Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 35

—Te lo puedo explicar. —soltó de una vez Marinette, mordiendo luego su labio inferior con algo de torpeza.

Tanto Adrien como ella habían bajado del auto; Luka estaba frente a ambos con los brazos cruzados y una ceja un poco enarcada, sus ojos podían mostrar claramente como analizaba la situación.

—¿Explicar? —cuestionó con un tono serio. La azabache desvió la mirada hacia el suelo unos segundos, no sabía que sentir exactamente en ese instante. —creo que hay cosas que hablan por si solas.

—Es que... —y Marinette volvió a perderse en buscar palabras.

Adrien se había mantenido callado todo ese pequeño lapso de tiempo, pero al ver lo afligida que se mostraba su novia, de manera innata tomó su mano, ella dirigió su mirada a la de él y este sólo le sonrió en breve.

—No tengo una intención más allá que hacer que Marinette sea feliz. Puede que no sea de tu agrado, o incluso puede cambiar por completo la imagen que tienes de mí, pero... Esto no es un juego para ambos.

—Ya, tranquilos. —Luka se soltó a reír por lo serios que se habían puesto. —no soy nadie para meterme en los asuntos personales de Marinette. Además, no tengo un pelo de tonto. —el ojiazul descruzó sus brazos y extendió su dedo índice hasta tocar la nariz de su amiga con ternura. —vi cierto beso en cierta cabaña hace algunos meses atrás. Así que esto no me sorprende mucho, sólo quería confirmarlo de una vez.

Las mejillas de Adrien se pusieron completamente rojas; Luka lo sabía desde siempre, ¡él los vio esa noche y no dijo nada! ¡Que vergüenza más grande! ¡Quizás qué pensaba de él! Un asistente que se aprovechaba de su jefa bebida y con el corazón roto, quien además era su mejor amiga.

—T-t-tu... Nos viste... —Marinette murmuró tan bajo, que apenas y pudo oírse. —¡Luka Couffaine! ¡Tú no dijiste nada! ¿Por qué?

—¿Qué? ¿Se supone que debía decirte que lo sabía? ¡Oh, vamos! Cuando hablamos en la oficina a penas y podías con la vergüenza, además dijiste que estabas bebida, ¿era correcto meterme en tus asuntos? Obvio que no, sino lo habrías mencionado. Sabía que no estabas lista para hablarlo.

—B-bueno... Puede que tengas razón.

—Sólo diré que a mi ojos son pésimos ocultandolo. —Luka volvió a reír.

Marinette sonrió y sintió un extraño sentimiento de alivio abarcarla. Soltó la mano de Adrien y lo abrazó desde su cintura, sin dejar de ver a su mejor amigo.

—Eso quiere decir que... ¿Tenemos tu apoyo?

Adrien tragó con dificultad; con las únicas personas que se mostraban realmente como una pareja eran Nino y Alya, que Luka los viera así de juntos le causaba un poco de vergüenza y temor, pero sentir la calidez de ella envolverlo fue suficiente para apaciguar sus pensamientos. Adrien la miró hacia abajo con ternura, casi podían verse brillitos salir de sus ojos, y Luka fue muy consciente de eso. Su amiga se veía feliz, como en mucho tiempo no lo había estado y le alegraba tanto que no lograba explicarlo.

—Tienen mi apoyo y discreción.

—¿Oíste, Adrien? —preguntó emocionada con un tono más agudo del normal, levantó un poco su cabeza para verlo y se encontró con sus verdes sin perderle detalle. —¿Tengo algo en la cara? —Adrien negó con la cabeza y besó su frente.

—Bueno, volveré al trabajo. Ustedes creo que tenían cosas que hacer. —La pareja volteó a verlo; Marinette se separó del rubio y abrazó a Luka con fuerza. —¿y eso?

—Gracias. —susurró sólo para que él la escuchara. —estoy muy feliz ahora y que lo sepas me deja más tranquila. —él le devolvió el abrazo y cerró sus ojos con fuerza. —pronto te contaré como fueron las cosas.

—Si cualquiera les hace algo, dímelo. Sé que Nathaniel pegará el grito en el cielo cuando se entere, así que quiero estar para ti... Para ambos. —tomaron más distancia.

—Lo haré. Lo siento, sé que por lo de Chloe nos distanciamos un poco, pero no tienes nada que ver.

—Tiempo al tiempo. En fin, nos vemos mañana.

Luka se despidió de ambos más tranquilo, ya había confirmado todas sus sospechas y no podía estar más satisfecho con sus hallazgos.

Marinette llevó ambas manos a su pecho y giró su cuerpo hacia Adrien nuevamente; todo estaba bien si no fuera porque la inseguridad la golpeó sin previo aviso, bajó un poco su mirada.

—¿Ocurre algo?

—¿No te molesta? —Adrien la miró confundido e iba acercarse, pero ella dio un paso hacia atrás. — que abrace a Luka... ¿No te molesta?

—¿Debería molestarme? Es tu mejor amigo, tienen años de amistad y un lazo muy fuerte. Es como el lazo que tengo con Nino y Alya, ¿no?

—Es que...

—Marinette, tú puedes abrazar a quien quieras y cuando lo desees. —volvió a acercarse y tocó sus antebrazos con la yema de sus dedos. —si estás conmigo, si decidiste estar conmigo, lo menos que debo hacer es darte la confianza y sentir la confianza de que me quieres. Marinette... Mi Marinette, —ella levantó la vista al oírlo. —te quiero y porque te quiero, deseo que no reprimas quien eres. —su corazón subió por su garganta, latía con fuerza y frenético, ¿cuántas veces podía llevarla al cielo sin dejarla caer en picada?

—Eres tan... Bonito. —concluyó con una sonrisa sincera y un poco dolorosa, porque se daba cuenta de las heridas que aún tenía, pero que Adrien le estaba ayudando a curar. —eres como un príncipe de cuento. —rió abrazando su cintura. —mi príncipe.

—No tengo nada de príncipe.

°°°

—¿Qué demonios pasó aquí?

Kagami miró todo el espacio aterrorizada, los muebles del departamento estaban tirados por todos lados, habían vasos quebrados al igual que cuadros y un Nathaniel con las rodillas al pecho, sentado en el suelo a un lado del sofá volcado; en su mano colgaba una botella de alcohol.

—Nathaniel. —volvió a hablar, acercándose con cautela, levantó uno de los sofás individuales y dejó su bolso. —oye...

—Vete. —exigió por lo bajo, manteniendo sus ojos en la alfombra. —déjame solo.

—¿Que te deje solo? —preguntó alzando una ceja. —tu me pediste que viniera, ¿es que no lo recuerdas?

—¡Ahora quiero que te vayas! ¡Dejame solo! ¡No quiero ver a nadie! —gritó descontrolado, volviendo a beber de la botella un largo trago. —verte me da asco.

—¿Yo te doy asco? ¿Te muestro un espejo mejor? —Kagami se agachó en cuclillas frente a él y le quitó la botella, él no puso mucha resistencia. Lo observó en silencio, vio sus manos temblar y sus ojos perderse en lugares vacíos. —estás con abstinencia, llevas mucho sin consumir y te está pasando la cuenta. ¿Cómo te levantas todos los días?

—Marinette está con alguien más. —sollozó tirando de su cabello y golpeando repetidas veces su cabeza, como si quisiera quitar algo de adentro. —Marinette no me ama... La lastimé tanto.

—Nath. —Kagami dejó la botella a su espalda y quitó sus manos para que dejara de lastimarse, tomó su rostro para que la viera. —escúchame, ahora mismo eres una mierda en todos los sentidos. —movió su cabello hacia atrás. —¿quieres seguir siendo una mierda?

—Necesito llamar a Alix. —tocó su pecho con una de sus manos y respiró agitado. —necesito que...

—No, no necesitas esa mierda. No necesitas a Alix. —Kagami volvió a sujetarlo con más fuerza. —mírame, el dolor que sientes ahora es muy real, pero consumir sólo será un analgésico temporal, no es la cura... Necesitas ayuda.

—Ella ya no me ama, ¿cómo pudo olvidar que me ama? Nos íbamos a casar... Tendríamos nuestra casa, pero ella... ¡Ella borró todo!

—Nathaniel, ahora irás a tomar una ducha y dejarás que pase el efecto del alcohol en tu sistema. ¿Oíste? —él asintió; Kagami formó una línea con sus labios y limpió sus mejillas llenas de lágrimas. —vamos, arriba. —lo ayudó a ponerse de pie y lo dirigió hacia el baño.

Cuando volvió a la sala, posó ambas manos en su cintura y soltó todo el aire que contenía; había mucho que ordenar. Detestaba ser como era, detestaba no poder dejar a su suerte al hombre que dañó a su mejor amiga.

—A veces pecas de tonta, Kagami. —se dijo a sí misma, yendo hacia el desastre de ese lugar.

°°°

Félix estaba sentado en el mesón de la cocina mientras Marinette cocinaba algo para la cena, la miraba con una sonrisa, olfateando con gusto el aroma que llegaba a su nariz.

—Huele delicioso. —Marinette sonrió y acarició su cabeza cual minino.

—¿De verdad? —él asintió risueño. La azabache le dio un pequeño beso en la mejilla haciéndole cosquillas. —ya va a estar, así que tendremos que lavarnos las manos.

—Princesa, ¿tu y Adrien se van a casar? —su inocente pregunta la tomó por sorpresa, mas sólo rió un poco.

—¿Por qué lo preguntas?

—Porque se dan besos y por la noche él se duerme en tu habitación. —el rostro de Marinette se puso rojo, estaba segura que nunca se habían besado frente a Félix y Adrien siempre le aseguraba que lo había dejado dormido cuando aparecía por su habitación.

—A ver, ¿de dónde sacaste eso? —Félix miró hacia arriba y ella entrecerró sus azules tomando sus pequeñas manos para que la viera.

—Es que a veces juego que soy un espía. Lo siento.

—Mira tú, que curioso saliste. —ella negó con la cabeza. —está bien. Respondiendo a tu pregunta; es muy pronto para pensar en algo así. Adrien y yo nos queremos mucho, yo lo quiero mucho y a ti también.

—¿Si ustedes de casan me llevarán con Nathalie? —Marinette peinó sus rubios cabellos con cariño, intentando despejar aquel pensamiento abrumador en el pequeño.

—Mi amor, claro que no. Adrien nunca se separará de ti y yo tampoco. —Félix se abrazó a su cuello con fuerza y asintió varias veces para no llorar, buscó ese calor maternal desesperadamente y lo encontró en ella.

—¿Cómo va la cena? ¿Necesitan ayuda? —Adrien hizo aparición peinando su cabello mojado por la ducha reciente. Se acercó a ambos cuando se separaron y Félix rápidamente le extendió los brazos para que lo cargara. —¿qué pasó?

—Hermano, la princesa quiere casarse contigo. —susurro en su oído, pero Marinette logró escucharlo, no es que se haya esforzado mucho en ocultar lo que diría. Adrien se sonrojó sin comprender a qué venía esa declaración.

—Félix, no digas esas cosas... La señorita Marinette... —ella conectó sus ojos y negó brevemente sonriendole.

—Ya lo sabe. —respondió y él rascó su nuca algo nervioso. —a veces juega al espía, no sólo a los caballeros. —Adrien tomó distancia de su hermano en brazos para verlo más claramente.

—¿Así que andas camuflado por la casa? —Félix asintió orgulloso. —¿y qué opinas de que la princesa sea mi novia?

—Está bien... Te ves más feliz. Me gusta que estés feliz. —Adrien sintió las ganas de llorar, pero se contuvo. Puso una de sus manos en la espalda del niño para acercarlo a su pecho y darle un abrazo apretado. —a mamá le gustaba verte sonreír.

Marinette se acercó y acarició la mejilla de su novio, conectando sus ojos por una eternidad. Sabían que podían contar el uno con el otro, ese día estuvo lleno de emociones y ahora Félix lo cerraba con broche de oro.

—¡Yo también quiero un abrazo! —dijo de repente Marinette y el niño se separó para incluirla con ellos.

—Creo que algo huele a quemado. —comentó Félix luego de unos minutos.

—¡El arroz! —gritó Marinette yendo rápidamente a apagar la cocina, seguida de carcajadas por parte de los varones.

°°°

Adrien hacía dormir a Félix en su habitación, mientras Marinette descansaba en el sofá viendo de vez en cuando una película que pasaba por la televisión.

Estaba tan cansada que a penas y mantenía sus ojos abiertos, pero se forzaría a esperar que Adrien bajara nuevamente. Pasados los minutos tocaron la puerta principal, creyó que lo había imaginado así que no le prestó mucha atención hasta que le oyó nuevamente; algo extrañada se dirigió hacia la entrada y abrió.

—Buenas noches, señorita Dupain. Lamento venir sin avisar, y a esta hora, pero tengo un asunto de suma importancia que discutir con usted. —Marinette parpadeó un par de veces y sin creerlo del todo, observó al elegante hombre de pies a cabeza.

—Señor Agreste, ¿cómo tiene mi dirección?

—Es fácil adquirir ciertos datos cuando tienes varios conocidos. ¿Tiene tiempo? —Marinette miró por reflejo a sus espaldas, si Adrien bajaba sería muy obvio el tipo de relación que tenían, no es que le importara realmente pero no quería que Gabriel Agreste cambiara de idea al respecto de contratarlos. —debí llamarla, pero mi teléfono se extravió y ha sido un caos poder recuperar contactos.

—Entiendo, ¿le ofrezco una taza de té? —Marinette abrió la puerta cediendole el paso algo cohibida, no entendía que podía ser tan importante como para ir a esas horas a su casa.

—Estoy bien así, gracias.

Gabriel se adentró al cálido lugar y observó en silencio la decoración, incluso la paleta de colores en la estancia y la cocina

—Tome asiento.

La azabache apagó la televisión y aclaró su garganta encendiendo la luz de la sala, viendo curiosa el actuar de aquel multimillonario hombre que apareció en su residencia a altas horas de la noche. Se notaba intranquilo, un poco incómodo, quizás era precisamente por lo mismo, ya que no mostraba mucho la seguridad con la que habían interactuado anteriormente.

—Soy consciente de lo extraño que debe ser para usted que viniera así sin más, me disculpo nuevamente. Lo que quiero hablar con usted es un tema personal, pero estoy seguro que me será de mucha ayuda.

—No entiendo en qué podría ayudar si es personal. —Marinette se sentó frente a él a una distancia prudente. —pero soy toda oídos.

—Es un poco vergonzoso, pero... —aclaró su garganta y comenzó a frotar sus manos. —hace varios años yo me enamoré de una mujer. —Marinette se removió en su sitio e instintivamente miró hacia la escaleras a las espadas del hombre, volvió a fijar sus azules en los grises de él. —ambos nos enamoramos en realidad. Nos conocimos en Londres, yo había comenzado mis estudios en una universidad allá y ella trabajaba en una cafetería; fue un poco gracioso... Me derramó el café encima y en gran parte de mis guías. —una sonrisa nostálgica de dibujó en los labios de Gabriel y un brillo singular cristalizó sus ojos.

—Gabriel, ¿por qué me dice esto?

—Cuando mi padre se enteró de lo nuestro, hizo hasta lo imposible para separarnos. Un día ella desapareció de mi vida, dejó el trabajo, no contestó mis llamadas, se borró del mapa y lo único que me dejó fue una carta diciendo que sólo había jugado conmigo, que fue divertido mientras duró y que no la buscara nunca más.

Marinette formó una línea con sus labios, escuchando más atenta aquella historia dolorosa que salía de la boca del hombre. Quizás él sólo necesitaba un consuelo, quizás sólo quería que alguien lo oyera.

—La busqué de todos modos, pero nunca di con ella. Fue como si la tierra se la hubiera tragado, y ya con el pasar del tiempo sólo me quedó seguir con mi vida. Hace como cinco años atrás, viajé a París por asuntos de negocios. Bebí de más, recuerdo haber vagado hasta un bar para seguir bebiendo, porque hay heridas que realmente nunca terminan por sanar... Y la ví, ella atendía la barra de ese lugar y cuando me vio me reconoció; se sentó conmigo y hablamos hasta que la lengua me comenzó a pesar. Estaba radiante como la primera vez, pero cuando desperté en ese hotel, ella no estaba, sólo otra nota diciendo que me amaba, que siempre lo había hecho pero que no podíamos estar juntos por alguna razón que jamás fue capaz de confesarme.

—Gabriel... Eso es muy...

—Señorita Dupain, sé que usted ha pasado por una desilusión muy grande, lo sé porque tuve la misma mirada que usted. A lo que voy es que... Cuando llegué a Kurtzberg... Su asistente, Adrien tiene sus mismos ojos. Señorita Dupain, ¿entiende lo que quiero decirle? —Gabriel se levantó del sofá y se arrodilló frente a Marinette sujetando sus manos con fuerza. —Adrien es mi hijo.

Marinette abrió sus ojos con sorpresa, su mente quedó en blanco el suficiente tiempo como para que dudara de su propia existencia, pero cuando vio a Adrien a los pies de la escalera, viendo la escena algo extrañado, separó rápidamente las manos de Gabriel poniéndose de pie.

—Adrien... —Gabriel se recompuso, acomodando su corbata cuando fue consciente de la presencia del joven. —Eh... El señor Agreste vino a discutir algunos asuntos... Eh... De...

—De trabajo. —concluyó el mayor rápidamente, analizando la situación en cosa de segundos. Viendo que Adrien traía lo que parecía un pijama y sus ojos estaban adormilados. —¿es que acaso ustedes...? —cuestionó más para si mismo.

Adrien aún confundido por lo que había visto, se acercó en silencio, Marinette se veía nerviosa y eso era poco usual en ella. ¿Qué hora era? ¿Pasadas las doce? ¿Por qué Gabriel Agreste la visitó a esa hora? ¿Por qué en su casa? ¿Por qué de repente?

—La señorita Marinette me está dando alojamiento temporalmente, mientras resuelvo algunos asuntos personales. —respondió Adrien con seriedad, una seriedad que pocas veces usaba, pero fue convincente hasta cierto punto para el mayor. —creo que fue sorpresivo encontrarme aquí.

—Un poco. —Gabriel dio unos pasos delante de Marinette y giró su cuerpo hacia ella nuevamente. —me disculpo nuevamente, ¿podemos seguir hablando de este asunto en otra ocasión? —ella asintió de manera innata, conteniendo la respiración. —bien, entonces me retido. Nos vemos Adrien.

—Lo acompaño. —comentó el rubio siguiendo a Gabriel a dos pasos de distancia hacia la puerta.

—Bueno... Adi...

—¿Era un asunto muy importante? Me refiero... Es tarde. —Gabriel asintió breve y aclaró su garganta, no pudo evitar verlo minuciosamente, cada parte de él... Todo él era una réplica perfecta de la mujer que amó.

—Adrien... ¿Alguna vez quisiste algo con todas tus fuerzas, pero no pudiste tenerlo?

¿A qué iba esa pregunta? ¿Es que acaso él...?

—Hubiera querido tener a mi madre un poco más de tiempo.

Gabriel quiso morir ahí mismo, porque le hubiera gustado poder despedirse como correspondía, le hubiera gustado haber sido parte de la vida de su hijo aunque fuera una vez.

—¿Y a tu padre? —su pregunta fue casi un susurro, incluso se podría decir que un quejido.

—¿Mi padre? ¿Por qué querría tener a alguien que jamás fue parte de mi vida? Disculpe, señor Agreste... Ya es bastante tarde y...

—Claro, no te preocupes. Sólo fue para hacer algo de conversación, algo más que sólo hablar de negocios.

Adrien asintió y cuando él posó una mano en su hombro, se sintió abrumado, confundido y con ganas de vomitar; su pecho se oprimió lo suficiente  como para quitarle el aire los segundos que duró el contacto.

—Buenas noches.

"No es malo mirar el pasado, no es malo perdonarse uno mismo y buscar que te perdonen; lo malo es dejar de vivir el presente por heridas pasadas.
El tiempo es más valioso de lo que creemos como para desperdiciarlo."

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro