Capítulo 47
Los días pasaron lentamente, Nathaniel volvió a la clínica el mismo día después de su última conversación con Kagami, mientras que Marinette se refugió en el departamento de Luka toda la semana, huyendo de cualquier tipo de conversación que pudiera surgir con su novio fuera de lo laboral.
Si bien, ella tenía claro que estaba haciendo las cosas mal y que debía hablar con Adrien tarde o temprano, detestaba la idea de mostrarle lo mucho que le afectaba enterarse como había iniciado en realidad su relación con Nathaniel. No creía que fuera debido que Adrien la consolara por algo así. O sea, ¿qué pareja querría consolar a alguien que sufre por un ex? Al menos eso es lo que ella pensaba.
El silencio se adueñó de la oficina toda la semana, sólo se oían sus dedos tecleando o el tic tac del reloj. Adrien respetaba que su novia necesitaba espacio, y aunque estuviera preocupado no le pediría explicaciones antes de tiempo, sólo mantenía el silencio con algo de tristeza, y es que de verdad la extrañaba. De la noche a la mañana entre ellos había contacto cero en todo sentido, y sinceramente era incluso doloroso.
Marinette no podía evitar ver a Adrien de reojo sobre su pantalla, se notaba sumergido en el trabajo, le hablaba formal y cordial como siempre, quizá distinguía cierto tono lejano aunque lleno de afecto, y eso sólo le dolía más.
—Terminé la corrección del último informe sobre el hotel Claro de Luna, señorita Marinette. Se lo envié a su correo para que lo verifique, ¿Necesita algo más? —ella parpadeó un par de veces y abrió el archivo en silencio.
—Veo que todo está en orden. —respondió en tono neutral. —Ya es hora de irnos, así que ordene sus cosas. —ella apagó la pantalla de su ordenador y se levantó tomando su bolso, viendo que tuviera todo lo necesario antes de ponerlo sobre su hombro. —dejas cerrada la oficina, por favor.
Marinette se dirigió a la salida rápidamente, dispuesta a abandonar de una vez por todas la oficina, pero se detuvo cuando la voz de Adrien resonó en sus oídos.
—¿No irás a casa conmigo hoy? —susurró. Volteó a verlo, su cabello rubio le cubría parte de sus verdes, pero rápidamente se elevaron hacia sus ojos. Marinette apretó sus labios e intentó bajar su ansiedad frotando la correa del bolso. —han sido varios días... Tikki, Plagg y Félix te extrañan.
—Yo... No creo que sea conveniente.
—Conveniente... —murmuró para después jactarse con una risa dolorosa que intentó contener lo más que pudo. —Está bien... Yo... No insistiré.
Adrien se levantó en silencio de su lugar y tomó todas sus cosas con pesadez. Le dolía el pecho, le dolía respirar y le dolía su mirada sobre él en cada movimiento que hacía.
—Adrien... No te enojes...
En un intento vago por entablar una conversación Marinette murmuró esas palabras, pero Adrien la atajó sin miramientos.
—¿Sabes cuál es el problema? —sus ojos se conectaron al instante. —No estoy para nada enojado, es sólo que... No me haces parte de tu dolor. No me dejas consolarte y eso me lastima. Respeto tu espacio, pero no sabes lo mucho que deseo poder abrazarte y decirte cuanto lamento que sufras por culpa de estas personas.
—No quiero hablar realmente. Yo... Necesito estar sola...
—Al menos puedes calmar la ansiedad que siento diciéndome que nosotros estamos bien. Porque no me gusta adivinar si hice algo mal o... el como te sientes realmente respecto a mi.
—¿Qué quieres decir?
—Que parece que no estamos sincronizados... Y puedo entenderlo. Sabía donde me estaba metiendo cuando comenzamos nuestra relación. Sabía que no estabas segura de poder darme los mismos sentimientos que yo a ti y lo acepté. Pero si seguimos sin hablar... ¿En qué momento tocaré tierra firme?
—Adrien... No dudes de lo que siento por ti. De verdad, no se trata de eso...
—¿Y qué sientes realmente por mi?
La pregunta quedó en el aire, rodeada de completo silencio. Marinette no sabía que decir y Adrien sólo esperó unos segundos para hablar y poner sus sentimientos sobre la mesa, sólo para ver si lograba obtener patéticamente una respuesta que aliviara su corazón.
—Te amo, Marinette. Te amo tanto que me duele el pecho imaginando que no estés a mi lado. Te amo... Tanto, pero... ¿Tú me amas a mí?
