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Capítulo 38

—De verdad muchas gracias por cuidarlo.

—No se preocupen, trabajo es trabajo. —respondió Alya sujetando a un dormido Félix en sus brazos. —que les vaya bien.

—Trataremos de llegar temprano. —agregó Marinette, dejando una caricia en la cabeza del infante. —si algo pasa estaremos atentos al teléfono, ¿si?

—Tranquila, Marinette. —la morena sonrió con gracia. —Ya hasta hablas como una madre. —la de ojos azules se sonrojó un poco y miró a Adrien sobre su hombro a sus espaldas.

—Es que la otra noche estuvo con dolor de estómago y puede que aún siga delicado.

—Llámame cualquier cosa, Aly. —el rubio la miró directamente y sólo se respondieron con asentimiento.

Adrien puso una mano en el hombro de Marinette y volvieron a despedirse, pero esta vez en silencio. Caminaron hacia el auto de la chica y se detuvieron frente a una de sus puertas.

—No quiero dejarlo solo. —habló ella y Adrien tomó sus manos para llevarla a sus labios.

—Yo tampoco, pero como dijo Alya; trabajo es trabajo. Debemos asistir a esta fiesta, los italianos te invitaron personalmente. Además, Félix se sentía mucho mejor hoy. Fue a la escuela bien y comió todo.

—Cierto. —Marinette asintió y soltó un largo suspiro. —Está vez Fu se lució. —habló acomodando el cuello de su camisa y luego su corbata. —si sigues yendo de seguro te contrata de modelo. —Adrien rió por su comentario y la observó embelesado; se veía preciosa a sus ojos, casi tanto como la primera vez que la vio.

—Tendría que declinar su oferta, ya que mi puesto de asistente ocupa todo mi tiempo.

—Bien, vamos. —Adrien la detuvo de sus codos con delicadeza, se acercó a su rostro callado y con la respiración pesada. —¿Qué ocurre?

—Te ves muy linda, siempre te ves linda pero hoy... Estás hermosa.

—No exageres...

—No lo hago. —ella calló y tragó grueso. Algo había en los ojos de Adrien que la dejaron muda por completo. —Te veo y me cuestiono como alguien tan increíble como tú está conmigo. De verdad me siento tan afortunado de haberte conocido, Marinette. Quiero repetirte a diario que me encantas en todos los sentidos, quiero que nunca olvides lo maravillosa que eres, lo inteligente y grandiosa que eres. —Adrien acarició sus mejillas y no pudo quitar sus ojos de aquellos brillantes azules que no le perdían detalle. —quiero protegerte, quiero cuidarte, quiero...

—Adrien... Estás...

—Te hice llorar hace unos días y me he sentido tan mal por eso. Me desgarra el corazón haberte lastimado así, de verdad no sé cómo explicar cuánto me dolió verte mal por mi culpa. He estado guardando estas palabras por días, porque no sabía cómo disculparme contigo.

—No tienes que hacerlo.

—Claro que sí. No quiero arruinarlo, te lo he dicho... Yo nunca había tenido una relación seria, eres la primera persona con quien siento esta ilusión y deseo de algo más. Mi vida se resumió en estudiar  y cuidar de mamá, luego seguir trabajando y cuidar de Félix. Pero contigo siento que puedo hacer eso y mucho más.

—Yo también lo siento así... Contigo todo es tan distinto. Me haces feliz... —Adrien sonrió a escasos centímetros de sus labios, saber que la hacía feliz lo llenaba de dicha. —muy feliz.

°°°

Llegaron a la dirección correspondiente de la invitación, como era evidente el lugar estaba repleto de gente elegante y de diversas nacionalidades.

Marinette sujetaba el brazo de Adrien mientras se desplazaban al interior de la casona. Algunos con ojos más críticos los veían asombrados y con veneno, más por ella que nada, ya que no parecían estar al tanto de que Marinette ya no estaba comprometida con Nathaniel Kurtzberg y les resultaba descarado que llegara con otra persona desconocida, a Marinette no podía importarle menos a decir verdad, pero Adrien sentía presión en su nuca por todas las miradas.

