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Capítulo 30

Cada uno se observaba en silencio, sus ojos susurraban sonrisas entre sí, sus dedos estaban entrelazados en medio de ambos, quienes desnudos, bocabajo sobre la cama buscaban las inperfecciones en sus mejillas para deleitar sus pupilas.

El sol iluminaba la habitación, la luz se reflejaba en la blanquecina espalda descubierta de Marinette, Adrien no podía dejar de pensar en lo hermosa que le parecía, incluso, con su cabello desordenado sobre las sábanas y posiblemente hecho un nido de pájaros.

Sus pulgares se movieron de manera automática, acariciandose suavemente de manera circular. Ese cálido toque era suficiente para sentirse amados y en confianza.

—Buenos días. —susurró Marinette en un tono dulce, sin dejar de verlo a los ojos. Mordió su labio inferior intentando mantener oculta la sonrisa involuntaria que aparecía en su rostro.

Él sonrió como respuesta, extendió su mano libre para deslizar sus yemas por su columna hacia arriba, repitió el proceso una y otra vez haciéndola suspirar y sentirse ansiosa.

—Buenos días, mi Marinette.

Ella se levantó un poco, sin tomarse la molestia de cubrirse, y se acercó a sus labios, dejando un pequeño beso. Fue una tortura para Adrien, quien dejó escapar el aire que contenía en un suspiro de satisfacción, le pareció demasiado corto el toque para su gusto, así que giró su cuerpo quedando sobre Marinette, las sábanas se enredaron uniendolos aún más y el corazón de ambos comenzó a correr a toda marcha.

—¿Q-qué sucede? —en un tartamudeo tierno, Marinette se sonrojó al sentir su nariz tocar la suya y sin poder conectar su cerebro se dejó llevar con su olor.

—Quiero un beso más grande. —las piernas de ella se flectaron por reflejo y lo envolvieron, compartiendo la calidez de su desnudez.

—Adrien... —antes de que sus labios volvieran a encontrarse, Marinette tomó su mejilla para alejarlo en breve. —Ya es de mañana.

—Es de mañana, —reafirmó perdido en su mente. —¿qué pasa con eso?

—Que no me he arrepentido de nada, quiero que lo sepas. Fue...

Adrien tomó su boca profundamente, sus manos se deslizaron por su silueta con necesidad, se ahogaron unos segundos, compartiendo una sonrisa en medio del beso robado.

—Te haré el desayuno—murmuró bajando hacia su cuello, dejando cortas caricias con sus labios húmedos. —¿tienes hambre?

Marinette suspiró, tomó su cabeza y ahora fue ella quien se adueñó de sus labios en medio de una sonrisa sincera.

—Mucha... Pero, ¿podemos quedarnos un poco más así?

—¿Quieres hablar? —asintió como respuesta y Adrien se acomodó sobre la cama abrazándola, mientras Marinette dejaba su mejilla descansar sobre su pecho. —hablemos.

—¿Qué somos? —susurró con algo de temor por la respuesta, sin dejar de mirar la pared frente a ellos.

—Somos lo que tu quieras que seamos.

—Cambio mi pregunta, ¿qué quieres que seamos? —Adrien la abrazó más a su cuerpo y besó su cabeza con ternura.

—Quiero todo contigo. Soy muy fantasioso a veces, pero, en este instante me gustaría poder llamarte oficialmente mi novia, es sólo que no quiero obligarte si no te sientes lista.

—Me da miedo... —admitió. Su voz tembló cuando Nathaniel pasó por su cabeza, junto a la escena que acabó con su relación por completo. —una parte de mi no quiere arriesgarse a sufrir nuevamente, pero la otra... Me dice que no aguantaré las ganas de estar contigo y mucho menos ahora. —se quedaron en silencio unos minutos antes de volver a retomar la conversación.

—Puedo entenderlo... Estuve ahí cuando estabas herida, soy consiente de que no es algo fácil de superar. Él es importarte para ti. —su tono de voz fue decayendo gradualmente.

—A pesar de todo, Nathaniel tiene un espacio en mi corazón, pero ya no es amor como tal. No lo amo y, creo que hace mucho ya no lo hacía, ¿es muy raro?

—No es raro. —sonrió. —así como existe el amor, también existe el desamor. Marinette, eres la mujer más dulce que he conocido, tus sentimientos son genuinos, no me cabe la menor duda de eso. Por el mismo motivo...

—Lo siento.

—¿Por qué te disculpas? —Marinette se irguió para verlo a la cara y se puso sobre él bajando sus labios para formar un gesto triste.

—Porque estamos aquí... Tuvimos algo especial y yo hablo sobre mi ex, es vergonzoso. Lo siento, tenemos confianza y no...

—Tu lo dijiste, tenemos confianza. —despejó su frente con una de sus manos. —puedes decirme lo que sea, puedes seguir siendo la misma Marinette conmigo. No te reprimas, no me molesta que me hables de él, después de todo... es parte de tu vida y tu vida me importa. —tocó su nariz con su dedo índice.

Sus palabras calaron lo más profundo de su corazón, y es que la forma de ser de Adrien la tenía completamente cautivada, era distinto a cualquier persona que haya conocido antes, le encantaba todo de él y no se cansaría de recordárselo a su corazón.

—No te vayas de mi vida. —tomó sus mejillas y las apretó sonriendo ampliamente. —Quiero que lo intentemos, quiero esto por más tiempo. ¿Crees que sea posible?

—Ayer no creía posible que pudiera besarte otra vez, pero, miranos. Ahora mismo dudo de que algo no sea posible. —los dos rieron al mismo tiempo. —No haré promesas, el tiempo te dirá que lo que siento por ti es real.

—Adrien, sobre la oficina...

—No hay problema, por ahora todo queda entre los dos. De mi boca no saldrá nada. —levantó su meñique frente a ella y esta lo agarró con el suyo. —por la garrita.

—Por la garrita.

—Marinette... —musitó peinado su cabello hacia atrás lentamente. —tienes mi corazón por completo, espero poder tener el tuyo de la misma forma en algún momento.

Se sentía agradecida y con mucho temor de lastimarlo en el futuro, pero se arriesgaría... Prefería sufrir otra vez que no volver a sentir amor en su vida.

—Señor Agreste, ¿podría dejar de ser tan perfecto con su novia? —él detuvo las caricias en su cabello y la miró sorprendido. —¿qué pasó?, ¿viste un fantasma?

—Dijiste que... ¿eres mi novia?

—Bueno... No es como que traigas a otras chicas a pasar la noche en tu cama contigo, ¿o si? —alzó una ceja seriamente. —si ese es el caso, tenemos un gran problema.

—Mi ángel de la guarda es mi novia. —murmuró aún sin asimilarlo.

—Estoy cansada. —se quejó melosamente sentándose en su abdomen, sus manos quedaron a cada lado de la cabeza del rubio y él no pudo evitar la tentación de ver hacia abajo. —resultaste ser más curioso de lo que pensaba, señor Agreste. —comentó con una sonrisa pícara.

—Lo siento, es que mi jefa es demasiado bonita como para no admitarla.

—Adrien.

Sus manos viajaron por sus piernas hacia arriba, hasta llegar a su espalda baja. Repitió el proceso con gusto al ver la expresión de satisfacción en Marinette.

—Ya no hagas eso. —él rio por lo bajo viendo su expresión quejumbrosa. —haces que quiera quedarme en la cama contigo...

—Aún hay tiempo, además mereces descansar un poco más. —con ambas manos la hizo a un lado desde su cintura, acogiéndola en un abrazo lleno de ternura. —fueron varias horas de viaje.

—Hablando de eso, te traje un regalo de Shanghai. —murmuró alejándose para verlo a sus verdes. —y a Félix también.

—¡Félix! —exclamó exaltado tomando asiento rápidamente en el lecho. —¿Qué hora es? —buscó su móvil, pero no estaba en ningún lado. —Félix se quedó con Alya...

—Adrien, aún es muy temprano. —llamó su atención aguantando una carcajada por su reacción. —incluso es posible que esté durmiendo. Tenemos tiempo para ir por él.

—Es cierto... E-espera, ¿ir por él?, ¿Quieres ir conmigo por él? —su voz bajó gradualmente de volumen y Marinette también se sentó en la cama, cubriéndose con la sabana.

—Y-yo... Claro, me gustaría. Pero si no quieres...

—Si quiero, por supuesto que quiero. —le sonrió tomando una de sus manos para besarla. —vamos juntos, señorita Marinette. —ella frunció el ceño y tomó la almohada golpeandolo en la cabeza.

§§§

—Que bueno que llegaste, Drie. —saludó Alya sin terminar de abrir la puerta. —Félix está...

—Aly, ella es...

—Marinette, mucho gusto. —lo interrumpió extendiendo su mano hacia la chica de gafas. —tu debes ser Alya. Adrien me ha hablado mucho sobre ti y Nino.

—Oh, si. Yo soy ella.

Alya le regaló una sonrisa amable, viendo de reojo a su amigo quien intentaba ocultar su sonrojo en un gesto nervioso y torpe. La morena cambió su expresión a una juguetona, les cedió el paso y cerró la puerta cuando todos estaban dentro.

—¿Ya desayunaron? —preguntó en doble sentido yendo hacia la cocina. —me da gusto conocerte por fin. Adrien nos ha hablado mucho de ti, claro está que has sido su salvavidas más de una vez.

—De hecho ya comimos, no es necesario que te preocupes... —calló cuando la de gafas llegó con una bandeja con bocadillos, dejándolo sobre la mesita de centro. —¿Nino ya llegó?

Alya se cruzó de brazos y les indicó que tomaran asiento en el lugar, sólo Marinette respondió a su gesto, Adrien se mantuvo de pie a su costado.

—Está durmiendo, le tocaba turno de noche y sabes que suele ser más tedioso por la gente que va. Félix está en tu habitación, ve por él mientras hablo con Marinette. —le regaló una sonrisa cumplidora, pero Adrien no estaba muy seguro de la idea, su amiga podía ser demasiado directa con lo que tenía que decir, quizás, sólo quizás debía esperar ahí a su hermano, aunque de todos modos terminó cediendo a lo dicho por Alya.

Marinette observaba todo su entorno, habían algunas fotografías colgadas frente a ella, lograba ver a Adrien junto a la chica frente suyo y otro chico, quien suponía era Nino.

—Marinette, por favor sírvete. —la azabache asintió tomando una galleta en confianza. —bueno, ya que estamos a solas podemos hablar. —la expresión de Alya se tornó seria, muy distinta a la de hace unos segundos. —¿qué es lo que esperas conseguir de Adrien?

—¿Conseguir? —ladeó la cabeza algo confundida. —¿por qué lo preguntas?, él es mi asistente...

—Lo sé, por el mismo motivo quiero saber cual es tu propósito. Es la primera vez que nos conocemos desde que él está trabajando para ti. ¿A qué se debe eso?

—Yo se lo pedí. —murmuró con una media sonrisa. —en realidad yo... Quería acompañarlo a buscar a Félix.

Alya podría preguntarle directamente si ella era consciente de los sentimientos que tenía su amigo hacia su persona, pero no quería meterlo en problemas y mucho menos entrometerse en su vida personal de ese modo.

—Hay algunas cosas que no comprendo del todo, pero quería agradecerte por lo que hiciste. Le tendiste la mano a pesar de su situación e hiciste posible que pudiera tener a Félix otra vez con él. —se miraron en silencio por unos minutos, el aire ya no era tenso, todo lo contrario. Podría decirse que incluso era un ambiente confidente. —Adrien es una buena persona y estoy segura que ya te diste cuenta de eso, aunque a veces sea terco y quiera cargar con todo eso solo.

—Alya... No tienes que agradecerme nada, él lo ha hecho hasta el cansancio. —casi se le escapó una risa entre los labios. —puedes estar tranquila, en lo que a mi concierne, Adrien no tendrá que cargar las cosas solo otra vez.

—Que no te engañe su torpeza e ingenuidad.

—Lo quiero. —confesó viendo la galleta en sus manos. —de verdad lo quiero y espero que eso no sea un problema en el futuro, realmente deseo su felicidad más que nadie, así como sé que él desea la mía. Puede ser mutua, ¿no? —Alya acomodó sus gafas, estaba sorprendida por lo que decía esa mujer. Sin duda era audaz y estaba muy segura de sí misma. —sé que cada vez que caiga, Adrien estará ahí. No sólo nuestra relación es de jefe-empleado, somos compañeros, somos confidentes, somos amigos, nosotros somos... Dos personas que debían encontrarse para darle sentido a su vida.

§§§

—¿Lo dices en serio? —exclamó el pequeño rubio mientras Adrien lo dejaba en el suelo. —¿dónde está?

—En tu habitación. —respondió la azabache viendo fijamente los azules del infante.

Ya era de noche, habían pasado toda la tarde en el parque de diversiones. Félix sólo quería jugar con su hermano y la princesa que lo visitaba en la casa hogar, los lazos que se forjaron eran imposibles de romper a estas alturas.

Adrien introdujo la llave y abrió la puerta de la casa. Los maullidos de Plagg y Tikki no tardaron en llegar, Félix entró corriendo hacia el segundo piso, más precisamente a su habitación, seguido por los dos felinos al instante.

—Félix, no corras. Te puedes caer. —comentó el de ojos verdes, viendo como desaparecía por el pasillo escaleras arriba, la risa de Marinette resonó a su lado y volteó a verla.

—Tranquilo, no le pasará nada. —cerró la puerta y él sonrió tomando su cintura con ambas manos. —¿sucede algo? —la acercó a su torso con lentitud, disfrutando como su dulce perfume se inmiscuía en su nariz, nunca se cansaría de eso.

—Hay algunas cosas que quería hablar contigo, pero primero que nada... —le robó un beso, el contacto fue fugaz y tierno.

Marinette parpadeó varias veces, envolvió su cuello con sus brazos y le sonrió a escasos centímetros de su boca.

—¿Qué hacemos?, ¿pido algo a domicilio o prefieres que cocine?

—Me encanta como cocinas, pero pensé que podríamos pedir una pizza y ver películas los tres. —él sonrió por la idea y se alejó de su rostro para verla mejor. —¿a Félix le gustan? —asintió en respuesta y ella se soltó de su agarre más emocionada yendo hacia la sala para encender las luces. —entonces haré palomitas también, tú pide la pizza.

Adrien la observó aún desde la entrada, vio su silueta como si fuese una deidad encarnada, fascinado por su sonrisa y alegría. Le gustaba verla feliz, hace mucho que no la veía de ese modo y lo que más le agradaba es que él fuera parte de eso.

Cuando logró salir de su ensoñación, tomó su teléfono para marcar a la pizzería, pero alguien llamó a la puerta en sus espaldas. Por  acto reflejo, y con el celular en su oído, abrió la puerta sin pensar.

—¿Adrien?, ¿qué haces aquí?

"Salta, puedes caer directo a tierra o puedes volar entre las nubes del cielo, pero, no lo sabrás hasta que saltes.
Arriesgate por lo que te hace feliz."

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