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Capítulo 11

-No sabe lo agradecidos que estamos por su ayuda, señorita Marinette. Los niños estarán muy felices con la remodelación de la sala de juegos.

-No tiene que agradecer nada.- respondió con una sonrisa mientras caminaban a la par por los largos pasillos de aquella gran casa.- esto es un regalo para ellos.

-¿Le gustaría verlos?.- preguntó con amabilidad mientras sujetaba una carpeta a su pecho.

-¿De verdad?.- una felicidad la inundó de solo imaginar las sonrisas de aquellos niños.- claro que si. Aún tengo tiempo.

-Sigame. Ahora deben estar en el comedor.- Nathalie comenzó a caminar más entusiasmada y luego de unos segundos se encontraban en el gran comedor.

Todos los niños estaban sentados en sus respectivos lugares. Algunos conversaban entre sí, mientras que los más pequeños peleaban como cualquier niño de su edad por algunos juguetes.

-Niños.- habló la de gafas con seriedad, pero todos estaban inmersos en sus asuntos sin prestarle mucha atención.- ¡niños!.- alzó un poco la voz y todos guardaron silencio enfocando su mirada en la adulta.- quería presentarles a la señorita Marinette.- indicó con sus manos a la joven que estaba a su lado y esta sonrió dando un paso adelante.

-Hola a todos.- saludó con gracia y una sonrisa cálida.

-Ella es la persona que nos dio los fondos necesarios para la remodelación de la sala de juegos.- explicó Nathalie arreglando sus gafas en el puente de su nariz.

Los niños más pequeños se acercaron rápidamente a la azabache menor rodeándola muy de cerca, algunos abrazándose a sus piernas.

-¿Tú nos diste el dinero?.- preguntó un niño de cabello castaño.

-¿Eres rica?.- preguntó otro sosteniendo un oso de peluche azul.

-¿Tienes golosinas?.- habló una niña de cabello rubio.

Marinette parpadeó varias veces sin saber que pregunta responder primero y se agachó viéndolos a todos con una sonrisa angelical.

-Primero que nada quisiera saber sus nombres para responder sus preguntas.- acarició la cabeza de la rubia suavemente y todos comenzaron a presentarse al mismo tiempo confundiendola más.

Ya cuando logró hablar con cada uno más tranquilamente, resolvió todas sus dudas sobre ella y el salón que inaugurarian en un mes más aproximadamente.

-Vamos, todos de vuelta a sus dormitorios antes de comenzar las lecciones.- ordenó Nathalie y ellos hicieron caso despidiéndose de la ojiazul menor.

-Tu cabello es muy lindo.- se oyó una voz dulce de una pequeña niña con dos coletas.- eres como una princesa.- agregó sin dejar de ver hacia arriba a Marinette por la notable diferencia de altura.

La Dupain se enterneció por completo, agachándose para ver a los ojos a aquella niña, mientras dejaba una caricia en su rostro.

-Tu cabello también es muy lindo.- miró sus ojos azules directamente y sus mejillas se pintaron de rojo.- ¿cómo te llamas?

-Bridgette.- respondió abrazando un pequeño peluche de un gato.

-Bueno, tu nombre también es muy hermoso.- los ojos de Marinette viajaron a aquel peluche.- ¿te gustan los gatos?.- la niña asintió repetidas veces.- a mi también me gustan mucho. De hecho en mi casa tengo dos gatos.- los ojos de la menor brillaron ante aquella revelación.

-¿De verdad?.- preguntó entusiasmada por completo.

-Si... uno se llama Plagg y es muy glotón. La otra se llama Tikki y es una muy fiel compañera.

-Que nombres tan raros.- Marinette soltó una carcajada.

-Bridgette, debes ir con los demás.- interrumpió la mujer y la niña hizo un puchero.

-Bien... pero, ¿un día podré ver tus gatitos?.-preguntó a Marinette y esta asintió.

-Claro que sí... un día te los mostraré.

-Está bien.- alzó un poco la voz y se dio media vuelta.- adiós princesa Marinette.- se despidió moviendo su mano de un lado a otro.

-Adios princesa Bridgette.- respondió de la misma forma sin dejar de ver a la niña hasta que se perdió de su vista en las viejas puertas de madera.

Nathalie observó a su invitada un momento para después aclarar su garganta.

-Eres buena con los niños.- aduló haciendo que despertara un poco de su ensoñación.- ¿eres madre?

-No... aunque me gustaría algún día serlo.- respondió con voz suave para luego suspirar y juntar sus manos frente a ella.

Hace mucho que no se había planteado aquel sueño que tenía desde su adolescencia. Todo el tiempo era solo trabajo y más trabajo... e incluso con su novio jamás habían hablado ese tema antes.

-Muchos de los niños que hay aquí, es debido a que sus padres no quisieron nunca hacerse cargo e incluso ni de ellos mismos eran capaces de hacerlo.- comentó con seriedad comenzando a caminar y Marinette la siguió a la par.- todos tienen historias... algunas más tristes que otras e incluso trágicas, pero eso nunca quita el hecho de que... solo son niños.

<<Esto realmente es triste...>>

-Quisiera poder hacer más por ellos.- musitó formando una fina línea en sus labios y Nathalie puso su mano sobre la de ella.

-Hiciste mucho. Ellos ahora tendrán un lugar para distraerse y no pensar en su vida a tan temprana edad.

-Vendré más seguido. Quiero compartir más con ellos.

-Estoy segura que estarán contentos de tenerte devuelta.- ambas asintieron y Marinette se volteó.

Sus ojos azules se encontraron con un niño rubio sentado bajo un cerezo en el patio, estaba solo y se veía pensativo en cierta manera.

Ella sabía que aquel niño era Félix, el hermano de su asistente. No pudo evitar querer acercarse a él.

Sus pies se movieron por sí solos y cuando llegó al borde de una ventana, habló.

-¿Por qué él no estaba con los demás?.- preguntó sin dejar de verlo y el sonido de las pisadas de la mujer a su lado le indicaban que se había acercado.

-Bueno... Félix no es como los demás niños.- comentó también observándolo.- no en un mal sentido, sino que es más reservado y suele esperar a su hermano ahí sentando casi todo el día.

-¿Espera a su hermano?.- preguntó por lo bajo.- ¿qué esto no es una casa hogar?

-Pues... Félix vivía con su hermano antes, pero él no estaba apto para cuidarlo. Yo hace mucho tenía asignado su caso.

-¿A que se refiere con "su caso"?.- preguntó viéndola un momento a los ojos.

-Ellos perdieron a su madre cuando Félix tenía como dos años. Adrien se hizo cargo de su hermano y desde entonces me asignaron a su caso por si había complicaciones.

<<Perdieron a su madre...>>

Esas palabras hicieron eco en su cabeza e imágenes de Adrien aparecían como flashes. Adrien riendo y siempre servicial con ella, Adrien quedándose hasta tarde trabajando, Adrien llegando agitado después de la hora de almuerzo, Adrien haciendo o diciendo cualquier cosa para alegrar su día.

-Adrien estaba estudiando cuando su madre falleció... tuvo que trabajar y cambiar sus clases por la noche, mientras también cuidaba de Félix. Realmente es una persona admirable, pero se metió en un problema y no tuve más opción que...

-¿Puedo hablar con él?.- interrumpió sus palabras con la tristeza instalándose en su pecho.

Nathalie sonrió brevemente y asintió.

-Claro, pero puede ser un poco hostil a veces... para la edad que tiene es bastante consiente de lo que pasa a su alrededor.- Marinette se mantuvo viéndolo y la de gafas abrazó sus documentos.- yo iré a terminar algunas cosas con los niños. Gracias otra vez por toda su ayuda.

-No hay de que.- volteó a verla y se despidieron.

Marinette caminó hacia la puerta que daba paso al patio y en completo silencio se acercó al niño que miraba sus manos en todo momento.

-Hola.- saludó con una voz dulce y los ojos azules de Félix buscaron a la dueña de esa voz con curiosidad.

-Hola.- respondió despectivamente.

-¿Puedo sentarme?.- preguntó acercándose un poco más y el infante se encogió de hombros viendo hacia el lado contrario.

La azabache tomó lugar a su lado y lo observó por completo, desde su pequeña nariz, hasta sus pies que no alcanzaban el suelo. Le parecía de lo más encantador y tierno, ese niño era una viva imagen de Adrien, todo menos sus ojos.

-¿Cómo te llamas?

Félix frunció el ceño y la miró directamente.

-¿Tu también me llevarás lejos de mi hermano?.- cuestionó intentando ocultar el quiebre de su voz.- ¿me vas a llevar a otra casa como Nathalie?

Los ojos de Marinette se abrieron con sorpresa y casi por instinto negó con la cabeza arrodillandose frente a él, tomando así sus manos dándole calor.

-No, claro que no... nada de eso. Yo solo quería hablar con alguien y como te vi aquí solo, pensé que podrías hacerme compañía.- con una mano acarició la fría mejilla del niño y le sonrió.

Félix la observó en silencio, estudiando alguna pisca de falsedad en sus palabras, pero solo veía verdades a medias. Su contacto le agradó muy en el fondo, pero no se lo haría saber.

-Soy Marinette.- se presentó.- ¿y tu cómo te llamas?

-Félix...

-Oye tu nombre es muy fuerte.- aduló haciendo sentir grande al menor.- me gusta mucho. Es como el nombre de un gran guerrero.- el niño no pudo evitar sonreír al oírla.

Nathalie pasó caminando por el gran pasillo, deteniéndose un momento al ver aquellos dos conversando amenamente. Se sorprendió de ver reír al pequeño Félix con alguien que no fuese Adrien.

-Creo que ella tiene un don con los niños... .- musitó para si misma acomodando sus gafas en el puente de su nariz.

○○○

-Adrien, ¿qué no piensas comer?.- la voz de Nino llegó a los oídos del ojiverde y este alzó la vista de su laptop un segundo.

-Debo terminar de revisar esto y voy... ya casi acabo.- respondió y el Moreno se acercó alzando una ceja.

-Oye, no creo que sea bueno que trabajes un sábado en la mañana.- se cruzó de brazos.- estoy seguro que...

-No me cuesta hacerlo. Además, así adelanto cosas y le quito peso a la señorita Marinette en la semana.- Nino rodó los ojos y soltó una risa tomando su abrigo del perchero.

-Bien, pero come algo antes de ir a ver a Félix.- este asintió sin prestarle mucha atención y siguió tecleando.

-Si, lo que tu digas...

-Iré al canal a dejarle su almuerzo a Alya. No incendies el departamento.- Adrien asintió otra vez en silencio y su mejor amigo salió del lugar.

Adrien terminó de revisar unas últimas cosas y de paso le echó un vistazo a la propuesta de los italianos.

El tiempo pasó con rapidez y comió algo antes de salir del departamento en dirección a la casa hogar.

Entró al lugar como de costumbre y fue directamente al patio también como de costumbre. Félix estaba de pie sujetando un palo con una de sus manos, agitandola de arriba a abajo, como si fuese una espada.

-¿Félix?.- preguntó Adrien con extrañeza y el menor se giró sonriente.

-¡Hermano!.- exclamó alzando los brazos para correr en su encuentro. Adrien lo elevó abrazandolo con una sonrisa.- ¡tengo que contarte algo!

Verlo así de entusiasmado no hacía más que sembrar duda en el mayor, pero algo muy dentro en él lo hacía sentir feliz.

-Claro... dime.- le sonrió sentándose con él en la banca bajo el cerezo.- ¿qué pasó?

-Vino una princesa.- abrió sus brazos con fuerza y el palo que sujetaba salió volando.

Ambos se vieron y luego en dirección a donde cayó la madera, para soltarse a reír al mismo tiempo.

Félix bajó del asiento y quedó frente a Adrien. Comenzó a caminar de un lado a otro.

-La princesa dijo que mi nombre era como el de un guerrero.- sonrió con orgullo.- y me invitó a su ejército para protegerla de un dragón gigante.- levantó sus manos otra vez y el ojiverde no hacía más que observarlo en detalle.

Félix siguió relatando su historia y como con ayuda de la princesa logró derrotar a aquel descomunal dragón. Una historia donde ambos lucharon a la par con sus espadas (palos) contra la bestia (el banco) con el ejército (los arbustos), consiguiendo la dulce victoria.

Para los ojos de Adrien, Félix volvía a ser un niño. Alguien hizo que su pequeño hermano sonriera como en mucho tiempo no lo había hecho. eso le traía una felicidad indescriptible y más que nada... esperanza.

●●●

La noche cayó como en un abrir y cerrar de ojos para cualquiera que estuviera entretenido en algo, para cualquiera menos Marinette.

La joven azabache se encontraba en el sofá de su sala, viendo la televisión, observando de vez en cuando su celular.

Esperó toda la tarde a Nathaniel cuando volvió de la casa hogar. Su novio no se contactó ni una sola vez y ella perdió el orgullo enviándole un mensaje como saludo, para ver si al menos así él recordara que pasarían el fin de semana juntos, pero nada.

Se sentía sola y triste, por más que buscara excusas para el pelirojo, no encontraba ninguna lo suficientemente válida para al menos solo enviarle un mensaje diciendo que le surgió algo importante.

Suspiró profundamente. No lograba encontrar el momento en que su relación se enfrió de ese modo. Quería a Nathaniel, de eso no tenía duda alguna, pero sentir que solo tu mueves los hilos para estar con esa persona, no era lindo en ningún sentido.

Necesitaba hablar con su mejor amiga, pero sabía lo que le diría Kagami y también era consciente de que tendría razón en todo.

Podría llamar a Luka y desahogarse para después tener una amena charla de anécdotas de su adolescencia, pero... no quería tocar el tema de Nathaniel con él otra vez, porque lo más seguro es que se molestaría, lo pondría en su lugar y a ella la regañaría de paso. Aunque sabría que su mejor amigo tendría la razón en todo.

Hay veces en las que no necesitamos que nos digan lo que hacemos mal, sino que simplemente saber que alguien te está escuchando es suficiente.

¿Sus mejores amigos la escucharían?

La respuesta es si, pero últimamente el tema se ha centrado mucho en los desplantes que le ha hecho Nathaniel, que sabía que más que oírla le harían ver lo que ya sabía para ayudarla, y no necesitaba eso.

El maullido de Tikki llamó su atención y la miró por sobre el sofá extrañada. La gata se movía de un lado a otro en la puerta.

Marinette se puso de pie y fue a su encuentro para descubrir que le pasaba.  La blanquecina se acariciaba con la puerta repetidas veces sin dejar de maullar.

-¿Qué pasa?, ¿quieres salir?.- le preguntó por lo bajo y abrió la puerta.

Sus ojos se encontraron con unos verdes que ya conocía bastante bien. El rubio tenía la mano estirada como si fuera a golpear la puerta y abrió sus ojos ampliamente al darse cuenta que la azabache estaba frente a él.

-Adrien.- musitó y sonrió por inercia al sentir una sensación cálida instalarse en su pecho.

Tikki salió en encuentro con aquel extraño y se restregó con su pierna varias veces comenzando a ronronear.

Adrien y Marinette no se perdieron de vista en ningún momento.

Si tan solo supieran como su vida daría un giro con aquella visita cordial, no lo creerían.

"Una sonrisa sincera vale más que mil carcajadas vacías."

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