Capítulo 37
Era de noche, los empleados habían comenzado a ordenar sus cosas para terminar la jornada laboral de ese día. Marinette veía los últimos detalles de un informe, mientras Adrien ojeaba los documentos sobre el proyecto con los italianos.
—¿Quieres que cocine algo o prefieres pedir a domicilio? —Marinette bajó los papeles al oír su pregunta y mostró una expresión de culpa. —¿qué sucede?
—Adrien, lo siento... ¿No te dije? Tengo una cena con el señor Agreste hoy.
—Oh... No lo sabía. Digo, debería saberlo, soy tu asistente pero... ¿Por alguna razón no lo sé? —preguntó más para si mismo que para ella. —no está en tu agenda.
—Es que me llamó personalmente y lo acordamos. Debí olvidarme de mencionarlo, como hemos estado tan ocupados... —Adrien asintió cerrando las carpetas en silencio.
—Creo que sería la cuarta reunión que tienen en la semana. El señor Agreste debe tener muchas dudas sobre su negocio.
Marinette lo miró preocupada por cómo se oía su voz apagada, más aún al darse cuenta que no la veía a los ojos, sólo seguía con lo suyo en su escritorio, provocando un sofoco inexplicable en su pecho.
—Volveré temprano, no creo que nos tome mucho tiempo. —se excusó rápidamente, pero sabía que posiblemente demoraría más de lo que quisiera.
No es que sus encuentros con Gabriel Agreste fueran netamente por negocios, a estas alturas era bastante obvio que el hombre buscaba saber lo más mínimo de quien era su hijo, y la forma de hacerlo era por medio de quien era su jefa. Pedirle consejo de como acercarse a Adrien sin lastimarlo fue lo que orilló a Marinette en aceptar ser parte de eso, aunque sintiera una enorme culpa por ocultarle ese secreto, ella no tenía derecho a interponerse en los deseos de Gabriel, más aún cuando prácticamente le había suplicado guardar silencio hasta que estuviera listo para revelarse con su hijo.
—¿Adrien? —él levantó la cabeza y sonrió lo más sincero posible.
—Entiendo. Ya terminé, ¿quiere que la lleve y luego la pase a recoger? —preguntó de manera formal, haciendo que Marinette arrugara los papeles en sus manos. —o si prefiere...
—Adrien, ¿qué se supone que haces?
—¿Yo? Sólo pregunto para su comodidad. —se giró en la silla dándole la espalda y acabó por botar basura en el cesto bajo el escritorio. —si no me necesita más puedo retirarme mientras tanto.
—Adrien...
El rubio se levantó de su sitio, puso el saco de su traje adecuadamente y terminó por enfundarse su característico bolso cruzado.
—Hablemos, ahora. —detuvo sus pies justo antes de abrir la puerta al percatarse que Marinette sujetaba la manga de su saco. Se volteó y la vio roja, quizás porque su actitud logró molestarla lo suficiente como para adquirir ese color, y era consciente que no estaba siendo racional, pero huir de ahí para ordenar sus pensamientos era en lo único que se había centrado su mente. —por favor, no te vayas así.
Su voz tembló y lo hizo estremecer, sobretodo cuando sus azules estaban cristalinos de la nada. Adrien soltó todo el aire que contenía, sólo pudo asentir manteniendo la distancia entre los dos.
—Yo soy tu asistente, se supone que soy tu asistente y no sabía que tenías esa reunión. Ni siquiera fui informado por la secretaria del señor Agreste o por él mismo.
—¿Estás así por esto? Adrien, sólo es una reunión que olvidé mencionar...
—Debo saber lo que haces, es mi trabajo saberlo. Si alguien necesita de ti de urgencia, debo saber qué responder.
—Disculpame, de verdad no tienes que ser tan serio con eso, sólo fue una vez... —ella tomó sus manos y miró su corbata intentando pensar con claridad la extraña atmósfera que se había formado entre ambos. —sé que eres responsable con tu trabajo, sé que eres muy profesional y que...
—Estoy celoso.
Marinette quedó en completo silencio, ¿escuchó bien? ¿Acaso imaginó semejantes palabras de la boca de ese dulce hombre? Nunca pensó oír o siquiera imaginarse que Adrien en algún momento diría eso, ¿pero de qué? ¿Hizo algo inadecuado? ¿Acaso se pasó de confianza con Luka y él los vio?
