Capítulo 41
La música estaba un poco alta, pero si te alejabas lo suficiente podías conversar perfectamente. Lila llevaba quizás unos cuadro cócteles, Max no le perdía el paso con algunas cervezas, mientras que Adrien sólo había bebido dos sorbos de una botella.
—¡Brindo oficialmente por mandar a mi jefe a la mierda! —Lila levantó la copa y Mylène celebró con ella, le gustaba la energía que presentaba esa noche, ya que últimamente se veía bastante deprimida.
Iván, quien por fin pudo coincidir sus días de descanso con las juntas de su esposa, sonrió al verla contenta, acompañando a sus compañeros también levantando su trago.
—Creo que será mejor pedir un taxi al irnos, la conductora bebió demasiado. —comentó Max, haciendo énfasis en su mirada hacia su colega de raíces italianas.
—Lo dices como si no pudiera ponerme en pie. —Lila rodó los ojos y todos soltaron una carcajada.
Rose, estaba un poco nerviosa, realmente pensó que Adrien no asistiría, al menos no después de que ella le confesara que sentía algo por él, pero al parecer sus compañeros lograron convencerlo. Aunque se veía algo apartado, más callado, quizás se debía a que aún estaba preocupado por su hermano o simplemente el trabajo de la semana había sido agotador, supo que tuvo algunos problemas con el presidente, pero no muchos detalles.
—¡Adrien! ¡Ya bebe de una vez! ¡Aprovecha que aún eres joven! —Max ya mostraba algunos efectos del alcohol. El rubio le sonrió amable como siempre e iba a beber otro sorbo, pero su teléfono comenzó a vibrar.
—Disculpen, vuelvo enseguida.
Se levantó de su lugar y fue más hacia la terraza del local, la música se volvió lejana, así que fue capaz de contestar la llamada.
No es que Adrien estuviera incómodo con sus compañeros, pero había sido una semana difícil, sin mencionar que con Marinette hablaron sobre cambiar a Félix de escuela por el incidente de hace unos días, así que sus pensamientos no eran más que mera responsabilidades en ese momento.
—¿A qué debo el honor, mi Lady? —saludó con una sonrisa apoyando el celular en su oreja. —sólo han sido un par de horas y ya te extraño.
—Tonto. Sólo llamaba para saber cómo la estás pasando y para decirte que Félix ya se durmió.
—¿Lo lograste? —suspiró agradecido. Félix últimamente no podía conciliar el sueño y ambos batallaban para que descansara, la razón era que sentía miedo de despertar en la casa hogar y que ellos no estuvieran ahí. —Gracias, eres un ángel... eres mi ángel.
—Adrien, por favor no te preocupes y disfruta de esa salida, ¿si? Yo me haré cargo de Félix, ha sido una semana dura.
—Por lo mismo, lo único que quiero es dormir contigo profundamente.
—Ya podrás. Por ahora sólo disfruta todo lo que puedas.
—¿Se molestará conmigo si simplemente me voy a casa?
—Absolutamente. De hecho si haces eso te despediré, a menos que tengas una muy buena razón para hacerlo.
—Mi razón es que... —bajó el volumen de su voz y acercó su boca al micrófono. —quiero hacerte el amor toda la noche.
Marinette rio por lo bajo, contagiandose por su aterciopelada voz, la tentaba cada vez que tenía oportunidad y no es algo que le molestase en absoluto.
—Entonces procura pasarla bien un rato más. Te estaré esperando.
—No quiero colgar. —suspiró viendo el cielo frente a él, golpeando suavemente la baranda de madera de la terraza con su mano libre. —quiero oírte por más tiempo.
—Yo tampoco quiero colgar.
—Entonces no lo hagas.
Guardaron silencio y escucharon sus respiraciones por varios minutos, no importaba nada más. La sensación de extrañar es la peor que podemos tener, quizás incluso sea peor que la tristeza, y los lugares seguros se habían vuelto el uno del otro. En momentos difíciles, lo mejor era encontrarse entre sus brazos.
—Es un poco extraño hablar por teléfono de esta forma, pero me gusta. Me recuerda a cuando te fuiste de vacaciones y hablábamos por mensajes. No podía evitar decirte lo mucho que me gustabas, porque sabía que algo especial había en tu corazón.
—Lo hay. Me hiciste sentir como una adolescente. —Rio un poco y aclaró su garganta, bajando el volumen de voz nuevamente. —Creo que no he tenido la oportunidad de agradecerte por esa vez. Me hiciste sentir querida cuando menos creía serlo, hay muchas cosas que debo agradecerte, Adrien.
Adrien sintió dicha en su pecho, un cosquilleo se transportaba a sus mejillas por tanto sonreír. Imaginar que pudo serle de ayuda era algo que atesoraba en lo más profundo de su corazón, ya que ella fue la primera en tenderle la mano cuando la vida parecía querer pisotearlo, así que le devolvería cada sentimiento cálido que albergaba.
—Me disculparé con los demás. Quiero ir a casa ahora mismo.
—P-pero...
—Espérame. —colgó la llamada sin darle incapie de respuesta.
Adrien soltó todo el aire que contenía y se mantuvo viendo el cielo un momento, ansiaba estar con ella en ese instante.
—Bonita vista. —la voz de Rose llegó a sus oídos, se sorprendió un poco, pero rápidamente se recompuso. —¿todo bien?
—Sí, sólo atendía una llamada. —agitó su celular y lo guardó en su bolsillo. —¿los demás?
—Siguen pidiendo más rondas. —Rose se encogió de hombros junto con su risa y miró sus pies un instante para volver a ver los ojos de Adrien. —Creí que no vendrías.
—¿Por qué? —le bastaron unos segundos para conectar cables, abrió su boca y aclaró su garganta. —Rose... Sobre lo que me dijiste.
—Sé que fue precipitado. Es sólo que estaba muy ansiosa de simplemente decirlo, pienso que nos llevamos muy bien y somos buenos amigos.
—Me pones en una situación difícil. —Adrien rascó su nuca y reprimió sus labios. —Rose, no puedo... No te veo de la misma forma. Disculpa, aún así me gustaría que siguiéramos siendo amigos.
—Me gustas mucho... De hecho me gustas bastante. —Rose comenzó a jugar con sus manos algo nerviosa, pero aún así se dio valor de seguir hablando. —Creo que podría llegar a gustarte de la misma forma, y me gustaría seguir intentando que así sea. Es que realmente pienso que eres una persona muy valiosa y que vale la pena totalmente, Adrien. Te admiro mucho, y ese sentimientos crece cada vez que tenemos la oportunidad de hablar. No sé en qué momento comencé a sentir algo más, pero... Me siento feliz cuando te veo.
Adrien guardó silencio, no sabía qué decir, realmente no tenía idea. No encontraba palabras para rechazarla sin llegar a lastimarla, él sabía lo que era ese sentimiento y no quería que su amiga lo experimentara por su culpa, pero al mismo tiempo se ponía a él por delante y la relación que tenía con su jefa.
—Me gusta alguien. —soltó sin pensarlo mucho. —pienso que debo ser honesto contigo, porque no quiero que hagas algo que nunca recibirá la respuesta que quieres.
—Lo sé, sé que te gusta alguien... Pero esa persona no puede estar contigo, sabes que no es posible.
—Aunque así sea. —el rubio respiró hondo, Rose se había dado cuenta de quien hablaba. —no necesito algo más, sólo quiero seguir ahí, quiero seguir con este sentimiento.
—Adrien, ella es tú jefa. —Rose tomó su mano y lo miró preocupada. —si el presidente Nathaniel se entera de que la ves con otros ojos, ¿sabes lo que haría?
—Ellos no están juntos.
—Ya lo sé. Pero tu no has visto todo el conflicto que el presidente ha tenido con mi jefe por años, y sólo porque es amigo de ella.
—Rose...
—La señorita Marinette no se ha ido de la empresa, ¿por qué crees que sea? Aunque el presidente y ella hayan terminado su relación, los sentimientos perduran y tu eres su asistente, deberías saberlo mejor que nadie. Ella no te verá con otros ojos, Adrien.
Aunque las palabras de Rose tenían mucho sentido, no tenía idea de que los sentimientos entre ambos eran mutuos y que llevaban una relación a escondidas de todos. Sólo le quedaba sonreírle por su preocupación por él.
—No quiero que salgas lastimado.
—Escucha, Rose. —tomó la mano de su amiga con las dos de él y la vio con ternura. —quiero que como mi amiga respetes lo que siento y mi decisión, aunque sea difícil. Yo estaré bien, mientras todo siga como hasta ahora.
—Pero...
—Y por favor guarda el secreto. —se refirió a sus sentimientos por su jefa. —dejemos esta conversación zanjada. Me iré a casa, tengo cosas que hacer y realmente estoy cansado.
—Y-yo... Está bien.
§§§
Sus pies pesaban un poco y no es porque estuviera bebido, ya que no bebió más de una copa, simplemente se sentía muy cansado. Abrió la puerta principal y colgó las llaves donde correspondía, Tikki y Plagg lo vieron desde la sala y caminaron en su encuentro, Adrien acarició sus cabezas y subió directo hacia el segundo piso.
Soltó el aire, peinó su cabello y entró en la habitación de su hermano, estaba dormido y junto a él Marinette también. No pudo evitar enterneser por la escena, se sentía cálido y completamente con ganas de amar como nunca antes, pensar que hace casi un año vagaba en un parque sin saber qué hacer para que todo mejorara, rezando a lo que sea que estuviera en el cielo para que tuviera una oportunidad y ahora tenía un lugar donde llegar, y alguien en quien confiar sus penurias.
Movió sus pies hacia la cama y se inclinó dejando un beso en la cabeza de su hermano menor, acarició su cabello y a pesar de que se removió sabía que no despertaría. Se dispuso a rodear la cama y volvió a sonreír cuando vislumbró el rostro dormido de su novia, la tomó entre sus brazos y la llevó con cuidado hacia su habitación.
—Llegaste... —murmuró con una sonrisa dormida cuando la dejó sobre el lecho.
—Sí, pero creo que demoré más de lo que quería. —Adrien acarició su mejilla y besó su nariz haciendo arrugarla. —vuelve a dormir.
—Dijiste que harías algo cuando volvieras. —Marinette se despertó un poco más y giró quedando sobre él rápidamente. Sostuvo su rostro entre sus manos y lo vio por una eternidad. —¿ya lo olvidaste? —los dos rieron por lo bajo, mas él tomó su cintura abrazándola con fuerza. —¿pasó algo?
—Hablé con Rose... Y aunque dejé las cosas más claras, ella quiere hacerme cambiar de parecer. —Marinette al oírlo se hizo a un lado y lo miró desconcertada. —no le dije que nosotros...
—¿Dices que ella va a estar constantemente llamando tu atención?
—Se podría decir que sí, aunque sabe que tú eres quien me gusta. Supongo que se dio cuenta de alguna manera, quizás soy muy obvio.
—Ya veo...
—No te preocupes. El tiempo hará que se dé cuenta que yo no puedo corresponderle de la misma forma.
Marinette miró el techo por varios segundos y sin poder evitarlo sus ojos se cristalizaron un poco. Adrien al percatarse se asustó y rápidamente hizo que su rostro se girara en su dirección.
—Hey, ¿qué sucede? ¿Te sientes mal? —ella negó y se abrazó a su torso con fuerza.
—Disculpa, es sólo que... Recordé algunas cosas dolorosas. No puedo evitar sentirme incómoda con la situación, no es que desconfíe de ti ni nada por el estilo, simplemente...
—Lo sé... —Adrien acarició su espalda y respiró profundo su esencia. —lo entiendo. Si hay algo que te aqueja por favor dímelo, podemos resolverlo juntos. No quiero que esto se vuelva algo que te tenga intranquila, suficiente tenemos con el trabajo.
§§§
—Es... Es una completa locura.
Sus respiraciones agitadas comenzaban a mezclarse, casi tanto como sus bocas, sus manos se aferraban entre si con fuerza, era imposible evitar la cercanía cuando se deseaban de una manera necesitada en todos los sentidos.
—No sé qué hiciste conmigo, Adrien. —Marinette tiró de su corbata lo suficiente para hacer que se inclinara un poco y besó su cuello subiendo hasta su oreja. —hacer esto en la oficina... Nunca lo hubiera imaginado.
—¿Me estás culpando? —Adrien la hizo girar, acorralandola contra la puerta de la oficina, casi susurrando sus palabras para no ser oídos. —Tú eres quien me tienta cada vez que me mira, cada vez que me habla... Estás provocandome y lo sabes. No soy de piedra cuando de ti se trata, mi Marinette.
—Creí que podría ser profesional, pero si me sigues mirando de esa manera... terminaremos haciendo una locura.
—¿Le gusta hacer locuras, señorita Marinette? —sonrió tentando sus labios.
—Me fascinan si son contigo. —Marinette dejó escapar el aire cuando sintió la mano de su asistente acariciar su mulso, levantando un poco su falda, logrando agarrarla con más fuerza y anhelo. —Adrien... Pa... paremos...
Aunque Adrien escuchó sus palabras, sólo pudo concentrarse en como su cuerpo estaba ardiendo bajo sus manos, en el tono dulce y deseoso de su voz, en sus azulados ojos pidiendo por más caricias y más cercanía entre ambos.
—¿Realmente quieres que nos detengamos? —la mano que sujetaba su cintura subió hasta los botones de su blusa, desprendió el primer botón, logrando que el cuerpo de Marinette diera un pequeño espasmo por el sonido, ya que eran a presión. Adrien no pudo evitar morderse los labios al ver su busto un poco descubierto. —¿o sólo lanzas las primeras palabras racionales que te vienen a la mente? Dime una cosa, Marinette... —volvió a rozar sus labios, y jugó con el siguiente botón en sus dedos, acariciando con sus yemas su piel expuesta. —¿hay algo que quieras que hagamos en... nuestra oficina?
Marinette nunca pudo imaginar que aquel torpe hombre con quien chocó la primera vez que se vieron, y que sin saber que ella podría ser su jefa le invitó a tomar un café; pues esa misma persona, ahora mismo la tenía con los pies fuera de la tierra y el libido más allá del límite.
—S-si... —susurró con sus mejillas rojas por el calor.
—Sólo eso quería saber. No necesito que me digas lo que quieres, porque sé exactamente lo que te gusta y mucho más. Lo único que lamento es que tendremos que guardar silencio o las cosas se complicarán para ambos.
Las cosas hubieran seguido de no ser por el teléfono fijo en el escritorio de Adrien que comenzó a sonar, ambos se alarmaron y se vieron a los ojos luego de echar un vistazo al aparato.
—El trabajo llama. —habló Marinette acomodando su ropa y dejando un beso suave en los labios de su novio.
—El trabajo llama... —repitió Adrien acariciando su mentón, sin evitar sonreír por el simple hecho de tenerla enfrente. —pero no olvides que esto sólo queda pausado.
—Por supuesto, mi príncipe. —rieron y avanzaron abrazados hasta el teléfono, Adrien contestó, apoyando su boca en la frente de Marinette.
—Entiendo, Rose. No te preocupes, le informaré a la señorita Marinette. ¿Algo más? —hubo silencio por un largo rato y el rubio aclaró su garganta. —no creo que pueda, lo siento. Puede ser otro día, es que tenemos mucho trabajo. Adiós, nos vemos. —colgó la llamada y suspiró. Marinette miró su mentón hacia arriba esperando que dijera algo más. —Luka necesita que vayamos a la obra personalmente, supongo que ya es tiempo de ir a terreno.
—Quiere que supervise o quizás tuvo algún inconveniente con los trabajores nuevos. Será bueno darnos una vuelta por ahí.
—Si... Como su asistente iré con usted.
—¿Tan rápido he vuelto a ser tu jefa? —Adrien rio y la abrazó con más fuerza.
—Mi señorita Marinette, por favor no se burle de mi.
—Me sorprende tu nivel de profesionalismo. Casi hay un caos entre estas paredes y estás tan quieto que pareciera que jamás ocurrió.
—Tú estás más cerca de mi pecho que yo, quizás ahí encuentres la respuesta a tu interrogante, porque lo único que siento ahora es que me dará un infarto. —Marinette mordió su labio inferior y escuchó más detenidamente su corazón, de podría decir que estaba casi tan alocado como el de ella.
—Te quiero...
—Y yo a ti, muchísimo.
"Los pensamientos pesimistas sólo condicionan a tu cerebro para que desconfíe y cree miles de razones imaginarias de porqué todo saldrá mal, cuando en realidad las posibilidades en la vida siempre son cincuenta y cincuenta, el como enfrentas esa interrogante depende de sí seguirás viendo todo de manera fatalista. La fortaleza se encuentra en todo lo bueno que sacamos de las cosas malas. "
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