se quedan en eso, rumores.
Las secretarias estaban inquietas por saber la verdad del asunto, pero Adrien había desaparecido de todos lados, tampoco contestaba el teléfono, ni siquiera Rose, quien al parecer podrían considerar la más cercana a él, sabía lo que pasó. Y todo se volvía aún más extraño por parte de la señorita Marinette, quién no había pisado la empresa desde que Adrien renunció.
§§§
—Mari... Por favor ya basta.
Kagami suplicó por quinta vez, viéndola fijamente desde el otro sofá. Sabía que sería inútil intentar quitarle la botella de vino que abrazaba a su pecho y bebía sin parar.
—Si sigues así te dará un coma etílico. Tu no sabes beber, te emborrachas con una gota de alcohol y ya llevas la mitad de esa botella.
La chica sonrió con las mejillas completamente rojas y movimientos torpes, los cuales evidenciaban su deplorable estado a estas alturas.
—Esta semana has bebido más que en toda tu vida. No seas estúpida.
—Estúpida. —repitió balbuceando y bebiendo otro trago directo de la botella.— yo... No estoy ebria, Kag.— su amiga suspiró con cansancio.
—¿Piensas seguir así? Llevas más de una semana encerrada aquí, ni siquiera te has bañado. Apestas en todos los sentidos.
Marinette volvió a sonreír y subió sus pies descalzos al sillón, abrazando la botella con su mejilla.
—Apesto... Soy lo peor que existe.
—No, no es así.
—¿Sabes porqué? —sus azules brillosos se perdieron en la nada, como si estuviera recordando y cobrando el sentido del porqué se destruía de esa manera.— porque no se supone que lastimes a quien amas, ¿Cierto?
Kagami guardó silencio. Estaba al tanto de todo lo que había ocurrido. Adrien la llamó pidiéndole cuidar de Marinette a penas se fue de la casa, y aunque no le dió detalles concretos, el tono suplicante de su voz la hizo correr hacia Marinette al instante, sólo que ya llevaba más de una semana como guardian de su mejor amiga y no parecían haber cambios, mucho menos progresos.
—Soy una estúpida...
—Marinette... Esta no es la única ruptura que has tenido, sabes cómo se siente. Deberías...
—¡Ja! —su risa la calló abruptamente. —Tienes razón... Pero si ya he pasado por esto... ¿Por qué esta vez duele tanto? Siento que me estoy muriendo... Kag... Me estoy muriendo por dentro y no puedo hacer nada... Adrien nunca va a perdonarme.
—¿Crees que solucionas algo ahogándote en el alcohol?
—¡Qué importa! —volvio a beber, pero ahora un largo trago. —¡Ya no me importa!
De pronto soltó la botella y cubrió su boca por las náuseas que sentía. La verdad su aguante era casi nulo y estaba forzando a su cuerpo más de lo que podía soportar. Corrió desorientada hacia el baño y devolvió todo en el váter arrodillada en el piso. Kagami se levantó con total calma y fue hacia donde ella, tomando su cabello para que no se ensuciara.
—Escuchame... Eres una mujer fuerte. La más fuerte que conozco. No puedes seguir lamentandote por algo que hiciste sin mala intención. Es cierto que te equivocaste, pero por dios... Somos humanos y nos equivocamos. Le pediste disculpas e intentaste explicarle tus razones, si no las quiso oír es problema suyo. No puedes dejar que tu vida dependa del amor de nadie más que del tuyo propio.
Marinette levantó la cabeza, sus ojos se volvieron llorosos, limpió su boca con una de sus manos y se abrazó al cuello de Kagami comenzando a llorar desconsolada.
—Yo lo sé... Sé todo lo que me dices... Pero tú no viste lo triste que estaban sus ojos cuando me enfrentó ese día, no sabes lo lastimado que yo lo ví... Eso es lo que me duele. Tenía miedo de aceptar que realmente lo amaba... Que me había enamorado de él como nunca antes de nadie, y cuando se lo dije por fin fue tarde, el daño estaba hecho y decirlo sólo lo lastimó aún más.
—Entonces dale tiempo... Todo aún es muy reciente. Mírate, no eres capaz de hablar del tema sin llorar. Si quieres arreglar las cosas primero debes estar bien y cambiar tu enfoque. Si crees que debes hablar con él y decirle todo lo que sientes, hazlo.
—Intenté de todo... No me contesta el teléfono ni los mensajes, le he suplicado a Alya que me diga dónde está viviendo con Félix, pero no me dice nada y Nino mucho menos. No tengo manera de contactarlo... Adrien no quiere verme y tampoco oírme.
—Cambia tu enfoque. Te lo dije. Lamentarte no cambiará las cosas si fuiste tú quien cometió el error.
—¿Qué sugieres entonces? —Marinette se alejó un poco e intentó respirar para calmar aún las náuseas que tenía. Recostó su espalda en la pared del baño y abrazó sus rodillas. —No puedo ni siquiera contactarlo...
—¿Con quién crees que estás hablando? Tu mejor amiga sabe muchas cosas con sólo una llamada.
Kagami sacó su celular y marcó un número que contestó al instante. Le habló en japonés, algo que claramente Marinette no comprendió, pero por la sonrisa de su amiga parecía ser buena noticia.
—Listo. —colgó la llamada. —ya tengo lo que necesitaba, si realmente quieres arreglar esto, primero quiero que dejes de beber y te bañes. Te daré una semana para recuperarte por completo y volver a ser la Marinette fuerte que conozco, de lo contrario no pienso ayudarte con tu asistente. ¿Tenemos un trato? —le extendió la mano, la cual Marinette miró varios segundos antes de decidir tomarla con fuerza. —Eso es. Armaremos un plan infalible.
—¿Qué clase de plan?
—De esos que me gustan a mí.
Marinette la miró algo asustada, los planes de Kagami solían ser algo locos, pero confiaba en ella más que nadie y definitivamente haría todo lo que estuviera en sus manos para que Adrien la escuchara, pero sobretodo poder decirle claramente lo mucho que lo amaba y lo mucho que significaba para ella. Le devolvería todo sentimiento cálido que le regaló y le haría sentir más amor del que pudiera demostrar.
"Rendirse puede ser tentador cuando las cosas se ponen difíciles, pero la diferencia siempre recae en la disciplina y convicción de cada uno."
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