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Desarrollo 3 Sábado - Parte 1


Antes de comenzar...

Después de un tiempito sin publicar, regreso nuevamente con otro capítulo de esta historia.

Pero antes de que se metan de lleno a leer, quería comentarles que esta vez no lo hice sola. Esta vez conté con la talentosa ayuda de mi beta reader, @ladyaqua198, quien no sólo aceptó entusiasmada serlo sino que me guió, corrigió y aportó sus toques que hicieron de este capítulo, un capítulo maravilloso.

¡Gracias hermosa por tanto! Y por elegir seguir colaborando conmigo...

Ahora sí, empecemos...

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Dice el sabio más antiguo

Que cuando las dudas asolan la razón

Hay que limpiar la mente de palabras

Y escuchar al corazón



—¡Mierda! — Maldije susurrando entre dientes, sin siquiera energías para disimular el disgusto que me causaba ese sonido a esas horas.

Era la segunda vez en un lapso de menos de un minuto en que vibraba mi móvil. La primera lo dejé sonar estimando que me había olvidado de quitar las alarmas del despertador la noche anterior. Envuelto en mí somnolencia estaba convencido de que pronto cesaría. Nunca configuraba las alarmas para que sonaran por más de diez segundos. Era eso o estaba tan cansado que ni cuenta me daba de que no podía llevar mi mano hasta la mesita de noche junto a la cómoda para silenciarlo.

Había sido una noche larga e intensa. Noche de pizzas, videojuegos y apuestas con premios suculentos que eran reclamados con prisa.

Y ya se imaginarán qué clases de premios suculentos eran los que nos disputábamos. ¿Qué otros podrían ser? Fue una larga noche... pero bestial. Sí, absolutamente excelente. Sin ninguna duda iba a ponerle nombre al combo para repetirlo el próximo viernes.

¡Y el jodido teléfono parecía que no iba a parar nunca!

Eso, definitivamente, ya no era una alarma; alguien estaba llamando y no pensaba atenderlo. No en mi tiempo con ella. Así que tomé el móvil y lo coloqué boca abajo para que se derivara directo al buzón. Solo esperaba que de aquella manera el desubicado de turno se enterara de mi poca disposición a contestar.

Quise volver a conciliar el sueño, pero ya era tarde. Esas constantes llamadas habían funcionado mejor que cualquiera de mis despertadores, y eso que sólo había logrado dormir unas escasas dos horas.

Maldita sea.

Giré mi mirada hacia ella cuando noté que se movía, pero sonreí aliviado al comprobar que sólo se estaba acomodando, aún dormía. Y, lo mejor, lo hacía a mi lado, en mi cama, una mañana más junto a mí.

Ya habían pasado cuatro sábados de iniciado nuestro "juego". Y no me arrepentía de nada, en absoluto.

Sí, no me critiquen, llevaba la cuenta.

Contaba cada uno de los sábados en los que había despertado junto a ella. Y para mi gran alegría, si bien al principio, nuestros ratos de pasión y divertimento juntos se limitaban a los sábados y domingos, en las últimas semanas estos fueron aumentando. Las noches que se quedaba conmigo en mi departamento incrementaron en contraposición al tiempo que pasaba en su propia casa, y por tanto, era mayor el tiempo en el que la tenía única y exclusivamente para mí... lejos del alcance de él.

Era consciente de que el "trabajo humanitario", como bien llamaba ella a los encuentros que ambos mantenían, se daba a horas nocturnas.

¡Qué conveniente! En teoría así podría pasar yo más horas con ella durante el día, ¿no?

Y una puta mierda...

Odiaba cuando me percataba de las excusas que me brindaba para reunirse con él sin admitirlo directamente. Aunque debía de reconocer que me aliviaban en la tarea de tener que mentirle yo también para cumplir con mis deberes como héroe junto a Ladybug.

Pero únicamente ahí funcionaba como consuelo. El resto, comenzaba a desquiciarme.

Esos benditos patrullajes, me estaban hinchando bien las pelotas. Los akumas ya no se daban de noche, así que, por tanto, no podíamos adelantarnos a los ataques al vigilar por esas horas. Y tampoco progresábamos en nuestras estrategias para vencer a Hawk Moth. ¡Si prácticamente no nos hablábamos! Simplemente nos limitábamos a avanzar saltando de prisa entre los techos de la ruta fijada casi sin intercambiar palabras. Cada uno parecía tener urgencia de cumplir con ese deber cuanto antes para liberarse. Yo quería volver con Marinette y Ladybug... bueno... Algo debía tener, pero no lo sabía a ciencia cierta, ni me molestaba por averiguarlo.

No entendía porque seguíamos con esta tarea autoimpuesta y más considerando de que faltábamos la mayoría de las veces. Por lo menos yo lo hacía y ella no me reclamaba nada, lo que me daba a suponer que también se ausentaba cada tanto y no lo mencionaba para evitar una confrontación conmigo. Definitivamente, iba a sugerirle dar fin a esos patrullajes.

Si aún no lo había hecho era por la sencilla razón de que en la última semana todo había sido diferente con Marinette. Ella no inventó excusas para escaparse de mí, ni yo tuve que hacer de las mías para retenerla. Era tan sencillo como quedar para cenar o para disfrutar de las promociones vespertinas en los bares de moda tras finalizar la jornada, y luego las cosas entre nosotros fluían con naturalidad terminando, indefectiblemente, en mi departamento.

Además, por fortuna, tampoco había acontecido ningún akuma, y no tuve que verme en la obligación de ausentarme durante nuestro tiempo. Odiaba cuando eso sucedía, y ese sentimiento me torturaba en cierta forma por qué ser Chat Noir era una de las mejores cosas que me había pasado en la vida.

Día a día fui consciente de una nueva necesidad que crecía en mí, y me asustaba porque cuando me tomé unos segundos para indagar en mi interior, me di cuenta de que moría por contárselo, por revelarle que también era el héroe de París. Pero no podía hacer eso, no podía hacérselo a Ladybug. Entendía a la perfección el motivo por el que debíamos de guardar nuestras identidades ocultas, aunque detestara esa imposición.

Suspiré para quitarme esos pensamientos y dedicarme a disfrutar de mi suerte. Los buenos momentos había que vivirlos mientras se iban dando, olvidando el pasado y desentendiéndose del futuro ¿no? Así que me acomodé de lado para observarla, apoyando la cabeza sobre la palma de la mano y el brazo doblado sobre la almohada para tener un mejor ángulo. Sonreí feliz al contemplarla.

Lucía tan hermosa descansando sobre su costado hacia mí. Una pierna extendida, la otra flexionada sobre la anterior, brindando una caída a la cadera que enmarcaba perfectamente esa pequeña cintura. Manos juntas delante, apoyadas una sobre la otra a centímetros del rostro, presionando con el brazo los pechos y contrayéndolos. La luz cálida que se colaba por las amplias ventanas al balcón, la bañaba otorgándole a su piel un brillo y claridad que le conferían un aura casi de película, como un hada.

Reí por dentro al hacer realidad esa comparativa en mi mente. ¿Que por qué? Pues por lo más absurdo que se pueden imaginar... O sino, explíquenmelo ustedes, ¿cómo es que una criatura tan única y casi irreal como ella... odiaba las hadas?

Hermosa. Dormía apacible, con esa expresión de sueño profundo y reparador. No parecía mi Marinette ese día, considerando que siempre se enredaba con las sábanas y terminaba toda despatarrada con una pierna o un brazo sobre mí. Y aún en esas circunstancias, me encantaba.

Adoraba estos momentos por las mañanas. En general y dada mi rutina de ejercicios, siempre despertaba antes y eso me brindaba aunque sea cinco minutos para estar junto a ella, mirarla, sin entrar en alguno de nuestros juegos. Era hermosa, no de esa belleza tradicional estándar, era hermosa a su forma, a la forma que me enloquecía. Era dueña de rasgos que llamarían la atención de cualquier hombre al entrar en el lugar que fuera, y, si reparabas en su sonrisa o en esa mirada tan pícara y tierna a la vez, quedarías prendado de esa muchacha; con ganas de conocerla, de tenerla y de no dejarla escapar jamás. Nunca alguien había despertado esa necesidad de posesión en mí, de exclusividad, de no querer moverme de ahí ni en mil años porque me sentía en casa, feliz, completo, satisfecho...

Sí, la amaba, estaba completa y locamente enamorado de ella. Solo que ese, por el momento, sería otro secreto que tendría que ocultarle... aunque estuviera muriendo por revelárselo.

El teléfono me sobresaltó vibrando nuevamente.

Maldije para mis adentros, girando lo más rápido que pude para tomarlo y apagarlo de una vez por todas antes de que la despertara. Pero para cuando iba a hacerlo, me percaté de que era Nathalie la que me llamaba, y dudé en atender o no.

Marinette tomó la decisión por mí al pasar suavemente su mano por mi espalda en una caricia, mientras se quejaba con un suspiro. Finalmente se había despertado. Me deshice del aparato, desviando la llamada, y recostándome nuevamente a su lado.

Quería estar lo más cercanamente posible, pegado a ella, y disfrutar de esos pequeños iris celestes somnolientos que se clavaban hasta en lo más profundo de mí ser. Tenía miedo de tocarla y que se escapara de entre mis manos como si fuera una mera ilusión o un producto de mi loca mente enamorada.

—Buenos días, hermosa. —

Me sonrió antes de pasar una mano por su rostro quitándose los cabellos de este y estirando el cuerpo levemente para desperezarse. Suspiró al tomar la almohada acercándose más a mí.

—Dímelo de nuevo. —

—Buenos días—

—No, lo otro — Ronroneó remolona entre las sábanas.

—Hermosa—

—Sí...— cerró los ojos al decirlo extendiendo la palabra en un siseo que lentamente se deshacía en el aire, mientras sus labios se alargaban en una sonrisa de placer — Me encanta como queda esa palabra con tu voz ronca medio dormida. Es tan ...sexy...—

Reí. Era única con sus ocurrencias. Llevé mi mano libre hacia su rostro y le acaricié la mejilla enmarcando la suave quijada hasta su mentón, antes rozarle el labio inferior.

—Es que eres hermosa—

—Me gusta que me lo digas pero no es necesario que me mientas tanto. Recién me despierto y estoy despeinada y...—

—No miento. Me encanta así, tal y como estás justo ahora—.

Y quedamos en silencio, perdidos el uno en el otro, disfrutando de ese simple contacto y de las caricias que nos brindábamos con nuestras miradas, diciéndonos de todo sin utilizar palabras.

¿En serio yo quieto en una cama con una mujer desnuda? 

Sí, en serio.

Aunque no lo crean, en la intimidad no era tan comedido. No al menos como debía serlo en mi papel como Adrien Agreste, modelo y empresario. Y eso que, pese a mis intentos por guardar las apariencias, me había ganado cierta reputación con la prensa rosa.

Realmente me tenía sin cuidado, pero no por eso debía ignorarla. Era consciente de que durante los últimos años había abusado demasiado de mis privilegios y encantos; y eso, combinado al profundo despecho que sentía por Ladybug... Bueno, en definitiva hice de las mías tanto en mi identidad civil como en la de superhéroe. No me arrepentía, pero lo que estaba viviendo ahora con Marinette no se comparaba en nada, en absolutamente nada, a lo que hubiera experimentado en mi pasado.

Y no estaba dispuesto a dejar que terminara.

—Esto es... grandioso. — Cortó el silencio y yo asentí. Tenía razón, se sentía estupendo. — ¿Vas a recibirme así todas las mañanas? Porque me gusta. —

—Si despiertas conmigo, lo tienes asegurado. — Le sonreí — Ahora dime, ¿estás segura de que quieres que sean todas las mañanas?—

—Sí— soltó con completa seguridad y me fascinó. Mi corazón se disparó en ese momento, aunque supe evitar que se me notara.

—Entonces... vas a tener que dormir conmigo todas las noches. — Dije con mi tono más grave.

—¿Eh? ¿Me vas a cobrar unos buenos días cariñosos?— Reí ante su comentario.

— No te confundas. Yo dije "dormir" conmigo. No follar. Ahora, si quieres hacerlo cada noche, por mí encantado. —

Ella se río con ganas tras mis palabras, con esa risa ronca de recién amanecida. Porque era temprano. 

¡Maldita Nathalie! ¿Es que nunca descansaba? ¿Ni un sábado? A esa mujer le hace falta un... mejor, dejémoslo ahí.

—Mmmmm... ten cuidado con lo que ofreces, rubio. Podría gustarme demasiado y cuando algo me gusta suelo ser muy... golosa. — Dijo desafiante.— Y no soy de las que se empalagan fácilmente, ya te vas enterando.— Arremetió, como para completar el desafío.

Sin inmutarme y utilizando mi voz más grave le respondí.

—Entonces ¿qué debo hacer para sacar el "podría" del medio?—

Ella se mordió el labio inferior al escucharme. Sabía que con lo que acababa de decirle la había vuelto loca. La conocía, era una romántica empedernida y le fascinaban los juegos de seducción. Creo que estaba demás aclarar lo que yo disfrutaba de provocarla, porque estaba al tanto de que era muy orgullosa como para rendirse rápido y dejarme ver cuánto le gustaba que la sedujera.

Nunca iba a ceder a la primera. Se hacía la difícil conmigo aunque, entre nosotros, eso no le duraba mucho tiempo...

— ¿Estás seguro? ¿Podrás dar la talla?—

—Tócame y saca tus propias conclusiones—

Sonrió con malicia llevando su mano a mi rostro para acariciarme.

—No noto diferencia alguna. —

—Ese lugar no te va a decir nada. Ve más abajo. — Exhalé con la voz ronca cerca de su oído.

Una risita juguetona se le escapó mientras deslizaba la mano desde mi mejilla hacia el pecho, sin perder detalle de piel en su recorrido. Con una mueca torciendo sus labios me indicó que ahí tampoco notaba algo que pudiera sacarla de la duda. Así que le tomé la muñeca y, sin perder más tiempo, llevé su mano hacia mi entrepierna. Estaba excitado, siempre lo estaba cuando la tenía cerca y, a esa hora de la mañana con ella juguetona a mi lado; imposible mantener algo abajo.

Me envolvió rápidamente con sus dedos al notarme, mientras se mordía el labio inferior, sonriendo con el ceño levemente fruncido.

—Eso no cuenta. Siempre estás así cuando despiertas— me dijo antes de apretar y comenzar a moverse lentamente, masturbándome en una caricia caliente.

—Mmm...sí, pero estuvimos follando hasta las seis de la madrugada ¿o te olvidaste de eso? Y acaban de dar las ocho chiquita. — Aclaré con voz grave ante su toque. —Si eso no te dice nada...—

Rio mirándome la boca... la estaba deseando.

—No me impresionas — provocó pasándose la lengua por los dientes mientras intensificaba los movimientos. Suave y duro... de arriba a abajo...

¡Dios! Intentaba pensar en otra cosa para no dejarme caer en lo que me hacía.

— ¿No? A ver, cuéntame, ¿cuántas veces llegaste anoche?— Cuestioné con lentitud, sin que se notara lo excitado que ya me tenía.

Lanzó una carcajada. Le había ganado.

— Cuatro...idiota—

—Cuatro...mmm, buen número y más sin juego previo; ni dedos, ni lengua... Puro trabajo mío, y ¡cómo te gusta hacerme trabajar! ¿Eh?—

No se dan una idea del esfuerzo que me costaba mantener la compostura mientras hablaba y ella me volvía loco. Yo tampoco iba a ceder tan fácilmente ante sus provocaciones.

Rio acercándose a mí, mientras seguía moviendo su mano lenta y pesado, masturbándome de una forma exquisita. No entendía porque nunca se lo permitía. Bueno, sí sabía, siempre me ha gustado tener el control, no iba a mentir. Lo que no desconocía era porque siempre me abstuve de esto.

—Y aquí me tienes linda — Suspiré, se sentía delicioso — Listo para el quinto. Digo, si no estás cansada... Anoche no fui precisamente yo el que pidió la retirada— Me jacté con una sonrisa pilluela, aunque mordiéndome el labio para evitar exclamar de placer.

—Idiota —

Ahora era su mirada la que se tornaba más profunda mientras se acercaba para rozar sus labios con los míos.

Y cuando llegó, me besó muy lentamente; pasando su lengua por mis labios mientras huía de la mía, evitando que yo la aferrara. Una risita se le escapó en el momento en que mordió sensualmente mi labio inferior antes de besarme tomándome completamente e inundándome con su sabor. Y todo, sin detener esa bendita mano ahí abajo. 

Sí que conocía un par de cosas.

Se sentía fantástico pero ya no podía más. Sí, me gustaba tener el control y ya estaba demasiado excitado como para medirme. Le quité la mano de mi entrepierna y en un movimiento rodé ubicándome sobre ella. Dejó escapar una nueva risita al momento en que envolvía mis caderas con sus piernas aferrándome a su centro. Gimió entre mis labios cuando me sintió apoyándome en ella recibiendo el calor de mi excitación en el momento en que empujé frotándome contra su sensible piel para provocarla. 

Estaba tan suave, tan receptiva, y hermosa. Sería mía, de alguna forma lo lograría, era una promesa.

¡Y el maldito teléfono comenzó a vibrar nuevamente!

Desconcentrándome, detuve mis movimientos y me separé de su boca maldiciendo antes de mirarlo.

Sabía que era Nathalie, y si antes no había querido atenderla, ahora mucho menos lo haría. Que me enviara un mensaje de texto, de voz, un correo o lo que fuera. En esos momentos estaba maravillosamente ocupado y fuera de cobertura para el resto del mundo.

Ella se carcajeó ya encendida cuando la besé nuevamente; un beso que, por supuesto, estaba lleno de ganas y de una enorme rabia contenida por la interrupción.

Y así continuamos hasta que el sonido cesó.

Tras eso, mi cuerpo pudo relajarse, y me sentí abierto y libre de hacer más. Me entregué otra vez al disfrute, comenzando a moverme nuevamente, queriendo hacerlo con ella y que lo disfrutara también. Sus suspiros llenos de ansia me estremecían y...

Volvió a sonar.

—¡¿En serio?!— Me detuve en seco girando mi mirada hacia el aparato encendido sobre la mesa de noche. Mi cabreo iba in crescendo, y fue imposible ignorarlo.

—Creo que deberías atender— Me acarició el rostro con ambas manos, tranquilizándome — Si insisten tanto a esta hora, debe ser algo importante...—

— ¿Segura? ¿Realmente crees eso o esperas salvarte de lo que te iba a hacer?—

—No te tengo miedo Agreste. — Sonrió con malicia — ¿O es que temes que si te desconcentras... se te baje?—

—Ya quisieras... — Arremetí mientras me corría de encima de ella, acomodándome semi sentado a su lado, utilizando mi almohada como un mullido respaldar y atendiendo la dichosa llamada que no cesaba. 

Al momento en que tomé el móvil ya le había dedicado a Nathalie un rosario de insultos.

—Buenos días Nathalie...— Carraspeé acomodando mi voz y sonriendo lo más naturalmente posible para que mis palabras sonasen sinceras —Sí, lo siento...no podía atenderte — Suspiré mientras me callaba y la dejaba hablar llamándome la atención con esa voz monocorde de robot, aunque sonaba levemente alterada —Lo sé, lo sé... Nathalie ¡es sábado! Es que...— Un nuevo reclamo — Estaba durmiendo. Dime...— Decidí cerrar mi boca definitivamente. Quería que esa conversación terminara cuanto antes.

Miré a Marinette en el momento en que me percaté, por el rabillo del ojo, de que se acercaba. Mientras escuchaba con atención a la asistente de mi padre explicarme el motivo de sus insistentes llamadas, ella me sonreía con malicia, moviéndose hacia mí ondulando el cuerpo como una gata mimosa. Contraje levemente el ceño mientras le devolvía el gesto.

¿Qué te traes...?

No entendía que se proponía, pero mi respiración comenzaba acelerarse ante la anticipación de verla desnuda, removiéndose cual gatita por la cama ante mí. Tuve que tragar con disimulo cuando sus labios comenzaron a recorrerme desde el cuello hasta el abdomen mordisqueando suavemente mi piel, estremeciéndome a medida que descendía.

La vi desde arriba cuando se detuvo a unos centímetros de mi bajo vientre, cerca, cerquísima de mi centro. Elevó levemente el rostro y me dedicó una mirada encendida, gustosa, y de lo más sensual al mismo tiempo que una de sus manos me envolvía.

Dios... La mano que sujetaba el teléfono tembló... ¿Qué iba a hacer?

Sólo unos segundos demoré en averiguarlo. Tuve que morderme el labio inferior para no dejar escapar un gemido cuando sentí su lengua recorrerme desde la base hasta la punta.

—Sí...—Se me escapó en medio de un suspiro, húmedo, grave — Digo, Nathalie, sí, sí. Te escucho — Carraspeé como pude e improvisé velozmente mientras los ojos se me salían de las orbitas al contemplar a la ninfa frente a mí. Quise detenerla pero se separó apenas chistándome con un gesto, sin emitir sonido alguno.

—"Eres mío ahora"—Me dijo en silencio, gesticulando lentamente para que pudiera entenderla.

Me tenía atrapado y a su completa merced. Estaba al mando y, si bien no acostumbraba a permitirlo, algo se retorció dentro de mí encendiéndome como nunca al sentirme indefenso ante su juego.

¡Dios, nena!

Y me rendí en el instante en que sus labios me envolvieron y me obligaron a hundirme en su boca lentamente. Le siguieron mi compostura y cualquier idea de dominio que pudiera cruzarme por la cabeza cuando comenzó a devorarme una y otra vez en movimientos ondulados y duros. Succionaba cada centímetro de piel que se perdía entre sus dedos, en su húmeda y caliente boca. ¡Y qué bien que lo hacía, joder! ¿Por qué no se lo permití antes?

Sí, sí, el control.

La observé unos instantes con más detenimiento. La forma en que me tomaba, la soltura con la que se movía mientras me recorría brindándome placer, el gusto con el que su lengua me devoraba... Realmente sabía lo que estaba haciendo y me volvía loco. No podía explicar el placer que me arrolló en el momento en que sus ojos hicieron contacto con los míos y tomó consciencia de la forma en la que la observaba.

La desgraciada me liberó de su boca sólo para sonreírme, excitada, y pasar a arrasar con lentitud otra vez su lengua por mi verga, corriendo sus cabellos hacia un costado al hundirme nuevamente en ella. Inclinó la cabeza para ampliar mi campo visual, para que no me quedaran dudas de lo que estaba haciéndome; mientras se acomodaba entre mis piernas quebrando la cintura y elevando su trasero. La imagen que se desplegó ante mí, el deseo en sus ojos, su boca consumiéndome y ese sinuoso cuerpo terminando en un corazón... era imposible controlar nada.

Y para complicármelo más, Nathalie seguía pasándome parte de un contrato que debía firmar durante un almuerzo con el hijo de no sé quién. Era imposible entenderla.

—Sí...— Se me escapó nuevamente en medio de un suspiro. Por suerte Nathalie no lo advirtió o lo dejó pasar. Tal vez me reclamó algo. No lo sé, en ese momento, con todas las sensaciones que me recorrían y el espectáculo que Marinette me ofrecía con su cuerpo y sus movimientos, me era imposible detenerme aunque sea en una de las palabras que me decía.

Hasta que realmente exigió mi atención. Y fue clara.

—Yo...— Me humedecí los labios al tiempo que cerraba los ojos en un vano intento de lograr desviar mi atención a la supuesta conversación — Entiendo que...— y justo en ese preciso instante ella cambió el ritmo intensificando sus arremetidas con más firmeza y velocidad. No pude evitar echar mi cabeza hacia atrás apretando con fuerza mis labios para evitar que un gemido escapara.

—Te llamo en quince minutos — le dije rápidamente aprovechando un atisbo de lucidez y corté la comunicación arrojando el móvil sobre la cama. Y esa fue la mejor decisión que pude haber tomado.

A partir de ese punto, me fue imposible abrir los ojos, sólo me limitaba a sentir y se sentía brutal, fuerte, adictivo, sumamente caliente...

¡Sí que ella sabía lo que hacía!

Y ,por una fracción de segundo, lamenté no haber sido yo quien le enseñara esos trucos para complacerme. ¿Cómo no había reparado en ella antes? Fui un idiota al permitir que Luka se la llevara, un total y completo idiota. Y no lo repetiría otra vez.

— ¡Por dios! — Solté en medio de un gemido cuando succionó con fuerza mi verga, aumentando aún más el ritmo.

Estaba por llegar. Ella lo sabía, y lo provocaba.

Me estaba llevando al punto sin retorno, al punto en que ya no podría ni querría detener nada. Dominaba toda la situación, y era totalmente consciente de la tensión de mi cuerpo. Intenté advertirle al asirle apenas y como pude los cabellos, en un impulso por correrla de ahí, por separarla de mi cuerpo antes de que...ya saben.

Pero no me lo permitió, siguió con su labor mientras tomaba mi mano por los dedos y la sacaba de allí.

No sé si fueron los gemidos que brotaron de mi garganta a modo de gritos apagados, o si llegué a pujar en su boca. Desconozco la señal exacta que le di anticipando mi final, pero en el preciso instante en que me sentí explotar, me tomó con fuerza deteniendo sus movimientos, hundiéndome más en ella. Me succionó con fervor, aferrando mis caderas con su mano libre para retenerme justo en ese lugar sosteniéndome entre mis espasmos.

Y eso... joder, eso era exactamente lo que necesitaba. ¡Mierda! Sí que sabía lo que hacía.

Mi cuerpo se mantuvo tenso unos segundos, saboreando el éxtasis al que tan exquisitamente me había llevado, y que prolongaba con sutileza alternando caricias con su lengua, con más intensas succiones, estremeciéndome sin control.

No esperaba que me hiciera eso. No contaba con que podría arrastrarme al punto de necesitar desesperadamente que se detuviera, que sólo se quedara ahí hasta que me relajara. Y cuando todo se volvía insoportablemente placentero, lentamente salió de mí y comenzó a subir por mi cuerpo llenándome de besos, mientras que con la mano continuaba masturbándome sumamente lento. Sabía qué hacer para enloquecerme, mierda vaya que sí.

—Eso fue... lo... —

—Sí, Adrien... —Adoraba cuando susurraba mi nombre de forma tan sensual, como si se detuviera a degustar cada una de las sílabas que lo conformaban para estremecerme por completo sin ser consciente de ello...— Acabo de devorarte, metafórica y literalmente—

Se recostó sobre mí, apoyando la mitad de su cuerpo en el mío y perdiendo su rostro en la curva de mi cuello. Fue depositando suaves besos sobre mi piel mientras separaba la mano de mi pene lentamente para subirla rozando mi abdomen apenas con la yema de sus dedos, prolongando aún más ese exquisito éxtasis.

¡Por dios! Lo que me había hecho sentir...Era hermosa, era caliente, era inteligente, era... perfecta. Me sentía completo junto a ella, satisfecho, pleno y a la vez tan hambriento. Y si bien había logrado saciar mi lívido matutina con una impresionante destreza, aún todo mi cuerpo reclamaba más... Quería besarla, apretarla a mí, poseerla... Necesitaba estar dentro de ella, en cuerpo y en alma. Necesitaba amarla, necesitaba que ella se declarara mía...

Dios, simplemente podía morir en ese instante y sentir que todo valía la pena.

