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Capítulo 46

—¿Qué haces tu aquí? —cuestionó Edel con una expresión seria, pero al mismo tiempo confundida.

Adrien respiró profundo, lo observó de pies a cabeza, pasó su vista por el ramo de flores y luego miró sus ojos fijamente. Tenían casi la misma altura, así que no le resultaba difícil verlo a la cara.

—Marinette. —llamó con total calma. —te buscan. —dejó la puerta abierta y esperó que ella se acercara por completo.

Marinette llegó por su espalda, acomodando la bata de seda rosa que portaba, para que así la cubriera por completo. Aclaró su garganta y vio a Edel algo desconcertada, realmente pensó que Nathaniel sería quien estuviera tras la puerta, y para ser sincera no estaba preparada para una conversación con él.

—¿Edel? ¿Qué necesitas? —Adrien posó las manos en los hombros de ella y le dio un beso en su sien para después susurrarle que estaría en el living.

El pelirrojo observó toda la escena en silencio, contuvo el aire y apretó el tallo del ramo con molestia. No esperaba que el asistente estaría ahí, y menos con claras evidencias de haber pasado la noche con ella.

No quiso aceptar los sentimientos que tenía por ella hace mucho tiempo, de hecho, su negación fue tal que había decidido irse a Alemania para trabajar con su padre y dejarle la Constructora a Nathaniel.

La cuestion es que ahora que Marinette y su hermano no estaban juntos, y sabiendo los motivos de su separación, se sintió completamente estúpido por haber dejado el tiempo pasar y huirle a lo que su corazón hace años le decía, pero el problema no era sólo eso; ella estaba con otra persona, y ni siquiera tuvo la oportunidad de intentar algo, pero estaba seguro de que podían funcionar, de que podría hacerla mucho más feliz que cualquiera, y aun más feliz que su hermano.

—Perdón por venir sin avisar... Yo...

—No quiero hacerte sentir mal. —atajó ella abrazandose a si misma. —por favor no hagas más esto, Edel. —Él parpadeó un par de veces y le extendió las flores, pero Marinette no las recibió. —Adrien vive conmigo... Y todo lo que has hecho estos días en la oficina sólo ha generado rumores...

—No me importa generar rumores.

—A mi me importa. —lo interrumpió. —Porque eso lastima a la persona que quiero. Adrien es muy paciente, y demasiado respetuoso como para actuar sin decirme primero, sobretodo si tiene que ver conmigo. Esa es la única razón por la que él no ha ido a tu oficina a pedirte que te detengas, porque yo le pedí que no interviniera.

—He sentido esto por ti desde hace mucho tiempo, Marinette.

—¿Por qué no intentaste algo antes entonces? —ella frunció el ceño ligeramente, porque la situación ya la tenia hastiada. —hasta donde yo sé, nunca tuvimos más relación que un saludo y ciertas reuniones con tu familia.

—Quise hacerlo pero... —cortó lo que diría y bajó el ramo a su costado. —pero Nathaniel y tu al final se querían. Todo empezó como un juego y terminaron enamorándose de verdad. —miró el suelo y luego a su costado algo exasperado.

—¿A que te refieres con que empezó como un juego?

—Eso me gustaría saber también.

Una tercera voz se unió a la conversación, Edel volteó y Marinette miró detrás de él como Nathaniel estaba parado a unos dos metros de distancia.

Nathaniel observó todo en cosa de segundos, primero la vio a ella con total sorpresa en su mirada, su corazón comenzó a latir con fuerza, hace mucho que no la veía y los sentimientos realmente no se habían ido en absoluto, quiso sonreír pero la presencia de su hermano mayor ahí con un ramo de flores era lo que no cuadraba en la ecuación.

—¿Qué quieres decir con que todo empezó como un juego?—cuestionó nuevamente Nathaniel, dando varios pasos hacia él. —mejor dicho; ¿qué se supone que haces aquí en casa de Mari un fin de semana?

Los nervios de Marinette se dispararon en segundos, y la costumbre de darle explicaciones a su ex se encendió como una mecha con gasolina, pero se reprendió mentalmente y detuvo todo lo que diría si fuera la misma Marinette de hace meses atrás. Dejó que ellos hablaran y guardó silencio respirando profundo para calmar su ansiedad.

—Tu deberías ser quien de explicaciones. ¿Por qué estás fuera de la clínica? Tu rehabilitación aún no termina.

