24. SERGIO
No me podía creer lo que acababa de pasar. Estaba claro que se me había ido el baifo. Del todo. Estaba furioso conmigo mismo y a la vez lo estaba con ella por haberme permitido llegar tan lejos.
Joder, pero era lo que quería. Quería estar con ella, quería sentirla, quería... Ni yo mismo sabía lo que quería.
«Me rindo».
Esa era la frase que me rondaba la cabeza.
«Me rindo».
Cada minuto que trascurría tenía más claro que se me estaba yendo el baifo, la cabeza, la olla y todo lo demás, pero a base de bien. El caso es que desde que la había besado para su venganza y después en el aparcamiento para camiones las cosas para mí habían cambiado. Aunque me metiera con ella todo el rato estaba seguro de que yo ya no le resultaba tan irritante como antes, como también estaba seguro de que ella estaba cada vez más lejos de la estúpida consideración de «fruta prohibida» que me había propuesto darle.
¿Dónde nos estábamos metiendo? Yo no quería empezar una relación con nadie y menos con ella. ¿Y como se lo dejaba claro sin parecer un cabrón descerebrado? Por mucho que me pesara y me molestara me importaba muchísimo la opinión que tuviera de mí.
Estaba a mi lado, separada únicamente por el cambio de marchas. Tenía ganas de volver a besarla y tocarla. Aún le duraba el rubor. Estaba absolutamente deliciosa, acalorada y despeinada después del orgasmo que me había dado. Porque era ella la que me lo había dado a mí.
Estaba acostumbrado a hacer lo que quería, con quien quería y cuando quería, y me estaba equivocando al pensar en que podría hacer eso con Iria sin hacerle daño. Era demasiado joven, demasiado inocente para alguien como yo, alguien que se había convertido en una especie de depredador sin conciencia al que no le importaban los sentimientos de los demás. Por más que intentase tener cuidado no iba a poder evitar terminar haciéndole daño. Tal vez el Sergio de hace unos años podría haberle hecho algo de justicia, sin embargo el de hoy solo la haría sufrir.
Apreté los dientes y las manos sobre el volante. ¿Qué iba a decirle ahora?, ¿he cambiado de opinión? «Lo siento, nena, ya no podemos echar ese polvo porque soy un cobarde y me da miedo lo que de verdad me haces sentir». O la versión más estandarizada: «mi vida es complicada y no hay sitio para ti». O: «me gustas pero después de follarte no esperes nada de mí porque no voy a dártelo», eso se ajustaría más a la realidad y es lo que al fin y al cabo solía hacer con el resto.
Un polvo bien echado y si te he visto no me acuerdo. Eso era lo que se me daba mejor ¿no?
Me pase los dedos por la frente intentando entrar en razón. Me lo estaba planteando en serio. ¿De verdad me lo estaba planteando en serio? Follármela sin darle apenas opciones, un aquí te pillo y aquí te mato ¿y luego qué? ¿A hacer la cucharita? Sí..., nunca mejor dicho, «con la cuchara que coges, comes», decía mi madre.
Debí haberme tirado a la morena y dejarme de gilipolleces. ¡Si hasta Iría me lo había pedido!, pero sus ojos, sus lágrimas y su mirada mezcla de terror y turbación al pensar en que yo iba a hacerlo con otra me hincharon el ego de tal manera y me hicieron sentir tan especial... Eso y tomar conciencia de que ella mientras pudiera estar con otro... Menudo gilipollas estaba hecho.
Entonces la miré de reojo y lo que vi me sorprendió. Se había dormido. De todas las opciones que había barajado no se me había ni pasado por la cabeza que ella me rechazara o algo tan natural y tan sencillo como que se quedara dormida. Paramos en un semáforo y la contemplé durante un rato. Nunca había observado a una mujer dormir. Ni siquiera a Elena. En ese instante me pareció algo asombroso, su respiración tranquila, su rostro sereno, su cuerpo relajado. Una extraña sensación de paz interior me avasalló. Empecé a sentir cosas que no quería sentir. Que me había propuesto no sentir, para ser más exactos.
En ese momento supe que me iba a costar mantenerme alejado de ella porque la deseé con tanta intensidad que tuve ganas de gritar. Apoyé la cabeza en el volante desesperado y el ruido del claxon del coche que me seguía me hizo dar un respingo. Reanudé la marcha maldiciendo, si la hubiera despertado me habría liado a tiros con las ruedas del coche de ese jodido impaciente. Hasta ahí llegaba mi locura.
Cuando llegamos al aparcamiento del hotel Iria todavía dormía plácidamente. Ni me planteé despertarla. Muy valiente por mi parte. La cogí en brazos y cerré la puerta del coche con la pierna, como había hecho el día de la fiesta al sacarla del taxi. Como aquel día me rodeó los hombros con sus brazos, pero esta vez fue mi nombre el que murmuró antes de esconder la cara en mi cuello y en ese momento supe que lo que nos estaba ocurriendo iba más allá que una simple atracción a la que se ponía remedio con un polvo apasionado.
Al llegar a la habitación la dejé sobre la cama. Le quité los zapatos y la chaqueta y la tapé con la mitad del edredón.
Me quedé durante largo rato junto a ella, como si velara su sueño, deseando de verdad poder velar su sueño. En un momento dado giró la cabeza y murmuró algo que no conseguí entender, le aparté el pelo de la cara con muchísimo cuidado y posé mis labios en su frente.
Luego entré en el baño. Me lave las manos y la cara en un vano intento de refrescarme las ideas. Al terminar me senté sobre la fría tapa del váter. Por primera vez en mucho tiempo volvía a estar confuso y asustado.
Abrí grifo de la ducha y del lavabo y llamé a Javi. Lo hice en un arrebato, sin pensarlo. Eran más de las doce de la noche y podía estar trabajando, durmiendo o de juerga. Pero colgué. No iba a entenderlo. «Joder, joder, joder, joder». Cerré los grifos y volví a sentarme sobre la tapadera del váter. Me devolvió la llamada, pero no le hice caso. Hasta que empezó a acribillarme a mensajes.
Javi Pringado
¿Qué te pasa Serguito?
Javi Pringado
¿Te has equivocado?
Javi Pringado
¿Y esa Irene? ¿Ya te la has quitado de encima?
Javi Pringado
Blanca estaba como una moto cuando la largué.
¿Te lo he contado? Sí, te lo he contado.
Javi Pringado
Olga sigue sin hablarme. Me escuchó. Y luego nada.
Soy un gilipollas. También te lo he contado.
Javi Pringado
¿Puedes hablar desde donde estás o está la
colegiala delante?
Javi Pringado
Le dije que estaba enamorado de ella y se largó.
Estoy por arrastrarme y suplicarle a Blanca que
venga a casa de nuevo. Las cosas que sabe hacer
la condenada...
Javi Pringado
¿Cómo lo ves?
De puta pena.
Javi Pringado
¿Por qué? Le echo un polvete rapidito y luego la
echo. Total ya no puedo caer más bajo...
Estoy viendo la escena: Convences a Blanca
y justo cuando la tienes de rodillas con tu
polla en la boca llaman a la puerta y ¿Quién es?
Sorpresa. Es Olga. Ha estado pensándolo mejor
y quiere darte una nueva oportunidad. Pero claro,
oye un cariño ¿Quién es? Te vuelve a mirar mejor
y al verte empalmado y con cara de estar
montándotelo con una de las guarras de tu agenda
te vuelve a dar con la puerta en las narices.
Javi Pringado
Peliculero. Aunque me lo merecería. Me cago en
el puto karma. Ahora tendré que quedarme a dos
velas o ir follando por casa de las tías. Y eso no me
gusta, ya sabes que si no es en mi casa no controlo
la situación.
Pues no te quejes, que yo he estado a esto de echarle
un polvo a la colegiala, como tú la llamas. Suerte que
se ha dormido.
Javi Pringado
¿En serio? Maldita sea tu suerte porque estaba
buena ¿no? Creo recordar que algo me dijiste.
Pues hazlo, joder. Y espera, ¿has dicho que se
ha dormido? ¿Qué pasa es que has perdido tu
toque? Porque a Irene bien que la has engatusado
y la tienes que además de la polla te come en la
palma de la mano.
No pienso contestarte a eso último y respecto a
lo otro. NO. No puedo tío, tiene solo 20 añitos y
esto es trabajo. No, no puedo, joder.
Javi Pringado
Las de veinte años son las peores créeme, se te
follan sin miramientos a poco que no tengas cuidado.
Ella no es de esas. De hecho acaba de dejar a su
novio porque el muy cabrón le ponía los cuernos.
Javi Pringado
En serio pues el polvo será de antología, tú mismo.
Me gusta de verdad.
Javi Pringado
No me jodas.
Ya lo he dicho.
La primera vez en mucho tiempo y tiene que ser ella.
Se me está yendo el baifo ¿por qué coño tiene que
pasarme esto?
Javi Pringado
Ja,ja,ja,ja,ja, ¿quién es ahora el pringado?
Como se lo cuentes a alguien, te mato. Además
es algo imposible y aunque nos acostáramos no
tengo mucho que ofrecerle. No voy a volver a
tener una relación.
Javi Pringado
Mis labios están sellados Ja,ja,ja,ja colado por
una cría. Y encima es tu trabajo. Lo que daría
por ver la cara de Agustín cuando se entere.
Tenemos que hablar más a menudo, tío siempre
haces que me olvide de mis marrones. Eres un crack.
Cuando me eché en mi lado de la cama eran casi las dos de la madrugada y me dolía todo el cuerpo como si la paliza me la hubieran dado esa misma mañana.
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