Capítulo 34
—¿Ocurre algo? —cuestionó Adrien algo preocupado y curioso por el mirar perdido de Marinette en el aire. Ella parpadeó un par de veces y aclaró su garganta al verlo.
—Sólo estaba pensando... —reprimió sus labios y el rubio hizo una mueca cuando calló sus palabras.
—¿En qué? Ha estado distraída toda la mañana.
—Si te digo, ¿prometes no molestarte? —le sonrió ampliamente; Adrien rió un poco por lo tierno que le pareció su gesto y se encogió de hombros tomando asiento frente a su escritorio. —Estaba pensando en la propuesta del señor Agreste. Sé que ya lo hablamos, pero es una buena oportunidad, ¿y si me permitieras ayudarte con...?
—No. —Respondió al instante, desconsertandola por completo. —ya lo hablamos, no es algo con lo que tenga que ayudarme.
—Pero Adrien... —él se levantó y Marinette hizo lo mismo. Sus ojos se cruzaron por una eternidad, el aire se volvió pesado y extrañamente inquietante.
—Me niego rotundamente a que me des un sólo peso.
—No dije que te lo daría, consideralo un préstamo. No tienes porqué sentirte mal con esto, nosotros... Nosotros somos... —Adrien alzó una de sus manos para callarla y ella bajó las suyas derrotada.
—Soy responsable de mis acciones y no tienes nada que ver en esto, mucho menos lo nuestro. Me avergüenza tener que depender tanto de ti, aún me siento incómodo viviendo en tu casa, y ahora quieres pagar mi deuda; no tienes que hacerlo, no te corresponde hacerlo, por muy buenas intenciones que tengas... Es algo de lo que yo me haré cargo; no quiero aprovecharme de ti. La casa de mi madre, Félix y la multa son responsabilidades mías. —Marinette desvió la mirada, algo en esas palabras le dolió lo suficiente como para que un sentimiento amargo la abarcara.
Quería sentirse útil, quería hacerlo sentir acompañado en esas situaciones que le quitaban su paz mental. Aunque, muy en el fondo aún albergaba ese miedo de no ser suficiente, de que Adrien desapareciera de su vida por no recibir más.
—Lo sé... Pero me gustaría que pudieras compartir eso conmigo. —Adrien se tensó al caer en cuenta de su expresión triste, sobretodo por sus palabras; palabras de las que se arrepintió por como las usó. —No volveré a tocar el tema...
—No, no... —se acercó a ella rodeando el escritorio y tomó sus mejillas con ternura. —perdón, no quise ser tan... Frío. Aprecio mucho que quieras ayudarme, no sabes cuánto me hace feliz que te preocupes por mi y agradezco con todo mi corazón que estés pendiente de Félix también. Hay muchas cosas que quiero compartir contigo, sólo no quiero que pienses en algún momento que me aprovecho de ti.
—¿No te molesto? —murmuró con la voz rota, al borde de las lágrimas por su aclaración.
—Nunca me molestarías, nunca de los nunca jamás. Perdón; creo que me das más de lo que merezco y yo sólo... Quiero ser suficiente, Marinette. Quiero ser tu apoyo.
Quizás... Él se sentía igual que ella.
—Te quiero. —Adrien juntó sus frentes y limpió con cuidado algunas lágrimas que había soltado.
—Yo también, muchísimo. Haré todo lo necesario para que podamos irnos, sólo dame un poco de tiempo. ¿Bueno? —ella asintió. —No llores, no quiero verte llorar... Me duele mucho verte llorar, sobretodo por mi culpa. —Marinette esta vez sonrió y besó sus labios suavemente.
—Me puse un poco sensible... Olvida esto, no es tu culpa. Aún temo que esto se esfume. Supongo que las heridas son difíciles de sanar.
—Entiendo, pero yo me encargaré de ayudarte a sanarlas. Ahora me tienes a mi y sin importar nada haré todo lo posible para que seas feliz.
°°°
—Marinette, ¿crees que podamos hablar después del trabajo?
Adrien fingió mirar la pantalla frente a él, pero sus dedos se habían detenido momentáneamente al escuchar aquella pregunta; disimuladamente ojeó a su jefa, quien a penas y había reaccionado a las palabras dichas por el pelirrojo.
—No creo que sea posible. Tengo muchas cosas que hacer, pero si necesitas algo sobre la empresa...
—Es personal.
—Nath...
—Por favor, te prometo que no te quitaré mucho tiempo. Sólo... Necesito que hablemos. Aún hay cosas que debemos aclarar.
—¿Para qué quieres aclararlo? Te lo he dicho muchas veces; yo ya pasé página. Por favor, déjame seguir con mi trabajo. —apuntó la puerta con una de sus manos, pero Nathaniel la sujetó viéndola con súplica. Adrien no pudo evitar mirar aquel acercamiento con molestia, se estaba conteniendo en levantarse y sacarlo de la oficina de una vez por todas. —Nathaniel.
—Hablemos ahora, en mi oficina. —Marinette sintió sus piernas flojas cuando los ojos de Adrien se cruzaron con los de ella. Intentó soltarse del agarre del pelirrojo, pero este la sujetó con más fuerza.
—No quiero hablar contigo. —murmuró poniéndose de pie, agitó su mano, logrando soltarse con un poco de brusquedad. —no me hagas una escena aquí y mucho menos frente a mi asistente. —gritó por lo bajo con molestia. —Respetame.
—Entonces acepta hablar conmigo.
Marinette estaba dispuesta a responder nuevamente, sólo que tocaron la puerta y Luka hizo aparición con varios documentos en sus manos.
—Buenas. Necesito que firmes... ¿Ocurre algo? —preguntó en un tono serio, buscando alguna respuesta en los ojos inquietos de Adrien. —¿necesita algo de Marinette, presidente Kurtzberg?
—No creo que eso sea de tu incumbencia.
—Podría diferir. —respondió dejando los documentos sobre el escritorio del rubio, acercándose peligrosamente a Nathaniel. —Marinette, ¿el presidente está aquí por asuntos de trabajo?
—Luka, por favor... —suplicó viéndolo directamente a los ojos para que se calmara.
—Couffaine, deberías aprender a medir tus palabras. Sobretodo con tus superiores. —tanto Nathaniel como Luka fruncieron el ceño entre sí. —puede que un día te encuentres con la sorpresa de que estás desempleado, ¿no crees?
—¿Eso debería asustarme? Hay cosas mucho más importantes para mí. Creo que son bastante obvias mis prioridades. —Le sonrió con sorna, viendo de reojo a su mejor amiga. —pese a quien le pese.
—Nadie es indispensable en este lugar. Puedo levantar una piedra y saldrán miles de prevencionistas como tú, Couffaine.
—Pero ninguno mejor que yo.
—Es suficiente. —Marinette golpeó la mesa con ambas manos. —ya, esto fue suficiente. Hablo en serio.
—¿Eso crees, Marinette? —preguntó Nathaniel sin dejar de ver los azules del azabache. —Porque a mí parecer Luka tiene mucho que decir.
—No tienes idea de cuánto, Nathaniel. Ya que estamos hablando sin honorífico, quizás sea bueno quitarnos las caretas de una vez por todas.
—¿Y qué es lo que tanto quieres decirme? Habla de una vez.
—¿Decir? Mejor te lo muestro ahora mismo. —Luka tomó a Nathaniel del cuello de su camisa con fuerza. Marinette soltó un grito ahogado y en cosa de segundos buscó a Adrien con la mirada, aunque este ya se había puesto de pie para detener aquella disputa.
—Por favor, no es el momento ni el lugar.—intervino el de ojos verdes sujetando a Nathaniel. mientras que Marinette reaccionaba alejando a Luka. —Presidente... —le habló con un tono calmado. —está angustiando a la señorita Marinette.
—Luka, no hagas esto. Te lo pido de verdad. —suplicó la azabache, buscando desesperadamente sus azules. —mírame. No necesito que me defiendas de nada, ya no somos unos niños.
—Te está hostigando, Marinette. No me pidas que me quede callado otra vez y mucho menos que no haga nada. Te conozco como la palma de mi mano. —ella hizo más fuerza para frenarlo, pero parecía una batalla perdida. Se giró ahora apoyando su espalda en el pecho de su amigo para impedir su paso.
—Nathaniel, sal de mi oficina. —volvió a pedir con más firmeza.
—No pienso poner un pie afuera hasta que este...
—¡Marinette no piensa volver contigo! —lo interrumpió el de gemas azules. —acéptalo de una vez por todas. Tú fuiste el único culpable de su separación y lo sabes. Asumelo.
—¡Tu no tienes derecho en hablar por ella! Preocupate de tu noviecita, ya que le gusta andar metida donde no la llaman.
—¡Muerdete la lengua antes de hablar otra vez de Chloe!
—¡Ahora la defiendes! ¡Pero cuando se trataba de andar detrás de Marinette ni te acordabas de ella!
—¡Ya cállate, idiota! ¡yo nunca le fallaría a mi novia como lo hiciste tú!
—¡Admite de una vez que estabas enamorado de Marinette! ¡Imbecil! ¡Admitelo!
—¡Ya madura! Marinette y yo siempre tendremos algo especial, aunque no pudimos estar juntos en su momento, eso permanecerá así. ¡No es mi culpa que no supieras afrontarlo como un adulto!
—¡Hasta que por fin lo admites! Siempre supe que eras un doble cara, Couffaine. Era cosa de tiempo.
—¡Ya basta! —Gritó Marinette sin perder la compostura. —¡se callan los dos! —se paró entre ambos, y los tres se centraron en ella. —¡tú no tienes que defenderme de nada! —se refirió a Luka. —¡y tú no tienes nada que ver conmigo! —miró a Nathaniel con molestia. —no se metan en mi vida otra vez. Mis sentimientos y mis pensamientos sólo me pertenecen a mí. ¡Y para que les quede claro a ambos! Tengo a alguien en quién apoyarme, —sin poder evitarlo miró a Adrien haciendo una breve pausa. — espero que les quede claro ahora mismo. Yo sé lo que hago y dejo de hacer con mi vida.
—Marinette... —Nathaniel se quedó de piedra al oír su repentina confesión. ¿Ella estaba con alguien? —¿qué quieres decir con eso?
—Precisamente lo que dije, Nath. Estoy con una persona y no daré más detalles al respecto, sólo lo digo para que dejes de intentar reparar lo irreparable. Nosotros ya no estamos juntos, —volteó a ver a Luka un momento. —y sólo nosotros sabemos las falencias que tuvo nuestra relación, —volvió hacia Nathaniel. —así debe quedarse.
—No puedes estar hablando en serio. Es una mentira, ¿verdad? ¿Por qué me mientes así? —el pelirrojo intentó acercarse a ella pero Adrien lo sostuvo con más fuerza. —¿quieres lastimarme? ¿Es eso?
—Repito; tu y yo no tenemos nada. No te debo explicaciones de nada.
—¡Sueltame! —Nathaniel empujó a Adrien logrando zafarse. —¿Por qué? No es posible que... Tú aún me amas Marinette, tu amor no puede borrarse de la noche a la mañana.
—No te debo explicaciones, Nathaniel. Entiéndelo.
—¿Quién es? ¡Dime su nombre! ¿Es de la empresa? ¿Es Luka? ¡¿Quién demonios es?! —Golpeó la mesa del escritorio con su puño cerrado; el silencio se hizo presente en la oficina unos segundos, luego simplemente se oyeron los murmullos de las secretarias afuera.
Marinette frunció el ceño, miraba fijamente los ojos furiosos de su ex e internamente se debatía en si soltarlo todo o dejarlo estar; decir que ahora estaba con Adrien, que había asumido sus sentimientos de una vez por todas y que era feliz con él, que el poco tiempo que llevaban como una pareja lo había disfrutado como nunca antes, que le encantaba estar con Félix en su casa, que Adrien adoraba a sus gatos tanto como a ella y que ella también lo adoraba a él cada día más, incluso que ya había compartido con sus amigos más cercanos y que ambos la aceptaban en su vida.
—¿Crees tener el derecho de exigirme una respuesta? —cuestionó severamente. —no te diré absolutamente nada; porque no te incumbe, no te interesa y porque no quiero. Él ahora es lo más importante que tengo y no pienso dejar que lo lastimes por celos que no vienen al caso. ¿Quieres despedirme? Adelante, hazlo. Creeme que lo que menos quiero es seguir en este lugar.
—¿Quieres irte? —sus turquesas se abrieron de sobremanera, su expresión ahora era más sosprendida que antes.
—¡Por favor, Nathaniel! ¡Date cuenta de esta situación! Mira como estamos ahora mismo; eres el presidente de Kurtzberg, pero te estás comportando como un niño. Si Adrien y yo no intervinieramos, estarías moliendote a golpes con Luka. —agitó sus brazos en el aire. —lo nuestro terminó y todos aquí lo saben, todos aquí lo tienen asumido, menos tú. Te lo dije; puedo perdonarte con el tiempo, pero nunca lo olvidaré
—Si tu me dejaras enmendar mi error...
—Señorita Marinette, el señor Agreste nos está esperando en recepción. —intervino Adrien, viendo la hora en su reloj.
—Bien, la conversación queda aquí y no sale de aquí. —Marinette se giró, miró a Luka un momento y rodeó su escritorio tomando todas sus pertenencias. —Tengo una reunión con el señor Agreste en este momento. Es un cliente muy importante para la empresa, así que no lo haré esperar. Adrien, no perdamos más tiempo. —el rubio asintió también tomando sus cosas.
Nathaniel salió de la oficina en completo silencio, sin voltear a ver a nadie, ni siquiera a las chismosas secretarías que asustadas volvían a sus lugares de trabajo.
Luka sintió la necesidad de hablar con su amiga, pero al ver su expresión seria se mantuvo al margen, también saliendo de la oficina lo más rápido posible.
Ya cuando la pareja se encontraba fuera de la empresa, subieron al auto de la azabache y se quedaron en silencio unos minutos en el interior.
Adrien tomó su mano con cautela, sabía lo estresante que fue esa discusión y lo dolida que podía sentirse.
—Perdóname. —murmuró cubriendo sus ojos con su mano libre. —escuchaste todo eso sin tener porqué. Nathaniel se comportó completamente fuera del lugar.
—Está bien, no es que usted pueda controlar lo que él haga o deje de hacer.
—Eres... Eres con quien estoy ahora y no te he dado tu lugar como mereces.
—Bueno... Puedo diferir, aunque no fuera nombrado directamente, le dijo que estaba con alguien más. Me hizo feliz; por dentro estaba muy feliz de que lo dijera y que el señor Kurtzberg lo sepa. —Adrien levantó su rostro con sus dedos e hizo que girara su cabeza en su dirección. —perdón por no haber podido hacer más por usted. Realmente quería golpearlo por tocarla sin su consentimiento y los celos me estaban ganando un poco.
—Adrien... Me sigues hablando de usted.
—Es inconsciente... Creo que es porque tienes mi completa admiración. Estoy perdidamente y profundamente enamorado de ti. —acercó su mano a sus labios y la besó sin dejar de ver sus intensos azules.
Marinette se sonrojó con su acción y no pudo evitar ver su boca intensamente. Era una completa locura lo que ese hombre provocaba en su corazón y le encantaba de sobremanera.
—Vamonos a casa. —susurró tentando sus labios, dibujando una sonrisa plena al momento de juntar sus frentes. —ya que inventaste esa excusa del señor Agreste. —Marinette subió sus manos y acarició el rostro del rubio con ternura, deslizando las yemas de sus dedos por su quijada y después por su cuello.
—Realmente quería sacarte de ahí lo antes posible. —Adrien sostuvo sus mejillas, acariciando su nariz con la propia.
Tenían la intención de besarse, pero alguien golpeó ligeramente la ventana del piloto donde estaba Adrien. Algo asustados se separaron y vieron en esa dirección al mismo tiempo.
—Luka.
"Hay heridas que tardan más que otras en sanar, dejan cicatrices poderosas, pero si las ves te das cuenta de lo fuerte que eres y que lo puedes seguir siendo."
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