Ella abrió sus labios, pero los cerró al instante. Un dolor punzante atacó su pecho cuando vió lo dolido que estaba Adrien y lo inseguro que su actitud lo había puesto esos días.
Quería abrazarlo y decirle que estaba equivocado, que ella lo amaba más de lo que podía imaginar, pero la sola idea de entregarse por completo a sus sentimientos le aterraba, el ponerse en la hipotética situación de que su historia con Nathaniel se repitiera con Adrien... Era un puñal directo en el corazón y mortal. Porque de algo si estaba segura, si todo se repitiera pero ahora con Adrien, definitivamente no podría recuperarse jamás.
—Yo... Necesito tiempo.
Adrien contuvo con fuerza el quejido involuntario que quiso escapar por su garganta, un quejido doloroso que terminó por enterrarlo vivo. Marinette no estaba siendo clara, y lo único que él podía pensar era que ese tiempo que decía necesitar, significaba una pausa entre los dos.
Lo aceptó sin decir nada. Bajó su cabeza y puso su bolso alrededor de su pecho, saliendo lo más rápido posible del lugar, y aunque ella tuvo la intención de detenerlo, fue más rápido.
§§§
—Señor Agreste, no sé si sea prudente que esté aquí a esta hora, pero si necesita hablar con la señorita Marinette, déjeme decirle que no se encuentra. Debería llamarla si es urgente.
Adrien iba a cerrar la puerta sin importarle nada, pero Gabriel puso el pie impidiendolo. Verdes y grises hicieron contacto, el ambiente estaba muy pesado de la nada.
—He venido a hablar contigo en realidad.
—No quiero ser grosero, mucho menos después de todo lo que hizo hace unos días por mi y la señorita Marinette, pero no es el mejor momento para hablar.
—¿Te encuentras bien?
Gabriel pudo notar su semblante demacrado, como si hubiera pasado noches sin dormir bien y mucho menos alimentándose adecuadamente.
—Como dije. No es un buen momento.
El rubio apretó sus dientes, no quería ver a nadie y mucho menos en aquella casa, donde ahora realmente se sentía ajeno y un estorbo. Ese lugar no era suyo en ningún sentido y tener que cuidarlo, esperando todos los días por una persona que parecía no querer volver, sólo lo abrumaba hasta el punto de querer tomar sus cosas y largarse junto con su hermano.
—¡Adrien! ¡Terminé la tarea!
Los rápido pasos de Félix se oyeron bajando por la escalera, y en cosa de segundos llegaron donde su hermano mayor. El pequeño miró al hombre en la puerta y sonrió para después saludarlo con alegría. Gabriel incluso se arrodilló para hacer contacto con el niño, cosa que descolocó por completo a Adrien.
—¡El guardaespaldas! ¿Qué hace aquí?
—Félix, ¿conoces a este hombre? —Adrien tiró de la mano de su hermano y lo puso a su lado viéndolo con un rostro serio.
—¡Si! ¡Me cuida cuando salgo de la escuela y jugamos en el parque!
Adrien guardó silencio unos segundos, asimilando lo que su hermano decía, pero volvió a tirar de su mano ahora hacia dentro de la casa.
—Ve a su habitación.
—Pero...
—¡Ahora mismo, Félix!
El niño saltó en su lugar por la impresión. Adrien nunca antes le había hablado así y mucho menos gritado, pero en su mente pensaba que quizá estaba de mal humor por el trabajo o porque se comió sus galletas en la mañana, así que volvió a sus sentidos y le dio un empujón molesto corriendo al segundo piso.
—¡Hermano tonto!
Fue lo único que dijo desapareciendo de la vista de los dos adultos. Adrien ignoró su berrinche y dirigió una mirada severa al hombre en la puerta, quien aún se mantenía en cuclillas. Hicieron contacto visual y Gabriel se levantó con elegancia, sonriendo brevemente.
—No te enojes con el niño, él no tiene la culpa...
—Quiero que me explique ahora mismo porqué mierda usted se acercó a mi hermano y espero que su respuesta sea coherente si no quiere que llame a la policía.
Gabriel guardó silencio unos segundos, sorprendido de lo agresivo que se había vuelto aquel gentil asistente.
—Sé que esto no se ve bien, pero créeme cuando te digo que no tengo malas intenciones...
—¿Malas intenciones? ¿Quién se cree que es? ¡Él es sólo un niño! ¿Qué se supone que debo pensar sobre esto? ¿Es acaso una especie de millonario con gustos raros?
Adrien comenzó a exaltarse cada vez más. Pensamientos demasiados aberrantes pasaron por su mente en cosa de segundos, estaba tan desequilibrado que no se dio cuenta que ya tenía a Gabriel tomado desde el cuello de su camisa. La sola idea de pensar que Félix estuvo en peligro era desgarradora y sofocante, la culpa cayó en sus hombros más rápido de lo que pudo imaginar.
—Adrien, tranquilizate. No pienses cosas que no son... Nunca he tenido malas intenciones. —El hombre subió sus manos en son de paz, pero Adrien lo sacudió sin pensarlo dos veces.
—¡Entonces explique porqué Félix lo conoce!
—Me lo topé por casualidad una vez. Vi que unos niños lo estaban molestando y sólo interferí... Hablamos un poco y... Luego volví para saber si estaba bien.
—¡¿Dice que debo creerle que todo es sólo pura casualidad?! ¡He vivido suficiente mierda como para saber que algo así no es coincidencia!
Los verdes de Adrien estaban desbordando desconfianza, todo lo contrario a lo que Gabriel pretendía conseguir con él. Se sintió mal de ponerlo en un estado tan preocupante, y es que de verdad no vio venir su reacción.
—Está bien... Yo... Es cierto que lo hice con intención, pero no es la abominación que estás imaginando. Déjame explicarte. Es la misma razón por la que vine aquí. —Gabriel tomó su mano, intentando que se calmara, cosa que consiguió milagrosamente mostrando serenidad, una que camuflaba el miedo de la posibilidad de perderlos a ambos. —hablemos. Por favor.
Desconfiado, Adrien lo dejó entrar. No le ofreció absolutamente nada, si antes no confiaba del todo en Gabriel, ahora estaba con prueba de fuego.
Tomaron asiento en el living. Los gatos se subieron al sofá como costumbre y Gabriel los acarició intentando apaciguar la ansiedad que sentía, y también para mostrar algo de control.
—Usted dirá. —comentó el rubio, cruzando sus brazos. —lo escucho.
—Yo... No sé cómo comenzar esto, pero... Quizá sea mejor desde el principio. —Gabriel aclaró su garganta y Adrien alzó una ceja escéptico por su actitud descuidada al hablar. —Mejor dicho, intentaré explicarte... Esto es más difícil de lo que pensé. —rió nervioso.
—Señor Agreste, si no tiene nada que decir, es mejor que se vaya de una vez.
Ante la negativa de Adrien, Gabriel se levantó imitando su acción y lo hizo tomar asiento denuevo frente a él. Tomó aire profundamente antes de continuar, intentando pensar en las infinitas probabilidades de iniciar el tema.
—¿No crees que es curioso que compartamos el mismo apellido?
—No precisamente. —le restó importancia al asunto.
—Claro... Pueden haber miles de personas que compartan este apellido, pero para mi es curioso el que compartas mi apellido y que lleves el nombre que me gustaba para mi hijo.
Gabriel guardó silencio, esperando que eso fuera suficiente como para que dentro de la cabeza de Adrien existiera la posibilidad de relacionar sus palabras con los hechos.
—Señor Agreste, no sé qué es lo que intenta, pero no es para nada gracioso.
—Eres torpe como tu madre, pero no sólo eso... Eres tan gentil y dulce como ella. Y este carácter que mostraste ahora no es para nada parte de ella... Probablemente lo heredaste de tu padre. ¿No lo crees?
—Esto ya fue suficiente. No creo que esta conversación vaya a ningún lado. Por favor váyase. No creo tener nada que hablar de mi familia con usted.
—Adrien... Sé que lo sabes... Sé que muy dentro de ti sabes lo que quiero decir.
—¡Entonces dígalo! ¡Sea claro! —gritó descontrolado, alzando sus brazos en desesperación. Gabriel guardó silencio varios segundos para primero calmar la tensión evidente en el aire.
—No sólo compartimos apellido... Sino que también la misma sangre. Adrien... Tu eres mi...
—¡No! ¡Yo no soy nada de usted! —se levantó con fuerza y detuvo sus palabras antes de terminar de oírlas. —¡nunca lo he sido, ni lo seré!
—Por favor, Adrien... Escúchame. —Gabriel imitó su acción e intentó acercarse, pero Adrien marcó distancia con sus brazos como barrera.