—¿Segura que está bien entrar así? —susurró sólo para que ella lo oyera y Marinette lo miró descaradamente con una sonrisa.

—Eres mi asistente personal, mi mano derecha y algo más que a esta gente lo le incumbe. No me interesa guardar apariencias, ni que fuera de la realeza. Así que puedes estar tranquilo y cuidarme como el buen asistente que eres. —apretó más su brazo, apegandolo a su busto, logrando que él se tensara con su arrebato. Cuando de molestarlo se trataba, Marinette podía ser muy osada.

—Está siendo cruel conmigo. —los dos rieron por lo bajo. —no es justo de su parte.

—Me gusta cuando te pones así de tímido.

—Yo no soy tímido. —refutó haciendo una cara de confusión.

—Lo eres.

—Si lo fuera no estaría coqueteando contigo ahora. —Adrien se acercó a su oído y pasó su lengua disimuladamente por el borde, casi al mismo tiempo que deshacía el agarre de su brazo y deslizaba su mano derecha por detrás de su cintura hasta empujarla por completo a su cuerpo. Sus caderas chocaron la una con la otra de costado, haciendo que ella se sonrojara cuando sintió el frío que quedó en su oreja por la saliva y su cálido aliento chocar cerca de su cuello. —También puedo jugar con fuego porque estoy dispuesto a quemarme si es contigo.

Marinette exhaló el aire que contenía, tragando lentamente la saliva en su garganta, dejó que los dedos de Adrien acariciaran su cintura, incluso se permitió cerrar dos segundos sus ojos, tiempo suficiente para pensar en cosas demasiado indebidas para el lugar donde se encontraban. Le gustaba sentir aquel deseo de su parte, le gustaba sentirse deseada y que el juego que compartían volviera su relación aún más íntima, más única para los dos. Adrien no se quedaba atrás con sus provocaciones, y es que era casi una adicción imaginar como reaccionaría, que haría o que diría en cada ocasión.

—Aún así, tu torpeza es dulce. —debatió, logrando que las mejillas de él también se tornaran ligeramente rojas.

—N-no es cierto. —Marinette sonrió, tomando todo el aire posible para calmar su desenfrenado corazón. —quizás s-solo un poco, pero es que...

—Marinette, Adrien. —Luka interrumpió aquel momento y rápidamente tomaron más distancia entre sí. —gracias al cielo que llegaron, estaba muy aburrido aquí. —el azabache calló un instante y los observó. —¿ocurre algo?

—Claro que no, sólo hablábamos sobre el ambiente. —respondió ella yendo en su dirección para darle un pequeño abrazo. —pero dime, ¿por qué tan aburrido?

—¿Bromeas? Son mejores mis fiestas. Sólo asistí para no dejar a Chloe sola. —Marinette se tensó un instante y Luka lo notó enseguida. —Disculpa... Yo...

—¿Cómo está ella? —sonrió. A pesar de todo Chloe seguía siendo una muy preciada amiga, y el tiempo que llevaban distanciadas ya había pasado la cuenta a su parecer.

—Algo estresada, tampoco quería venir. Sabes que está casi que obligada, a pesar de que me diga lo contrario ella seguirá complaciendo a sus padres.

—Ya veo.

—Adrien. —Luka le extendió la mano y lo jaló para darle un medio abrazo en confianza. —te ves bien todo elegante.

—No podía desentonar. —respondió algo cohibido, aún se sentía algo avergonzado con Luka. —La señorita Marinette insistió en ir por un traje.

—¿Señorita Marinette? —cuestionó en medio de una risa. —ya veo... ¿Guardan apariencias? —Adrien formó una línea con sus labios e intentó mirar hacia otro lado.

—Luka, no molestes. —el azabache alzó sus manos con gracia.

—No dije nada, mientras no me llame a mi 'señor' todo bien. —los tres rieron al mismo tiempo. —en fin; Fiore estaba preguntando por ti, Marinette. Quizás sea bueno que hables con ellos un rato.

—Trabajo es trabajo. —respondió a lo que su amigo se encogió de hombros. —busquemos al señor Fiore.

—Bueno, si nos permites escoltarte. —Luka le ofreció su brazo y Adrien hizo lo mismo del lado contrario, a lo que Marinette aceptó gustosa y llena de envidiosas miradas.

—Me siento como chica de secundaria. —comentó con una carcajada.

No tardaron mucho en encontrar a los italianos, ya que eran el centro de atención y anfitriones en esa velada. Los tres se cubrieron por una capa de profesionalismo y dejaron de lado los juegos que habían logrado alcanzar en confianza.

—Señorita Dupain, es agradable verla nuevamente.

—Lo mismo digo señor Fiore.

—Desde nuestro último encuentro pensé que no querría asistir.

—Claro que no, sé separar muy bien los negocios de las relaciones sociales. Pero debe admitir que todo marcha muy bien con la propuesta y solución que terminó por darle mi asistente personal; Adrien. —lo señaló educadamente con la palma de su mano para otorgarle más presencia.

—Un visionario sin duda. Tiene gente competente bajo sus brazos. —agregó moviendo con agilidad la copa de champagne en su mano izquierda para luego extender su mano derecha hacia el rubio. —siento mi imprudencia en aquella junta, pero todos tenemos días malos. Los italianos guardamos la compostura la mayoría de las veces y estúpidamente creí que podría ganarle a la señorita Dupain, ¡que ingenuo! ¿No cree?

—Mi jefa es muy perspicaz cuando su trabajo se ve en juego. —estrechó su mano con un leve apretón.

—Lo sé, Gabriel Agreste me lo ha hecho saber después de discutir algunos asuntos en común. —Adrien se tensó de pies a cabeza al oír aquel hombre ser nombrado, si bien habían hablado las cosas con Marinette seguía teniendo esa sensación de incomodidad con el banquero. —espero contar con ustedes en próximos proyectos. Sólo me queda decirles que disfruten la fiesta.

Marinette buscó a Luka con la mirada pero no estaba, de seguro vio a Chloe y se dirigió hacia ella sin pensarlo dos veces. Se despidieron de Fiore y casi dos minutos después los azules de ella hicieron contacto con los ojos grises de un amigo muy querido a estas alturas.

—Señorita Dupain. —dijo el hombre por lo alto y rápidamente se acercó para saludarla, mas aparte de verla no pudo evitar que sus ojos quedaran en el joven a sus espaldas, aquel que lo llenaba de emoción con sólo saber que respiraba, aquel que compartía su sangre y aún cobardemente no era capaz de hacerle frente. —y Adrien...

Se detuvo a unos pasos de distancia, había perdido la compostura, Gabriel Agreste había perdido aquella imagen de magnate multimillonario. Quería abrazarlo, quería preguntarle tantas cosas, pero no podía.

Marinette pudo darse cuenta del estado en el que se encontraba el mayor, así que intentó hacer que aterrizara.

—Que gusto verlo aquí. —comentó tomando sus brazos y dándole un apretón lo suficientemente fuerte para que despertara. —pensé que estaría de vuelta en Suiza.

—E-es que... —aclaró su garganta y volvió la seriedad en sus facciones, una que a pesar de ser muy presente era mezclada con la ternura y felicidad de encontrarse con su hijo. —Recibí la invitación de último momento y como me comentaron que vendrías, no pude negarme. —tomó sus manos con gentileza y las palmeó tres veces. —Es bueno verte, Adrien. —agregó observándolo detenidamente.

<<Quisiera decir lo mismo, pero me resulta difícil. >>

—No podía dejar sola a la señorita Marinette. —Respondió serio, extendiendo su mano con la intención de romper aquel contacto entre ellos.

Gabriel no dudó en estrechar su mano con entusiasmo, sin perderle detalle a sus verdes ojos, casi tan intensos como los que alguna vez fueron de su amada Emilie. Adrien era muy parecido a ella, incluso hacía gestos muy parecidos. Verlo no sólo lo emocionaba, también le generaba una enorme tristeza y vacío, le hubiera encantando haberlo cargado cuando era un bebé, añoraba haber oído sus primeras palabras y ver sus primeros pasos; sabía que nunca podría recuperar esos momentos y no quería odiar a su propio padre por arrebatarle la felicidad, pero... Había rencor en su corazón, lamentablemente.

—Gabriel, ¿estás bien? —La voz de Marinette llamó su atención y se centró en sus azules.

—¿Cómo? —Parpadeó varias veces.

—Llevas como cinco minutos sin soltar la mano de Adrien. —susurró entre dientes y soltó con rapidez su mano.

—Disculpa, Adrien. Me perdí un momento en mis pensamientos.

—No hay problema.

°°°

—Es bueno contar con tu presencia Edel. Hace mucho que no hablábamos como ahora, aunque puedo decirte que tu hermano menor igual tiene un don para los negocios. Nos atendió de maravilla en las últimas reuniones.

—Nathaniel es muy profesional cuando se requiere. Espero que podamos llevarnos tan bien como con mi hermano, ya que tuvo que ir a Alemania para resolver asuntos familiares, me haré cargo de la empresa mientras tanto.

—Claro que sí, espero vuelva pronto. —chocaron copas y bebieron al mismo tiempo. —Señorita Dupain, ¿nos acompaña con un brindis?

Estaban reunidos hace bastante tiempo, el suficiente como para que Marinette ya quisiera irse del lugar. No es que le molestara compartir ni socializar, pero estaba preocupada por la hora... Félix de seguro ya estaba dormido y llevarlo a casa a ventearse no era de su agrado.

—Creo que deben disculparla. —Habló Gabriel antes de que Adrien pudiera negarse en su nombre. —La señorita Dupain no suele beber.

Adrien sintió un ligero pic en su frente, ya no era un secreto que Marinette no tenía para nada aguante con el alcohol, pero el sólo hecho de que aquel sujeto hablara por ella como si se conocieran de toda la vida, le molestaba. Podía sentir que la apreciaba demasiado con su mirada, con sus gestos y sonrisas; no le gustaba y no por celos, por el simple hecho de que ella pudiera salir lastimada o decepcionada de aquella amistad.

Había visto muchas lágrimas de Marinette, por tristeza, frustración e incluso despecho; así que no quería siquiera que volviera a derramar lágrimas de decepción nuevamente. Nathaniel Kurtzberg le hizo el suficiente daño a sus ojos y no pudo hacer nada para intervenir en su momento, sólo cuando la verdad ya había salido a la luz y ella estaba herida.

<<Es demasiado buena para notar sus intenciones. >>

—Entonces que Adrien brinde por ella. —agregó Fiore.

—Lo siento, es que soy su chófer esta noche. No puedo beber.

—Aguafiestas. —respondió para luego soltar una carcajada, el italiano ya estaba pasado de copas.

Edel por otro lado veía con ojos crítico al banquero y su ex cuñada. En su mente ya se había hecho escenarios demasiado fantasiosos, pero que podía no escaparse de la realidad. Nathaniel en algún momento dentro de la última crisis que tuvo y donde estuvo presente, mencionó que Marinette estaba con alguien más y que ya no lo amaba, no le habló el porqué de su separación, pero para que él estuviera tan dolido, debía ser por un tercero, ¿o no?

Marinette se veía demasiado tranquila con su rompimiento con Nathaniel, era extraño... Llevaban dos años como pareja y ya se conocían desde antes en la universidad, entonces... ¿Cómo era posible que fuera tan indiferente con las suplicas de su hermano para que no lo abandonara?

Insólito.

La llegada de un hombre más maduro, multimillonario y carismático, como lo era Gabriel Agreste, quizás es la respuesta más a la mano que tenía Edel para no darle tantas vueltas. Aceptaba que Nathaniel probablemente también tenía culpa, pero si sufría tanto... Quizás no era del todo su culpa.

Marinette y Gabriel tenían una complicidad extraña a los ojos de cualquiera, eso nadie podía negarlo y estaba en la boca de todo aquel que supiera de su rompimiento con Nathaniel, incluso en la empresa las secretarías chismeaban el asunto.

¡Pero más alejado de la realidad no podía estar Edel!

Si Edel girara un poco su cabeza y viera aquel joven de ojos verdes, se daría cuenta enseguida de que Marinette no le perdía detalle en toda la noche. Si no estuviera tan cegado por el poder que tenía Gabriel Agreste, podría percatarse del brillo que Marinette mostraba cuando Adrien abría la boca sólo para saludar con cortesía.

—Señor Agreste. —por inercia Adrien también miró en dirección a Edel, pero rápidamente corrigió su pensamiento de que le hablaran a él. —¿no ha pensado en casarse? —preguntó en busca de respuestas más complejas que la misma pregunta.

—La verdad es que no... Por ahora... —pensó un momento su respuesta, dejando a todos expectantes. —se podría decir que estoy casado con la vida misma y que tengo otras prioridades.

—¿Como qué? —preguntó nuevamente el pelirrojo. Gabriel ya sabía por dónde iban sus preguntas, y jugaría un poco con el muchacho.

—Mis negocios. Quizás alguna que otra conquista por ahí. —respondió con seriedad y cuando vio los turquesas de Edel abrirse supo que había dado en el clavo, así que le quitó la ilusión con una carcajada. —es broma. Sólo quiero vivir una vida plena y quizás pedir perdón por faltas pasadas. —sin poder evitarlo miró a Marinette porque era la única que podía entender a qué se refería.

—Si me disculpan, tomaré un poco de aire. —comunicó Adrien con un leve asentimiento antes de salir a pasos acelerados.

—Iré al tocador un momento. —agregó Marinette como excusa para ir tras él. Sabía lo que pasaba por su cabeza, sabía que quería ordenar sus pensamientos y muy en el fondo de su corazón no quería dejarlo solo para que siguiera pensando cosas que no eran.

Adrien respiró profundo, apoyó sus manos en el borde del balcón y frustrado cerró sus ojos con fuerza.

—Adrien... —su voz lo hizo voltearse. —¿estás bien?

—Sólo necesitaba algo de aire. La verdad ya quiero ir a casa.

—¿Vamos? —ella extendió su mano y le sonrió. —yo también quiero salir de aquí.

—¿De verdad aún crees que él no está interesado de otra forma? —Marinette dio dos pasos y acabó por tomar sus manos sin dejar de ver sus ojos. —nos pueden ver... No deberíamos...

—Estoy segura que no es así. Confía en mí.

—Lo dices tan creíble que hasta dudo de lo que veo.

—Adrien... Estás celoso. —afirmó llevando una de sus delgadas manos a su mejilla. Él cerró sus ojos sintiendo la calidez de su tacto plenamente.

—No lo estoy. ¿Sabes porqué? Porque con quien vas a casa es conmigo y no con él. Porque ahora mismo viniste por mí y estás tomando mi mano, sin importar que puedan vernos. Porque sólo yo puedo acercarme a tus labios sin que te apartes... —extinguió más la distancia. —porque sólo yo escucho tu voz suplicando por más...

—A-Adrien... No digas esas cosas, y-yo...

—No estoy celoso, estoy preocupado. —no terminó de unir sus labios, aunque lo deseara era demasiado arriesgado; pero si dejó un rápido beso en su frente. —Vamos a casa. Aún debemos ir por Félix.

"La idea de algo puede no ser necesariamente lo que es en realidad. Al fin y al cabo sólo es una idea."

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