Capítulo 14
El sol brillaba con algunas nubes de acompañante, pero eso no quitaba que fuese una mañana agradable para los parisinos.
Adrien miraba de un lado a otro con nerviosismo y de paso ganando algunas miradas a su alrededor por su estado. Se encontraba cerca de la fuente de un parque en el centro. Cargaba su fiel bolso cruzado y vestía de manera casual con unos jeans claros y una camisa azul marino.
<<Cálmate... no puede verte así de nervioso... Aunque... ¿esta ropa estará bien?>>
Se observó a si mismo con una mueca de disgusto, deseando haberse puesto algo menos llamativo (según él), pero Alya "desgraciadamente" oyó la conversación que tenía con Nino e interfirió en su look.
"¡Esto te queda genial!, ¡estoy segura que la dejarás boquiabierta!"
Fueron las palabras de su amiga, las cuales intentaba repetir en su cabeza como un bucle para no salir corriendo y disculparse con su jefa en la semana por el desplante, con alguna excusa creíble claramente.
—Ya basta Adrien.— se recriminó a si mismo por lo bajo.— ella fue la que te invitó y no puedes dejarla así. Deja de comportarte como un niño pequeño.
Sus ojos se alzaron y en ese instante vieron a unos metros de distancia como una joven de cabello largo azabache y un vestido azul, caminaba hacia él con una sonrisa risueña. El aire le faltó hasta que se encontraron frente a frente, y su mano viajó a su nuca con más nervios al no decidir como saludarla.
—Se-señorita Marinette.—se escapó de sus labios casi en un suspiro.— Buenas... Digo... Buenos días.
Ella solo sonrió por unos segundos, estudiando a su acompañante por inercia. Usualmente Adrien se vestía formal en la oficina y verlo de ese modo había llamado su atención... Era apuesto, de eso no tenía duda alguna.
—Adrien, no estamos en la oficina.—rió por lo bajo tocando sus labios con sus dedos.— por favor dígame solo Marinette. Así me sentiría mas cómoda.
La sorpresa y una ola de nervios invadió al rubio, no sabiendo cómo contestar, ni atreviendose a usar el nombre de su jefa con soltura. Sentía un nudo en la garganta que casi le impedía pronunciar una sílaba.
—Ehh... Seño... .— la azabache lo miró con sus ojos entrecerrados y este se corrigió aclarando su garganta.— Ma-mar...
Marinette esperó expectante, pero él desvió la mirada con un ligero color rojo en sus mejillas de lo más adorable.
—Vamos, no es tan difícil... Imagine que está con una amiga. Olvídese que es mi asistente por ahora.
<<No es posible que me tenga tanto respeto como para no poder decir mi nombre, ¿o si?>>
—Marinette.— pronunció cada sílaba volviendo sus ojos hacia los azules de ella avergonzado.
Su mirada era intensa y no es que lo hiciera apropósito, quizás se debía a que depositaba todos los sentimiento que su jefa despertaba en él en todo momento.
Marinette, extrañamente se quedó muda y una sensación cálida e inquietante se instaló en su estómago. ¿Ese cosquilleo en su estómago lo provocaba él?, ¿por qué?
—B-bueno, ya deberíamos ir o se nos hará tarde.— intentó hacerse reaccionar y apartó la mirada pasando un mechón de su cabello detrás de tu oreja.
<<¿Acaso te ruborizaste?, te has vuelto loca Marinette. >>
Se recriminó mentalmente al sentir sus mejillas arder.
Adrien sólo asintió y ambos comenzaron a caminar a la par. Se adentraron al centro de la ciudad, donde los locales más pomposos se hacían notar. Entre tiendas de ropa, cafeterías y turismo, se desplazaron como una pareja cualquiera a los ojos de la gente.
Adrien observaba todo de ella. Como sonreía al ver algo que le gustaba y como su cabello bailaba con el viento cada vez que avanzaban.
Marinette iba a paso seguro y cuando se detuvo en la puerta de su destino, sonrió buscando con la mirada a su acompañante, el cual veía fascinado por las grandes ventanas los modelos de variados trajes hechos a la medida.
—Adrien, vamos.—indicó la chica y este dio un pequeño salto en su lugar al voltearse.
El de ojos verdes tuvo la gentileza de abrirle la pesada puerta de madera, la cual crujió ligeramente en el acto, dando un aire de otra época... Como cuando visitas un museo. Eso y sin mencionar como una campanilla dio el aviso de nuevos clientes.
El lugar era más grande de lo que se aparentaba por fuera. Una alfombra roja se extendía por un largo pasillo sobre el piso también de madera, mientras que a mano derecha, unos sillones invitaban a tomar asiento a la espera del dueño del lugar.
—Sentemonos aquí mientras.— habló ella con gentileza y ambos tomaron asiento.
Adrien veía cada rincón del local sin soltar la correa de su bolso, la cual cruzaba su pecho desde su hombro izquierdo hacia su cadera derecha.
Habían algunos cuadros colgados en las paredes, bastante elegantes, y una pequeña mesa de centro con un juego de tazas de té de porcelana.
A los pocos segundos unos pasos se oyeron próximos a ambos jóvenes adultos, dejando a la vista a un hombre de baja estatura y rasgos asiáticos.
Aquel extraño vestía una camisa hawaiana y pantalones cortos.
—Marinette.— pronunció el nombre de la chica con alegría y esta rápidamente se puso de pie yendo a su encuentro.
—Señor Fu.— exclamó frente a él y este tomó sus manos con confianza.
—Mi niña, tanto tiempo sin verte. ¿Cómo estás?, ¿qué te trae por aquí?. — cuestionó sin dejar de sonreír.
—Necesito de su talento como sastre.
—Oh vaya, entonces dime que necesitas que arregle.— ella sonrió y se soltó suavemente de su agarre, retrocediendo unos pasos hasta llegar al rubio, quien ya se había levantado de su sitio.
—Básicamente le he traído un cliente.— tomó el brazo de Adrien con entusiasmo y lo arrastró hacia el anciano de raíces asiáticas.
Fu observó al muchacho de la cabeza a los pies para luego ver a sus ojos fijamente. Adrien se sintió algo intimidado, pero en seguida extendió su mano al dueño del lugar y le sonrió.
—Mucho gusto.
—Tu nombre, muchacho.— exigió el hombre y enseguida recibió su respuesta.
—Adrien soy... Se-señor... Quiero decir que mi nombre es Adrien.— ante aquella contestación, Fu soltó una carcajada estrechando la mano al fin del rubio con amabilidad.
—Tu novio es muy simpático, Marinette. —dijo limpiando una pequeña lagrima por la risa y tanto Adrien como la azabache abrieron sus ojos más de lo normal.
Ambos iban a refutar aquella falsedad, pero el anciano tiró del brazo del asistente hacia dentro de la sala con fuerza entusiasta.
—Veamos que tal... — se expresó observándolo otra vez. — piel clara, ojos... —volteó su cuerpo y tomó un banquito para alcanzar la altura del chico.— ojos verdes y cabello rubio. — sonrió nuevamente y tomó una de sus manos observando su palma. — Mmmh, interesante...
—Di-disculpe, pero... ¿Por qué necesita saber todo esto?. — Fu cerró sus ojos posando su mano sobre el hombro del rubio.
—Porque haré un traje para ti.
Adrien lo miró desconcertado y aún con dudas, pero en ese instante apareció Marinette con la gentileza que la caracterizaba.
—El señor Fu no sólo toma medidas para trabajar en un nuevo traje. Él cubre todos los aspectos...inluso que el pañuelo del saco vaya acorde con el color de tus ojos.— Adrien asintió lentamente por aquella revelación.— descuida... Es un profesional.
—Oh, entiendo.
—Bien. — el anciano sacó una cinta de medir de uno de sus bolsillos y comenzó a rodear al joven con ella, anotando en su muñeca con un lápiz de tinta azul.— me alegra mucho verte Marinette. Cuéntame... ¿Cómo está tu madre?
Marinette se cruzó de brazos, observando a su asistente, notando como hacía todo lo posible por mantenerse quieto por el inquieto anciano.
—Ella está bien. Al menos desde que papá aceptó irse a Shangai... Imaginará lo feliz que se encuentra al volver a sus raíces. Ya llevan como tres años por allá.
Adrien no podía evitar prestar atención a la conversación entre el sastre y su jefa. En su mente habían muchas interrogantes, pero no podía exteriorizarlas a menos que quisiera parecer un entrometido.
—Me alegro y espero que si viene de visita me traiga un poco de té... Ya sabes...
—El milagroso té de la abuela. — concluyó soltando una carcajada. — se lo diré.
Guardaron silencio por unos minutos. Fu se concentró en terminar las medidas de su cliente.
—Mi niña, ¿podrías traerme otro lápiz por favor?, este ya no sirve. —pidió sin verla y la azabache asintió. —en el mueble de las fotos hay.
—Claro.— la chica salió con naturalidad y el anciano se detuvo frente a Adrien, justo en el momento que puso la cinta de medir de hombro a hombro.
—Se que no son novios. — habló suavemente y el rubio abrió sus ojos algo sorprendido.
—Bueno... Realmente no lo somos, pero usted...
—Lo sé.— lo interrumpió. — y lo dije solo para saber algo.
—¿Saber algo?, ¿Qué cosa?
—Eso... creo que no es necesario decirlo aún. ¿Podrías voltearte?
—Claro...
—Conozco a Marinette desde niña. — comentó. — quizás entiendas un poco porque nuestro trato es tan familiar.
—Ya veo... Soy su asistente por cierto. — Fu midió su espalda.
—Ella es una chica muy dulce y bondadosa, pero eso a veces puede ser un problema.
—¿Un problema?, ¿por qué lo dice? —preguntó Adrien algo extrañado.
—Porque las personas se aprovechan de su gentileza.
—Entiendo... Es posible que tenga razón.
—Creeme que lo sé, muchacho. Ahora mismo ella está triste, pero no lo demuestra y mucho menos lo dirá... Lo supe desde que la vi entrar a mi tienda porque la conozco.
—¿Usted cree que le hicieron algo?
—No podría decirlo con exactitud, pero de que algo ocurre con ella y que eso le preocupa... Pues si.— lo hizo girar nuevamente. — abre tus brazos. — pidió y este hizo caso.
—¿Por qué me lo dice? — susurró Adrien sin comprender del todo. — sabe que no soy su novio. — su tono sonó algo triste.— yo solo soy su asistente.
—Ella nunca antes había traído a alguien a mi tienda.— reveló con una voz suave. — ni siquiera a una amiga. Eso me hace pensar que confía mucho en ti y que te aprecia demasiado.
—No lo creo... Es solo que necesito un traje para un evento al que asistiremos. — Fu negó con la cabeza.
—Podría haberte dado mi dirección y listo, pero vino contigo. Es posible que necesite hablar con alguien y como te digo... Nunca trajo a alguien aquí, así que confía en ti.
—Fu, encontré el lápiz. — se oyó la voz de ella y ambos guardaron silencio.
—Muchas gracias, aunque ya terminé. — anunció el sastre bajando del banquillo. — lo antes posible intentaré tenerlo listo.
Marinette ya había vuelto del todo a la habitación y Adrien colgó su bolso nuevamente alrededor de sí mismo.
—De verdad muchas gracias. — dijo la chica tomando las manos del anciano. — y lamento no haber venido.
—No te preocupes hija. Todos tenemos trabajo que hacer. — miró a Adrien un segundo y luego a ella otra vez. — pero no te pierdas mucho y saludame a tus padres.
Los tres salieron nuevamente a la sala.
—Fue un gusto conocerte, Adrien. —le extendió su mano y el rubio la estrechó.
—Lo mismo digo señor Fu. Muchas gracias por todo.
Avanzaron hacia la puerta principal. Marinette salió primero y antes de que Adrien pudiese salir, el sastre tiró de su camisa.
—Presta atención muchacho. Si ella mira a la derecha cuando sonríe es porque está mintiendo o porque no se siente del todo bien. —Adrien no dijo nada y el hombre solo le dio una palmada en la espalda.
<<¿Qué? >>
Cuando ambos estuvieron a la par, le dieron un último vistazo al sastre para despedirse con la mano y comenzar a caminar.
—Gracias por traerme, señorita Marinette. Realmente no tenía idea de dónde encontrar un sastre de confianza para este evento. — ella sonrió y negó con la cabeza al oírlo llamarla "señorita Marinette" nuevamente.
—No tiene de que agradecer señor Adrien. — bromeó y él se percató enseguida de aquello.
—Digo... Ma... rinette.
La azabache miró sus manos un momento y respiró profundamente para darse el valor de hablar otra vez. Con algo de brusquedad detuvo el andar de su asistente parándose frente suyo.
—Adrien... Yo realmente... Bueno como ya acabamos con lo de su traje, me preguntaba si tiene algo más que hacer. — alzó sus azules a los ojos de él y lo examinó sin querer.
—Bueno yo... Si. — ella miró el piso algo deprimida y él entró en razón exaltado. — ¡quiero decir no!, ¡no tengo nada que hacer hoy! — agitó sus manos con nerviosismo y Marinette no pude evitar sentirse plena.
—¿Le importaría tomar un café conmigo?, quizás podríamos ver algunos asuntos del baile de los ingleses, además de conocernos un poco... Ya que la oficina puede ser algo estresante.
—Café... ¿café? — musitó algo ido con el perfume de ella que se abría paso por su nariz. — realmente prefiero el azul de sus ojos que el café... — pareciera que se iba a derretir por la forma en que estaba hablandi.
Marinette abrió un poco mas sus ojos tras oír aquello y sólo se limitó a soltar una risa por las cosas que decía el encantador rubio frente suyo.
—Gracias por el cumplido, pero yo me refería a cafeína.
—Dios que torpeza. — cubrió su rostro. — yo también me refiero a eso, no piense que no me gustan sus ojos azules... Es solo que me confundí... Porque el café... — puso una mano en su nuca algo exaltado, intentando encontrar en su mente alguna excusa por su desliz.
—¿Entonces acepta el café? — él asintió desviando la mirada y ella dio un pequeño salto de alegría por su afirmación. — entonces vamos. Conozco un lugar que estoy segura que le encantará.
§§§
—¡Escuchame por una vez en tu vida y deja de hacerte el tonto!
Nathaniel rodó los ojos sentándose en el sofá de su departamento, negándose a voltear a ver a la japonesa que estaba parada cerca de la puerta.
—¿Qué demonios quieres otra vez?
—Quiero que dejes a Marinette de una buena vez.— el pelirrojo comenzó a reír entre dientes y Kagami se acercó parándose frente a él con los brazos cruzados.— ella ya sospecha que le eres infiel, no veo porque sigues con ella. Además no la amas.
—Claro que la amo.— la miró fijamente sin parpadear un segundo. — ¿de dónde sacas que no lo hago?
—Por favor Nathaniel, no seas ridículo. Cuando amas a alguien no engañas a tu pareja con otra persona.
—Tu sabes mucho de eso, ¿no? — sonrió con arrogancia y la azabache apretó sus puños a ambos lados conteniendo el dolor en su pecho.
—He intentando ser razonable contigo, pero no quieres usar la cabeza un momento. ¿Por qué no piensas en ella?, ¿te sientes bien poniéndole los cuernos como se te da la gana?
—Mira... Estas cosas no tienen importancia para mi en lo absoluto. Yo tengo claro que amo a Marinette y que quiero una vida junto a ella. Me siento completamente seguro con respecto a nuestra relación, porque la conozco y se que ella haría cualquier cosa por mí. — sonrió y se puso de pie sin dejar de verla. — y cualquiera que se ponga en mi camino tendré que hacerlo caer.
—¿Me estás amenazando?
—No. Yo jamás me atrevería a amenazar a la mejor amiga de mi novia, pero sabes muy bien que no te conviene abrir la boca.— apretó su mejilla. — lo dejo a tu criterio.
—Eres un patán. — quitó su mano con brusquedad. — todo en esta vida se devuelve y te arrepentirás de lo que le estás haciendo a mí amiga. — la de cabellera oscura se dirigió a la salida completamente enojada por ese rufián.
—Kagami Tsuguri. — llamó él antes de que la japonesa abriera la puerta. — cuida tus palabras. — se acercó a ella tomando su mentón con fuerza. — y sobretodo cuida tus dedos de esos mensajes anónimos. — ella abrió un poco sus ojos con sorpresa.
—Sueltame. — forcejeo con él y frunció el ceño. — no tengo idea de que me hablas, idiota.
—Comportate como una adulta y deja esas niñerías.
—Yo no he escrito nada. — se defendió empujandolo en breve para tomar distancia. — no tengo idea de qué estas hablando.
—Eres la única capaz de hacerlo.
—Maldigo el día en que Marinette te conoció. — abrió la puerta y salió rápidamente del lugar dando un portazo.
Nathaniel quedó mirando la puerta algo desconcertado por aquella revelación. ¿Kagami le estaba mintiendo o no?
—Si no fuiste tú... ¿Quién envió ese mensaje?
"Todos los días aprendemos algo nuevo, sea bueno o malo. Siempre será una enseñanza para nuestro futuro."
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