—¿C-cómo dices?
—Escucha... El señor Agreste te ofreció una muy buena oferta laboral, y no quiero interferir en eso en ningún aspecto. También soy muy consciente de todas tu habilidades, pero algo no me tiene tranquilo desde que él apareció en tu casa esa noche. Estas salidas continuas, y ahora que se contactó directamente contigo y no conmigo que soy tu asistente. No desconfío de ti, Marinette... Desconfío de las intenciones que tenga él contigo. Lo respeto completamente en lo que a negocios se refiere, pero está yéndose por otro lado contigo y no quiero que te desilusiones, no quiero que muestre otra cara y que eso te lastime.
—¿Estabas pensando todo esto? —él desvió la mirada avergonzado y apretó sus manos. —Adrien, eres... Eres tan... —ella sonrió y apoyó su frente en su pecho, respirando profundo su esencia. —no te preocupes por esto. Te aseguro que el señor Agreste no tiene otras intenciones.
—He visto como te mira... Y cada vez que él se percata que lo descubro desvía la mirada nervioso.
—Él no me está viendo a mi. —murmuró. —Adrien, te prometo que no es lo que crees. Confía con mi, por favor.
—Confío en ti, ya lo dije...
—Entonces confía en mis palabras. El señor Agreste también hizo una oferta laboral para ti, ¿recuerdas?
—Eso ya lo sé, —Adrien la separó un momento para verla directamente. —pero a sus ojos sólo soy tu asistente. No sabe lo que tenemos, nadie sabe más que Luka.
—¿Quieres que lo hagamos público? ¿Eso te aflije? Podemos hacerlo.
—No, no es el momento para esto. El señor Kurtzberg se enteraría y eso sería otro problema, puede hasta dejar la rehabilitación, además no sabemos que haría su hermano mayor... Yo sólo... Olvidemos esto. Es mejor sólo olvidarlo. —tomaron una breve distancia nuevamente y Adrien afirmó el agarre de su bolso dándose la vuelta. —me iré primero. Cualquier cosa que necesite me avisa.
Él se fue dejándole un sabor amargo en la boca, no hubo el mínimo contacto de despedida y sabía que Adrien parecía querer tener espacio para pensar, aún así el miedo de que algo más catastrófico se presentara no la dejaba en paz. Si sólo le hubiera dado un abrazo o un pequeño beso en la frente como de costumbre, quizás no tendría ese dolor constante en el pecho.
°°°
—Me sorprende.
—¿Qué es exactamente lo que le soprende?
—Que Adrien y usted tengan el nivel de confianza como para que le diga que estoy interesado de otra forma. Se supone que es su jefa, ¿no?
—Adrien no es cualquier persona, es alguien muy educado y respetuoso. Él... Él es muy profesional y se preocupa por mí.
—Puedo darme cuenta. —Gabriel bebió un sorbo de vino vislumbrando como el rostro de Marinette se tornaba molesto con el tono irónico que usó. —¿sucede algo?
—Si, por supuesto que si. Usted me arrastró a ocultarle a mi asistente semejante verdad sobre algo personal, algo que seguramente le afecte demasiado y que es posible que no logre perdonarme... Además, se atreve a insinuar descaradamente cosas, ¡c-cosas sin sentido! —soltó completamente roja. —y ahora se ríe. ¡Que descaro!
—Marinette, es muy evidente.
—¿Qué es evidente?
—Usted quiere a mí hijo. No sé de qué manera exactamente, pero no cualquier jefe haría lo que usted por él... Sólo le pido otra vez que si está en sus manos hacer que Adrien sufra lo menos posible, por favor hágalo. Le estaré eternamente agradecido, incluso si quiere puedo pagar su sueldo por usted, tengo entendido que su contrato no es por la empresa.
—Gabriel, del sueldo de Adrien me encargo yo. Es mi asistente, no suyo. —dictó seria, casi demandante, logrando cierto grado de ternura en el hombre. —¿qué más le puedo decir?
—Hoy... Quiero saber qué hizo hoy fuera de todo lo que tenga que ver con trabajo.
