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Capítulo 28

Marinette pasó gran parte de la tarde en la oficina de Luka. Después de su viaje, no habían tenido oportunidad de hablar y es que era ella quien no contestaba el celular. Además, sabía que su mejor amigo la regañaría por no decirle de sus vacaciones.

Luego de un abrazo apretado, ella le contó cómo le fue con sus padres y lo que hizo en Shanghái, no tocaron el tema de Chloe porque ambos sabían que no era el lugar, ni el momento para hacerlo. Fue una conversación más entre los dos, nada fuera del otro mundo, se habían extrañado.

Luka tuvo que salir para arreglar unos asuntos y ella viendo la hora, volvió a su oficina para tomar sus maletas e irse a casa. Se sentía inquieta, luego de dos meses se encontraría con Nathaniel nuevamente, volvería a verlo casi todos los días y no estaba segura si podría mantenerse del todo firme frente a él, no porque se arrepintiera de su ruptura, mas bien porque todavía estaba presente la decepción en su corazón.

Se podría decir que ya había dado varios pasos de superación en el fracaso con su ex, ya no pensaba tanto en el asunto, es cierto que tuvo sus momentos de tristeza en Shanghái y varios días se quedaba dormida con las lágrimas acumuladas en sus ojos, pero estaba bien, el cambio de aire le hizo bien y sobretodo le ayudó a autoanalizarse. Reflexionó sobre su vida y lo que necesitaba, encontró respuestas a preguntas tan dudosas que antes le hacían perder la calma.

Cuando entró en su oficina, vio a Adrien apagando su ordenador, al parecer ya estaba listo para irse a casa. Se vieron en silencio, él se mostraba pleno y alegre, cosa que revolvía su estómago estrepitosamente.

—Ya le pedí un taxi. —habló el rubio y ella comenzó a jugar con las llaves de su casa entre sus dedos.

—Creí que había traído mi auto. —volvió a verlo a los ojos lentamente. Adrien hizo una mueca y pasó una mano por su cabello, revolviendolo nervioso.

—Señorita Marinette... No pensé que sería prudente tal cosa. De por si usted... —bajó el volumen de su voz. —me prestó su casa.

—Todo lo mío estaba a su disposición. —respondió en un arrebato y los colores se adueñaron de su rostro. Él guardó silencio, procesando lo que esas palabras provocaban en su alocado corazón. —me refiero a q-que...

—La empresa... —murmuró interrumpiendola. —no quería que se hicieran ideas equivocadas y mucho menos que surgieran chismes si me vieran conduciendo su auto, estando usted de vacaciones.

—Eres mi asistente. No habría problema si...

—Por lo mismo. Soy su asistente, y por más buenas intenciones que tenga conmigo, la gente hablará de todos modos, quería evitar eso. Sólo olvide esto y vamos... El taxi ya debe estar abajo. —Adrien tomó sus maletas y pasó por su lado, dejó todo fuera de la oficina y esperó que su jefa saliera para cerrar con llave, como todos los días.

Ninguno se atrevió a pronunciar media palabra. La situación era incómoda para los dos.

A pesar de la felicidad que Adrien sentía al tener a su jefa devuelta, no quitaba el hecho de que ella dejó demasiadas cosas a su cuidado. Las preguntas comenzaron a acumularse en su cabeza de golpe, como las primeras noches en esa casa, como los primeros días con su ausencia en la oficina. Tenía tantas cosas que quería hablarle y aclarar, que ya no sabía por donde empezar.

Marinette por otro lado, estaba molesta. No pensó que ver a su mano derecha le traería emociones tan fuertes. Estaba feliz, eso no había forma de negarlo, pero que no hubiera usado su auto por el qué dirán, tontamente le dolió a pesar de ser lo suficientemente racional con el tema y entender su punto. No tenía nada que ocultar, no le importaba que hicieran chismes sobre los dos y mucho menos le importaba si el mismo Nathaniel veía que usaba su auto. Era una mujer libre e independiente, no le debía cuentas a nadie y...

Marinette se descubrió a sí misma viéndolo, escudriñó su perfil una y otra vez, él distraído en sus pensamientos, no dejaba de ver las calles parisinas por la ventana del taxi.

<<¿Y si él le debe cuentas a alguien? >>

Su pensamiento la entristeció. Había pasado gran parte del tiempo aclarando sus sentimientos, como para ahora enterarse que la persona quien le hizo esa hermosa confesión de amor en aquella playa, encontrara a alguien más. Alguien con sus sentimientos claros y confesados.

Marinette no se percató cuando llegaron a su casa y bajó algo ida del taxi. Adrien se encargó de pagar, la esperó a un lado de la reja de la casa con las maletas sobre el suelo. Ella miró todo desde afuera, pudo notar que sus plantas estaban bien cuidadas, incluso, mejor a como las tenía antes de irse, cosa que le hacía preguntarse si Adrien tuvo el tiempo de cuidarlas junto a Félix. ¿Él sabía de jardinería? Otra cosa que quería descubrir de él.

Estando ambos en la puerta, se percibieron los maullidos de Tikki y Plagg desde el otro lado, una sonrisa amplia se hizo presente en el rostro de la azabache y con eficiencia introdujo la llave, dejando a la vista los dos felinos, quienes completamente efusivos comenzaron a restregarse contra su dueña, pasaban entre sus piernas con un notable ronroneo.

Marinette tomó a los dos gatos y entró llenándolos de caricias hasta dar con el sofá de la sala, el cual estaba en otra posición, se veía todo mucho más amplio así. El aroma de su hogar llenó sus pulmones y una tranquilidad única la invadió por completo.

—Llevaré su equipaje a arriba. —la voz de Adrien hizo girar su cabeza. Vio justo las ruedas de la maleta perderse escaleras arriba, se puso de pie siguiéndolo detrás y lo alcanzó justo antes de que entrara las maletas a su habitación.

—Podía subirlas yo. —el rubio dio un salto de la impresión, cosa que provocó que chocara con el umbral de la puerta directo en el lado izquierdo de su frente.

Auch. —cubrió su rostro con una mano y Marinette buscó su mirada con insistencia. —me asustó.

—Lo siento, ¿estás bien? —quitó su mano observándolo preocupada. —déjame ver. —pasó lentamente sus dedos por la ceja de su asistente, corriendo al mismo tiempo un mechón de su cabello. —no es nada, sólo tienes un poco rojo. —sonrió. —¿quieres hielo?

La distancia era escasa, los sentimientos a sólo un cabello de ser incontrolables y los impulsos dispuestos a ceder ante los deseos del corazón.

Adrien no respondió, no estaba seguro si es porque las palabras no llegaban a su boca o sólo por seguir perdido en la cercanía de la mujer que le hacía perder el sueño.

—Félix... ¿Dónde está? —susurró ella aclarando su garganta, dando medio paso hacia atrás.

—Debo ir por él. Mi mejor amigo lo cuida cuando sale de la escuela, ya que el horario no me coincide.

—Bien, podemos hacer un arreglo con eso... No te preocupes.

—No es necesario.

Otra vez ella le haría un favor, ¿es que no podía avengorzarlo más? Suficiente se sentía en deuda como para que ahora lo haga irse más temprano del trabajo por su hermano. Ya no estaba seguro como sentirse con eso, era demasiada ayuda y estaba acostumbrado a trabajar para ganarse las cosas.

—Es algo que...

—Señorita Marinette, debemos hablar. De hecho... Tenemos muchas cosas que conversar. —miró el suelo con pena. —dijo que me daría todas las respuestas que necesitara cuando volviera y... aquí está.

—Lo sé, créeme que lo sé. Tomaré una ducha y luego lo haremos. ¿Bien?

—Bien... —él asintió y no pude evitar reír por lo extraña que sonó su frase.

—¿Qué es gracioso? —lo miró curiosa.

—Na-nada... Es sólo que... Olvidelo. —Adrien avanzó por el pasillo hacia la que era su habitación, Marinette lo vio entrar y suspiró haciendo lo mismo en la suya.

§§§

—Si haces lo que te digo, mañana te llevaré al parque de diversiones. —Nino sonrió poniéndose en cuclillas frente al pequeño Félix.

—Pero yo quiero ver a la princesa. —respondió el infante, ignorando por completo su mirada. —llega hoy. —el moreno suspiró sin dejar de sonreírle.

—Vamos, enano. ¿Por esta vez podrías hacerme caso? —le hizo un notable puchero. —haré lo que quieras, pero quédate con Alya hoy.

Se oyó la puerta del departamento abrirse y así Nino supo que su novia había llegado, se irguió para recibirla y miró al niño hacia abajo.

—Hazlo por tu hermano. —susurró. —yo sé lo que te digo.

—Hola. —se oyó la voz de Alya hacer eco en el pasillo. —¿cómo la pasaron sin mi?

Nino se acercó a ella cuando apareció, descolgó su chaqueta del perchero y la puso sobre sus hombros, besó los labios de su novia para saludarla.

—¿Ya debes irte? —preguntó la chica con tristeza.

—Estoy diez minutos atrasado y debo relevar el turno de mi compañero, cariño. Pero mañana tengo libre, así que podemos hacer lo que quieras y me puedes contar tu día por mensaje.

—Bien, entonces apresurate y ten mucho cuidado. —Alya rodeó su cuello para abrazarlo, acarició con sus dedos su nuca y beso su mejilla. —me avisas cuando llegues.

—Por cierto, el cachorro se quiere quedar contigo hoy. —miró al niño, quien entrecerró sus ojos azules en su dirección. —¿cierto Félix?

—Si, hoy me quedaré aquí. —sonrió a la chica y afiló nuevamente su mirada al mejor amigo de su hermano. —pero deben decirle a Adrien porque se preocupará.

—Este enano piensa en todo. —murmuró Nino, recibiendo un tirón de cabello de parte de su novia. —¿y eso por qué fue?

—No le digas enano, no le gusta.

—Lo defiendes peor que a Adrien. Bien, ya me voy o acabarán regañandome en el bar. —Alya asintió y se despidieron.

Cuando Nino salió, Alya se sentó al lado del rubio, quien bajó un libro de cuentos que leía para verla.

—¿Qué te ofreció para quedarte hoy? —Félix se puso a reír.

—Dijo que me llevaría a un parque de diversiones o lo que yo quisiera. —la chica negó con la cabeza sin dejar de sonreír.

—Esto le costará caro, estoy segura.

§§§

—¿Por qué no me dijo que ya conocía a mi hermano?

—No quería hacerte sentir mal de alguna forma y mucho menos que pensaras que era una entrometida, te juro que todo lo que hice fue con las mejores intenciones y lo que menos buscaba era que pensaras que me debías algo, lo hice porque quise.

—Lo sé, realmente nunca creí que lo hiciera buscando algo a cambio, pero... —Adrien suspiró y cubrió su rostro con ambas manos. —es demasiado. No sólo ayudó a mi hermano. Me dejó su casa, y todo dentro de ella fue una responsabilidad que no sabía manejar... Sabía que necesitaba irse por todo lo que ocurrió con el señor Nathaniel, pero fue demasiado para mí.

—Lo siento, Adrien. Fui egoísta en eso y créeme que luego de unos días en Shanghái empecé a cuestionarmelo, creí que te hacía un favor, pero resulta que dejé una carga muy grande sobre tus hombros por salir huyendo. —su pecho se estrujó.

Ninguno se veía a la cara, estaban sentados en el gran sofá a un metro de distancia entre sí.

—No digo que no fuera capaz de hacer el trabajo por mi cuenta, tampoco me refiero a que quisiera despejarse de todo y todos. Yo hablo de que... Me hizo parte de su vida, no se si de manera consciente, pero lo hizo y he estado buscando la respuesta a eso desde que se fue. El peso que siento en mis hombros, no es todo lo material en lo que me hizo el favor, más bien, que se adentró aún más en mi corazón. —Adrien se giró a verla, pero Marinette evitó por completo su mirada. —¿por qué?

—No entiendo que quieres que diga.

—Quiero que me diga lo que hay realmente entre usted y yo.

El silencio se adueñó del lugar, sus respiraciones fueron pesadas y las miradas determinadas, sobretodo cuando los azules de ella se encontraron con los verdes de él.

—Necesito la verdad, porque estos dos meses no he hecho más que ilusionarme con todo lo que hizo por mi. Esa noche... —susurró. —dijo que no le era indiferente y que se sentía culpable por lo mismo. Esa noche no fui yo quien dio el primer paso, fue usted.

—Decías todas esas cosas sobre mi y... —Marinette se puso de pie y huyó hacia la cocina, no contaba que Adrien la seguiría detrás y mucho menos que la acorralaría contra el mesón. Estaba sin escapatoria y su cercanía nublaba su juicio.

—¿Y, qué?

—Quería besarte, quería saber lo que era estar entre tus brazos y sentirme cálida otra vez. Quería callar a mi corazón por cada palabra que salía de tu boca, porque... Quería quedarme en tu corazón mucho antes de que me lo dijeras en la playa.

Las palabras eran rápidas y las miradas seguían el paso lo más que podían.

—Eso quiere decir que...

—¡Maldición! , ¡que estoy molesta! —exclamó frunciendo el ceño, sintiendo sus respiraciones mezclarse cada vez más. —¡no estamos en la oficina y sigues sin hablarme por mi nombre!, ¡no quiero ser tu jefa ahora mismo!

—Lo siento.

—Es una locura... Esto es una locura, pero quiero estar contigo. —Él dejó caer su frente sobre la de ella y cerró sus ojos para dejar su escencia inmiscuirse plenamente en su nariz.—¿por qué me haces esto?, cada nota era más hermosa que la anterior y luego de esa confesión ya no parabas de decirme lo que sentías.

—Esta vez quiero ser yo quien de el paso. Sin alcohol de por medio, espero que corresponda lo que siento y que todo este tiempo en que no pude verla, valiera totalmente la pena.

—Sigues hablándome de usted.

—Hay costumbres difíciles de olvidar, Marinette. —los ojos de ella se entrecerraron a medida que se extinguía la distancia entre sus labios. —pero puedo hacer el esfuerzo por ti.

—Entonces...

Las palabras se interrumpieron y el tiempo de espera se agotó, el roce de sus labios Adrien lo volvió un toque completo, uno donde la armonía de las mariposas en su estómago se mezclaba con el ritmo del latir de sus corazones.

"Ser sincero contigo mismo nunca estará mal, sólo de ese modo puedes compenetrarte con alguien por completo."

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