
Desarrollo 3 - Sábado - Parte 4
Es un juego.
La idea se adentraba en mi mente y me estremecía junto a la húmeda brisa nocturna. Sentía mi rostro congelado y mi cuerpo pesado durante mi descontrolado avanzar saltando entre edificios con rumbo a la Plaza de la Concordia.
Es un juego... un juego...
Imposible. Era imposible frenar esa cadena repetitiva.
Mis esfuerzos por concentrarme en la autoimpuesta misión que tenía como Ladybug esa noche, se volvían efímeros ante el cúmulo de emociones que me consumían. Y el próximo edificio que rápidamente alcancé, me golpeó al no calcular debidamente mi siguiente movimiento.
Aquello, por un momento, me descolocó del tormento haciéndome reaccionar.
—¡Mierda! ¡Concéntrate mujer!
Froté mi brazo entumecido por el golpe. Una herida que ni siquiera existía... sólo el orgullo me punzaba reticente a abandonarme.
Tanto el orgullo como el alma...
Apreté mis ojos con fuerza conteniendo las lágrimas que amenazaban con brotar y reanudé la marcha. Pero fue inevitable y sus acuosos ojos, que se presentaron otra vez en mis pensamientos, eran la clara muestra de cuán rota me sentía. Mi semblante dolido era difícil de ocultar.
Su mirada, esa mirada que me atravesaba, que hurgaba dentro de mí quedándose ahí, esa mirada tan cargada de todo...
¡Dios! Cómo me dolía...
¡Es un juego! ¡Un juego!
Necesitaba convencerme de ello, quizás así me torturaría menos, quizás aceptándolo lograría quitar esos ojos de mi mente aunque sea por unos segundos.
Pero... ¡Joder! No podía... no podía... ¿Por qué tenía que atormentarme tanto?
Una lastimosa queja se escapó de entre mis labios al tomar impulso tras un nuevo monumento. Ya iba tarde para mi cita con Chat Noir...
Y su mirada volvía a mí, una y otra, y otra vez.
Una mirada derrotada.
"No me debes nada"
Esas fueron sus últimas palabras. Me las dijo sin ocultar lo destrozado que estaba. Pero... ¿por qué? ¿Por qué me reclamaba de esa forma? ¿A caso...?
¡Es un juego Marinette! ¡Un puto juego! ¿Qué te hizo creer otra cosa?
Sus ojos. Su mirada tan limpia, tan profunda...
"Toma lo que está frente a ti..."
Su sonrisa...esa endemoniada sonrisa que parecía hipnotizarme cada vez que me la brindaba.
"Soy él entonces"
La suavidad de sus labios al tomarme, sus dedos y caricias que me quemaban al rozarme... su voz. Dios... Adoraba su voz.
"Esto es real"
No, no, no...
Un nuevo edificio quedó atrás, y otro, y otro más. De lejos ya podía apreciar el Partenón, nuestro punto de encuentro. Por lo menos esa noche cumpliría con mis obligaciones, y entendía que eso debía bastar para brindarme algo de alivio, pero no estaba funcionado. Lo que sea que me estuviera asolando me ahogaba más rápido de lo que podía reaccionar.
¿Por qué? ¿Por qué me hiciste esto Adrien?
"Buenos días princesa"
Sus ojos esa mañana... La forma en que recorrieron cada gesto de mi rostro al despertar junto a mí...
Había algo en ellos, algo profundo.
La sonrisa que se diluyó en esa suave carcajada al momento en que sus dedos rozaron mi mejilla antes de besarme... eso no era simple seducción.
En ese momento no se sentía un juego...
¿Tanto me había confundido? ¿Tan idiota fui? ¿O es que me estaba engañando a mi misma... por miedo?
"No vuelvas a hacerme esto."
"No tienes idea de lo que significas para mí."
Sus ojos... esos profundos ojos esmeralda no parecían mentirme cuando me suplicaron de aquella forma que tanto me había marcado.
¡No! ¡Es un juego! No te distraigas...
Y como si algo dentro de mí se empecinara en torturarme cada vez que quería recordar esa advertencia, su mirada, su sonrisa... sus palabras fueron arrojadas frente a mí una y otra vez, una tras otra, azotándome en pesados latigazos que me marcaban, tiñendo mis pensamientos de duda ante la afirmación a la que tanto me aferraba.
No te olvides: es un juego, un juego, un juego... Siempre lo supiste. Alya te lo dijo.
"¿En serio te sigues creyendo eso?"
Porque... ¿por qué me decía eso? ¿Y si...realmente había tenido él razón? ¿Y si nos mentimos desde el principio?
¿Y si ...no era un juego?
No, no, no... no podía caer en eso.
Es un... juego.
"No te vayas... no me alejes."
Pero no se sentía así. Yo no lo sentía así...
Aterricé en el techo del Partenón trastabillando torpemente por la fuerza del impulso al que había arribado. Un error de principiantes que en mí sólo delataba el espantoso estado interior que me consumía.
Caí de rodillas pesadamente. Mis manos contra el áspero concreto frenaron el segundo golpe que iba directo a mi rostro.
Jadeé adolorida, más no había ninguna herida. No podía haberla mientras portara ese traje, mientras fuera Ladybug. Pero me dolía, me sentía simplemente... rota.
Intenté respirar profundo para destensar mis hombros, y allí, en cuatro patas, bajo una imagen deplorable de heroína abatida, rompí en llanto.
..~..~ ..~..~ ..~..~ ..~..~ ..~..~ ..~..~ ..~..~
Uf... qué imagen ¿no?
Sólo de recordarlo me estremece.
El cerebro es un desgraciado. Las fortunas las retiene vagamente, como una idea. Pero al sufrimiento...¡ay! A ese se le concede toda la atención del mundo y ocupa los recuerdos más vívidos de nuestra memoria.
Así estaban las cosas para mí, queridos... Matándome a cada segundo.
Y aun sabiendo que ese sufrimiento no me asolaba en exclusividad, desconocía realmente hasta qué punto afectaba a Adrien.
¿Qué si le guardaba rencor a Alya?
Mmmm... no se puede tener resentimientos con quienes buscan la fortuna para ti, ¿no?
No, era inconcebible. No a Alya, ¡menos con ella!
Bueno... pensándolo bien... un poco sí. Aunque la adoro y ella lo sabe muy bien, tengo que admitir (¡perdóname Alya!) que esa vez fue un tantito perversa, ¿no creen?
Podría haber sido algo más...suave, digo... ir de a poquito.
Nop. No era ni es su estilo.
Y si bien ahora las cosas no se veían bien, a posteriori quizás el panorama no fuera tan desalentador. El futuro mejoraría, y aunque no lo crean, lo que llegó a pasar entonces fue lo mejor que podría haberme pasado.
Tanto a mí... como a él...
A ambos.
..~..~ ..~..~ ..~..~ ..~..~ ..~..~ ..~..~ ..~..~ ..~..~
Lloré...
Un llanto pesado, doloroso, contenido contra su voluntad por demasiado tiempo. Se derramó en gruesas lágrimas que escurrían desde mis ojos humedeciendo sin prudencia mi rostro, marcando el seco concreto debajo con lunares oscuros al finalizar su deplorable recorrido.
Un llanto que pronto fue acompañado de lamentos que desgarraban mi garganta pujando por salir, porque ya simplemente no podía enmudecerlos más.
Dolía... ¡Dios, como dolía! Simplemente me sentía morir... ¡y no debería ser así!
Y su mirada esmeralda se empecinaba a mantenerse frente a mí en mis pensamientos. Cargada de dolor, de demanda, de amarga desesperación. La impotencia de sus dedos cerrándose sobre mis hombros en su último intento por retenerme junto a él. Aún los sentía quemándome como si nunca se hubieran ido de allí.
—¿Qué me hiciste Adrien?— Sollocé cuestionándole a la noche, intentando aliviar mis lágrimas.
Pronto llegaría Chat.Debía recomponerme...
Y fue en medio de ese desahogo involuntario, que su semblante más severo llegó repentinamente a mis recuerdos.
"¿Trabajas con él como lo haces conmigo?"
Su voz dura, enfurecida al reclamarme. Como ese dolor había permutado a ira en ese instante.
"No quiero que vayas con él"
Su mirada cargada de posesión al expresar su imperativo deseo en ese momento; su necesidad de marcarme como suya esa noche; esa demanda por la toma de control de mis decisiones si eso conllevaba alejarme de él...
Todo aquello, lejos de incomodarme... me... conmovió llenándome de intriga.
No lo entendía. Aquello no tenía ninguna lógica con lo que yo había creído de él hasta el momento, con lo que supuestamente estábamos haciendo... con lo que tanto me advertía Alya.
¿Qué demonios acababa de suceder?
Mis ojos se abrieron asombrados cuando leí ese comportamiento como... celos.
Adrien... estaba... ¿Celoso? ¿De Chat?
¿Acaso realmente toda la discusión había sido una escena de... celos?
No te entiendo...
Y entonces una sonrisa surgió en mi demacrado rostro.
Quizás mi inocencia o la necesidad de que ese sufrimiento se esfumara, se estaban burlando de mí, pero no podía evitar sentir un dejo de esperanza en ese instante. Esperanza de que ese juego realmente no fuera tal...
"Ya no voy a esperar a que te decidas por mí."
En lo más profundo de esa voz quebrada, esas palabras me golpearon más que todas las dichas hasta el momento.
¿Eso había sido un ultimátum? ¿Adrien me estaba pidiendo que eligiera?
¿Quería que le eligiera... a él?
No podía explicarlo, cualquier intento por colocarle nombre a todas aquellas emociones que me envolvían, se convertía en un vano gasto de energía. Era tal mi confusión que lo único que podía hacer en ese instante era sentir.
Pero lo peor es que no entendía qué carajos estaba sintiendo.
Me dolían sus palabras, me quemaban las dudas que me asolaban y que sólo lograron existir por todo lo que él significaba para mí.
Ninguna advertencia podría haberme preparado para lo que me sucedía. La tortuosa experiencia pasada de su indiferencia ante mis sentimientos había obligado a arrojar todo al olvido. Pero solo bastó su sola presencia y su hipnotizante sonrisa aquella tarde en la plaza para que regresara a todo lo que alguna vez había sentido.
Y esta vez no era un querer dulce, inocente o prescindible. Esta vez todo era profundo, marcaba cada hebra de mi ser y...
Mierda...
Mierda, mierda... ¡Mierda!
Alya tenía razón...
Joder...
Me había enamorado de él.
Y ahora mi sufrimiento se mezclaba con el suyo, con la desilusión que emanaba de su mirada, del dolor por el rechazo y de los celos que tiñeron todo su ser. Y juro que aún bajo el riesgo de convertirme en la peor persona de todas... saberlo con su sentir desgarrado por mí, me... alegró.
Porque eso sólo podía significar una cosa; que quizás me quería.
Quizás él sentía lo mismo por mí.
Yo simplemente estaba loca por él.
— Adrien... me enamoraste otra vez... idiota...— Dejé ir entre sollozos, aceptando la verdad que tan cruelmente se había abierto en mí... la misma verdad que mi ser gritara cada día, y la que Alya me había obligado a enfrentar.
Arrodillada, acariciando con mis dedos la rugosa superficie, elevé la mirada al cielo que se retorcía sobre los refucilos que lo iluminaban de tanto en tanto.
Suspiré calmando los espasmos de mi llanto.
Debía tranquilizarme. Esa noche estaba en ese preciso lugar para atender temas de vital urgencia. Chat había actuado de forma descontrolada hoy y me necesitaba. Debíamos de afrontar nuestra responsabilidad de forma seria como los héroes que éramos. Debía tomar mis problemas personales y dejarlos a un lado una vez más, porque en ese momento era Ladybug, la salvadora de París. No Marinette, la niña enamorada de su mejor amigo, jefe, compañero... de su crush de toda la vida.
Pero sólo Dios sabía cómo me sentía...
Y si bien parte de mi angustia se debía a lo que había acontecido esa tarde durante el último akuma, sabía que ver a Chat y poder hablar detenidamente con él, no calmaría en absoluto todo lo que estaba sintiendo. Porque una parte mía, la más infantiloide que intentaba doblegar, lo convertía en el culpable de mis pesares esta noche.
Sentía que era por él que había discutido con Adrien.
Si él hubiera sido más objetivo en su comportamiento ante ese violento villano no hubiera sido necesaria esta reunión. Ya que si él se hubiera dado cuenta antes de lo que sentía, yo no hubiera caído nuevamente en los brazos de Adrien y...
¿Acaso de verdad estaba considerando esos pensamientos?
Una carcajada dolorosa escapó de entre mis labios.
Parecía loca... y de remate.
Suspiré profundamente cuando pude dejar de reír, relajando mi cuerpo... Aunque fuera sólo por unos momentos.
Me puse de pie en un lento movimiento, limpiando mis manos al frotarlas sobre los muslos antes de verificar que mis mejillas ya estaban secas. Mis ojos se sentían hinchados, pero contra eso no tenía remedio. Tendría que lidiar con las preguntas que me hiciera Chat, si es que lo notaba.
Debía recuperarme, concentrarme y mantener mi objetividad enfocada en el problema que nos convocaba. No debía repetir los errores de mi gatito si quería mejorar las cosas para nosotros o evitar un futuro desastre.
La verdad era que, más allá de mi marchito corazón, me preocupaba muchísimo el comportamiento de Chat. Sus descuidos habían acabado resultando en heridas graves para su persona. En la violencia de su reacción, en la falta de concentración que lo llevó a abusar de su poder.. nada lograba tener coherencia dentro de mi cabeza. Él era una persona impulsiva por naturaleza, pero... definitivamente nunca pondría a nadie en peligro. Y esa tarde casi asesina a un muchacho.
Casi no logro llegar a tiempo para usar mi conjuro. Casi no logro detenerlo antes de cayera preso de su propia ira y cometiera un error que hubiera arruinado su vida para siempre.
¿Qué le había sucedido?
La víctima no era más que una persona inocente dominada por Hawkmoth.
¿Y si la próxima vez no lograba ser lo suficientemente rápida? ¿O el daño era mayor? ¿Qué pasaría si su furia destructora se volvía totalmente fuera de control?
No, no, no...
Me desesperaba de solo considerarlo.
Y entre medio de mis preocupaciones, no podía evitar alejar a Adrien y su derrotado semblante en el momento en que, resignado, aceptara que no me quedaría. Aún con la promesa de mi regreso, él había reconocido su derrota soltándome definitivamente.
Si tan sólo hubiera podido explicarle, aunque sea sólo un poco, la verdadera razón de mi partida... si tan sólo hubiera podido mencionarle algo de mi doble vida, los motivos tras ella... Él era una persona altruista, bondadosa.
Lo hubiera entendido... ¡Hasta me hubiera apoyado en ello! Estaba segura, pero..
No, no podía hacerlo.
Suspiré profundamente tranquilizando los últimos hipidos que cada tanto me contraían. Debía recomponerme. Pronto llegaría Chat y no quería que me viera así de derrotada. No ayudaría en absoluto con todo lo que debíamos enfrentar.
Debía estar de pie, en ese lugar, firme enfrentando la situación para aclarar todo con mi compañero de batallas, aunque cada célula de mi ser batallaba contra el deseo de tomar el yoyo y arrojarlo hacia el edificio de al lado, para regresar a ese departamento en donde se encontraba el hombre que siempre había amado.
Y que quizás había perdido...
— No, no, no, no... — la desesperación se adueñó de mi ser en ese instante, en el preciso momento en que la idea de haber cometido el mismo error que en el pasado, se instalara con la fuerza de un rayo en mí. —¡Idiota! ¡Idiota! ¡Lo hice otra vez! ¡Mierda!—
Y grité. De repente y sin aviso, grité. Como una loca, porque en ese momento ésa era la única sensación que me invadía. Locura. Impotencia. Desasosiego.
Grité, con todas mis fuerzas, apretando los ojos, cerrando los puños hasta que mis nudillos dolieron de la presión.
Y cuando mis cuerdas vocales pidieron un descanso que no estaba dispuesta a concederles, a mis espaldas lo oí.
—¿Estás bien?
Esa voz...¡su voz! Un escalofrío recorrió mi espina al oírlo, paralizando cada fibra de mi ser.
¡Mierda!
Exhalé una gran bocanada de aire intentando estabilizar algo en mí. No ayudaría en nada que me viera en ese estado.
Giré cuando sentí el leve jalón de sus dedos acariciando el extremo de una de mis coletas.
—Está mojado...
—Chat...que...¿qué haces aquí? — fue lo único que atiné decir cuando me encontré con su mirada.
—Me pediste que viniera ¿o no?
Soltó mis cabellos y, como si interpretara una súplica silenciosa, dio un paso hacia atrás alejándose de mí.
Lucía serio. Su mirada estaba opaca, demacrada, destilando un dolor y un enojo que jamás había visto en él. Había cansancio, había desazón, se veía ...derrotado. Como si hubiera perdido todas las batallas en su alma y esta se estuviera congelando en cada minuto en que el tiempo avanzara.
—Y aquí estoy— susurró encogiendo levemente los hombros, antes de romper del todo el contacto conmigo, como si no quisiera que leyera de él más de lo que había hecho ya.
Asentí.
El contrajo el bastón y lo enganchó en la base de su espalda antes de dirigirse hacia el borde que quedaba a escaso metro de mí, y sentarse con sus piernas colgando al vacío, concentrando su atención en la vista de la ciudad que se ofrecía desde ese monumento.
Una hermosa vista, la verdad, lástima que no pudiera disfrutarla. Y, por lo visto, él tampoco.
—No me respondiste.
—Eh...s-si... tienes razón. Yo te lo-
—No. A lo otro. —Espetó con una frialdad que no ayudó en absoluto a sacarme de ese estado de estupefacción que me mantenía clavada en el suelo, inmóvil.
Quedé observándolo, de pie detrás de él. No es como si otra cosa me saliera en ese momento. Me perdí en el suave movimiento de su cabello dorado flameando con la brisa nocturna a esas alturas. Era él, todo él, mi compañero de batallas; y a la vez no lo sentía así.
Había algo distinto esa noche, algo roto, algo perdido. Algo que no encajaba con Chat Noir, pero a la vez tan familiar...
Y no entendía su demanda, su enojo. Percibía que el akuma no era del todo el responsable de su angustia pero, sumida en mi propia tortura, apenas si lograba ordenar mis pensamientos para conseguir retomar el control.
Bastó que sólo me arrojara una mirada por el rabillo del ojo, alzando apenas una ceja exigente de una respuesta, para que al fin reaccionara.
Carraspeé dubitativa. — Sí, bien. Estoy bien.
Giró su cuerpo en ese momento, recorriéndome de pies a cabeza sin ocultar la mueca despectiva que enturbiaba sus ojos.
—No lo parece. Luces como la mierda... —Arrojó a mis pies para voltear nuevamente apenas la última palabra había sido mencionada.
Pestañeé incrédula ante tan desacertada reacción, y poco tardó la inmovilidad en cederle el espacio al enojo que pronto tomaría dominio de mi persona, aunque lograra contenerlo detrás de labios apretados.
—Tsk... me lo dice quien derrama encanto esta noche.
—No voy a negártelo...— agachó la cabeza por unos segundos — ¿Sabes? Casi no vengo esta vez...
Susurró la última oración como si sólo hablara consigo mismo. Y debería haberse callado.
La bronca que se agolpó en mi garganta con esa respuesta, no hizo más que envalentonar cualquier emoción previa.
¡Gato mañoso! De haberlo sabido, no me hubiera visto en la innegable posición de asistir esa noche, y no hubiera discutido con Adrien, ni lo hubiera lastimado. Y quizás ahora, en ese preciso momento, en vez de estar lamiendo mis heridas y, aparentemente, las de él también; estaría en departamento de mi rubio, en su jacuzzi y, quizás a estas alturas, ya estaríamos besándonos y haciéndonos...
¡Mierda!
¿Qué lograba con eso?
Nada.
¿Echarle a Chat la culpa de mi nuevo fracaso para aliviar la propia?
Sí... quizás eso era.
¡Joder! Como si de algo fuera a servirme...
—Típico. Me ibas a dejar plantada ¿no?— respondí detrás de él, perforándole la nuca con la mirada. Algo debía haber sentido, porque en ese momento se pasó la mano incómodo rascándose justo en ese preciso lugar.
—Claro, como si no lo hubieras hecho tú antes...
Pero... ¿Qué? ¿Había ido cada noche en las que había decidido faltar? ¡De putísima madre! ¿¡Y justo ahora tenía que recordármelo!?
Y por más que con ese murmurio me hubiera dejado en desventaja en esta cuasi lucha de hielo, no pude evitar que la furia terminara por invadirme. Yo me estaba jugando el amor de mi vida por él, y él restándole importancia al tema.
—¡Chat! — Suspiró con hastío ante mi llamado.— Ya... mira, entiendo que hay cosas que...puede ser que haya faltado un par de v-
—¿Lo admites?— Volteó a verme, provocativo.
—Bueno... tengo mis razones para...
—¡Ja! Tus razones... —interrumpió con sorna — Mira que conveniente.
—¿Qué me quieres decir?
—Que si eres tú la que falta, existen razones. Pero si lo hago yo, me transformo en un desconsiderado e irresponsable
—No es eso...¡Chat!— le grité con un tono de ofensa —¿En serio? ¿Vas a jugar la carta de la responsabilidad ahora?
Suspiró cansinamente, aflojando con ese gesto la tensión que se había generado entre nosotros con ese desacertado intercambio de insultos, ofreciéndome como tregua una invitación a tomar asiento a su lado, dado por finalizada cualquier réplica de mi parte.
De mala gana cedí ante su petición. Si tan sólo me hubiera resistido, nuestros temperamentos especialmente sensibles en esa noche, no hubieran tardado en encenderse nuevamente ante cualquier palabra desacertada, encontrando la excusa perfecta para iniciar una nueva discusión y desviándonos del objetivo principal que nos convocara.
Cedí, porque si no lograba lidiar con el problema que había surgido esa tarde, toda mi pelea con Adrien hubiera sido por nada.
Suspiré cuando mis piernas quedaron colgando, e inmediatamente giré mi rostro para observarlo, buscando en vano alguna clase de contacto que me brindara ese coraje que tanto necesitaba en ese momento.
Él ni se movió, manteniendo su mirada hacia la nada, lejos de la mía. No era por pena, lo sabía. Dentro suyo estaba dando sus propias batallas. Y si bien lo conocía en ese estado, podía jurar que jamás lo había visto tan abatido, llegando al punto de no medir su disgusto al hablarme.
—Déjate de vueltas. Suéltalo.
¡Ay, dios! Definitivamente, no era su mejor noche.
Iba a tener que esforzarme, realmente esforzarme esta vez, si quería lograr algo.
Chat era sumamente encantador todo el tiempo, pero cuando estaba de malas se convertía en una persona...bueno, de a las que le sugieres sacar a pasear el perro. No era tóxico, ni siquiera provocador. Era de los que se envolvían en el aura "déjame solo" y hacía que lo entendieras en todo sentido.
Normalmente hubiera podido lidiar sin mayores problemas con ese carácter, hasta quizás lograra liberarlo de sus pesares si insistía un poco; pero esa noche la densidad de sus emociones y la inestabilidad de las mías, no eran una combinación que me facilitaran dicha tarea. Apenas si podía conmigo misma. Imposible era arrastrarlo a la salida de su miseria.
Suspiré profundamente para calmarme. Necesitaba claridad para encontrar las mejores palabras, unas que no iniciaran una nueva batalla.
—Chat, el último akuma que tuvimos que enfrentar me dejó... preocupada. Me hizo ver que hay aspectos de nuestro desempeño que vamos a tener que ... digamos, que pulir.
Él ni se inmutó.
—Vamos a tener que mejorar nuestra coordinación y enfoque. Si los nuevos villanos van a ser así de violentos, no podemos brindarnos tantas licencias. ¿Entiendes a lo que me refiero?
Apenas si me dedicó una mirada de lado, como para dejarme constatar que seguía ahí. Aunque sinceramente, percibía que no escuchaba ni una palabra de lo que decía. O si tan sólo le importaba.
—Chat— suspiré molesta, mientras un tic de cabreo contraía levemente mi párpado izquierdo — ¿Eres consciente de lo que pasó esta tarde?— le cuestioné al fin con firmeza.
Asintió.
—¿Realmente lo eres?
—Te dije que sí.
—Quería oírte decirlo.
—¡Ladybug! Asentí claramente. ¡Me estás viendo! ¿Qué más necesitas, que te lo pase por escrito?
La poca paciencia que había logrado reunir, se esfumó en un parpadeo.
—¡No seas insolente!
El infierno se congeló en ese momento. La mirada que me arrojó tras el desplante de mis palabras frenando su ira injustificada, me provocó un escalofrío.
Si no lo conociera tanto, fácilmente creería que su problema era hacia mi persona. Aunque poco me importara que lo fuera. Lo que nos reunía esa noche en ese lugar, no podía esperar hasta que calmáramos nuestros demonios interiores.
—¿Eres consciente de que te hirieron de gravedad? — me fijé en sus iris, sin obtener respuesta alguna y resalté elevando con firmeza el tono de mi voz — ¿O no?
Él desvió de inmediato sus ojos de los míos, quitando todo su rostro de mi campo visual, maldiciendo por lo bajo sin ocultar la molestia que le estaba sumando a su ya lastimero estado.
— Entiendes que lo que pasó no puede volver a repetirse. — Mis palabras eran pronunciadas con porfía, lentas y contundentemente, y no le darían descanso hasta obtener de él la respuesta que buscaban. —No puedo permitirte que seas tan audaz.
—¡Ja! No puedes permitírmelo...— me miró con sorna, carcajeando despectivamente por lo bajo — ¿En serio bichito?
—Sí, por q-
—¡Pues, lo siento mucho hermosura! Vas a tener que írtelo permitiendo porque sabes que así soy yo.
Suspiré ruidosamente tratando de aliviar la furia que me invadía. El ambiente entre nosotros se había vuelto insoportablemente insostenible. Era consciente de que no estaba haciendo mi mejor esfuerzo en esta conversación, pero él estaba poniendo todo de sí para que empeorara.
¡La puta madre!
—Chat, no es ese mi pun-
— A ver...¡siempre fui así! ¡Siempre! ¡Y nunca antes me reprochaste algo!
Ay Dios...
—¡Porque nunca antes fue tan grave! ¡Porque siempre estuviste enfocado!— le chillé. La poca compostura que había logrado reunir, se habían ido nuevamente al carajo ante sus desganadas respuestas.
Realmente Chat estaba muy, muy de malas esa noche.
—Baja el tono conmigo — Siseó entre dientes, brindándome una clara advertencia.
—¡Entonces concéntrate, carajo! ¡Tómate en serio las cosas!
Apretó los dientes antes de desviar su atención hacia otra cosa. Era consciente de que por dentro me estaba maldiciendo, pero ya no podía detenerme.
— ¡No entiendo que te pasa! ¡Porque haces las cosas tan, tan...así! ¡Asumiendo tantos riesgos!
El silencio se carcomía entre sus dientes apretados.
—Acepto que tu persona e integridad te importen una mierda ¡pero a mí sí me importan! Y no puedo permitir que mi compañero salga lastimado por que no está...
Se puso de pie de repente, resoplando molesto, y se alejó unos pasos dándome la espalda en una evidente protesta silenciosa.
—¡Te estoy hablando carajo! ¡Lo menos que puedes hacer es mirarme cuando lo hago!– y le seguí posicionándome rápidamente frente a él, completamente fuera de mí.
Rodó los ojos con indudable hastío, suspirando pesadamente antes de morder con bronca su labio inferior. Su paciencia se estaba agotando, pero en peor estado se encontraba la mía.
—¡No puedo permitir que esto vuelva a suceder! ¡Si seguimos así Hawk Moth va a tomar ventaja! ¡Ahora ya sabe que es capaz herirnos y no podemos darnos ese lujo!
—Entiendo pero...
—¡Pero nada! ¡Tienes que...!
—¡Ey! ¡Está bien ya! — levantó la voz callándome — Tu punto es que no vuelvan a herirme. Entendido. Que me concentre. Entendido. ¿Se te ofrece algo más?
—Sí — me acerqué poniéndome de puntillas para afirmar mi furiosa mirada en sus ojos— Que dejes de comportarte como un imbécil— Demandé entre dientes.
—¿Imbécil? ¡Ja! — se inclinó apenas cerrando aún más el espacio entre nosotros— Y por casa... ¿Cómo andamos, eh?
Y quedamos mirándonos, la furia nadando en nuestras venas y contaminando cada gesto, cada célula con su veneno. La respiración acelerada. Las pupilas dilatadas de la emoción abrumadora que nos impedía procesar otra cosa que no fuera la incontenible rabia que dominaba cada aspecto de nuestras personas.
En ese edificio, en esa noche, allí arriba, no se encontraban los héroes de París discutiendo. Eran un hombre y una mujer con sus almas desechas, con sus vidas colgando en jirones tratando de lidiar con algo que les quedaba demasiado grande en ese momento.
Y ese sólo pensamiento, me carcomía el orgullo de heroína, de líder de este equipo que se suponía que era.
¡Yo era la de las soluciones!
¡Yo era la que construía, la que reparaba, la que devolvía todo a la normalidad!
¡Se suponía que yo debía arreglar esto!
Pero ¿cómo carajos iba a lograrlo si por dentro estaba hecho mierda?
—Mierda, Chat...¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! — le grité en la cara.
Un grito que raspó mis cuerdas vocales, que dejó ardiendo mi garganta. Un grito de impotencia. De desesperación.
Él simplemente me observaba. Su mirada no se movió, su cuerpo no se tensó, ni siquiera se sorprendió. Yo sacada, destruida y aterrada frente a él, no le causaban... nada.
— ¿Y esa es tu respuesta? ¿Nada?
Elevó su cabeza alejándose de mí, antes de exhalar una bocanada de aire.
—Estás insoportable hoy.
Reí en respuesta. Una carcajada suave, cargada de ironía, de dolor. Me pasé las manos por la cara negando una y otra vez. Esto había sido demasiado ya. Me sentía abrumada, totalmente sobrepasada en ese momento. Y, si en algún punto consideré que podría contar con mi compañero para lidiar de forma más amena con este revés, nunca pude estar más equivocada.
—Dios — froté mis ojos frustrada y sumamente agotada. Nada me estaba saliendo bien esa noche.
Nada.
Lo miré una vez más buscando entre mis pensamientos una idea de cómo seguir. O si simplemente rendirme e irme. Y, la verdad, quería tomar esa última opción y hacerla mía con tantas ganas...
—Creo que esto... no está saliendo bien. Yo-
—No te entiendo Ladybug, de verdad te lo digo — interrumpió mis cavilaciones—Hemos pasado por estas cosas antes... ¿Qué tanto te afecta ahora?
Sólo negué al escucharlo. Sentía esas palabras como una burla.
—¿Que tanto? — Levanté la mirada en ese instante, con renovada furia.— ¿De verdad me estás preguntando eso Chat?... ¡¿A mí?! ¡Dios! — me humedecí los labios acercándome — A ver si lo entiendes si te lo digo de otra forma: me afecta porque... porque por tu impertinencia casi asesinas a alguien...porque te pusiste en riesgo una y otra y otra vez demostrando que ... ¡no sé qué carajos querías demostrar! Y casi te matan. ¡Casi te matan Chat!
Enumeraba cada una de las situaciones que me habían preocupado hincado con el dedo índice sobre su hombro repetidamente, empujándolo en cada toque, provocando una evidente molestia y no sólo física.
¡Mejor! ¡Que le molestara, a ver si así entendía de una puta vez!
—¡Casi no llego a salvarte! ¿Entiendes eso? ¡Te desvaneciste en mis brazos! ¡No podía detener la hemorragia! ¡Menos llevarte al hospital! ¡Nada!
—Entiendo tu punto... está bien...
—¡Si hubiera tardado en lanzar mi conjuro un par de segundos más...!
Asintió tomando la mano con la que lo hincaba para detenerme, mientras apretaba sus labios para contenerse. Claro que sólo detuvo ese dedo inquisidor, porque callarme... ¡eso no!
—¡Casi matas a un inocente! ¿En qué carajos estabas pensando? ¡¿Eh?! ¡Casi lo matas!
Desvió la mirada en ese momento, terriblemente consternado. Y eso me daba algo de tranquilidad, porque podía no preocuparse por sí mismo, pero seguía siendo Chat más allá de lo que fuera que le sucediera, y su alma empática era la esencia de su persona, jamás se despreocuparía de los demás, anteponiendo la vida de los otros a la suya.
—¿Qué hago si algo te sucede? ¡Somos un equipo! ¡Un puto equipo! ¡Te necesito a mi lado, no simplemente trabajando como un desquiciado lleno de hormonas!— respiré agitada unos segundos, dándole un descanso a mi garganta — ¿¡Vas entendiendo lo que me afecta!?
—Está bien...
—¡No! ¡No y no! ¡No está bien Chat! ¡No está ni un carajo bien, joder! ¡Deja de decir eso!
Me miró. Me entendía y creo que en ese punto lo había abatido. Sentía que ahora tenía su atención por primera vez en la noche, lo leía en la culpa que comenzó a asomar desde su mirada.
— Debes tener más cuidado... debes de dejar de andar con la cabeza en las nubes — murmuré casi rogándole.
—Lo admito. Fue un error, no va a...
—Un error...— pero no podía considerarlo así — Un error... Chat, lo que pasó... no fue un error. Hay algo que... Estás diferente...
El silencio fue todo lo que me devolvió. Eso y una mirada sufriente en la que, si me detenía a analizarla, lograba fácilmente leer que lloraba una gran pérdida que lo había devastado. Pero apenas si podía entender en ese momento la derrota que me afectaba, imposible lidiar con la de él, o tan sólo tratar de ayudarlo.
— Últimamente estás... no sé... estás distinto. Te siento... lejos, frío...
Cortó cualquier contacto conmigo, perdiéndose en la nada.
—Estás exagerando...
—Ya casi ni me hablas en los patrullajes... sólo vienes, haces lo tuyo y ...¡y te vas!... Ya no me buscas y no-
—Eso era lo que querías ¿no? —su voz era ahora dolorosa —Te tenía harta con las atenciones...
Entendí de inmediato de que hablaba. Aún le dolía nuestro pasado. Y a mí me mataba nuestro presente.
—Sabes que no me refiero a eso.
—¿Y a qué te refieres? — me increpó — A ver, cuéntame. Porque que yo sepa, siempre estoy ahí cuando me necesitas. Siempre obedezco cada orden, te sigo en cada descabellada idea, te cuido las espaldas a cada paso... ¿Qué? ¿Acaso me reclamas que ya no haya rosas rojas o que ya no mendigue por tu amor? ¿Es eso?
Su declaración me había dejado helada. Ese era un revés con el que no contaba. Un golpe más a mí ya lastimado ego.
Ni pestañear podía. Menos responderle.
— Creo que ni tú misma lo sabes...— me arrojó despectivamente antes girar y tomar el bastón desde su espalda. — Que me concentre ¿no? ¿Era eso todo que tenías para decirme? Porque si vas a seguir simplemente regañándome, no tenemos nada más que hablar...
Lo observé alejarse de mí, desplegando la vara en su mano.
¿A caso se estaba...yendo?
Reaccioné tomándolo rápidamente del brazo con el que sostenía su arma.
—¡No seas cínico!
Él miró enfurecido la mano que lo rodeaba. Segundos después su fría mirada cayó sobre mis ojos.
—No estoy de humor para esta clase de... conversaciones. Mejor la cortamos aquí.
Y un suéltame implícito se deslizó desde esa mirada recorriéndome como un escalofrío.
—Chat... ¿qué te pasa? — le susurré aflojando mi aprensión.
—¿A mí? ¿Realmente me lo preguntas? Yo no soy el que estaba llorando a gritos esta noche.
Bajé la mirada en ese momento. Sabía que me había oído y no me enorgullecía que hubiera podido percatarse de esa cara mía tan débil y fuera de control. Pero había sucedido, y debía lidiar con ello.
—Sí... es cierto... estaba llorando cuando llegaste. Pero tú ...no estás mejor y yo sólo quería –
—Déjalo así...
—¿Por qué me alejas?
Parecían un mal chiste mis palabras. Minutos atrás esa misma pregunta me la hacía Adrien. El destino era cruel.
Agachó la cabeza rehuyendo de mi contacto cuando lo busqué con la mirada.
—Te siento distraído... Durante el último akuma estabas completamente fuera de ti. Sacado de onda. Apenas te coordinabas conmigo.
Suspiró profundamente, rehuyendo su mirada de la mía. Su semblante se oscureció en ese momento con una terrible consternación. Ahí había algo...podía sentirlo.
Si bien ya había sido testigo de un comportamiento similar de su parte en el pasado, cuando había comenzado a las andadas con las admiradoras de su club de fans, nunca antes su atención había estado tan dispersa en batalla. Habíamos enfrentado enemigos complicados con sus fanáticas en el medio, teniendo que lidiar con el villano de turno y esas benditas jovencitas alocadas; y nunca había sido tan tontamente audaz cometiendo equivocaciones de tal gravedad como la última vez.
Y, en ese instante, una revelación golpeó mis cavilaciones.
El bar destruido. El mismo bar en el que estábamos con Alya. Toda su atención se enfocaba en ese lugar.
—Chat... era como si intentaras proteger a...
Nuestras miradas se cruzaron en ese momento, con incredulidad, con sorpresa.
Su respiración se aceleró.
Dios... Allí debía haber estado una de ellas.
— Por eso es que actuaste a lo loco, ¿verdad? Es lo único que puede explicar esa clase de comportamiento. No puede ser otra co-
—¿Qué insinúas?
En ese momento un escozor cargado de rabia recorrió toda mi espina estremeciéndome. No podía creer lo que estaba confirmándome con su silencio, con ese malestar amargo con el que me hablaba. Y lo peor es que no me había dado cuenta antes.
Yo preocupada por él, por su seguridad, perdiendo al amor de mi vida en el camino y él... él protegiendo a su presa de turno.
—Que en ese bar había alguien que te importaba, una de tus conquistas ¿no? — Arrojé despectivamente — Por eso estabas tan desconcentrado ¿o me equivoco?
Su silencio me lo confirmaba todo.
—¿Y? ¿No vas a responderme?
Sólo me miró respirando agitado. Una mirada pesada, irascible.
—¡Responde carajo!
La mano con la que sostenía su bastón, se cerró con fuerza crujiendo. Los dientes se apretaron en un evidente esfuerzo de autocontrol, el cual resistió hasta que demandé fervientemente una respuesta de su parte con un gesto de impaciente disgusto.
—¿¡Y a ti que te importa lo que haga con mi vida personal!? Me juzgas por un error... ¡Un maldito error! ¡Cuando te he salvado el culo miles de veces!
—¡No fue un error! ¡Casi te matan y tú lo provocaste!
—¡Para salvarte! ¡Ese villano quería matarte a ti! ¿O no te diste cuenta? ¡Y mi trabajo es protegerte maldita sea!
—¡Las cosas no funcionan así! ¡Te lo he dicho millones de veces! Pero te empecinas en ser... ¡Dios! ¡Deja de ser tan... idiota y testarudo!
Gruñó rechinando los dientes, como un modo de desahogo, mientras extendía la mano hasta mi cuello cerrando sus dedos en un puño apretado antes de siquiera estar cerca de tocarme. Sólo desahogaba la impotencia que lo invadía en ese momento. Yo simplemente quería golpearlo.
—Ya... No vamos a lograr nada esta noche...— respiró profundo un par de veces y yo le copié instintivamente — Es mejor que nos calmemos...
—¡No me calmo!
Cerró sus ojos sosteniendo en sus pulmones una gran bocanada de aire, y me miró cuando al fin la soltó. Iba a decirme algo, el movimiento de sus labios lo anticipaba, pero decantó sólo por suspirar y voltear para alejarse de mí. Para definitivamente irse.
—¿Te vas? ¿Las cosas se complican para ti y tu solución es huir? — Le grité.
Se detuvo en el borde, dubitativo. Negó a la nada.
—¡Maldita seas Chat! ¡Por una vez en lo que llevamos de noche tómate en serio lo que te digo!
Él estaba inmóvil, respirando agitado.
—¿Por qué te comportas así? ¿No ves cómo estoy? — Supliqué.
Sí, supliqué.
Una lágrima rodó por mi mejilla. En ese momento sentía que ya no me quedaban fuerzas para lidiar con él, menos para volver con Adrien.
Adrien... si tan sólo me hubiera quedado en ese departamento, en estos momentos sólo estaría cargando con la culpa de no cumplir mi palabra con Chat, pero al menos me hubiera ahorrado dos discusiones y dos disgustos que, al final, sólo sirvieron para dejarme completamente derruida porque no logré solucionar absolutamente nada.
—Chatón...
Él volteó. Su serio semblante tembló cuando vio las lágrimas corriendo silenciosamente por mis mejillas.
—Estoy así ¿Me ves?... Así... por... tu culpa.
—¿Mi culpa?
Nuevas lágrimas brotaron. Intenté detenerlas al frotarme con el dorso de mis manos, más me fue imposible. Gimoteé cuando caí en la cuenta de que me había quebrado, de que ya no podría sostener la precaria imagen de fuerte que había intentado levantar en mí cuando lo oí a mis espaldas.
Se acercó lentamente, afligido, con una cálida mirada, y acarició suavemente con las yemas de los dedos una de mis mejillas al frenar frente a mí.
—Ladybug... ¿Qué te está pasando?— su voz era dulce, por primera vez en la noche. Esa era la voz de mi gatito.
—Tú tienes la culpa... — Susurré entre sollozos, agachando la mirada.
Él cerró su bastón depositándolo en la espalda para liberar su otra mano y me rodeó rápidamente con ambos brazos, empujándome hacia su pecho para confortarme. Ni bien sentí su calidez, no demoré en responderle, fundiéndome en su cálido abrazo, uno que me supo a gloria.
Y quedamos así por unos instantes. Yo aferrada a su espalda como si fuera un madero de salvación. Él acariciando mi cabello, acunándome con su arrullo mientras intentaba calmarme.
Me permitió llorar, desahogarme. Aliviar un poco toda esa amargura y, cuando sintió que mi respiración se tranquilizaba, que sólo quedaban los hipidos esporádicos tras el llanto, me separó apenas de él para poder mirarme.
—Dime... Esto no es sólo por el último akuma ¿no?
No debía responderle, no sino quería exponerme.
Pero no iba a poder mentirle. En el estado en que estaba, era imposible montar cualquier farsa. Y, la verdad, no lo quería. Sentía que en ese momento todas las barreras de hielo y frustraciones, de enojo y de dolor, que se habían levantado entre nosotros cuando iniciara la noche, ya no existían. Se habían reducido a un mero charco evaporándose en el suelo.
Negué con un ademán, sin ocultar mi vergüenza.
—Ya me parecía. Nunca estás tan... perdida.
Me sonrió dulcemente, comprensivo, como siempre lo había sido. Por primera vez en tanto tiempo, tenía en frente, entre mis brazos, a mi coqueto gatito, a mi compañero... del que me había enamorado en algún momento. O por lo menos, eso había creído hasta que apareciera Adrien y tirara por la borda toda esa sensación.
—Es que... es que... — el dolor inundó mis ojos, y con el regresaron las lágrimas — Él...él volvió, chatón.
—¿Quién? — frunció su entrecejo por unos segundos hasta que lo descubrió — Oh... El chico del que siempre estuviste enamorada, ¿no? ¿Él regresó?
Asentí repetidamente, casi como si no quisiera que notara mi respuesta. Tuve que esnifar para evitar que las lágrimas fluyeran otra vez.
—¿Y cuál es el problema?
—Que... que ya lo había olvidado. Al fin lo estaba logrando... porque... por qué me estaba enamorando ...de ti... y...
Su sonrisa se borró en ese momento. Sus labios se sellaron. Sólo quedó viéndome, incrédulo, pasmado.
—Y...¡Oh dios! — rompí su abrazo alejándome de él de repente, envolviéndome con mis brazos cuando sentí el frío de la lejanía —Y ahora es tan... Se parece tanto a ti... ¿Por qué me confunde tanto?— Me advertí sonriendo al recordarlo.— Sus sonrisas... la forma en que me mira o me habla, las veces en las que busca provocarme, es... Le conozco de toda la vida. Es único y la actitud desenfada que muestra conmigo me vuelve loca, pero... es tanto tú que... y... Si tan sólo no hubiera... No pude resistirme y...
Caminé hacia un lado, nerviosa, huyendo de su mirada que seguía atenta cada uno de mis movimientos.
—¡Es por tu culpa que volví a enamorarme de él!
Asintió, como si entendiera mi punto. Aun así, la forma en que me observaba, se intensificó.
—Y ¿por qué eso es malo?
—Porque ... porque lo que tengo con él... es... Es un juego...
Froté con las manos mis hombros, por medio de un autoabrazo que me protegía y consolaba en ese momento. De espaldas a él, no podía apreciar su expresión, o si seguía manteniendo su atención en mí. Llegado ese punto de la noche, la verdad era que cada célula de mi cuerpo dolía terriblemente, y su silencio pasaba desapercibido.
—Soy un puto juego para él... — gimoteé intentando no llorar otra vez. —Aunque me quiera y siempre me vea como su amiga... no me ama... No... no puedo ser más que un juego para él.
Grande fue mi sorpresa cuando giré y me encontré con sus ojos.
Me devoraban en ese momento. Estaban fijos en mí, en cada uno de los gestos que mi rostro hacía. Me perforaba, sentía que se colaba debajo de mi piel y que intentaba llegar hasta mis pensamientos cargando en su seno la ineludible intención de desvelar algún secreto.
Y si bien en sus profundos iris pude esa noche apreciar todo el tiempo rabia y un intenso sentimiento de derrota, en ese instante de eso no quedaban rastros.
— Y...y estaba bien al principio ¿sabes? ...Yo... no me animaba contigo y él me propuso... ser tú— No entendía por qué sentía esa necesidad de darle una explicación, pero no me detuve, en algún punto adoraba la forma en que me seguía y cómo reaccionaba ante cada revelación que le brindaba — Y ¿por qué no? Era seguro.... Yo te quería a ti, ¿qué podía salir mal?...¡Dios, qué idiota! ¡Fui una completa estúpida! ¿A quién quería engañar? Dios... jugar... ¿jugar a ser que...amantes? ¡Yo no soy así!
Las lágrimas comenzaron a deslizarse por mi rostro nuevamente.
No hice fuerza para evitarlo. Sólo cerré los ojos y me permití llorar, un llanto chiquito, mudo pero angustiante.
—Perdona bichito...— su mirada era tan dulce en ese momento.
—No... no tienes que pedirme disculpas. Yo... estuve mal al culparte...
—Está bien. Si eso te hace sentir mejor, hazlo.
—Es injusto y yo ...dije demasiado... demasiado...
—Sabes que puedes confiar en mí — Y me sonrió tiernamente —Necesitabas desahogarte, ¿no? Sólo lamento que yo te haya ...confundido. — Una hermosa sonrisa, radiante. —Realmente lo lamento.
Una sonrisa que sabía a ... ¿victoria?
Dudé en ese instante, ese gesto se contradecía con su disculpa... ¿Realmente lo lamentaba?
Ahora la sorprendida era yo.
Pero quizás, a esas alturas de la madrugada y con ese cóctel de emociones pululando en mis venas, cualquier juicio e interpretación podían tranquilamente ser analizados bajo una lente empañada. Así que decidí no hacerle caso a aquella lucecita de advertencia que me decía que lo que quizás había llegado a confesar, aun dando escasa información, para él resultó en una revelación que le aliviaba la vida.
Pero aun ignorando esa reflexión, no podía dejar de preguntarme porque carajos ahora me sonreía.
—Está bien... Hoy fueron demasiadas cosas y... debí manejarlo mejor. Sólo quería reparar las cosas entre... nosotros... — y me tapé la cara con ambas manos, completamente avergonzada por mi comportamiento, siendo consciente por primera vez de todas las palabras hirientes que le lancé.
—Eres humana al fin y al cabo. Errar es humano... Y hasta los héroes deberían de tener derecho a tener un mal día.
Asentí y, cuando pude al fin quitarme las manos desde mi rostro, no pude evitar contagiarme de su sonrisa que, dócilmente, se colaba entre sus labios y llegaba a mí.
Envolvió mis hombros con su brazo, acercándome a él para darme calor. Temblaba y él lo había notado. Pero no de frío. Era miedo, era dolor, era...derrota. Simplemente derrota. La cruel aceptación de la pérdida que ahora debería enfrentar en el tránsito tortuoso del duelo.
Perdí mi mirada en el horizonte cuando al fin apoyé la cabeza en su hombro.
Él lentamente me guió hasta el borde, y jaló suavemente de mi cuerpo para quedar sentados uno al lado del otro, cerca, abrazados.
Y así nos mantuvimos por un rato, en silencio, acariciándonos en un gesto de apoyo. De consuelo de su parte.
—Estabas con él antes de venir aquí, ¿no?— susurró a mi oído.
Asentí. Y tuve que apretar el aire en mi nariz para evitar que unas nuevas lágrimas rodaran fuera otra vez.
¡Joder, sí que estaba llorando como una magdalena esa noche!
—¿Conoce tu identidad?
—No...—Gimoteé como pude.—Sabes que jamás le diría a nadie. No dejaría tampoco que me descubrieran.
—¿Y sabe que venías a encontrarte conmigo?
—Sí... bueno, no exactamente. No sabe quién eres... Pero sí que venía a... verte.
—¿Cómo hiciste para...?
—¿Te refieres a que excusa doy para escaparme? — él asintió — Trabajo social para la asistencia a víctimas de akumatizadas... — abrió grande sus ojos — Sip... ese es el título...
—Oh...
—Tenlo en cuenta —reí desganada— es una buena... tapadera. Para cuando tengas que irte. Digo, por esa chica por la que actuaste como loco hoy y... por la que te quieres escapar tan rápido de nuestras patrullas...
Oí un carcajeo por lo bajo. Me incorporé para verlo, completamente intrigada. Tenía los ojos cerrados y se mordía el labio inferior conteniendo su risa.
—¿De qué te ríes? ¡De verdad que es bueno!
—Sí, sí..., muy creativo. No esperaría menos de ti, créeme. — carraspeó — Dime... ¿y él qué opina de ese desinteresado trabajo humanitario? ¿Te cree?
—Ya no...—Suspiré cansada ante el recuerdo martilleante de las réplicas del Agreste.
—Discutieron, ¿no? Por eso estabas llorando cuando llegué.
Asentí repetidamente, sin levantar la mirada y el silencio regresó a acompañarnos nuevamente.
Un rápido refucilo nos iluminó. Y segundos después un trueno se retorció entre las nubes. Se oía cercano, demasiado, clara señal de que la lluvia no se haría esperar.
Apoyó una mano sobre mi rodilla, brindándome unas cortas palmeadas, llamando mi atención. Me sonrió cuando lo miré.
—Vete. Ve con él.
—Aún no terminamos de solucionar lo nuestro.
—¿No querías que habláramos? Bueno... ya lo hicimos. ¿Hace cuánto que no nos sincerábamos así?
—Mucho.
—¡Todo solucionado!
—Aunque sólo yo me sinceré. — Le guiñé un ojo — No reconociste aún mis sospechas sobre tu nueva... conquista, gatito coqueto.— le provoqué.
Una risa inundó sus labios nuevamente, una que me supo deliciosa.
—¿Así que no lo niegas, eh?
—Te niego que sea una simple conquista, nada más.
Me tapé la boca con la mano, mirándolo sorprendida con algo de diversión en mis ojos. Una dolorosa diversión si recordaba mi desgracia.
—¡Te enamoraste!
—Sí...— Dejó salir con un largo suspiro, desinflándose en medio de una tierna mueca.
Le empujé con un suave codazo en las costillas —Me alegro por ti gatito... de verdad.
—¿Viste? Ya solucionamos todo. Y nos contamos demasiado si tenemos en cuenta tus estándares de secretismo.
—¡Ey! ¡No te burles! — Reímos —Esas reglas no son mías. — me echó una incrédula mirada, reprochándome esa afirmación — ¡De verdad te digo! Bueno, no me creas...
— Ahora vete. Ve a solucionar las cosas con él.
—Si tan sólo fuera tan fácil...
—¿Por qué lo dices?
—Porque lo arruiné todo... Lo poco que había se terminó.
—¿Dices eso porque discutieron esta noche? — no le respondí, y él tomó eso como un sí — Creo que estás exagerando. ¿Fue su primera discusión?
—La primera tan... fuerte.
—Entonces no se terminó nada.
Quería creerle, con tantas ganas. Pero los ojos de Adrien, esos verdes y decepcionados ojos, seguían clavados en lo profundo de mi ser recordándome mi último gran error.
—¿Me decías que él es parecido a mí?
—Igualito.
—Entonces no se terminó nada. Te está esperando.
—No estés tan seguro.
—Lo estoy. Segurísimo.
—¿Por qué dices eso?
—Porque si yo fuera él, o lo soy, no sé... dime tú — reí ante su dubitación, y en ese instante su semblante se cargó de una afable seriedad, volviendo su voz más profunda — Yo no te dejaría escapar tan fácilmente, bichito... o como sea que te llames debajo de esa máscara.
Le miré de lado. Su clara mirada, en ese momento, fue tan definitiva, tan dulce y cargada de puras intenciones, que sentí que era Adrien quien se ocultaba detrás de ese antifaz negro, disfrazado para que no lo reconociera aconsejándome volver a él.
—Dime...¿Le amas?
—Creo que ...nunca deje de hacerlo... por mucho que me lo negara.
—Entonces... ¿Qué haces aun perdiendo el tiempo con este gato callejero?
Le sonreí. Ese era mi Chat.
—Ella te espera también, ¿no?
Su rostro se iluminó en ese momento. Fijó sus ojos en los míos. Se sintió tan cálido, que me abrumó.
—Está a punto de regresar— y me sonrió.
Me puse de pie en ese momento. Él me siguió segundos después.
—Entonces, no nos demoremos más.
Asintió, y salimos perdiéndonos en el cielo nocturno, cada uno por su lado.
Él a esperar a su amor.
Y yo, a regresar con el mío.
Lo hice otra vez... muy largo, larguísimo ¿no? Ocho mil quinientas y pico palabritas... súper fiel a mi estilo. Ya ni me resisto, sólo lo menciono. Quien avisa no traiciona jajajaja
Y me demoré mucho en publicar... ¡miles de disculpas!
Es que ando con bastante trabajo y en varios proyectos a la vez. Verán, ando también escribiendo un fic sobre el animé Naruto (que me encanta) y como que tengo que dividirme... jajajaja... pero prometo que no voy a abandonar a ninguno. Sólo téngame paciencia, ¿si?
Espero que lo hayan disfrutado porque yo lo sufrí. Aunque mi sufrimiento se vio aliviado por mi hermosa beta en este fic @Ladyaqua198, que sé que está súper ocupadísima en su vida diaria, pero se hace un huequito para mí. Cuando puedan, pasen a leer sus trabajos porque son muy hermosos.
Y también tengo que agradecer a otra personita muy especial, que no es del mundo Miracoulous (próximamente lo será), pero me dio una mano inmensa al darme su punto de vista antes de publicar, metiéndose de a poquito en la serie. Y ella es @MilleHatake y tiene unos excelentes fics sobre Naruto. ¡Los recomiendo! Hermosa, nos seguimos leyendo tu y yo. 'Queda mucho por hacer aún!
Próximamente volveré...aunque no sabría decir cuánto tiempo abarca el "próximamente" jajajajaja Sólo sé que existe y eso es ¡un montón!
Muchas gracias a todos por sus estrellitas, por leer y por tenerme muuucha paciencia. De verdad, de corazón, se lo agradezco.
Besos. Abrazos y ¡nos leemos!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro