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Capítulo 19

—Nathalie, sólo será ir por un helado y nada más. —la mujer negó con la cabeza cruzando sus brazos.

—Ya lo sabes, Adrien. Conoces las reglas del hogar... Muy hermano eres de Félix, pero él no puede salir de aquí.

—Ya sé, pero... ¿No podrías hacer una excepción? —Adrien juntó sus dos manos frente a él, en forma de súplica, pero la de gafas no dio su brazo a torcer, logrando que el rubio bufara con cansancio. —¿cuándo podré llevármelo?

Nathalie cambió su expresión a una preocupada, sin quitarle la seriedad. Tomó asiento en la silla detrás de su escritorio y Adrien imitó su acción frente a ella.

—Sabes que es complicado.

—Siempre me dices lo mismo, Nathalie.— la miró fijamente, no había duda en sus palabras. —pero necesito que mi hermano esté conmigo, necesito poder cuidarlo... Necesito hacerlo feliz.

—No dudes que él está bien aquí. Nos preocupamos de que estudie lo que le corresponde y sus cuidados personales...

—No son su familia. —la interrumpió sin miramientos. —y agradezco que tú, sobretodo, estés pendiente de él, pero yo soy su hermano. Soy la única familia que tiene y necesita de mi.

—Adrien... —lo miró con aún más preocupación por sus palabras. —¿no será que tú necesitas más de él?

El silencio reinó aquella pequeña oficina y el ya conocido tic tac, del reloj en la pared, era el único que torturaba sus oídos.

—Pasé tres días encerrado en esa celda. — pronunció por fin. Su voz se había apagado, pero eso no quitaba el hecho de que las palabras fueran filosas. —tres días en los cuales me interrogaron una y otra vez, las mismas cosas. Me culparon, me despreciaron y me humillaron como no tienes idea... ¿Sabes lo único que me mantuvo en pie? —sus ojos verdes viajaron del escritorio a los azules de ella. —Félix. Él era en lo único en que pensaba mientras las horas se hacían eternas para mí. "¿Con quién estará?, ¿habrá comido?, ¿me odia por no volver a casa como le prometí?, ¿está asustado?, ¿está molesto?" —su respiración se volvió más pasada y una de sus manos se posó en su pecho. —Le fallé a mamá.—su voz se quebró y tragó saliva. —Le prometí que cuidaría con mi vida a mi hermano y mira donde está. —señaló el lugar con sus brazos. —¿Y me preguntas acaso si yo necesito más de él?, la respuesta es si, porque Félix es mi propósito.

Nathalie respiró profundamente, buscando las palabras adecuadas para hablar, temía decir algo que pudiera descomponer aún más al joven.

—Eres una persona buena, Adrien. De las pocas que quedan... Y yo creo todo lo que me dices, incluso creo en que no tuviste nada que ver con esas drogas, pero como te lo dije una vez... No depende de mi. —lo miró con pesar. —Lamentablemente es así.

—Me queda poco para librarme de la multa. Tengo un trabajo pseudo estable y un lugar donde vivir.

—Me alegro, de verdad que si. Pero tu casa está embargada con todo dentro, tu contrato no es fijo y donde vives no hay espacio para Félix. Me di el tiempo de ir e inspeccionarlo como corresponde, y no es apto.

—¿Entonces que más puedo hacer? —la desesperación comenzó a consumirlo lentamente.

—Todo será un proceso complicado y largo. Por ahora debes estar tranquilo al saber que Félix está seguro aquí. Ten en cuenta que los cargos que tienes son el peor factor para que te cedan nuevamente la custodia, pero se pueden pasar por alto con un seguimiento, en donde se confirme que realmente no estás vinculado a tráfico, también... Puedes buscar algún lugar más espacioso donde vivir.

—Eso suena más alentador, pero por el momento no puedo buscar otro sitio. Gran parte de mi sueldo lo estoy ahorrando, lo otro se va a la multa y la deuda de la casa.

—Entonces solo queda esperar y ser pacientes. Adrien... —Nathalie dejó su mano extendida sobre su escritorio. —estoy de tu lado. —como pocas veces, la asistente social cambió su expresión seria para darle apoyo a aquel joven, que incluso, llegaba a apreciar como un hijo. —Estoy segura que podrás lograrlo y cuando menos lo esperes Félix estará nuevamente contigo. No pierdas la fe.

Adrien se atrevió a sonreír por unos segundos y aceptó su gesto, tomando su mano con fuerza y agradecimiento.

—Haré hasta lo imposible para conseguir lo que me dices.

—Hablaré a tu favor con algunos contactos, así que ánimo.

Al salir de la oficina de Nathalie, Adrien se dirigió al patio de la recidencia, donde estaba seguro de encontrar a su hermano, pero grande fue su sorpresa al notar que no estaba solo.

—No puedes ser la princesa porque ya hay una. —Félix se cruzó de brazos dándole la espalda a una pequeña niña con coletas.

—Entonces quiero ser un guerrero. —respondió la infante alzando un palo a la vez que saltaba en su sitio. —o puedo ser una princesa disfrazada de guerrero.

—No puedes. —negó el rubio con la cabeza. —si eres un guerrero, tendrás que pelear y te lastimarás. —miró a su compañera con seriedad y esta hizo un puchero.

—Pero Félix, tu eres un guerrero. No es justo.

—Mientras yo pelee no es necesario que tu lo hagas, Bridgette. —tomó el palo que sostenía la niña y le sacó la lengua.

—¡Dame eso! —ella lo intentó alcanzar, pero él era más alto. Félix se soltó a reír al verla saltar. —¡yo quiero que luchemos juntos!

—Y yo quiero pelear solo. —Bridgette frunció el ceño y se abrazó a él, desconcertandolo de inmediato.

—No tienes que hacerlo solo si estoy yo. — la azabache lo miró hacia arriba y este aclaró su garganta bajando los brazos, cosa que le permitió a la niña tomar el palo de sus manos y salir corriendo. —¡Los guerreros nunca bajan la guardia! —le gritó a la distancia. Las mejillas del pequeño rubio se pintaron de rojo por la molestia, esa pequeña lo engañó.

—¡Tú!, ¡pequeño bicho! —exclamó apretando los puños a sus costados. Iba a ir tras ella, pero vio a Adrien apoyado en un pilar observándolo. —¡hermano! —su rostro cambió notablemente a uno feliz y con toda la energía se acercó al mayor con los brazos abiertos.

Adrien sonrió y lo alzó cuando se encontraron. Aquella escena con esa niña de nombre Bridgette, lo entretuvo bastante, y más aún ver como su hermano se estaba abriendo a tener amigos por fin.

—Hey, lamento la tardanza. —soltó el de ojos verdes, separandolo un poco para poder verlo con claridad. —¿me extrañaste?

—Claro que no. Siempre estás donde está mamá. —respondió posando una mano en su pecho. Adrien sonrió, esta vez con sus ojos.

—La estabas pasando bien hace un momento, ¿ya hiciste una amiga?

—¿Bridgette? —cuestionó alzando una ceja. —No. Ella no es mi amiga, sólo es un bicho que me molesta cada vez que puede. —se cruzó de brazos provocando una risa en su hermano mayor.

—Está bien, si tu lo dices. —negó con la cabeza y se movió hacia la banca bajo el cerezo. —tengo algo que contarte.

Adrien sentó a Félix al lado suyo y compartieron miradas por unos minutos, hasta que el niño fue quien rompió el silencio.

—¿Hablaste con Nathalie verdad?, ¿eso quiere decir que ya me puedo ir contigo? —su tono de voz se oyó emocionado, pero lejos de la respuesta que el pequeño esperaba, sólo vio tristeza disfrazada de una sonrisa en su hermano mayor.

—Lo siento... Aún no puedo llevarte conmigo. —Adrien evitó a toda costa sonar derrotado, aunque por dentro se sintiera así. — necesito hacer algunas cosas antes para que puedan darme tu custodia.

—¿Qué cosas?

—Verás... —se agachó frente a él y tomó sus manos con cariño. —Nathalie me está ayudando a tener todo lo necesario para que estés bien. Te conté que encontré un trabajo, pero no tengo asegurado el puesto.

—Eso quiere decir que... ¿Te despedirán?, ¡¿Por qué lo harían?! —sus ojos azules se abrieron con miedo. —¡No pueden hacerlo! —aunque al instante Adrien lo calmó frotando sus manos cálidas con paciencia.

—No me despedirán, tranquilo. Sólo debo hacer que cambien mi contrato.

—¿Si cambian tu contrato podré irme contigo? —el mayor ladeo el rostro con pesar.

—No exactamente, pero si nos dará más posibilidades de que así sea. Escúchame... —llamó su atención. —todo este tiempo he estado ahorrando para poder tener nuestra casa nuevamente, ya que donde Nino y Alya no hay mucho espacio.

—Pero a mi no me importa eso, puedo dormir contigo como... —Adrien negó.

—Félix, por favor... Entiéndeme. El que tu estés aquí no depende del todo de mi, hay gente encargada de tu bienestar y al pendiente de si soy apto para cuidarte.

—¿Te refieres a la policía? —Félix formó un pequeño puchero y el corazón de Adrien no pudo más que estrujarse con dolor.

—Algo así, pero te aseguro que haré todo lo posible para que volvamos a estar juntos. Además, mi jefa es muy buena conmigo... Estoy seguro que me ayudará con eso del contrato que necesitamos, pero no te preocupes por eso... Yo me encargaré de todo. —el niño sólo asintió abrazándose al cuello de Adrien con algo de esperanza en sus palabras.

§§§

—Nath... —Marinette veía extrañada a su novio, quien estaba muy bien vestido portando un ramo de rosas en una de sus manos en la puerta de su casa. —¿qué haces aquí?

—¿Es que no puedo visitar a mi preciosa novia? —cuestionó sonriente, entrando con soltura a la casa de ella.

Marinette se hizo hacia atrás y aclaró su garganta cerrando la puerta a sus espaldas, mientras, veía con curiosidad a su novio desplazarse hacia el sofá. Siguió sus pasos con cautela y quedó de pie a un lado de él, quien se había sentado en el sofá.

—Siguen aquí tus bestias. —bufó estornudando al momento en que Tikki se subió al sillón frente a él. —pensé que ya las habías dado en adopción. —la chica suspiró y tomó a su gata en brazos para dejarla un rato en el patio trasero, ahí se encontraba Plagg durmiendo sobre un pequeño sillón de mimbre.

—Lo siento pequeña. —susurró a su gata al momento de dejarla en el suelo y cerró la ventana corrediza volviendo a la sala. —¿quieres algo de beber?, ¿café o leche tibia? —preguntó desviando su camino a la cocina y el pelirrojo se puso de pie hacia ella.

—No gracias, la verdad venía a hablar contigo algo importante. —carraspeó para llamar su atención, pero Marinette estaba concentrada en cómo se vaciaba el agua caliente en su tazón. —algo muy importante. —repitió buscando su mirada, no logrando su cometido. —Marinette, ¿me estás oyendo? —alzó un poco más la voz y ella lo miró parpadeando varias veces.

—Claro que si, dime...

Aunque intentaba estar feliz de que Nathaniel estuviera en su casa, no podía estarlo con total sinceridad, aún se sentía mal por el desplante que le hizo en el baile inglés.

—¿Te pasa algo? —rodeó el mesón y tomó su cintura apegandola a su torso. —estás algo rara, ni siquiera tomaste las rosas que te traje. —sus ojos vieron detenidamente el rostro de su novio y fue extraño... Se sintió extraña por alguna razón.

—Oh, claro. Las rosas... Están muy bonitas, las pondré en agua. —se soltó de su agarre y fue a la sala tomando el ramo que Nathaniel dejó en la mesa de centro.

Desapareció de su campo de visión yendo al baño y ya dentro cerró la puerta con pestillo. Observó en silencio las flores, soltando un largo suspiro para luego dejarlas sobre el retrete mirándose al espejo.

Sus ojos mostraban cansancio, sentía que le faltaba el aire, y una presión se instalaba en su pecho.

—¿Qué demonios me pasa? —musitó viendo su reflejo. Negó con la cabeza y lavó su rostro con agua fría para luego amarrar su cabello en una coleta alta, sin el mayor esfuerzo.

Ya más compuesta, salió del baño chocando su mirada con la de Nathaniel. Sorprendida por su precencia posó una mano en su pecho regulando su respiración.

—¿Qué haces aquí? —respiró profundo y él la estudió receloso. —me asustaste.

—¿Me puedes saludar? —sonrió de lado subiendo una mano para acariciar una de sus mejillas, atrayendola a su rostro. —creo que hace mucho que no estamos solos.

Marinette tragó con dificultad concentrándose en su corbata, por alguna razón le parecía más interesante o simplemente de manera inconsciente esquivaba la cercanía con él, cosa que le duró poco puesto que Nathaniel besó sus labios con algo de brusquedad.

—Nath... —habló entre sus labios sin terminar de corresponder al beso. —espera... —él la atrajo por la cintura nuevamente. Marinette frunció el ceño ligeramente y marcó algo de distancia poniendo las manos en su torso.

—Te extraño mucho. —se separó de ella aun conservando poca distancia entre sus rostros. —¿No quieres ir a tu habitación? —le sonrió depositando un beso en su mejilla bajando una mano para acariciar su cuello, cosa que le causó cosquillas incómodas.

—Y-yo... En realidad tengo que hacer unos tramites y... —se alejó desviando la mirada.

—Marinette, ¿qué pasa contigo? —alzó una ceja en su dirección.

—¿Pasar de qué?, nada pasa conmigo... Sólo debo hacer unas cosas. —le dio la espalda cerrando la puerta del baño y aclaró su garganta yendo hacia la cocina. Nathaniel la siguió frustrado por su repentino rechazo. —pero dime... ¿Qué necesitas hablar conmigo?

—No, ahora mismo dime que te sucede. Acabo de besarte y no correspondes ni por un segundo. —abrió sus brazos y ella sus ojos.

—¿De qué hablas?, estás alucinando. —rió con gracia fingida.

El pelirrojo se acercó entrecerrando sus ojos y la acorraló contra el mesón sin dejarle escapatoria. Marinette miró hacia su derecha con pesar.

—Ves. ¿Qué sucede contigo?, ¿no estás feliz de verme?

—Claro que si... Es sólo que... Estoy enojada contigo. —soltó con rapidez. Nathaniel se hizo hacia atrás cruzando sus brazos, esperando que prosiguiera. —en el baile... Te fuiste, dejándome sola y bebida. —sus ojos se cristalizaron y él relajó su postura.

—Te pregunté si estaba bien si te dejaba ahí y dijiste que si.— ella rodó los ojos.

—Nathaniel, estaba ebria. Aunque te pidiera que me dejaras sola... No deberías haberlo hecho.

—Disculpame, pero eres lo suficientemente grande para cuidarte sola, ¿no? —su voz sonó con frialdad y lejos de que su argumento la calmara hizo que atravesará su pecho sin piedad. —tu querías quedarte más en el baile y yo estaba cansado.

—Soy tu novia. —frunció el ceño. —Nathaniel, soy tu novia. Algo básico de una pareja es que se cuiden mutuamente. —se atrevió a verlo a los ojos con enojo. —¿es necesario que tenga que explicarte eso?

—¿Qué estás hablando?, ¿acaso tu idealista amiga Kagami te metió cosas en la cabeza?

—No metas a Kagami en esto. Ella lo único que hace es preocuparse por mi y no tiene nada que ver en lo que te estoy diciendo.

—Siempre que discutimos es por otras personas.

—Oh no. Eso si que no. Tu eres quien se intenta justificar con otras personas en cada discusión que tenemos. Si no es por Luka es por Kagami... ¿Qué quieres?, ¿qué no tenga amigos acaso?

—Si así vuelves a ser la novia de quien me enamoré, pues si.

—¿Te estás oyendo? —Marinette lo miró con incredulidad total. —Nathaniel, ellos en algún momento fueron amigos tuyos también, ¿es que acaso no lo recuerdas?

—¡Bah! —bufó. —eso fue mucho antes de darme cuenta que tu dichoso "mejor amigo" quería quedarse contigo.

—Otra vez eso. —tomó el puente de su nariz. —Escúchame, Luka y yo nos conocemos desde hace muchos años y es alguien muy importante en mi vida, jamás me alejaré de él por tus celos estúpidos, ya deberías tenerlo claro, además, es novio de Chloe, quien es mi amiga, la cual me ayudó a hablar con el inglés. —volvió a verlo.

—¿Ella te ayudó?, ¿cómo?

—Lo que oíste. —se cruzó de brazos. —Chloe es amiga suya y me hizo el favor de hablar con él. Así que piensa en cómo tratas a Luka porque Chloe puede ser impulsiva a veces y es capaz de hablar con el señor Grosvenor para que no invierta en la empresa.

Los dos guardaron silencio por unos incómodos cinco minutos, ninguno osaba abrir la boca, hasta que Nathaniel fue el que se movió primero tomando sus manos.

—Discúlpame, yo... Lo siento, venía a darte una sorpresa y acabamos peleando. —habló con suavidad intentando abrazarla con dificultad. —¿me perdonas, bebé?

—No sé...

—Por favor. —alzó su rostro haciendo un puchero sacándole una sonrisa casi imperceptible. —¿y si mejor te digo lo que quería conversar contigo? —Marinette lo estudió curiosa. —cierra los ojos. —pidió dando un paso hacia atrás y ella acató a su petición con cautela.

—¿No dijiste que me dirías algo?

—Si, pero primero necesito prepararme. ¿Tienes una idea de porqué estoy tan elegante un día domingo? —Ella rió negando con la cabeza. —Es porque... Quería decirte lo mucho que te amo.

—¿Eso que tiene que ver con tu traje? —aún no lo veía.

—Que debo verme presentable... —tomó su mano y deslizó un anillo de oro blanco en su dedo anular. —para la futura señora Kurtzberg, ¿no crees?

Marinette abrió sus ojos al sentir el frío metal envolver su dedos y con sorpresa miró su mano.

—Nath...

—Llevamos mucho tiempo juntos y ya es momento de formalizarlo, ¿no crees?

Su respiración se aceleró, volvió a los ojos turquesa de su novio. No creía estar en aquel lugar, todo se congeló de repente a su alrededor.

—Mis padres te adoran, Marinette. Eres parte de la empresa, de mi vida y dueña de mi corazón. ¿Qué dices? —sonrió. —¿Quieres ser mi esposa?

—Esto es... Tan apresurado y yo...

Duda.

¿Por qué dudaba?, ¿acaso no era aquel el hombre de su vida?, ¿por qué se sentía tan aturdida entonces?

Una parte de ella estaba emocionada, pero... Quizás la emoción no era precisamente porque su novio le pidiera matrimonio, sino el simple hecho de que cualquiera se emocionaría con una pedida de mano.

—Aún somos muy jóvenes y la empresa... Todo está vueltas para arriba, tu presidencia, mis padres en China, los tuyos en Alemania.

—Lo sé, pero no es necesario que sea algo grande.

—No puedo casarme sin mis padres, además una boda lleva tiempo y... Nathaniel, no lo sé. —cubrió sus ojos con una mano y suspiró. —no sé qué decirte.

—Di que si. Di que quieres ser mi esposa y la madre de mis futuros hijos, yo me encargaré de todo... Contrataré a una asesora de bodas y...

El timbre interrumpió sus palabras y Marinette cerró sus ojos con fuerza bajo su mano. Tomó aire viendo en dirección a la entrada.

—¿Esperabas a alguien? —preguntó Nathaniel y ella caminó a la puerta sin responderle.

Marinette abrió la puerta encontrándose con unos tiernos ojos verdes y una sonrisa radiante.

—A-adrien... ¿Q-qué hace aquí?

—Buenas tardes, señorita Marinette. Habíamos quedado para ver lo... —su voz disminuyó en volumen al ver a Nathaniel aparecer detrás de ella. —lo del contrato que le mencioné. —completó aclarando su garganta. —Señor Kurtzberg. —saludó bajando su cabeza un poco.

—¡Claro!, ¡lo del contrato! —exclamó ella sintiéndose extrañamente contra las cuerdas. —lo arreglé todo, no hay problema.

—¿Qué contrato? —se interesó Nathaniel con seriedad, posando una mano sobre el hombro de su novia.

—Nada en espacial, sólo unos detalles que arreglé con Adrien sobre su salario. —despistó en seguida sin quitar los ojos de su asistente ni un segundo.

—Ya veo... ¿Un día domingo en tu casa? —soltó despectivamente y el rubio miró hacia un costado incómodo.

—Es que... Adrien iba de paso y me preguntó si estaba listo su contrato para aprovechar de revisarlo.

<<Te crecerá la nariz como Pinocho. >>

Ya veo... Adrien. —nombró llamando su atención. —ya que estás aquí, ¿por qué no pasas a servirte una copa?

—En realidad yo...

—Nath, Adrien de seguro tiene asuntos que atender. —excusó la azabache.

—Vamos bebé, es tu asistente y puede tener el privilegio de ser el primero en felicitarnos. —le sonrió besando su mejilla.

—¿Felicitarlos? —preguntó con curiosidad.

—Si, acabado de pedirle matrimonio a Marinette. —tomó su mano y le enseñó el anillo en su dedo. —nos vamos a casar.

Los ojos verdes de Adrien viajaron del anillo a los azules de su jefa en segundos que parecieron una eternidad. Sintió como si lo hubieran golpeado en el estómago con una patada, algo dentro de él quería salir corriendo, pero la otra parte estaba resignada.

—Felicidades. —se forzó a sonreír. —me... Me alegro mucho por usted, señorita Marinette. Bueno... Me alegro por ambos. —los observó como si de una fotografía familiar se tratara. —estoy seguro que será la novia más hermosa.

<<Que lo lleven al infierno dice. >>

—Muchas gracias, Adrien. —respondió el pelirrojo.

Marinette estaba en silencio, aún sin poder asimilar que estaba pasando.

"Somos masoquistas cuando se trata de aceptar donde el corazón late."

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