<<Me arrastró al cuarto del conserje para besarme. >>
—Gabriel, ¿no ha pensado en que es mejor que usted mismo se lo pregunte? Me refiero a como su padre. Creo que debería prepararse para decirle, porque mientras más tiempo pasa... Se pierde momentos a su lado que no podrá recuperar jamás.
—Tiene razón, sé que tiene razón. Pero... Siendo completamente sincero tengo miedo. No quiero que me rechace, no quiero ver desprecio en sus ojos. Nunca en mi vida me he sentido de este modo, no sé si logre entenderme. Es frustrante. —Gabriel apretó sus puños sobre la mesa y miró en todo momento su plato. —Emilie, por favor dame la fuerza para hacer esto. —sintió calidez en sus manos y levantó la cabeza. Marinette le sonreía tan cálidamente que logró calmar su angustia.
—Discúlpeme, entiendo que es algo muy difícil.
—Lo es, pero agradezco tener su apoyo señorita Dupain. Pienso que Emilie la envió para que esto sea mucho más ameno y llevadero.
—Estaré aquí, no lo dude.
Es curioso cómo la relación entre ambos se volvió tan cercana, casi paternal, pero también como una amistad un tanto directa y es que Marinette no se iba por las ramas, y era genial que Gabriel tampoco.
—Querida cuñada. —habló una tercera voz haciendo que ambos voltearan a ver. —que curioso encontrarte aquí. —Edel saludó alzando una ceja cuando esos dos perdieron el contacto tan abruptamente. —¿y usted es? —el mayor se levantó de su sitio, tomándose todo el tiempo del mundo para acomodar su camisa elegantemente y extender la mano hacia el pelirrojo.
—Gabriel Agreste, es un gusto. —el de ojos turquesa se contuvo de abrir la boca; por supuesto que conocía a ese famoso banquero, era digno de su admiración, pero claramente no mostraría semejantes sentimentalismos; sobretodo cuando había una inusual atmósfera entre el hombre y su ex cuñada. —ese cabello y porte no podría confundirlo. Asumo que tengo ante mi el hijo mayor de los Kurtzberg.
—Veo que tiene buen ojo. —estrechó su mano, sintiendo una enorme energía recorrer todo su cuerpo.
—En los negocios es primordial muchacho. —su comentario casi logró ofenderlo, prácticamente lo trató como un niño inexperto y no lo era en ningún sentido a sus propios ojos. —me disculpará el atrevimiento, pero... ¿Por qué cuñada? —cuestionó curioso y Marinette abrió más sus ojos.
—Oh, es la costumbre. Marinette estaba comprometida con mi hermano menor.
—Tengo el conocimiento de eso. Nathaniel fue muy profesional cuando hablamos de negocios, pero creo que la señorita Dupain no se siente muy a gusto con que use ese apelativo, no cuando claramente su compromiso ya no está vigente.
—Gabriel... N-no es necesar...
—¿Gabriel? —cuestionó Edel por lo bajo, casi en un susurro. Así que tienen ese nivel de confianza, que interesante. —Entiendo, aunque de todos modos nunca ha sido mi intención incomodar a mi cuñ... Digo, a Marinette.
—Eso lo doy por hecho. En fin, ¿quiere acompañarnos? Aunque la verdad ya nos íbamos, lamentablemente.
—Oh, no se preocupe señor Agreste. Yo tengo asuntos que atender también.
°°°
Marinette entró a su casa completamente agotada, sabía que probablemente el hermano de Nathaniel se harías ideas locas con respecto a Gabriel, y no es que en realidad eso le afectara, pero no quería más problemas innecesarios, suficiente tenía con el trabajo y con guardarle ese secreto a su novio.
Tikki y Plagg aparecieron maullando en sus pies, los acarició y fue directo a la cocina para servirles algo de comer. Cuando se giró vio a Adrien dormido en el sofá con la mitad del cuerpo cubierto por una delgada manta de polar; lo miró enternecida y se acercó tomando asiento a su lado.
—No tenías que esperarme... —murmuró despejando los cabellos rubios de su frente. —tonto...
—Marinette... Llegaste. —Adrien entreabrió sus ojos y tomó su celular viendo la hora algo confundido. —es tarde.
—Si, lo siento. Me tomó más tiempo del que creí... —Adrien se levantó pasando su mano por el rostro para despertar del todo. —y nos encontramos con Edel, así que...
