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Capítulo 42

—¿Cree que es algo urgente?

—No lo sé, pero si Luka pidió asistencia por algo ha de ser.

Adrien continuó con los ojos en frente y luego de varios minutos en carretera llegaron a la construcción del hotel. Bajaron del vehículo al mismo tiempo, enseguida Adrien tomó del asiento trasero varias carpetas y documentos, además de dos cascos color blanco.

Caminaron juntos hacia varios bunkers a modo de oficinas improvisadas, colocaron sus respectivos cascos sobre sus cabezas, ya que era una medida básica de seguridad.

—Llama a Luka y dile que ya estamos... —Marinette no logró terminar su frase, porque Adrien ya tenía el celular en su oreja. Sonrió negando con la cabeza, ya que siempre se adelantaba a sus ordenes.

—Llegamos. Estamos fuera de la oficina de administración pero no parece haber nadie. —el rubio miró por una de las ventanas hacia dentro. —¿dices que el administrador debería estar aquí?

—Exactamente.

Luka apareció mostrando una expresión seria. Cortaron la llamada y se saludaron como acostumbraban.

—¿Por qué no hay nadie en la oficina? —cuestionó Marinette y su amigo sacó una llave abriendo la puerta del bunker.

—Esa es una buena pregunta. Pasemos, es mejor hablar dentro.

Entraron al lugar y acomodaron los documentos correspondientes viéndose en silencio. Luka se apoyó en el borde del único escritorio qué había y cruzó sus brazos dando un largo suspiro.

—Las cosas no van bien por aquí, Marinette. Parece que debes jalar las orejas de tus subordinados. Salen a la hora que quieren, llegan a la hora que quieren y no dan los pagos en las fechas correspondientes. Si esto sigue así los trabajadores comenzarán una revuelta. He mantenido en calma las cosas por ahora, pero las quejas siguen llegando y como soy el único que escucha...

—¿Por qué ese idiota no está haciendo su trabajo? —cuestionó molesta rodeando el escritorio. Luka la siguió con la mirada.

—Sabes que hay veces en que los humos se les suben a la cabeza. Lamentablemente este es uno de esos casos.

—Bueno... De todos modos iba a darme una vuelta pronto. —Marinette tomó asiento en la silla y comenzó a dividir las carpetas que había sobre la mesa. —Adrien, comienza con esto. —le extendió un archivo. —yo iré viendo esto de acá. —el rubio asintió tomando los papeles. —corroboremos con los informes de la casa central.

—Ya que están aquí yo seguiré haciendo mi trabajo. Si necesitan algo llámenme o busquen mi oficina cerca del taller.

—Gracias Luka, nos vemos luego.

Luka salió del lugar. El silencio reinó como si fuera su hogar y ambos trabajaron como de costumbre con eficacia, pero lejos de que fuera un momento grato, se encontraron con algo bastante alarmante.

—Marinette... Esto no es normal. Con justa razón los trabajadores se están quejando. —Adrien se levantó del pequeño sofá donde se había ubicado, avanzó algunos pasos hacia el escritorio y le mostró los papeles que tenía en sus manos. —¿ves esto? Los números no calzan. El sueldo base ha decaído como por arte de magia y las horas extras no están siendo pagadas como corresponde. —Marinette formó una línea con sus labios y soltó el aire hastiada.

—No sólo eso... ¿Ves aquí? —movió los papeles a un lado y le indicó los que revisaba ella. —los materiales que pidió son de baja gama, pero no hemos disminuido el presupuesto base.

—Esto es serio. Creo que debemos...

La puerta de abrió de golpe. Un hombre corpulento se dejó ver con sus mejillas rojas, como si hubiera estado bebiendo desde temprano, junto con él venía una mujer con ropa demasiado ajustada y altos tacones que se veían bastante incómodos.

—¿Se puede saber qué hacen en mi oficina? —preguntó de manera demandante, agitando su mano bruscamente, dejando a la vista un costoso reloj de oro.

Todo este personaje daba un aire muy estereotipado de ganster.

Adrien y Marinette se vieron para luego voltear nuevamente hacia el sujeto en completo silencio. Marinette miró de reojo la hora en el reloj sobre el escritorio.

—Y a mi me gustaría saber porqué está llegando a esta hora, señor Renaud. Su hora de almuerzo acabó hace dos horas, ¿o me equivoco?

—¡Ja! —se jactó burlón, seguido de la chillona risa de la mujer a su costado. —¿y por qué tendría que darle una respuesta a alguien como tú?

