Capítulo 21
La noche se adueñó del cielo y lo único que podía oírse era el oleaje del mar. Algunas estrellas lograban verse entre las nubes grises que amenazaban con ponerse a llorar en cualquier momento.
Chloe y Luka ya se habían ido a dormir, mientras que Adrien esperaba que lentamente la fogata se extinguiera ante sus ojos.
La brisa fría golpeó su espalda, así que decidió ponerse de pie cubriendo las brasas con arena, antes de ver la oscuridad en la inmensidad del horizonte.
Suspiró y caminó hacia la cabaña para resguardarse del frío. Cada paso que daba hacia el lugar, lo hacía darse cuenta que alguien estaba sentado en la terraza, no tardó en reconocer que era su jefa, con una botella de vodka entre sus manos.
Adrien frunció el ceño y se paró frente a ella con una expresión preocupada.
—Señorita Marinette. —llamó y esta alzó su cabeza, sonriendole ampliamente. —¿qué hace?
—Adrien. —rió y levantó la botella bebiendo un largo trago. —¿que no ve? —se carcajeo. —estoy bebiendo.
—Eso veo... Pero...
—¡Ven! —palmeó a su lado. —¿quieres un tra... Tra...? —cubrió su boca y se soltó a reír nuevamente. —¿cómo es que se dice?
Marinette se puso de pie tambaleándose y se acercó a él al ver que no la acompañaba. Lo observó entrecerrando sus ojos por la poca luz que regalaba la luna y apoyó la botella en su pecho.
—Bebe conmigo. —hizo un puchero. —se un buen asistente y bebe conmigo. —frunció el ceño y este tomó la botella.
—Creo que ya fue suficiente alcohol para usted. —la rodeó dispuesto a alejar la bebida de ella, pero rápidamente Marinette lo interceptó.
—¡No!, ¡no seas aburrido! —se quejó intentando quitarle la botella, cosa que fue inútil, porque Adrien era mucho más alto y sus distorsionados sentidos no hacían más que aturdirla. —¿por qué vuelas tanto? —cruzó sus brazos. Adrien suspiró y tomó su mano para adentrarla a la cabaña, pero ella no se movió ni un poco. —Ah... Entonces quieres bailar. —tiró su mano y lo acercó a su cuerpo con algo de torpeza. —ahora me dieron ganas de bailar. ¿Bailemos?, tu eres mi compañero de danza.
—Señorita Marinette...
—Shh... —lo calló posando su dedo índice sobre su boca y guió una de sus manos a su cintura. —soy Marinette, solamente Marinette. —sus ojos sonrieron. —dime Marinette. —esperó unos segundos que su asistente le respondiera, pero no lo hacía. —hazlo... Dime Marinette. —apoyó su frente en su pecho y su voz se quebró. —Di-dime... Ma-Marinette... —las lágrimas comenzaron a emerger de sus ojos, humedeciendo notablemente la camienta del rubio.
Adrien no entendía que pasaba, hace un momento ella estaba riendo y ahora su llanto no cesaba, lo único que atinó fue envolverla en sus brazos. La botella cayó en la arena, vaciandose así el poco contenido que quedaba dentro.
—¿Por qué? —cerró sus puños apretando su camiseta con fuerza. —Adrien... Yo soy... ¿Mala?
—Claro que no... Usted es un ángel caído del cielo. —acarició su largo cabello lentamente. —es una persona increíble.
—¿Entonces soy fea? —se separó de él y lo miró a los ojos. Sus mejillas estaban completamente húmedas por las lágrimas que parecían no tener fin.
Él acunó su rostro e intentó limpiar con sus pulgares cada gota derramada y le sonrió negando con la cabeza.
—Es una mujer hermosa por dentro y por fuera. Decidida, despiadada, elocuente, alegre, amorosa, noble, humilde... Y mucho más.
—Entonces...¿Qué hice mal? —gimió por el nudo en su garganta. —¿por qué me hizo esto?
—¿Quién?, ¿de qué está hablando? —ella se soltó de su agarre y cayó de rodillas en la arena.
—Y-yo... Creí que si volviamos a salir como antes, todo mejoraría. —su mirada quedó fija en un punto muerto, Adrien se agachó frente a ella evitando interrumpirla. —me pidió matrimonio... Él me pidió matrimonio. —se puso a reír de la nada y posó una mano en su frente. —me pidió matrimonio aún cuando se metía con otra mujer.
Los ojos de Adrien se ampliaron al oír aquella confesión, le dolía ver el sufrimiento de Marinette de una manera que jamás imaginó sentir, aunque unas cuantas palabras hicieron que él entendiera su extraño comportamiento ese día, no sonreía y evitaba hablar por más de cinco minutos con alguien, casi todo el viaje estuvo ausente en sus pensamientos.
—¡Soy una estúpida! —exclamó con un dolor insoportable atravesando su pecho. —una completa estúpida...
