Capítulo 31
—Tanto tiempo sin vernos, ya eres todo un... Hombre. —lo último lo dijo con un tono bajo, observándolo descaradamente de pies a cabeza. —¿vives aquí?
—En realidad...
—¿Quién golpeaba la puer... ta? —la voz de Marinette perdió fuerza cuando se encontró frente a ella a la ex novia de Nathaniel, elegante, con su cabello rosa lacio arriba de sus hombros y una postura que claramente mostraba su experiencia en pasarelas. —Alix.
La intrusa observó al par frente suyo con curiosidad absoluta y ojo crítico. Marinette por otro lado, se mostró incómoda, incluso se podría decir que con molestia, pero no era para menos si la mujer ante sus ojos era la amante de quien fue su novio hace dos meses.
—¿Me perdí de algo? —soltó entre una risa la pelirosada. —¿esta es la casa de Marinette o la tuya, Adrien?
Adrien se abstuvo de responder su pregunta y esperó a que su novia decidiera, no quería meter la pata tan pronto, más aún si no sabía la relación que había entre las dos chicas. Aunque, intuía que no era muy buena por la tensión que se percibía en el aire, sobretodo por como los hombros de la azabache se mantenían rígidos. Con su mirada filosa, Marinette decidió hablar nuevamente.
—¿Qué quieres? —directa al grano y con sus brazos cruzados, su voz se volvió nuevamente firme.
—Que hospitalidad, Nette. —se mofó con ironía, recalcando ese apodo que Nathaniel usaba cuando empezaron a salir. —Podrías hacerme pasar, no lo sé. —hizo un ademán con la mano y miró a Adrien.
—Lo haría, pero estoy muy ocupada en este momento. Se breve y dime lo que buscas.
—Te buscaba a ti. —la apuntó. —necesito hablar contigo o más bien con tu novio. —sonrió con claro doble sentido y Marinette, inevitablemente, miró a Adrien por dos segundos antes de entender a quien se refería. —tengo algunos negocios con Nathaniel, pero no he logrado ubicarlo.
—Lástima, pero deberías buscarlo en su departamento. Creo que conoces muy bien el camino.
Alix se paralizó, no esperaba esa respuesta o más bien, no esperaba una acusación directa de su parte. Se recompuso y sacó su teléfono cuando comenzó a sonar.
—No, no lo he encontrado. Bien. —colgó la llamada. —Verás, Nette. Son negocios importantes y Nathaniel es consciente de eso, pero se ha desaparecido de mi radar hace tiempo, bloqueó mi número y no lo encuentro en su departamento.
—Alix, lo que sea que tengas con él a mi no me concierne. Búscalo en la empresa, has una cita, llama a su secretaria, no lo sé.
—No vendría aquí si ya no lo hubiera intentado. Fuiste la última opción, querida.
—No es mi problema. —respondió tajante y la chica se desesperó.
—Adrien, ¿podrías dejarnos a solas? —pidió más como una orden, prefería ser hostil sin público. Marinette alzó sus cejas con clara señal de incredulidad.
—Y-yo...
—No, Adrien se queda aquí. —el rubio no alcanzó a hacer la pregunta con sus gestos, así que se mantuvo a un lado de la dueña de casa, bajo la molestia en la mirada de Alix. —como te dije, busca otra forma de contactarlo, pero si no aparece ante ti ha de ser por algo, ¿no crees?
Casi podía verse una vena palpitar en la frente de Alix, quien respirando profundamente, volvió a sonreír portandose a la altura.
—Bien, gracias por tu ayuda. —dijo con evidente ironía haciendo una pausa antes de acercarse a Adrien y besar sus dos mejillas a modo de despedida. —fue un gusto verte otra vez, Adrien. Espero podamos encontrarnos en otra ocasión y hablar.
—Claro, un gusto. —murmuró evitando la mirada de Marinette a toda costa, casi al mismo tiempo que la sugerencia de la chica.—que estés bien. —Alix volvió sus ojos a los azules de la azabache pero, sólo fue eso, una mirada para luego darse media vuelta y desaparecer nuevamente.
Marinette cerró sus ojos cuando cerró la puerta frente a ambos, suspiró con cansancio y se volteó a Adrien nuevamente.
Adrien tenía claro que no era necesario preguntarle un "¿estás bien?" ya que, era evidente la respuesta. Hizo una mueca y extendió su mano a ella para que la tomara, Marinette por reflejo la tomó y dejó que la envolviera en sus brazos profundamente.
—Tengo curiosidad en saber cómo se conocen. —susurró ella contra su pecho.
—Compañeros de instituto. No la veía hace años y, la verdad, no es que fuéramos amigos en si, muchos menos cercanos. —Marinette analizó su respuesta en silencio.
—Que pequeño es el mundo. —rió de manera quejumbrosa al universo. —¿recuerdas que encontré a Nath con una mujer?
Adrien se mantuvo callado y comprendió a la perfección su planteamiento, no hizo más que estrecharla con fuerza para que ella supiera que no era necesario seguir hablándolo, que no era necesario recordarlo si le dolía.
—Pediré la pizza y veremos películas, ¿bien?
—Gracias... Por estar aquí.
Se vieron a los ojos un instante y compartieron una sonrisa cómplice. Las rápidas pisadas de Félix se acercaron a ellos en cosa de segundos.
—¡Adrien, tengo hambre! —se quejó desde arriba de la escalera y ambos voltearon a verlo dejando escapar una carcajada.
§§§
Adrien acariciaba la cabeza de su hermano con suavidad, el cual yacía dormido sobre su regazo, completamente dominado por el sueño en el gran sofá.
Marinette dio un bostezo y estiró sus brazos hacia el techo para luego voltearse a ver la tierna escena a su costado, apoyó su cabeza en su mano contra el respaldo del sofá y susurró.
—Quedó rendido por completo. —Adrien la miró con el reflejo de la televisión en sus ojos. —deberías llevarlo a la cama.
—Tiene el sueño pesado, sobretodo cuando le acarician el pelo. —respondió por lo bajo. —mamá hacía lo mismo conmigo cuando era niño y, cuando Félix era bebé, en más de una ocasión la vi hacérselo. —suspiró con nostalgia. Ella con algo de miedo estiró su mano hasta alcanzar su cabeza y comenzó a peinar su cabello dorado sin dejar de verlo a sus verdosos ojos.
—¿Así? —preguntó en un tono dulce y cálido. Adrien sujetó su mano y la besó profundamente, provocando que las mejillas de Marinette se tornaran rojas.
—Si... Exactamente así.
Marinette sentía que cada vez se elevaba más sobre las nubes, los pequeños gestos de cariño que le mostraba la hacían sentir extraña, pero no en un mal sentido, sino todo lo contrario, se podría decir que no le molestaría acostumbrarse a ellos.
Adrien se levantó con sutileza y cargó a su hermano en brazos, seguido por los azules de Marinette.
—Lo llevaré a la cama, vuelvo enseguida. —ella afirmó con un asentimiento y fijó su mirada nuevamente en la televisión, aunque, ya no le prestaba demasiada atención a la película.
El rubio subió al segundo piso. Marinette decidió levantar las cosas sucias de la mesa de centro, cerró la caja de pizza vacía y llevó los vasos al lavaplatos, Plagg maulló a sus espaldas pidiendo comida, así que se tomó el tiempo de servirle en su plato antes de lavar. Guardó todo en el mueble correspondiente, comenzando a tararear por inercia, mas unas manos rodearon su cintura sorprendiendola, sonrió al sentir un beso dulce en su mejilla y suspiró.
—¿Crees que esto sea real? —murmuró inquieta. Él guardó silencio, escuchando atento lo que decía. —me refiero a que parece que estoy soñando, me siento bien ahora mismo contigo... Todo es tan raro. Para ser sincera, cuando venía ayer en el avión, nunca se me pasó por la cabeza que estaríamos así, nunca creí que enfrentaría tan rápido lo que me estabas haciendo sentir.
—Lo único que se me ocurre para decirte es que cada día te extrañaba más, cada día se hacía más eterno sin poder verte. —ella también abrazó sus brazos y luego se giró para quedar frente a él. —ansiaba que volvieras pronto y ahora que te veo... estás tan hermosa.
Las lágrimas cayeron por las mejillas de Marinette, un dolor punzante atravesó su pecho y con fuerza aferró sus manos en los antebrazos de Adrien.
—Me sentía horrible... Me sentía tan rota... —intentó respirar, pero le era muy difícil a esas alturas. Sólo una palabra bastó para que soltara toda la carga emocional que se guardó con sus padres. —De verdad, lo único que quería era abrazarte y sentirme bien, pero no podía... No debía hacerlo. Él m-me... Me lastimó tanto, Adrien. Hasta dudo de lo que me acabas de decir, no me siento hermosa, no me siento fuerte, no me siento capaz de...
—Escúchame. —Él alzó una mano y limpió pacientemente sus lágrimas con sus dedos. —si ahora mismo me dices que no quieres seguir con esto, lo entenderé. Si me dices que no estás lista para aceptar mis sentimientos, también lo entenderé. Pero debes saber que de todas formas no te dejaré sola, si me necesitas estaré para ti siempre.
—Adrien, ya no amo a Nathaniel. —otra ola de lágrimas cayó nuevamente. Necesitaba reafirmarselo para que no se hiciera una idea equivocada.
—Pero aún estás herida.
Se vieron sin pronunciar una palabra, lo único que lograba oírse eran sus respiraciones pesadas y marchitas.
—Tienes razón, aún estoy herida. —concluyó. —pero ya no puedo, ni quiero dar vuelta atrás.
—Encontré un departamento. —murmuró dando un paso atrás, viendo el suelo unos segundos. —la renta es buena y es lo suficientemente espacioso para Félix y para mi.
—¿T-te vas a ir?, ¿te quieres ir? —Marinette abrió más sus ojos y limpió sus lágrimas con ambas manos rápidamente.
—Hiciste mucho por mí y creí que sería lo más adecuado luego de que volvieras, tampoco pensé en que acabaríamos... Así. —posó una mano en su nuca. —es lo que quería hablar contigo antes.
—P-pero hay espacio de sobra aquí para ustedes, no es necesario que se vayan... Ni siquiera lo había pensado cuando estaba en Shanghai. —negó con la cabeza. —¿Quieres irte?
—No es que quiera irme.
—Entonces no te vayas. —Marinette tragó saliva y se acercó nuevamente a él tomando sus manos. —todo es apresurado, lo sé.
—Es que realmente esto se ve mal, no quiero que pienses que yo quiero aprovecharme de ti y mucho menos de tu casa.
—Nunca lo pensaría, Adrien. Borra esa idea de tu cabeza, por favor. —lo miró suplicante.
—Aún así siento que nos estamos adelantando y no pienses que me arrepiento de lo que pasó entre nosotros ayer. —habló con rapidez casi atragantandose con las palabras. —pero...
—No, no. Ya lo decidí, puede que ahora mismo tuviese una recaída y duda, pero creo que sólo fue debido a la visita de Alix. En serio quiero estar contigo, quiero que lo intentemos y nos conozcamos fuera del trabajo. —la expresión de Adrien no era del todo convencida y eso le dolía internamente a ella. —Hagamos que lo sea, reglas, acuerdos, compromisos... Pero juntos.
—¿Estás segura? —asintió al instante y volvió a limpiar su rostro sonriendo alegre nuevamente.
—Lo estoy mientras siga contando contigo. Eres mi mano derecha después de todo.
—Señorita Marinette. —llamó con una gran sonrisa al ver como ella fruncía el ceño. —no me mire así, mañana tendrá que oírme todo el día llamarla de ese modo.
—Tu lo dijiste, mañana. —cuestionó. —ahora puedes seguir llamándome tu Marinette. Ahora mismo soy tu Marinette y quiero que se quede así.
Él la rodeó por completo con sus brazos, no pudo seguir conteniéndose de tenerla cerca y mucho menos después de que fuera ella misma quien dijo que quería seguir adelante con su relación.
—Quedémonos así un rato. —susurró sobre su hombro, dejando un beso por inercia en el mismo lugar. —mi corazón casi se desmorona por el susto. Ya pensaba que volveríamos a ser extraños y que todo se había acabado.
—No te vayas, Adrien.
§§§
—¡Nathaniel sé que estás ahí!, ¡abre la puerta! —Alix volvió a golpear repetidas veces, hasta que el pelirrojo apareció frente a ella.
—¿Qué demonios quieres? —gruñó con enojo. —creí que fue obvio que no quería saber nada más de ti.
—¿Obvio? —alzó una ceja cruzándose de brazos. —¿te refieres a evitarme por más de dos meses?
—Exactamente. —tuvo la intención de cerrarle la puerta, pero ella fue más ágil y se adentró al departamento sin una pizca de duda. —Alix, vete. No sé si te diste cuenta, pero no quiero hablar contigo.
—Pues vas a tener que escucharme. —Nathaniel no tuvo más opción que cerrar la puerta. —necesito el pago del último pedido que te hice, no me lo diste y han estado sobre mí por tu culpa.
—Podías perfectamente pagarlo tú por todas las cosas que te he dado. —la mirada de Alix se volvió filosa. —¿Sabes qué? —tomó su teléfono y tecleó en breve. —ya está, te hice una transferencia. No tendrás que preocuparte, así que si no tienes nada más...
—Nath, ¿qué demonios te pasó?
—¿Pasar de qué?
—¡Pues todo!, ¡de la noche a la mañana me borraste de tu vida! —Nathaniel se contuvo de responder algo y simplemente hizo una mueca. —No me digas que es por Marinette.
—Marinette no tiene nada que ver, así que no la metas en esto. —la rodeó y tomó asiento en el sofá apuntando la salida. —ya vete de una vez.
—No me pienso ir. No es mi culpa que ella te botara y te cambiara por otro. —sus palabras se incrustaron en la cabeza de Nathaniel como filosas espinas.
—Eso no fue así. Además, ¿tú qué sabes?
—Fui a su casa porque no lograba dar contigo y estaba ahí con un hombre. —los ojos del pelirrojo volvieron a verla extrañados. —Uno alto y rubio de ojos verdes.
—Es su asistente.
—¿Su asistente?, pues vaya que lo defiende. —sonrió con mofa. —como sea, debiste decirme que ya no estaban juntos.
—¿Para qué?, sólo te burlarías de la situación y no estoy para eso. —Alix peinó su cabello hacia atrás y se paró frente a él viéndolo hacia abajo.
—Marinette es muy ingenua y siempre fuiste consciente de eso, por algo le ponías el cuerno conmigo. —se sentó sobre sus piernas y rodeo su cuello con sus brazos, Nathaniel evitó la cercanía, pero ella giró su rostro nuevamente para que la mirara. —te ves tenso, mi amor. ¿Quieres que te ayude con eso? —lo tentó rozando sus labios. —traigo algo de diversión en mi bolso, ¿quieres probarla?
—Alix... Ya no consumo. Llevo dos meses sobrio y así me quiero quedar... Tú y tu mierda me han jodido la vida lo suficiente. —hizo que se levantara, pero esta le robó un beso con fuerza.
—¿Seguro?, ¿no quieres probar una última vez? —la alejó de sus hombros recomponiendose al instante, provocando que ella se extrañara por su actuar.
—Dije que no, entiéndelo.
—Bien, pero ten por seguro que no estaré cuando vengas rogando a mi puerta. —con brusquedad se soltó de su agarre, tomó su bolso del sofá, dándose enseguida media vuelta para salir del lugar dando un portazo.
Nathaniel se desmoronó sobre el sillón otra vez y perdido en la nada de su sala, sacó su teléfono.
—Oye... ¿Crees que podrías venir?
"Estamos tan marchitos en nuestra falsa carne, no reflejamos nuestra verdadera alma en los momentos fugaces de felicidad que el regalo de la vida nos entrega, porque vivir es creer en lo imposible y hacerlo posible, pero no todos estamos preparados para eso."
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