Adrien frunció el ceño dispuesto a hablar, pero Marinette levantó su mano deteniéndolo.

—¿Los mandaron de apoyo o algo así? —se carcajeó. —¡Marc! —gritó hacia afuera y rápidamente apareció un muchacho escuálido de cabello oscuro con algunas carpetas pegadas a su pecho.

—S-señor... Dígame. —tartamudeó temeroso.

—Indicales a tus nuevos colegas donde está tu oficina.

—¿S-se refiere al baño químico?

—¡Dónde sea que trabajes tú, idiota! —Marc cerró sus ojos por el potente grito y asintió.

—D-disculpen... ¿P-podrían seguirme? —pidió por lo bajo, acercándose tres pasos hacia el escritorio.

Adrien abrió sus verdes con molestia, recién había conocido a ese hombre y ya le causaba total repulsión. No entendía como alguien así pudo ser contratado por la constructora.

—Creo que ya fue suficiente teatro. —Marinette alzó una ceja aclarando su garganta. Adrien se posicionó detrás de la silla en la que estaba sentada y guardó silencio. Dejaría que ella tomara las riendas por ahora. —Tú. —fijó sus ojos con los de la chica, quien se apuntó a si misma. —sí, tú. ¿Trabajas aquí? —la mujer negó con la cabeza. —entonces sal de esta oficina.

—¿Disculpa? —cuestionó indignada.

—Vete ahora mismo. — la mujer abrió la boca con asombro. —no volveré a repetirlo. —por la frialdad que mostró en su tono y sus serios azules que no le perdieron de vista ni un segundo, salió rápidamente del lugar.

—¿Quién te crees...?

—Siéntese, Renaud. —ordenó sin llegar a alzar la voz. —Tenemos algunas cosas que conversar.

—¿Por qué habría de obedecerte, subordinada? ¿Sabes quién soy?

—Primero que nada me presentaré, ya que parece ser que no tienes idea de quién soy. Mi nombre es Marinette Dupain Cheng, y soy la encargada de la administración de la Constructora Kurtzberg. La persona a mi lado es Adrien Agreste, mi asistente personal y asistente administrativo. ¿Ahora entiende la razón por la que estamos aquí?

—Usted se refiere a... ¿Esa señorita Dupain? —preguntó Marc con sus ojos muy abiertos.

—Exactamente. Vinimos a supervisar la obra luego de recibir ciertos reclamos.

—¿Couffaine hizo esto, cierto? ¡Ese idiota no deja de meterse en mis asuntos! ¡No les creo ni una mierda de quienes son!

—Ya fue suficiente. —Marinette lo miró fijamente. —Revisamos varios documentos mientras usted no estaba. Tengo toda la autoridad de despedirlo en este momento y de informarle que tendrá que enfrentarse al nuestro equipo legal.

—¿Sabes quién soy? —cuestionó nuevamente.

—Sé exactamente quien es usted y sé también que la única razón por la que se encuentra en este puesto es por nepotismo. Pero esto ya sobrepasó los límites, y créame que el presidente estará de acuerdo conmigo cuando se entere que los materiales de la obra son de baja calidad. ¿Tiene alguna idea de lo que ha hecho?

—¡No seguiré escuchando palabras de una don nadie como tú!

—No necesita seguir escuchándome, como ya le dije antes; se entenderá de ahora en adelante con nuestro equipo legal. Que tenga buena tarde.

El hombre enfureció, su rostro se puso completamente rojo, incluso parecía que sus ojos saldrían de sus cuencas. Soltó un par de obscenidades, incluso quería llevarse a Marc consigo, pero Adrien no lo permitió.

°°°

—¿Por qué fuiste sola a ese lugar? —Edel frotó sus sienes con cansancio y clara señal de irritabilidad.

—Porque alguien debía hacerse cargo. Sabes bien que esto es un tema muy serio. Además, no estaba sola en lo absoluto. No entiendo tu comentario.

—Fuiste impulsivamente cuando Couffaine te llamó, debiste avisarme o enviar a otro administrador, no ir directamente. Marinette, sabes que la imagen de la empresa...

—¿Es una broma esto? Sólo hago mi trabajo. ¡Ese tipo hizo un desastre en la obra! ¡Tenemos una perdida millonaria! ¿Y lo único que me dices es que no debí ir? No soy una niña, Edel.

—Sólo te estoy cuidando. —Marinette alzó una ceja incrédula y el hombre cerró la boca al darse cuenta de lo que dijo.

—A ver, vamos a ser muy claros. —ella se mantuvo a unos pasos frente al escritorio de la oficina presidencial. —Primero; no soy más tu cuñada para que tengas que "cuidarme" y segundo; no espero una felicitación de parte de mi jefe, pero si una solución para este problema y obviamente que estés de mi lado con respecto a tomar medidas legales. Sabes que es lo que tenemos que hacer.

—Marientte... Él es hijo de un inversionista muy importante en la empresa. No puedo tomar una decisión en este momento sin ver las consecuencias, es algo que debo discutir con mi padre.

—¡Pero todo está en los informes! ¡Sabes muy bien lo que hizo!

—¡Ya sé! —Edel golpeó el escritorio y quedaron en silencio unos segundos. —Sé lo que hizo, sé que es repugnante, pero tu también sabes como funcionan los negocios.

—Mencionaste la imagen de la empresa antes... Pues esta persona arruinó una obra completa, arruinó el trabajo de tus empleados y robó parte de sus sueldos por meses. Y estoy segura que no es sólo en este hotel, de seguro fue en cada uno en el que estuvo a cargo como administrador. ¿Sabes lo que pasaría si esta información se filtrara? La empresa se iría a pique con la simple sospecha de que Kurtzberg entrega hoteles con materiales deficientes. —se vieron fijamente.

—Si esto se sabe...

—Estamos aliandonos con los Fiore, el señor Grosvernor y el señor Agreste. No es momento para dudar sobre este tipo que no es más que una sanguijuela del puesto de su padre. Estoy segura que Nathaniel ya lo habría sacado.

—Hablaré con mi padre por la noche. —Marinette suspiró y rodó los ojos. —A diferencia tuya, yo no puedo dejarme llevar por mis sentimientos de justicia, no puedo pasar por encima del patrimonio que mi familia forjó por años.

—Bien, no tengo nada más que decir. Sólo piensa en las personas que depositan su confianza en la empresa y en nosotros.

Marinette se volteó dispuesta a marcharse, pero Edel aún no terminaba de hablar.

—Una cosa más. —ella se detuvo antes de abrir la puerta. —De ahora en adelante avisame antes de que vayas a supervisar alguna obra.

—Lo que usted diga, "presidente" —respondió en voz baja saliendo de la oficina.

Edel dio un largo suspiro, se recargó en la silla viendo un momento al techo para después abrir el segundo cajón del escritorio, viendo la fotografía que guardaba su hermano de su "cuñada", pero sin querer pensarlo mucho cerró de golpe el cajón, viendo ahora a la nada en la oficina.

°°°

Marinette iba con la sangre hirviendo. Si bien entendía la postura que tomaba Edel, definitivamente no la respetaba, para ella el bien de sus trabajadores estaba por encima de cualquier persona que se aprovechara de su posición en la empresa. Lamentablemente no había mucho que pudiera hacer por su cuenta,  al menos no hasta que Edel llegara a algún acuerdo con su padre.

Volvió a su oficina, ignorando las miradas de varias secretarias que estaban de paso. Abrió la puerta y grande fue su sorpresa de encontrar a la secretaria de Luka ahí. Cambió su rostro serio a una sonrisa cordial y profesional, aunque por dentro estaba muy incómoda por la evidente cercanía que la chica intentaba crear con Adrien.

—Rose, ¿qué haces aquí? —preguntó apacible. Adrien por reflejo alejó su silla del escritorio hacia atrás, buscando la mirada de su novia.

—Vino a dejar papeleo, pero ya se iba. ¿Cieto, Rose? —la rubia parpadeó varias veces.

—Claro... Disculpe la intromisión, señorita Marinette.

—No hay problema. —Marinette fue a su lugar y siguió trabajando en su ordenador, fingiendo no estar ahí. Adrien se percató de su actitud distante, estaba seguro que las cosas con el presidente no habían salido muy bien.

—¿Necesitas algo más, Rose? —Preguntó amable, pero en realidad quería estar a solas con su jefa lo antes posible.

—En realidad sí. Hace poco se inauguró una nueva cafetería a dos cuadras, ¿te gustaría ir conmigo mañana?

Adrien abrió sus ojos un segundo con asombro, ya que le había pedido a su amiga que respetara los sentimientos que tenía por su jefa. Rose leyó enseguida la inseguridad que mostró el rubio al responder, así que se adelantó.

—Obviamente como amigos y para ir con los demás si es un buen lugar.

Los verdes de Adrien vieron de reojo a Marinette, pero ella parecía estar sumergida por completo en la pantalla.

—No sé si sea posible, ya que tengo mucho trabajo últimamente. Pero te avisaré de antemano.

—No creo que nos tome mucho tiempo. Además, dudo que la señorita Marinette no pueda seguir sin ti por media hora. —Rose miró a la azabache, quien parpadeó varias veces al darse cuenta que le hablaban.

—¿Cómo dices? —cuestionó fuera de si.

—Que invité a Adrien a una nueva cafetería que abrió a unas cuadras de la empresa.

—Creo que eso es algo que Adrien debe decidir. —Marinette le restó importancia y siguió con lo suyo.

—¡Ya ves! ¡Entonces no hay problema! —Rose aplaudió dos veces con alegría y una gran sonrisa, pero lejos de la reacción que esperaba de aparte de Adrien, este estaba serio sin dejar de ver a su jefa en ningún momento. —Adrien. —lo llamó tomando su mentón para que la viera, este se sorprendió un poco pero con rapidez quitó su mano aclarando su garganta.

—¡Mira la hora! De seguro tu jefe ya volvió de la obra. —Adrien se levantó de su silla y dirigió a su amiga desde sus hombros hacia la salida. —N-nos vemos luego Rose.

La chica se frenó en la puerta y volteó hacia él frunciendo el ceño de manera tierna.

—¿Por qué me ya no me dices "Rosie"?

—Rose...

Mantuvieron el contacto visual por varios segundos, y fueron los suficientes como para que ella se diera cuenta de que Adrien realmente sufría con esa situación incómoda. Derrotada y algo triste suspiró bajando la mirada a sus pies.

—Está bien... Nos vemos luego.

Rose salió de la oficina y Adrien tragó saliva para calmar la ansiedad que sentía; cerró la puerta, respiró profundo y volteó por fin al darse valor.

Caminó con cautela hacia el escritorio de Marinette, quien movía sus ojos rápidamente leyendo la pantalla. Al darse cuenta de lo inmersa que estaba en el trabajo, bajó hasta arrodillarse en el suelo y se apoyó en la mesa dejando a la vista sus verdes por el borde como si fuera un cachorro.

—Oye... —susurró. —¿me dirás como te fue con el presidente?

—Mal. —respondió por inercia sin verlo.

—Pero...

—No quiero hablar ahora, Adrien. —Miró la superficie y subió ahora su mentón formando un puchero.

—No quiero que te sientas mal... De alguna manera solucionaremos lo de Renaud. Y sobre Rose...

—Ve con ella si quieres, no tienes que pedirme permiso. —respondió tan bruscamente que Adrien guardó silencio. Sus verdes se entristecieron, lo que menos quería era hacerla sentir mal y mucho menos insegura sobre la amistad que tenía con la rubia. —Lo siento... No quise... —Marinette suspiró y por primera vez lo miró a los ojos. —¿qué haces en el suelo?

—¿Qué crees que hago? Suplicar clemencia, claramente. —Su respuesta logró sacarle una pequeña sonrisa, una pequeña... Pero que fue lo suficiente como para tranquilizar su corazón. —Mi señorita Marinette. —Adrien se levantó, rodeó el escritorio y la hizo levantarse tomando sus manos, dejando su suave y duradero beso en sus nudillos. —por favor no dudes de mi.

—No lo hago. —respondió por lo bajo. —sólo es incómodo.

—Lo sé, pero... Quiero que ahora quites cualquier pensamiento malo que tengas, ¿si? Pensemos en que en un par de horas llegaremos a casa, comeremos algo delicioso con Félix y terminaremos de ver la serie que dejamos a medias. —Marinette rió desde su garganta a la brevedad y quitó una de sus manos llevándola a su mejilla. —¿No suena mejor ese plan, mi amor?

Los azules de ella brillaron y se abrieron de par en par, sus mejillas se ruborizaron y su corazón golpeó con fuerza.

—¿Cómo me llamaste? —murmuró.

—¿Cómo? ¿"Mi señorita Marinette"? —ella negó con la cabeza y entonces Adrien sonrió acercandola desde su cintura. —Ah, ¿te refieres a "mi amor"? —la distancia entre sus rostros las extinguió lo suficiente como para sentir sus respiraciones chocar. —eso eres, ¿no es así? Mi amor.

—Nunca lo habías dicho.

—Es porque me sale de alma. Siempre que te diga cuanto te quiero créeme, porque siempre será genuino.

"Los secretos no siempre quedan como secretos, sobretodo cuando los saben más de una persona."

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