—Entiendo, subiré... Buenas noches.
—¿Dónde está Félix? —preguntó antes de que él avanzara más pasos.
—Quiso quedarse con Alya hoy, mañana iré por él.
—Entonces, hablemos. —Marinette también se levantó y miró su espalda con el ceño fruncido. —no lo entiendo... Yo te expliqué, pero aún así... Aún estás así y siento este dolor en el pecho que no me deja desde la oficina. No entiendo qué pasa, es que... ¿Te arrepientes de esto? ¿De nosotros? ¿Y-ya n-no... Me quieres? —ella contuvo el llanto lo más que podía, incluso cubrió su boca para que no la oyera.
—Estoy siendo un tonto. —él sostuvo sus brazos y miró sus ojos con tristeza. —te estoy lastimando por estos absurdos pensamientos. Lo siento... Por favor no llores, n-no me gusta verte llorar. — quitó la mano que cubría su boca y limpió sus mejillas casi como si fuera porcelana. —no es tu culpa. Y te quiero... Te quiero muchísimo, cada día te quiero más y me asusta incluso.
—Es probable que las cosas se compliquen, es posible que en algún momento te decepcione...
—Marinette...
—Escúchame. A pesar de todo lo que venga, recuerda que te quiero, que me encanta estar contigo, que adoro a Félix con todo mi corazón. Ustedes son lo más importante para mi de ahora de adelante. ¿Entiendes? Dime que realmente lo entiendes, porque yo... Los veo como mi familia. Es tan apresurado pensar ahora en un futuro eterno contigo, pero lo he hecho. Ni con Nath pensé tan en serio como contigo. ¿Estaré loca? Quizás perdí por completo la cabeza, no lo sé. Lo que sí sé es que me duele tanto esta pequeña distancia que se hizo hoy entre los dos, y eso sólo confirma que eres importante... Que eres especial para mi, Adrien.
—Marinette... —él la abrazó con fuerza y sostuvo su cabeza con ternura. —no me digas todas esas cosas, vas a matarme. —se aferró con más fuerza a su cuerpo y dejó que la calidez la envolviera por completo. —de verdad me siento tan afortunado de tenerte, no creo merecerte. Cuando te conocí todo mejoró notablemente, los malos ratos fueron más llevaderos si podía ver tu sonrisa cada día. No quiero ser el causante de tus lágrimas, tampoco de tus temores. Te amo, ¿lo sabes? Me contengo de decírtelo porque sé que no estás lista aún, pero es así... Te amo.
Las palabras se esfumaron, los sentimientos tomaron lugar sin necesidad de demanda; los besos no se hicieron de rogar, viajaron a lugares donde la mente es débil y se nubla. Las caricias se hacen eternas y necesitadas cuando de demostrar amor se trata, porque la calidez debe ser constante, porque el sólo hecho de sentir momentáneamente frío era un delito.
—¿Se siente bien? —ella asintió sonrojada, perdiendo el aliento contra su boca. —mi Marinette... —abrazó su cuello con más fuerza y Adrien aprovechó de delinear su columna con sus dedos. —eres... Eres impresionante y mi delirio por completo.
—Adrien... Quiero más... —él volvió a recostarla sobre la cama, abrió sus piernas con delicadeza besando sus rodillas pacientemente. —e-es una orden...
—¿Mi jefa me va a castigar? —preguntó con un falso puchero, sonriendo después al ver que no podía soportar sus provocaciones.
—T-te despediré...
—Si me despide no podré verla más, ¿quiere eso realmente? —ella negó repetidas veces y extendió sus brazos para que se acercara a besarla. —¿entonces?
—Quiero que me muestres todo lo que tienes para darme, —susurró en su oído, causándole un escalofrío. —príncipe.
—Y si mañana...
—Lo soportaré. Además, estarás ahí. Quiero agotarme lo suficiente como para amanecer contigo a mi lado.
—Ya lo dije... Vas a matarme. —se sonrieron al mismo tiempo sin dejar de repartirse besos por doquier.
"Pensemos un momento en algo que no nos atrevimos a hacer. ¿Estamos a tiempo de hacerlo y no arrepentirnos?
No digo que asaltes un banco, pero no te quedes con incertidumbre en tu corazón."
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro