Capítulo 26
Hay veces en las que crees que la tormenta ha pasado, sientes algo de paz y todo lo que estaba vueltas para arriba, se endereza milagrosamente. Adrien sentía que la lluvia se alejaba poco a poco de su vida, tenía a su hermano con él nuevamente, un trabajo estable, amigos en quien confiar y un lugar donde poder dormir, algo muy simple, pero lo suficientemente significativo para él.
No quería verse inconformista con lo que la vida le estaba dando e ignoraba lo que su corazón susurraba por la noche, donde el silencio era la música de los sueños más desesperados al cerrar los ojos.
Primer día solo en aquella oficina que compartieron por meses, primer día sin poder verla trabajar hasta el cansancio, primer día sin poder permitirse disfrutar su escencia a la distancia. Le envió su nota como dijo que haría, no recibió respuesta y realmente no esperaba una porque lograba comprender la guerra interna que Marinette estaba batallando. Decidió ser el Adrien de siempre, aquel que la admiraba a lo lejos y que no era más que su asistente, suficiente hizo ella por él como para complicar más las cosas.
—¿Marinette ha dicho algo? —la voz de Nathaniel le hizo levantar la vista de la pantalla de su ordenador ligeramente. —me refiero a... si se comunicó contigo sobre el señor Grosvernor. —aclaró su garganta y Adrien tomó aire. Se sentía incómodo con su superior ahí, y es que verlo, sólo le hacía recordar a su jefa desconsolada en la fría playa.
—No. Y la verdad no quisiera molestarla si está de vacaciones. —habló lo más suave posible. Nathaniel se apoyó en el escritorio de Marinette, cruzó sus brazos y observó al asistente curioso. —¿se le ofrece algo más?
—Ella me dijo que eras lo suficiente capaz para hacerte cargo del proyecto con el inglés. —se vieron a los ojos con seriedad y es que sabían muy en el fondo que no podían llevarse bien del todo. —Dime, Adrien... ¿Marinette estaba en lo correcto?
—La señorita Marinette me encargó todo en su ausencia. Créame que lo último que está en mis planes es decepcionarla. —lo último, fue una cuchilla con doble filo directamente al pecho del pelirrojo. —supongo que sólo puedo decirle que confíe en su juicio.
Nathaniel guardó silencio y se giró al puesto de su ex novia, encontrando así la fotografía que ella tenía de los dos, fuera de su cuadro y boca abajo sobre el escritorio. Suspiró volviendo a ponerse de pie, caminó hacia la salida, arregló nerviosamente los puños de su camisa y miró nuevamente a Adrien a su costado, sumergido en unos archivos.
—Si Marinette te dice algo importante, me lo haces saber. —no esperó una respuesta y salió de la oficina, dejando al rubio con un sabor amargo.
—Si ella quisiera comunicarle algo lo haría directamente sin problemas. —susurró con molestia. Su teléfono comenzó a vibrar, así que rápidamente lo tomó y contestó. —Nino, ¿ocurrió algo?
—Hey, bro. Quería hablar sobre lo de recoger a Félix en la escuela. Sabes que no tengo problema en quedarme con el cachorro mientras sales del trabajo, pero debes ser puntual. Recuerda que debo atender el bar.
—¿Lo dices en serio? —la sensación que le dejó Nathaniel rápidamente se desvaneció. —no sabes cuanto te lo agradezco. No tengo lo suficiente para pagarte todo lo que haces por mí.
—Ya cállate, no tienes ni que pensarlo. Los amigos son la familia que escogemos, así que ya acostúmbrate a tenerme constantemente jalandote las orejas.
—Nunca me libraré de ti, idiota. —los dos rieron a la par. —¿Alya está en el trabajo?
—Yep. Por cierto, ¿cómo está tu primer día sin tu ángel de la guarda?
—Algo agotador. —suspiró cansado. —imaginate que habíamos adelantado trabajo, pero de todos modos estoy hasta el cuello. —la puerta sonó y Luka se adentró a la oficina en confianza con unos documentos bajo su brazo. Adrien lo miró haciendo un asentimiento de cabeza, queriendo decir que lo esperara un momento. —Y así... Ahora que la señorita Marinette se fue, será algo complicado manejar todo como ella lo hace. Bueno, debo irme ahora... Hablamos luego.
—Está bien, hablamos luego hermano. Ánimo y no extrañes tanto a tu jefa.
—Nino. —se quejó entre dientes y el moreno colgó la llamada.
Luka veía algo desorientado al rubio, dejó los documentos sobre su escritorio y tomó asiento frente a él.
—¿Dónde fue Marinette? —Esa pregunta creó una atmósfera llena de extrañeza, incluso curiosidad.
Adrien recordó el día que fue a ver a su jefa y se encontró a Luka junto a Chloe discutiendo en la entrada de su casa. Algunas cosas no lograban hacerle sentido y otras si, como el que Luka estuvo enamorado de ella antes.
—¿No lo sabes? —susurró encajando algunas cosas en su cabeza. —tomó vacaciones. La señorita Marinette se fue a Shangai con sus padres.
—¿Qué?
§§§
—Entonces, ¿te apuntas, Adrien? —preguntó Rosita con una sonrisa enorme en su rostro. —creo que el trabajo te está consumiendo un poco.
—Vamos, Adrien. Te aseguro que no te arrepentirás. —habló la secretaria de Nathaniel. —hoy toca salida. Irá Max el informático, para que no te sientas incómodo con sólo mujeres. Quizás se nos sume Rubén de portería.
—Ya ves, Mylène piensa en todo.
—No lo sé chicas. No es que no quiera, es que debo terminar estas cosas y llegar a tiempo a casa con mi hermano. —La rubia hizo un pequeño puchero.
—Llevas un mes de la misma forma. Trabajo, más trabajo y luego casa. Estoy segura que la señorita Marinette ya te habría mandado a descansar.
Adrien formó una fina línea en sus labios, cerró un momento sus ojos y suspiró poniéndose de pie.
—Bien, ustedes ganan. —apagó su computador y dejó todo en orden antes de tomar su chaqueta del perchero. Rosita y Mylène, aplaudieron de manera muda y salieron de la oficina con entusiasmo. —pero sólo tengo unas horas, no puedo quedarme toda la noche.
—Tampoco somos vampiros. Mañana toca trabajo y créeme que lo menos agradable del mundo es ser la secretaria del señor Nathaniel, con resaca. —los tres rieron por lo bajo, mientras Adrien cerraba con llave la oficina. —sólo serán unos tragos y comida, mucha comida.
—¿Y a tu esposo no le molesta que salgas? —preguntó el de ojos verdes, acabando por guardar las llaves en el bolsillo de su chaqueta. Caminaron hacia el ascensor y las luces de la oficina se fueron apagando, dejando todo a oscuras.
—Iván puede parecer rudo por fuera, pero es un amor de persona. —respondió Rosita en su lugar, causando que Mylène se sonrojara brevemente. —estoy segura que si lo conoces algún día se llevarían muy bien.
—Creo lo mismo. A veces nos acompaña, pero hoy le toca turno de noche.
—Pues ya me dieron ganas de conocer a Iván. —Una sonrisa se formó en su rostro.
Llegaron al primer piso y se encontraron con Max esperándolos, junto a él estaba la secretaria de Kim, Lila. Se saludaron en breve y Rosita sacó su móvil.
—Tal parece que Rubén no podrá asistir. —murmuró en tono lastimero. —tendrá que ser para la otra. —Adrien pasó su brazo por sus hombros para animarla y así hizo.
—Para la otra será. —comentó y la rubia asintió tomando su brazo más animada. —¿cómo lo hacemos? —se dirigió a los demás, quienes veían curiosos su unión.
—Nos vamos en mi auto. —dijo Lila alzando las llaves. —creo que alcanzamos todos. —sonrió y comenzó a caminar hacia el estacionamiento.
Cuando llegaron al local, Máx se encargó de pedir para todos. La música estaba al punto justo para poder hablar entre todos sin gritar, la comida no tardó en llegar, al igual que los tragos.
Encontraron una mesa vacía en un lugar apartado. Lila, Mylène y Rose tomaron lugar en el gran sofá, mientras que Adrien y Max en los asientos individuales frente a ellas.
—Ahora que están ustedes dos podemos saber lo que ocurrió realmente. —habló Lila bebiendo un trago, sin dejar de ver a Mylène y Adrien. —¿por qué la jefa tomó vacaciones tan de repente?
Adrien guardó silencio y comió una de las papas, por ahora no le agradaba mucho beber si tenía que volver con su hermano en unas horas.
—Es cierto, ¿cuál fue el motivo real? —cuestionó Max. —la señorita Marinette nunca antes se había ido de ese modo.
—Kim no me ha querido decir nada. —habló nuevamente la de raíces italianas. —¿no será que tu jefe tuvo algo que ver? —se dirigió a Rose esta vez. —todos hablan en la empresa sobre que la amistad de Luka y Marinette es demasiado cercana. —alzó sus cejas con rapidez.
—La verdad, no creo que sea prudente hablar de nuestros jefes. —respondió la rubia. —además, el señor Luka nunca ventila su vida privada conmigo, sólo soy su secretaria.
—Oh vamos, Rose. Llevas años trabajando con él, algo debes saber.
—Si ella no quiere contar nada, está bien. —se metió el moreno. —déjala tranquila. —Lila rodó los ojos.
—Siempre tan excéntrico, Max. —Rio brevemente. —¿Tú no dirás nada Adrien? —alzó una ceja en su dirección y el rubio comenzó a toser. —creo que eres el que más información tiene sobre el tema. Mejor cuéntanos cómo fue que Marinette te contrató, ¿sabías que yo era su secretaria antes, no?
—Algo me había mencionado. La verdad sólo le presenté mi currículum y me contraró. —le restó importancia al asunto y bajó la mirada.
—Pero algo debes saber sobre su ida repentina de vacaciones. Eres su asistente personal, más que una secretaria o recepcionista. —sonrió cruzando una pierna sobre la otra.
—No hablo de su vida privada. No me corresponde. —respondió más seco de lo que quería, sorprendiendo en a las otras dos chicas presentes.
—Que aburrido. —mofó la castaña. —pues yo creo que le pusieron los cuernos a nuestro querido presidente —peinó su cabello hacia atrás. —y ella no encontró mejor solución que salir escapando cobardemente. —los puños de Adrien se cerraron con fuerza sobre sus muslos.
—Te equivocas. —intervino Mylène. —la señorita Marinette nunca le haría algo así al jefe. Sólo diré que cuando ella le pidió sus vacaciones, tuvieron una discusión donde logré oír que era ella quien no quería saber de él. Así que pueden deducir lo que ocurrió.
—Es triste, pero cierto. Un día en específico, la señorita Marinette pasó a la oficina del señor Luka y se podía notar que algo le afligía, luego de un rato salió con los ojos llorosos, pero se veía mucho más tranquila.
—De qué sirven todas estas conjeturas, si el único que podría sacarnos de dudas no quiere hablar. —Lila se cruzó de brazos y Adrien la ignoró concentrándose en su móvil.
—Bueno, olvidemos el tema. Se supone que estamos aquí para despejarnos del trabajo. —comentó Max y todas asintieron.
—Bueno, tienes razón. Suficiente tengo con mi jefe que no deja de hostigarme.
—¿Aún te llama por teléfono? —preguntó Mylène.
—Llega a ser irritante. Sólo espero conseguir novio pronto para que lo ponga en su lugar, porque yo ya no puedo sola. —tomó su cabeza con ambas manos.
—¿No pensaste en hacer una queja a recursos humanos? —habló Max, dejando su trago sobre la mesita de centro. —creo que no eres la primera que tiene problemas con Kim.
—No quiero perder el empleo. Fue un error caer en sus juegos, si fuera por mi volvería a ser la secretaria de Marinette, pero ya tiene asistente. —apuntó a Adrien con la cabeza. —ya veré como arreglarmelas.
Luego de un rato más, Rose se sentó en un brazo del asiento de Adrien y le dio un golpecito con su codo.
—Oye, siento lo de Lila. Puede ser muy chismosa cuando se lo propone. —él negó con la cabeza y le regaló una sonrisa.
—No te preocupes. Lo poco que he hablado con ella en el trabajo, me da una idea de su personalidad.
—Bien. —susurró viendo sin querer la pantalla de su celular. —¿es tu hermanito? —Adrien bajó su mirada y rápidamente rio mostrándole más a gusto la imagen de su fondo.
—Si. Él es Félix, mi hermano menor.
—Es igual a ti, cualquiera diría que es tu hijo. —admiró la foto un segundo, para luego volver a ver sus ojos. —aunque tienes los ojos verdes y los de él son azules.
—Algo que nos diferencia notablemente. —apartó la vista y aclaró su garganta poniéndose de pie. —ya es hora de irme. —Rosita asintió imitando su acción. —gracias por la invitación, realmente me sentó bien un cambio de ambiente.
—Te acompaño. —los dos voltearon a los demás. —¡chicos!, Adrien ya se va.
Todos se despidieron a distancia y con simpatía. Los dos rubios salieron del local, la brisa fría los golpeó en el rostro, pero lejos de molestarles, les hizo tomar aire fresco con más ganas.
—Gracias por venir. Siento si te hice sentir incómodo con tanta insistencia, es sólo que noté lo mucho que trabajas... Pensé que te haría bien compartir con nosotros.
—Está bien, gracias. Como bien dije, la pasé bien y me ayudó a dejar de pensar algunas cosas. —puso las manos en los bolsillos de su chaqueta. —¿te vas con Lila? —ella asintió.
—No te preocupes. —miró el suelo algo nerviosa.
—Entonces, nos vemos mañana.
—Adrien. —detuvo su andar. —quizás te suene algo tonto, pero... ¿Crees que podríamos ser amigos? —su pregunta lo tomó desprevenido, pero lejos de incomodarlo lo hizo muy feliz.
—Claro que si, de hecho iba a preguntarte lo mismo. —rio con vergüenza. —aunque debo advertirte que suelen pasarme algunas desgracias.
—Lo mismo digo. —se soltaron a reír. —espero que haya tiempo para contarme esas anécdotas.
—Cuando quieras, pero sólo si me cuentas las tuyas. —a sintieron al mismo tiempo y Rose pasó un mechón de su cabello tras su oreja. —Me avisas cuando llegues a casa para no quedar preocupado.
—Está bien. —Adrien agitó su mano y se alejó caminando para tomar un taxi. —descansa. —susurró viendo el cielo un momento, antes de entrar nuevamente al local con sus compañeros.
"No hay que temerle a los nuevos comienzos. Hay que temerle a quedarte estancado."
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