—Pedí un permiso especial para ver como iba la empresa, entre otras cosas. Se perfectamente que aún no estoy recuperado. —su respuesta calmada sorprendió a Marinette.

Nathaniel se veía mucho mejor de la última vez que lo vio. El color había vuelto a su rostro y había ganado un poco más de peso, su cabello estaba corto y bien ordenado; tenía más tranquilidad en su mirada, una que había perdido hace mucho tiempo. Le alegraba verlo así, a pesar de que la situación en ese instante era compleja.

—Vamos, te llevaré de regreso. —Edel quiso dejar pasar el tema y estaba dispuesto a llevarse a Nathaniel consigo, pero el menor se soltó de su agarre y lo miró fijamente.

—He dicho que pedí un permiso especial para salir. No quieras tratarme como a un mocoso de tres años. Te pregunté qué haces aquí, ¿o prefieres que le pregunte a Marinette? —Nathaniel mantuvo su postura esperando una respuesta que no tardó en llegar.

—Sólo quería discutir algunos temas de la empresa con ella, pero ya me iba. —Marinette frunció el ceño nuevamente por lo que oía, pero prefería no decir nada.

—¿Crees que soy estúpido? —se jactó con una risa que lo dejó completamente helado. —¿crees que no conozco lo suficiente a Marinette como para darme cuenta que está incómoda contigo? Tienes flores en tu mano, y estás parado en su puerta un fin de semana.

—Nath...

—No, Marinette. No me digas nada, quiero que él lo haga. —la interrumpió con cautela, en un tono más suave viéndola unos segundos antes de volver a ver a su hermano con determinación.

—Yo... Vine a dejarle flores. —Nathaniel guardó silencio. —porque estoy cortejand... —no terminó su frase, porque un golpe directo llegó a su mejilla, haciendo su boca sangrar.

—¡Nath! —Marinette corrió hacia Edel y sostuvo su cara para ver si estaba bien, pero él la alejó al instante.

—Déjalo, Marinette. Eso ni le dolió, él me ha dado peores palizas.

—Nath, por favor no hagas esto. —él apretó su puño varias veces ya que sus nudillos dolieron un poco.

Edel limpió su labio sin apartarle la vista y sonrió de lado volviendo a incorporarse de manera elegante, aflojando el nudo de su corbata.

—Te estás comportando muy infantil, hermanito.

—¡Por favor! ¿Cómo te atreves? Hipócrita de mierda. Te dije que no le pusieras un dedo encima o te ibas a arrepentir.

—Y lo iba a cumplir, pero resulta que la engañaste con la estúpida de Alix. ¿Querías que me quedara sin hacer nada otra vez? Tu fuiste quien empezó jugando y terminó mordiendose la lengua. —Nathaniel lo tomó del cuello de la camisa. Parecía que sus turquesas se habían vuelto rojos por el enojo en ese momento.

—Cállate de una vez. No dejaré que arruines...

—Hermanito. —Edel le sonrió son ironía. —fuiste tú quien arruinó todo con ella. No quieras hacerte el héroe ahora. ¿Quieres que le diga la verdad?

—¿De que verdad hablas? —cuestionó Marinette sin entender de lo que hablaban.

—¿Le digo? —Nathaniel levantó su puño, pero ella lo detuvo con fuerza.

Al ver los azules de Marinette, Nathaniel lo soltó frustrado, no quería que ella lo viera así.

—Habla claro, Edel. —exigió ella. —¿qué verdad debo saber?

—Que realmente siempre me gustaste, desde mucho antes que Nathaniel. Y estaba realmente dispuesto a intentar acercarme a ti, pero él se interpuso y como era mi hermano no quise hacer nada. La cuestion es que este idiota apostó con sus amigos hacer que fueras su novia.

—¿Qué quieres decir? ¿Cómo que una apuesta?

—Mari... No es lo que piensas... Yo... —Nathaniel intentó acercarse pero ella se alejó por reflejo.

—Supuestamente después de un mes de estar contigo él cortaría la relación, pero adivina... Se enteró que realmente me gustabas y prefirió seguir contigo.

—¡Eso no es cierto! ¡Bastardo! —Nathaniel quiso golpearlo nuevamente pero se aguantó lo más que pudo. Edel sólo lo miro con superioridad y con toda la calma del mundo. —Es verdad eso de la apuesta, eso es verdad... Y perdón por eso, pero yo realmente me enamoré de ti. —se giró hacia ella y tomó una de sus manos con agustia. —me comenzaste a gustar casi al instante de empezar a salir, te lo juro por lo más sagrado. De verdad que yo te amé todo ese tiempo... Yo...

—Ustedes... Son unos idiotas. —los ojos de Marinette se llenaron de lágrimas, pero rápidamente las limpió con brusquedad.

Quiere decir que toda su relación con Nathaniel comenzó como una mentira. El recuerdo de todas esas palabras que usó para que aceptara salir con él fueron pura falsedad, nunca se interesó por ella como algo de simple casualidad o el destino, todo fue planeado detrás por unos idiotas infantiles. Si la confianza con Nathaniel ya estaba muerta, casi tanto como el amor que le tuvo alguna vez, ahora definitivamente terminó por destruirla. Y le dolía, porque ella no le hizo nunca nada malo y no creía merecer tales acciones de su parte.

Adrien escuchó toda la conversación, quiso intervenir cuando vio a Marinette detener el puño de Nathaniel, pero sabía que quizá aparecer sería más problemático, pero cuando la vio llorar... Su cuerpo se movió por instinto y la envolvió con sus brazos sin importarle nada. Ella dejó las lágrimas caer sin piedad en su pecho y se aferró a su cintura como si fuera una niña pequeña. Acarició su cabeza intentando calmarla, dejando un beso profundo en su frente.

—Estoy aquí. —susurró y ella asintió con el llanto atrapado en su garganta. —estoy aquí... Tranquila.

Edel evitó verlos, pero en cambio Nathaniel quedó desconcertado por su aparición desde dentro de la casa. Y entonces todo cobró sentido en su cabeza, pero lejos de entrar en un estado desastroso de rabia y celos, sólo se limitó a ver sus pies avergonzado por hacer llorar a Marinette otra vez.

—Ustedes dos. —Adrien llamó su atención con una voz seria y áspera. Los hermanos lo vieron en silencio, esperando pacientes lo que diría, pero se encontraron con la mirada más feroz que antes hayan visto en el gentil asistente. —váyanse de aquí si no quieren que les rompa la cara.

—Pero...

—¡Larguense! —alzó la voz. —¡y tú! —miró a Edel. —aguanté mucho tus tonterías, así que más te vale dejar a Marinette tranquila. No quiero que le mandes más regalos, ni flores, ni una mierda. ¿Oíste?

—No te pases de la raya Agreste, soy tu jefe.

—Mi única jefa es ella. —la apretó más hacia él y casi giró su cuerpo protegiendola. —Y no dejaré que un par de idiotas como ustedes la sigan lastimando. Así que ya escucharon. Fuera de aquí. ¡Largo!

§§§

—Todo... Desde un inicio fue una mentira. Todas esas palabras y mensajes. —Marinette no dejó de llorar en ningún momento, sus ojos estaban enrojecidos e hinchados.

Kagami la miró entristecida y volvió a extender la caja de pañuelos que casi llegaba a su fin.

—¿Por qué hizo algo así? Yo realmente lo amaba muchísimo. En ese entonces... Parecía que era tan sincero y... Como una tonta caí en eso. ¡Soy una completa estúpida! —volvió a llorar hundiendo su rostro en la servilleta y su amiga la abrazó por el costado frotando su brazo.

—No lo eres, honey. Nath fue un idiota y se equivocó contigo, ¿si? No te culpes por haber creído en la persona que amabas.

—Es... Es que me duele. Me duele tanto que haya mentido. Siento que usó mis sentimientos como basura.

—Lo sé... Lo sé... —Kagami suspiró y formó una línea con sus labios. No estaba segura de qué decirle para reconfortarla, puesto que el dolor que sentía por el engaño debía simplemente eso... Sentirlo y sacarlo con lágrimas.

—Adrien escuchó todo eso... No puedo creer todo lo que le he hecho pasar. Debe pensar que soy patética. —sus hombros saltaron nuevamente por el llanto y su garganta se apretó al mismo tiempo. —Adrien no merece todo esto tampoco. Soportar las tonterías de Edel y ahora que yo esté aquí llorando por mi ex.

—Oye... Ese chico realmente te ama, así que no pienses en eso. Vas a ver que con el tiempo las cosas se acomodaran nuevamente. —siguió dándole confort a su costado y Marinette la abrazó para seguir llorando.

—Es que... Es que... No quiero perderlo. Por nada del mundo quiero perderlo. Si eso pasa no sabría que hacer.

—Marinette, Adrien te adora, ¿por qué crees que estoy aquí? El me llamó y me contó la situación, supo que estarías avergonzada para hablar con él de esto. Sabía que me necesitarías, así que por favor quita esa idea de tu cabeza. Deja de llorar, pareces un dumpling.

—Kag. —llamo o la voz rota e hizo un puchero viéndola. —No sé qué haría sin ti. —se abrazó a su cuello y la japonesa soltó una risa.

—Lo sé, soy la mejor. —palmeo su espalda. —ya, basta de lágrimas. —la alejó un poco y pasó otro pañuelo por su rostro. —calmate, respira profundo y suelta todo.

Marinette le hizo caso en todo lo que dijo y escucharon la puerta principal abrirse.

—¡Hola! ¡Tikki, Plagg! —se oyó la voz del niño y rápidamente Marinette pasó sus manos por su rostro, intentando borrar cualquier indicio de lágrimas. —¡princesa, llagamos! —exclamó corriendo hacia la sala, hasta llegar a ella.

Félix se detuvo a unos pasos de distancia y guardó silencio observandola, luego miró a Kagami y volvió a ver a Marinette.

—¿Qué pasó? ¿Por qué lloras? —cuestionó preocupado.

Adrien cerró la puerta y dejó la mochila de Félix en uno de los sillones, observando el estado de su novia, para después hacer contacto visual con Kagami, buscando alguna buena señal, a lo que la chica le dio un asentimiento leve.

—¿Llorar? ¿Yo? —Marinette sonrió y acarició sus mejillas enrojecidas. —es que veía una película muy triste y me dio sentimiento. —rió un poco y lo alcanzó dándole un abrazo.

—¿De verdad? —Susurró Félix no convencido del todo.

—Claro que sí. No te preocupes, mi caballero. —Lo separó acariciando sus mechones rubios repetidas veces.

—Es que recuerdo que mamá lloraba mucho cuando estaba en el hospital ¿No estás enferma cierto?

Todos se quedaron en silencio por casi un minuto. Adrien contuvo el aire por las palabras de su hermano, no sabía que él pudiera recordar algo así, y realmente esperaba que nunca pudiera recordar el dolor que pasó su madre en el hospital.

—Claro que no, Félix. —Marinette tomó sus manos pequeñas y lo miró a los ojos. —estoy bien, ¿sí? No tienes que preocuparte. —volvió a abrazarlo con fuerza, para darle de ese modo la seguridad de sus palabras y Félix volvió a sonreír. —Cuéntame como te fue con Alya. ¿La pasaste bien?

—Sí, ¡me llevó al canal de noticias! ¡Pude ver las cámaras de televisión! —gritó emocionado y todos sonrieron al verlo tan contento.

—Supongo entonces que te portaste muy bien. —el niño asintió orgulloso y Adrien lo miró en silencio. Por alguna razón con Marinette, Félix siempre se comportaba como lo que era realmente... Un niño. —Entonces debes estar muy cansado para querer ir a la biblioteca como querías.

Los ojos azules del niño se ampliaron y giró a ver a su hermano.

—No estoy cansado para nada. ¡Mañana podemos ir como dijimos! ¿Si hermano? —Adrien sonrió y asintió para luego ver a Marinette, pero ella esquivó su mirada en breve.

—Bueno, creo que ya es momento de irme.

Kagami se levantó y tomó sus cosas, Marinette imitó su acción y la vio con ojos de cachorro abandonado. La japonesa captó la actitud de su amiga, lo más probable era que no quería enfrentar a Adrien después de toda esa caótica situación, pero obviamente la haría actuar como la adulta que era.

—¿De verdad? ¿No quieres quedarte a comer?

—Tengo cosas que hacer. Sabes que mi madre ha estado delicada de salud. —Marinette bajó la cabeza y asintió.

—Cierto. Saludame a tu madre.

—Nos vemos en otra ocasión. Adiós, sir Félix. —le extendió la mano al rubio y este la tomó estrechandola con una sonrisa. Luego le dio un abrazo a su amiga y miró a Adrien haciéndole una seña para que lo acompañara.

—Te acompaño. —comentó el ojiverde y Kagami asintió pasando delande de él.

Ambos salieron hasta el portón de afuera, Kagami volteó hacia él y acomodó su bolso.

—Gracias por haberme llamado.

—Sabía que ella necesitaba una amiga más que a su novio. Así que no debes agradecer nada. —los dos suspiraron.

Adrien peinó su cabello algo ansioso y se apoyó en la pared a un lado de la puerta, Kagami hizo lo mismo a un metro de distancia suyo y los dos vieron al frente.

—Creo que me pasé con lo que les dije a los hermanos Ketchup.

Kagami iba a reírse por aquel apodo, pero lo aguantó lo mejor que pudo y pasó un poco de su cabello tras su oreja.

—No lo creo. O sea, no sé qué les hayas dicho, pero estoy segura que lo merecían. Yo... —hizo una pausa. —Hablaré con Nathaniel. Por alguna razón él me tiene confianza, así que intentaré que no haga nada estúpido y que no se acerque a Marinette, al menos hasta que las cosas se calmen. Después de todo él debe seguir internado en la clínica.

—Bien.

—En cuanto a Edel, creo que puedes manejarlo. —Adrien asintió. —Sino, tengo contactos que pueden molestarlo un poco, bastante ganado se lo tiene.

—No creo que Marinette quiera que te metas en problemas. —ella se cruzó de brazos y encogió sus hombros como si no le importase mucho.

—Es probable que ella no quiera hablar contigo del tema. La conozco, y ahora mismo se siente muy avergonzada de que tuvieras que...

—Lo sé, me di cuenta. De todos modos mi intención no es hacerla sentir incómoda ni presionarla, así que dejaré que ella hable cuando quiera. Yo... —Adrien miró hacia arriba y soltó todo el aire con cansancio. —yo realmente estoy perdido por ella. —sonrió como si no creyera lo que estaba diciendo.

—Marinette me dijo que no le has reclamado nada, ni siquiera te has molestado por todo lo que Edel ha hecho este tiempo. Me parece un poco irreal qué no te moleste algo así, ya que es tu pareja.

—No es que no me moleste, claro que sí. Pero no es su culpa y... Confío en ella. Yo sólo quiero que ella sea feliz y si soy parte de esa felicidad es aún mejor.

Kagami sonrió y sacó las llaves de su auto. Realmente pensaba que su amiga se había sacado la lotería con Adrien y se sentía feliz por eso.

—Bueno, iré a ver a Nath. —se despidió, pero Adrien la siguió.

—Señorita Kagami. —la chica rió por como la llamó, pero lo dejó pasar y volteó a verlo nuevamente.

—Si algo pasa llámeme. No importa la hora que sea, yo iré a ayudarla.

Si, definitivamente la lotería... o quizá un ángel.

Ella no dijo nada, sólo sonrió y siguió su camino hacia su auto, para luego arrancar y perderse por las calles.

§§§

Kagami golpeó repetidas veces la puerta del departamento de Nathaniel, estaba segura que lo encontraría ahí. Escuchó que discutían dentro del lugar, así que era probable que Edel también estaría ahí. Siguió golpeando hasta que la puerta se abrió.

—Kag... ¿Qué haces aquí? —ella lo miró completamente seria y pasó por su costado adentrandose al departamento.

Dejó su bolso sobre el sofá, cruzó sus brazos y vio que Nathaniel tenía su labio hinchado y uno de sus ojos casi con el mismo aspecto. Sus castaños vieron a Edel sentado y con toda la calma que la caracterizaba se acercó frente a él y le dio una bofetada sin previo aviso.

—¿Qué mierda? —cuestionó el mayor poniéndose de pie, intimidandola con sus ojos furiosos, viéndola hacia abajo por la diferencia de altura.

—Eres un idiota. —respondió con voz áspera. —tu hermano está en rehabilitación. —apuntó a Nathaniel sin perder de vista a Edel en ningún momento —y tú, pedazo de imbécil, te pones a beber enfrente de él. —tomó el vaso que había sobre la mesa de centro y lo arrojó lejos, haciendo que los cristales sonaran en todo el lugar.

—Kag... Cálmate. —Nath la tomó por los hombros y la alejó de Edel lo más que pudiera.

—Sueltame tu también, idiota. —forcejeó con brusquedad y lo miró con enojo. —Te advertí que no fueras a ver a Marinette. Te dije que no era el momento, que no estabas preparado tampoco, pero ¡ahí vas! ¡Y vuelves a lastimarla! ¡Y la haces llorar denuevo!

Nathaniel bajó la cabeza avergonzado, sabía que todo lo que decía Kagami tenía completamente la razón, pero realmente su intención era solo charlar con ella y decirle que todo estaba mejor con su rehabilitación.

—Te dije que Marinette necesita tener contacto cero contigo.

—Lo sé... No quería que esto pasara. —miró a su hermano con enojo, este frotó la mejilla golpeada por la chica.

—Ahora dime, ¿quién te golpeó? —cuestionó moviendo su rostro para ver los dos lados. —Adrien no fue porque él no tenía nada en sus manos. —el pelirrojo quitó su mano con seriedad y recuperó su postura indiferente.

—Nadie. —dijo a secas y Kagami volteó a ver al mayor.

—No sabía que tenían cinco años como para andar golpeándose de esa forma. Tu deberías ser más cuerdo que un adicto, ¿no?

—¿Quién te crees que eres?

La chica lo tenía completamente desconcertado. Se le hacía familiar, pero no lograba recordar donde la había visto. Su actitud tosca, casi como la de una madre que regaña a sus hijos malcriados, era extraordinaria a sus ojos y un poco divertida sino estuviera enojado por todo lo ocurrido.

—Que te importe una mierda quien soy. —respondió al instante. —Vas a dejar de mandarle cosas a Marinette o te las verás conmigo. —Edel alzó una ceja e intentó ignorar sus palabras, pero era bastante convincente y admitía que le daba algo de miedo.

Kagami fue al baño como si fuera su casa y desapareció del campo de visión de los hermanos.

Edel intentó preguntarle con la mirada a su hermano sobre quién era esa chica, pero llegó nuevamente a la sala con el botiquín de primeros auxilios.

—Siéntate. —ordenó. Nathaniel se resistió en vano, puesto que Kagami lo tiró del brazo y comenzó a desinfectar los golpes que tenía.

Todo ese proceso fue en completo silencio por parte de los tres. Consiguió ponerle un ungüento para bajar la hinchazón y un parche para que no fuera tan notorio. Terminado Nathaniel se acercó a Edel y le indicó con los ojos que se sentara también, pero él ni siquiera se movió de donde estaba parado. Kagami ni se perturbó por sus acciones, así que presionó cerca de su clavícula haciendo que se encogiera de dolor y rápidamente tomó asiento en el sillón individual donde estaba antes. Así mismo ella curó su labio con cuidado, mientras Edel la veía incómodo por su cercanía, pero sobretodo porque estaba obedeciendo todo lo que decía.

—Ya está. —guardó todo lo que no ocupó en la maleta blanca y botó a la basura todo lo sucio. —no me interesan sus excusas, ni justificaciones. —habló parada en una esquina, y los dos la vieron confusos. —Tú. —se dirigió a Nathaniel. —sabes perfectamente lo que debes hacer. Seguir con tu tratamiento y todo lo que conlleva. En cuanto a ti. —ahora se dirigió a Edel. —Vas a dejar a Marinette tranquila en todo sentido.

—¿Por qué haría eso? —cuestionó viéndola desafiante.

—Porque yo lo digo. No querrás meterte conmigo y conocerme, Edel Kurtzberg.

—Quien seas me tiene sin cuidado. —Tomó su abrigo y lo puso sobre su hombro comenzando a caminar hacia la puerta. —nos vemos, hermanito. Y perdona... —suspiró viéndolo un momento reflexivo. —ya sabes qué. —le dio dos toques en el hombro y terminó yéndose del departamento.

Kagami soltó el aire y cruzó sus brazos agotada.

—Me voy... Tu vuelve a la clínica. No te quedes aquí porque lo sabré. —tomó su bolso y cuando iba a salir casi igual que Edel, Nathaniel le habló aun sentado en el sofá.

—Lo sabías. —murmuró y ella lo vio sobre el hombro. —que esa persona... La que ella mencionó hace tiempo era su asistente. —Kagami suspiró y cerró sus ojos antes de hablar. Nathaniel sonrió con tristeza. —Sí lo sabías. —repitió.

—Él la hace feliz. Sinceramente es lo único que me importa, Nath. —volvió a su trayecto y abrió la puerta. —Adrien es bueno para ella y estoy segura que lo sabes. Así que ahora sólo... Vuelve a la clínica, por favor.

Cerró y no quedó nada más que el silencio en todo el departamento, acompañado con la soledad, los recuerdos y las culpas que cargaba en su corazón.

—Pero aún la amo... —murmuró dolido.

"La mentira por parte de la persona que amas duele, pero quizá es mejor sufrir por confiar, que sufrir sin dar lo mejor de ti."

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