—No se atreva a decirme nada más. Yo ya tengo todo claro porque nunca he tenido un padre.
—Adrien... Si tu madre alguna vez habló de mi y...
—Nunca, ni una sola vez ella dijo nada sobre usted. —atajó si piedad, aún con la expresión dolida del hombre. —Por más que le rogué cuando era niño, jamás dijo nada de ese hombre... Y cuando ya era mayor comprendí que... tal vez nunca lo mencionó porque definitivamente no lo necesitábamos en nuestras vidas. Digo, ¿por qué se negaría tanto a hablar sobre ese hombre? Quizá la hizo tan miserable como para no querer mencionarlo ni en su lecho de muerte. Es la única conclusión a la que puedo llegar.
—Las cosas no son así, hijo.
—No me llame así. La única persona que pudo llamarme de ese modo ya no está. No quiero que ensucie ese recuerdo con sus palabras.
—Está bien... Está bien... no te diré así, pero... Escúchame... Yo no sabía de tu existencia hasta hace unos meses. Y estoy seguro que si nunca hubiera llegado a Kutzberg, jamás hubiera sabido de ti, ni de Félix.
Félix... El nombre de su hermano dio vueltas por su cabeza y se multiplicó en un eco mental. Claro que aún no lograba asimilar toda la revelación, tanto así que cayó en cuenta de su hermano de sorpresa, fue como un balde de agua fría llena de realidad. Podía entender que compartiera sangre con ese hombre, pero su hermano... ¿Félix también? El sólo saber ese detalle le voló la cabeza.
Todo esto quería decir que su madre se había reunido con este hombre, y jamás le dijo nada, jamás le dijo que su padre estuvo en la ciudad. Cuando se enteró que Félix venía en camino, no cuestionó nada de la vida privada de su madre, pero... todo era tan surrealista y no lo entendía por más que lo intentara, y la única persona que podía darle respuestas, no quería oírla en ese momento.
—Entiendo que esto es muy sorpresivo para ti, para mi también lo fue. Créeme... Si hubiera sabido de tu existencia, te habría buscado hasta el fin del mundo, Adrien. Estuve mucho tiempo pensando cómo decírtelo, porque no quiero perderme más de ustedes... Quiero ser parte de tu vida y de la de Félix. Por favor no me alejes de ustedes. Félix necesita...
—Félix me tiene a mi y no necesita a nadie más.
—Adrien... La soberbia no te llevará a ningún lado y menos el orgullo.
—Señor Agreste, no quiero que se acerque a mi hermano denuevo. Si lo hace, lo sabré y tendrá que darle cuentas a la policía.
Gabriel soltó el aire con cansancio, frotó el puente de su nariz conteniendo las lágrimas lo mejor que pudo y asintió.
—Creo que es mejor hablar en otro momento cuando estés más calmado. Me iré por ahora...
Adrien lo siguió detrás sin decir nada y antes de que cerrara la puerta el hombre se giró brevemente y formó una línea con sus labios.
—Cuídate... Y cuida de Félix.
§§§
Era de noche. Félix ya estaba dormido hace horas, mientras que Adrien estaba perdido en sus pensamientos, sentado en el sofá de la sala. Tikki y Plagg habían sido secuestrados por su hermano pequeño, porque Félix se había declarado en guelga de hermanos mayores por ese día.
Adrien no sabía qué sentir. Todo de la nada se había vuelto en su contra, eran tantos pensamientos, recuerdos y emociones que no podía controlar.
Gabriel Agreste su padre y de Félix. ¡No podía ser posible! Quizá no debió hablarle tan mal... Quizá él buscaba llevarse a Félix de su lado, quizá sus intenciones siempre fueron esas desde un principio, quizá la razón por la que...
Claro, todo estaba muy claro ahora. Por eso lo que él creía no era así, por eso no tenía que pensar cosas que no eran. Porque Gabriel Agreste en quién estaba interesado era en él, no en ella. ¿Verdad?
La puerta de la casa sonó, sabía quien era... La única persona que tenía llaves además de él, así que no se molestó en voltearse. Mordió su labio inferior, como si de ese modo conteniera todo sentimiento de traición en su corazón.
—Adrien... ¿Por qué no estás en la cama? —su voz dulce fue un veneno para sus pulmones. Lo dijo tan casual, como si por la mañana en la oficina no le hubiera pedido tiempo. —Adrien. —llamó y tocó su cabeza, pero él rápidamente la alejó. —¿qué pasa? —intentó acercarse otra vez, pero volvió a tomar distancia esta vez levantandose del sofá.
Marinette vio sus ojos hinchados y rojos, sus labios partidos y algo sangrantes, pero sobretodo su mirada vacía y perdida.
—¿Qué pasa? ¿Estás bien? —intentó acercarse otra vez, pero él retrocedió. Ahora era vidente que no la quería cerca suyo, así que se quedó quieta frente a él. —¿Félix está bien? ¿Pasó algo con él?
—Mañana nos iremos de aquí. Gracias por toda tu ayuda y amabilidad, Marinette.
—¿Qué quieres decir? —los azules de ella se abrieron con sorpresa. —Adrien... Hablemos. Por la mañana estuvimos muy sensibles. Sé que he actuado muy inmadura estos días, pero realmente necesitaba ordenar mi mente.
—Que bien por ti, Marinette.
Su nombre sonó tan frío por su boca que la congeló de pies a cabeza. Jamás Adrien le había hablado de ese modo, por lo mismo había sido desgarrador y desconcertante.
—¿Podemos hablar?
—¿Ahora si quieres hablar? ¿De verdad? —Adrien se rio escéptico por lo que oía. —¿fue divertido mentirme de ese modo? Dime, Marinette. ¿Fue divertido jugar así con mi amor?
—No entiendo qué pasa, Adrien. De verdad siento si te hice sentir mal estos días, nunca fue mi intención... Yo volví precisamente para que hablemos y...
—Te daré una oportunidad para decirme la verdad, Marinette.
—¿De que verdad hablas? ¡No entiendo qué pasa!
Los ojos de Marinette se empañaron porque no comprendía lo que pasaba, ni mucho menos porque Adrien le estaba hablando así.
—Tú sabías sobre Gabriel Agreste, ¿no es cierto?
Entonces todo cobró sentido, y la horrible sensación de culpa brotó como una flor en primavera, sólo que esta no era hermosa en ningún aspecto.
—Que gracioso... Pensé que teníamos confianza, pensé que tu me veías como un igual, que eramos... Que podía quedarme en tu corazón como tu en el mío, pero no es así, y creo que nunca fue así.
Adrien pasó de ella, pero Marinette rápidamente tomó su brazo deteniéndolo.
—Espera... ¡Espera! ¡No es como tu piensas! ¡Nunca quise enconderlo!
—¡Estoy cansado de que todos digan que no es lo que yo pienso! —quitó su agarre lo más cuidadoso posible, aunque ella se aferrara con fuerza. —¿En algún momento pensabas decirme algo así? Puedo aceptar que no me lo dijeras a mi estando sólo, pero mi hermano está involucrado. ¿Cómo pudiste mentirme a la cara? —su voz tembló y las lágrimas se derramaron. —¿no pensaste en como sería para Félix algo así? Y-yo... No puedo creer que todo este tiempo estuvimos juntos con una mentira así. Sabías el vacío que Félix siente por la ausencia de un padre, sabías lo que yo pasé de niño y aún así... No te tocaste el corazón, Marinette. Eres... Cruel.
—Déjame explicarte... Por favor.
Marinette ya hace mucho había comenzado a llorar y sujetó su brazo denuevo, pero Adrien volvió a rechazarla. Sentía como si su piel ardiera con un sólo toque de ella.
—Mañana nos iremos. De alguna manera pagaré todo lo que hiciste por nosotros, pero esto llegó hasta aquí.
—N-no... Adrien... Por favor, no hagas esto. Tengo una explicación, por favor escúchame.
—No quiero hablar ahora y mucho menos contigo. Ya déjame. —se soltó nuevamente de su agarre y se dispuso a subir las escaleras, pero ella dijo algo que lo congeló unos segundos.
—Por favor, Adrien... Por favor... Yo... —continuó llorando con la voz cortada y la respiración por las nubes. —Yo te amo. Te amo... De verdad te amo... Con todo mi corazón te amo. Por favor no me dejes. No te vayas... Podemos hablarlo, podemos solucionarlo... Te amo.
Adrien secó sus lágrimas, pero volvieron a caer una y otra vez, la miró por última vez destrozada de pie a unos metros de distancia y habló.
—El que me ames sólo lo hace aún más doloroso, Marinette. Se supone que no le mientes a la persona que amas, ¿cierto?
"Todo nuevo comienzo empieza con un nuevo final."
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