—No, no lo es... No diga algo así. —Adrien tomó sus manos y las contuvo para darle algo de confort.
—Fui a su apartamento por la mañana... Quería invitarlo aquí, pero estaba... —intentó tomar aire, pero le costaba bastante. —sabía que algo no andaba bien y... No quise verlo.
—Escucheme, usted no es estúpida. Él no la merece en lo más mínimo, él es quien debe sentirse estúpido... Un completo imbécil por perder a una mujer tan extraordinaria como usted.
—N-no... No me digas eso. —miró sus rodillas hundidas en la arena y Adrien acercó sus manos a su pecho compartiéndole una calidez indescriptible.
—¿Por qué?, sólo estoy diciendo la verdad... Es un completo idiota y no merece que usted derrame una sola lágrima por él.
Marinette levantó su cabeza y se soltó de su agarre rápidamente.
¿Por qué le decía todo eso?, ¿por qué le decía cosas que calmaban su pena y aceleraban su corazón?, ¿por qué no podía dejar de verla con tanta ternura?
Lo odiaba... Odiaba todo lo que su asistente despertaba en ella, pero no era porque literalmente fuera así, sino que... Se forzó a ignorar los sentimientos que cada día crecían más por ese torpe rubio de ojos verdes, incluso llegó a sentirse culpable de sentir algo más estando aún con Nathaniel. Se repetía todos los días que su novio era el pelirrojo y que era una mala mujer al mirar hacia otro lado.
—Adrien ya no sigas... —suplicó en un hilo de voz, pero este negó con la cabeza.
—No puedo hacerlo... Al menos no cuando la escucho despreciarse de esa manera. Merece que la amen genuinamente y se que ahora está con el alcohol hasta las nubes, muy herida y con muchas emociones a flor de piel, pero... Eso no impedirá decirle lo mucho que la admiro y...
Fue algo tan imprevisto, algo tan rápido que ninguno fue consciente hasta pasados unos diez segundos. Marinette había tomado su rostro con ambas manos y le robó el aliento sin contención alguna, rodeó sus caderas con sus piernas e hizo aquel beso más intenso, sentía su respiración chocar contra la propia y no tardó mucho en sentirse liberada en los brazos de él.
A Adrien lo tomó por sorpresa, el sabor a licor no impedía poder captar el dulzor de su saliva y la suavidad de sus labios. Aquel momento que soñaba en la soledad de su habitación o en la ajetreada oficina, estaba ocurriendo realmente. Indeciso y con temor, deslizó una de sus manos hacia su cintura, mientras la otra se hundió en su melena desde su nuca hacia arriba. Sus narices chocaron entre sí al momento de ladear sus rostros, mas Marinette se abrazó a su cuello y su lengua se deslizó sola contra la de él, como si se conocieran de toda la vida.
Ninguno recordaba la última vez que habían disfrutado tanto un beso, pero en definitiva no lo cambiarían por nada el que estaban viviendo, pero todo lo que inicia tiene que acabar.
Marinette entró en razón y frunció el ceño con pesar, tomó aire y se separó apoyando su frente contra la de él.
—No... Esto no está bien... —susurró con la respiración acelerada. —lo siento, perdóneme, Adrien.
—¿Por qué? —preguntó de la misma forma intentando calmar su corazón.
—No merece esto... Estoy tan enojada y dolida por Nathaniel. —no pudo evitar soltar un quejido desde lo más profundo de su garganta. —que lo que menos quiero es lastimarlo a usted, no podría soportarlo y y-yo... Realmente no se que pensar ahora mismo.
El de ojos verde guardó silencio y analizó sus palabras, acomodó su mano en su cabeza volviendo a acariciar su cabello para calmarla.
—Está bien... Entiendo. —musitó disfrutando de su escencia aún con los ojos cerrados. —no se preocupe.
—Besas tan bien... —respiró aún a escasos centímetros de su rostro y Adrien no sabía si reír por su comentarios o morir de la vergüenza por la posición en la que estaban. —el vodka se me está subiendo otra vez...
—Puedo notarlo... Marinette. —ella abrió los ojos el escuchar su nombre y habló rozando sus labios, tentada a dejarse envolver por el deseo de hace unos minutos.
—Dijiste Marinette. —arrastró sus palabras y mordió su labio volviendo a perder la compostura. —Adrien... ¿Sabes que significa Adrien? —preguntó tirando levemente de su labio antes de soltarlo y él contuvo el aire por aquella provocación a sus sentidos. —"hombre cercano al mar", curioso que mi nombre comparta algo con el tuyo, ¿cuáles son las posibilidades? —rió entre dientes.
—No lo sé... Pero ahora mismo quisiera estar ebrio como usted.
—¿Por qué? —acarició su nariz lentamente con la propia.
—Porque si lo estuviera... No sería capaz de alejarla de mi como tengo que hacer ahora mismo.
—Aún queda algo... —tomó la botella de su lado y la puso frente a sus ojos para observar su contenido. —o tal vez no. —se carcajeó volviendo a dejarla en el piso y se afirmó más a su cuello cuando esté se puso de pie con ella encima. —¿Qué haces?, ¿acaso te vas a pasar de listo? —entrecerró sus ojos y Adrien sólo le mostró una sonrisa sujetandola con fuerza para que no se cayera. —si te pasas de listo...
—La llevaré a dormir. —la interrumpió. Marinette formó un puchero notable y desenredó sus piernas poniéndose de pie frente a él.
—No quiero dormir... Vamos a bailar. —tomó su mano y con fuerza los hizo caminar hacia el mar. —Adrien, bailemos.
La arena se volvió húmeda cada vez que se acercaban más al agua, pero eso no hacía que Marinette se detuviera siquiera un poco.
Con una sonrisa enorme en su rostro dio dos giros, dejando que el agua acariciara sus pies descalzos y la brisa abrazara sus mejillas.
—¡Puedes irte a la mierda Nathaniel Kurtzberg! —gritó a todo pulmón hacia el horizonte oscuro, las olas impedían que pudiera oírse de lleno su voz. —¡Vete a la mierda! —volvió a desahogarse.
Adrien la dejó expresarse libremente cuidándola a sus espaldas. Sabía que estaba borracha, y que necesitaba sacar todo lo que tenía dentro.
—¡No mereces mi amor!, ¡y no mereces mi vida! —abrió sus brazos y dejó fluir otra vez el llanto. —estúpido engreído arrogante... —soltó entre dientes pateando la arena mojada con dificultad. —vete al diablo.
Su visión era borrosa y el sonido del agua la perturbada un poco, mas sintió unas manos cálidas sujetar sus brazos desnudos, suspiró con cansancio.
—La llevaré a descansar. —aquella voz en su oído la estremeció, pero lejos de querer hacerle caso, limpió su rostro con una de sus manos y volteó a verlo con enojo.
—Te odio. —azules y verdes se encadenaron por una eternidad. —te odio con todas mis fuerzas... Porque... Eres lo único que me hace sentir bien, Adrien Agreste.
—Se que posiblemente no recuerde del todo esto mañana, pero... Yo la amo. —un gran peso se quitó de sus hombros al decir aquellas sencillas palabras. —La amo como nunca he amado a nadie antes y no es sólo porque me parezca una mujer increíblemente hermosa, sino por como es de verdad... Con sus cambios de humor cuando entra el señor Kim a la oficina o su increíble manía de saludar a las plantas cada mañana, con su sonrisa al leer cada nota que dejo en su café y con su tic nervioso de pasar su cabello tas la oreja. Marinette... —tomó sus hombros y se apresuró en cada palabra porque estaba seguro que si no le decía de una vez sus sentimientos, su corazón saldría disparado por su garganta. —Te amo. Y no es algo con lo cual no intentase luchar cada día, pero me fue imposible... Estoy enamorado de ti, se que soy un desastre y que tengo una vida complicada, no soy el más creativo, ni mucho menos el más apuesto de la tierra, también se que eres mi jefa y que todo esto es una completa locura, pero estoy enamorado de ti. Lo único que pienso cuando te veo es en que quiero verte sonreír y ser feliz, porque mereces el cielo, Marinette... Y... Maldición, estoy realmente loco por ti. Me sorprende incluso que no te dieras cuenta por lo torpe que soy a tu alrededor y sobretodo por como mi corazón late cuando te acercas.
—Adrien...
—No puedo callar esto más tiempo. No está obligada a corresponderme y mucho menos a...
—Me sentía mal. —lo interrumpió y tomó aire. —me sentía culpable... Porque usted me hace feliz, y cada vez que Nathaniel me abraza... Lo único que amhelo es que sea usted en su lugar, no quería aceptar esto dentro de mi. —puso una mano en su pecho. —Adrien, no me eres indiferente. —sus ojos no lo perdían de vista y sus mejillas ardían por la confesión que le había hecho él hace un momento. —hablar contigo es tan fácil y ameno, que con el paso del tiempo lo único que más deseaba durante la noche era poder llegar al siguente día para disfrutar de sus ocurrencias, y es que eres tan bueno... Tanto que siento que no merezco la oportunidad de quererte. —tragó con dificultad. —y ahora mismo todo es un caos total. —tomó su cabeza cerrando sus ojos con fuerza. —no sé qué hacer, y mucho menos se qué sentir... Estoy a la deriva entre la impotencia y soltar todo de una vez.
Él la abrazó para contenerla nuevamente, y Marinette correspondió de lleno. Sus brazos eran capaces de estremecerla y calmarla al mismo tiempo, todo él creaba un remolino en su interior, dicifil de descifrar y sobretodo difícil de explicar con palabras.
—Si te sientes a la deriva, te puedes quedar en mi corazón.
"Después de la tormenta viene la calma, pero la tormenta puede regresar cuando menos te lo esperas."
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