—Dime... ¿te gustó tu quinto?— Susurró en mí oído.

Asentí sonriendo.

— Pero ¿quién te dijo que ese fue mi quinto?— Y echamos a reír.


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Varias horas después, y en otra punta de París, ¿quién me diría a mí que acabaría en estas condiciones después de semejante buen comienzo del día?

Nunca debí de aceptar la dichosa y "peligrosa" invitación para almorzar que recibí más tarde. ¿Por qué rayos no lo pensé dos veces antes de decirle que sí? Sabía que se debía dar esta conversación desde hace tiempo, pero... ¡Nunca creí que sería tan intensa! ¿Por qué asumí que simplemente pasaría un buen día en compañía de mi mejor y adorada amiga?

¡Ja! Tonta de mí.

No paraba de removerme impaciente en mi sillón, sintiéndome prácticamente acribillada por mi mejor y adorada amiga. No es que no lo viera venir, pero realmente quería creer que no sacaría conmigo la artillería pesada.

Sinceramente, ahora agradecía que el pequeño restaurant del barrio latino que había elegido fuese tan acogedor. Me ofrecía tantos elementos visuales coloridos y refrescantes para distraerme que, de no ser por la tensión del ambiente, me habrían servido perfectamente para inspirarme a confeccionar nuevos diseños.

Me estaba matando su silencio después de responderle a cada una de las preguntas del tan extenso cuestionario en el que se había convertido nuestra conversación...

¡Si hasta había apuntado mis respuestas en una libreta!

Juro que creí que dejando que pasara el tiempo, se diluiría esa ferviente preocupación que me demostró el fin de semana en que inició esta clase de juego romántico entre Adrien y yo. Pero lo cierto, es que no podía haber metido más la pata. Dejar correr el momento de esta charla jugó totalmente en mí contra, y ahora estaba sufriendo las consecuencias de ello.

¿Quién me diría que, en realidad, le estaba brindando el tiempo suficiente como para analizar todo, y cuando digo todo, me refiero hasta el más ínfimo detalle?

Era Alya, por dios, ¿en qué estaba pensando? No sería la mejor reportera, ni mucho menos ella misma, si no hiciera tantas preguntas.

Traté de persuadirla con algunos temas para evitar que se empecinara demasiado en su preocupación desmesurada, pero me fue imposible. Me conocía demasiado, y para mi desgracia, yo estaba más que nerviosa aquel día.

Le temía. Había estado a punto de descubrir mi identidad como Ladybug en dos ocasiones, y desde entonces, se me había vuelto particularmente difícil armar historias creíbles que me alejaran de sospechas o teorías suyas; que, de por cierto, eran correctas.

Para empeorar mi situación, no me encontraba lo suficientemente descansada esa mañana como para dejar volar coherentemente mi imaginación. ¡Maldito Adrien y sus apuestas! Sonreí por dentro al recordar la forma en que me había quitado las bragas cuando me ganó por primera vez en el League of Legends. Imposible de resistirse.

Ahora pagaría el precio con Alya, y no sería para nada barato.

Cómodamente sentada en su sillón de la galería externa local, continuaba escrutándome, ahora contrayendo el ceño, mientras desmenuzaba la última respuesta que le había brindado a la misma pregunta, que repitió en varias ocasiones. Estaba buscando que metiera la pata para hallar la verdad dentro la bola de nieve que iba creando con mis mentiras y la cuál parecía ir aumentando de tamaño cada vez más.

¡Si la conoceré yo!

Era implacable cuando se le ponía algo entre cejas. La adoraba por ello, de verdad que la adoraba, pero cuando se metía tan a fondo en su faceta de periodista conmigo exclusivamente, me aterraba. Y si bien sabía que no estaba juzgándome, que nunca lo haría, entendía que esta conversación, o más bien interrogatorio, tan minuciosa se debía a la preocupación que sentía por mí. Estaba convencida de que iba a venir un sermón cuando contara con toda la información que estaba buscando.

Esa mañana, cuando desperté temprano junto a Adrien gracias a las llamadas de Nathalie, me sentí nerviosa de repente. Como intuyendo que algo fuera de mi control iba a suceder. En ese momento creí que podría ser una futura discusión con Chat Noir por mis recurrentes faltas a nuestros patrullajes. O tal vez, un akuma que me complicara las cosas con Adrien.

Nunca me imaginé que ese nerviosismo se pudiera deber a Alya. Lo confirmé cuando su mensaje de voz sonó a través de mi teléfono. Ese "¿Almorzamos hoy amiga? Hace mucho que no te veo" me erizó toda la piel. Sabía que no era una simple invitación entre amigas. Teníamos muchas cosas de las que hablar, y más especialmente después de mi escapada durante mi cumpleaños. No la había vuelto a ver desde entonces, y es que, entre mi trabajo y su ascenso laboral además de sus gestiones con el nuevo blog, había resultado imposible.

Adrien se ofreció a llevarme hasta el restaurant en el que me había citado. Pero, por suerte, sus compromisos en la otra punta de París se lo habían complicado y pude convencerlo de ir en taxi. Y digo por suerte, porque si ella hubiera visto que él me alcanzaba en su auto y me besaba al despedirme, todo se hubiera complicado.

¡Créanme! A su ya extensa lista de preguntas, se le hubieran sumado unas cien más. O, peor aún, hubiera prescindido de ellas para ir directamente a echarme el sermón sin tener en cuenta mis explicaciones.

En fin, llegados a este punto, el día me había brindado una tregua en ese sentido. No hubo más preguntas de las necesarias, no hubo reproches y el bendito sermón no estaba llegando. No sabía si eso era bueno o malo, por la forma en la que me observaba, entrecerrando los ojos y tratando de meterse en mis pensamientos.

Me estaba incomodando más que otras veces. Y para ser honesta, me desconcertaba el motivo por el cual me hacía sentir que estaba haciendo algo malo o que no le contaba todo sobre este asunto.

¿Lo que tenía con Adrien? No era un secreto para ella.

¿Era malo que pasáramos tiempo juntos? Era una mujer adulta y libre. No tenía necesidad de tener que estar escondiéndome.

¿Era malo que una chica tuviera una aventura con su jefe? Estamos en pleno siglo XXI, ¡por favor!, eso ya no es un problema.

Entonces ¿a qué carajos le temía mi amiga? ¿Qué es lo que le preocupaba? Y ¿por qué me hacía sentir así de...nerviosa?

—Marinette— Dijo finalmente tras esa enorme y tensa pausa — ¿En qué demonios estabas pensando esa noche?—

Y ahí lo tenemos, el reclamo preludio del sermón había llegado. Carajo...no me gustaba cómo empezaba.

—No sé. — Le sonreí tratando de cortar la tensión sonando natural—Creo que no pensaba, simplemente me dejé llevar.—

—¡Eso me queda claro! — Soltó con sarcasmo suspirando después dolorosamente — Ojo, no te estoy sermoneando. — Alcé una ceja incrédula mientras me posicionaba de brazos cruzados ante ella.— Y sí, sé lo que estás pensando niña. La forma en la que me estás mirando... me lo dice todo.— Manifestó callándome la boca y mis pensamientos internos.

Cuando el comienzo de un nuevo silencio entre ambas parecía asomarse, empecé a odiarla un poquito más por el hecho de que me conociera tan bien.

Asentí bajando la mirada mientras cerraba los puños escondidos entre mis brazos. Tenía razón en cuanto a preocuparse por mí pasado con Adrien... Pero no era más que eso, ¡pasado! Ambos teníamos en claro el tipo de relación que nos unía. Ambos anhelábamos a otras personas y...

— Has sufrido mucho por él, ¡si hasta dejaste lo que tenías con Luka por él!—

— ¡No! — La miré con dureza sobresaltándome y aferrándome a la mesa —Eso no fue por...—

—Sí Mari, fue por él. A mí no me tienes que mentir. — Me interrumpió — ¿O vas a meterme a mí también la trola de que estabas confundida por ese nuevo y misterioso amigo con el que haces trabajos humanitarios?— Se me heló la sangre cuando sacó a relucir mi relación con Chat en la conversación— Al que, de por cierto, aún no conozco. Nunca quieres hablarme de él, y por saber, no sé ni su nombre. Para complicarlo aún más, me has reconocido que se parece a Adrien, ¿y quieres que me lo crea?— Resopló con enojo al lanzarme estas últimas palabras.

Eso no era un reclamo. Era una manifestación clara de su enojo.

— Marinette, ¡por favor! ¿Entiendes que todo gira en torno al rubio, aunque tú te empecines por desmentirlo? Si ya te traía problemas el simple hecho de sentir algo por él, ahora... ¿te lo montas? — Susurró lo último como si aún no se lo quisiera creer... como si la... decepcionara... — ¡¿Qué rayos te pasa?!—.

Sacudí mi cabeza negando efusivamente aunque no supiera a qué ni el por qué concreto de ello. Quería llorar de la impotencia que me ocasionaba el hecho de que no comprendiera mi frustración real, quería reclamarle también por exigirme cosas que no debía... era mi amiga pero... joder, ¡quería explotar!

Respiré profundamente para poder calmarme mientras posaba mis manos ahora sobre mis muslos y las frotaba fruto del nerviosismo. Alya no estaba siendo justa conmigo, ni mucho menos con Adrien. La entendía, juro que entendía su preocupación, pero no podía responderle como realmente quería.

—Es que... Solo sucedió...— Le sonreí nerviosa al mirarla a los ojos pese a la tensión que me dominaba por momentos— Yo... No sé qué nos pasó, o que me sucedió concretamente. Solo...pasó y no quise controlarlo. — Desvié mi mirada hacia otro lado, no soportando la dureza dolorosa de sus ojos, y no queriendo, muy en el fondo, seguir escuchando más reclamaciones suyas de ese tipo.

—Nena— Me tomó del hombro— Te entiendo, de verdad lo digo. —

—No lo parece...—Solté resentida y sin poder contenerme.

Resopló esta vez resignada apoyando un codo sobre la mesa, pero sonriendo de una forma más pícara hacia mi dirección.

—Puede que no lo parezca, pero lo hago. Entiendo lo de tu cumpleaños, que te hayas quedado todo el fin de semana con él, y que hayáis acabado como habéis acabado. Por dios, ¡es Adrien! ¿Qué te voy a contar de él que tú no sepas ya? Y más después de que lo hayas podido disfrutar de primera mano... ¡está para comérselo!—

Reímos ante su comentario mientras inevitablemente me sonrojaba, y pude relajarme unos segundos. Ella sabía llevar una conversación y era muy hábil. Para ejercer su profesión se requería de ese don de palabra. Y aunque ahí, frente a mí, no fuera más que una amiga preocupada, sabía que tenía una habilidad especial para sacarme información que podía volverse peligrosamente tanto en mi contra como a mí favor.

—Pero, trabajas con él. Y es tu amigo de años, con el que tienes una conexión emocional más allá de lo físico. — Suspiró — Y ya va casi un mes que esto comenzó...—

Asentí ante su argumento justificado sin poder negarme a la verdad. Mi cerebro me repetía aquellas palabras cada día a modo de mantra aunque mi corazón acabara tomando el control siempre.

—Esto que estás viviendo ahora ya no es algo que puedas justificar con un "simplemente pasó". Tienes dos dedos de frente y estas tomando tus propias decisiones sabiendo las consecuencias que todo esto te puede traer, ¿me equivoco?—

—Bueno, sí... Pero ¿por qué te preocupa? — Cuestioné para quitarme de dudas e inseguridades — Ya no soy la misma chica que perdía la cabeza cada vez que veía a Adrien cuando estábamos en el instituto, ¿no confías en mí? ¿Acaso no puedo simplemente pasar un buen rato con él sin la necesidad de complicarme con sentimientos de por medio, como cualquier otra persona adulta?—

Hecho a reír tras mis palabras. ¡Pero con ganas!

Fruncí el ceño con clara molestia ante la actitud incrédula de mis palabras. Mi furia se estaba incrementando por momentos junto con mi frustración, y eso era una mezcla muy peligrosa y explosiva.

— ¿Me estás soltando de verdad ese típico discursito? — Se tapó la boca para disimular una nueva carcajada — ¿Tú?—

— Alya... — La increpé con la mirada y dejando en claro, con un tono mordaz, mi molestia.

—Si fuera Chloe la que estuviera frente a mí, no dudaría de la veracidad de sus palabras. Pero tú amiga, no eres de esas. — Relajó su semblante dejando escapar un suspiro por su nariz. Lo hizo varias veces hasta quedar completamente seria y clavó sus ámbares e inquisidores ojos en los míos. — No eres de las que vive una aventura esporádica con un chico cualquiera y luego pasa página al día siguiente. A ti lo que te atrae de las personas no es su físico, sino su forma de ser... su corazón...—

Un escalofrío me recorrió.

— Mari, Adrien no es exactamente el mismo chico que conocimos en la prepa. Él es más... ¿cómo decirlo? —Se planteó en voz alta con un dedo en el mentón— Se ha vuelto alguien muy... seductor. —

— ¡Oh! ¿De verdad?— Recalqué con ironía.

—Sí, sí, sé que te has percatado de eso y de primera mano. Ya me lo imagino. — Resaltó en claro. — Lo que quiero decir es que él es todo eso que conocíamos y mucho más; tanto para bien como para mal. Ya no es ese muchacho inocentón que no tenía ni idea de lo que causaba en las chicas. Ahora lo sabe y no se achanta a la hora de usar sus encantos para conseguir aquello que se propone. — Sonrió tras esas palabras, desviando su mirada de la mía para beber un sorbo de café.

—Alya, déjame decirte que todo lo que me estás contando ya lo sé, y no soy tan inocente como tú te crees. —Aclaré con severidad. —No soy una niñita inexperta que cayó en las garras de un pervertido. Así que por favor, tenme un poco más de fe. —

—Ok, está bien, no te enojes conmigo. —Articuló con una voz más suave al notar mi cambio de actitud. — Es que conociendo vuestra historia juntos...— Suspiró nuevamente sin saber cómo expresarse correctamente sin herirme para que la entendiera.

Estaba preocupada y, por primera vez, sentía que se estaba esforzando realmente por cambiar su forma por demás directa de ser por mí.

— Nena, no quiero que sufras otra vez por el mismo chico. Puedes tener a quien quieras. — La miré con una mueca de desaprobación — ¡Sí Marinette! ¡Eres preciosa y la perdición de cualquier chico que se te cruce! No sé qué dieta o ejercicio haces a diario, pero desde que cumplimos veinte años... Chica, no hay quien no te eche el ojo. ¡Te sentaron de maravilla! Y mira, si no me crees, ¿por qué no se lo preguntas a Adrien? Si algo tiene ese dichoso ángel de París es un excelente gusto para las mujeres...— Se justificó y levantó sus manos a los costados, encogiendo los hombros con obviedad.

Pese a mi enojo por su actitud previa, no pude evitar reírme ante sus comentarios y halagos. Ella también empezó a reír conmigo y cada vez que parecía que íbamos a detenernos, cuando nos mirábamos, nuevas carcajadas brotaban sin control. No es que la conversación hubiera sido hasta el momento la más divertida de las que habíamos tenido alguna vez, pero creo que fue la excusa perfecta para que encontráramos ese punto de inflexión que necesitábamos y cortar la tensión del momento.

Necesitaba relajarme y dado que ella estaba midiéndose con las palabras, lo que era inusual en mi adorada morena con respecto a mí, creo que le urgía aún más.

—Ahora... Hay una duda que aún me carcome— Aclaró cuando al fin pudo calmarse dibujando una expresión en su rostro que nunca le había visto y me incomodó — No es de mi incumbencia y puede sonar algo entrometido... pero... por cosas que escucho y...— se inclinó sobre la mesa acercándose a mí.

—Vamos, suéltalo. ¿Desde cuándo te cuesta tanto preguntarme algo?— La corté yo con una mueca divertida viéndola por primera vez en mi vida falta de palabras.

—Ok...— Carraspeó clavándome sus ojazos — ¿Es... tan bueno en la cama como dicen?—

Tuve que pestañear varias veces al oír esa pregunta.

No...Sinceramente, no me la esperaba.

Bueno, sí, sí la esperaba.

Era imposible que no pudiera hablar de esto con ella, puesto que desde siempre lo habíamos podido hacer. Estos temas no suponían ningún tabú para las dos y éramos perfectamente capaces de charlar de ello la una con la otra tranquilamente sin tapujos. Hasta debía de reconocer que su experiencia me ayudó mucho en su debido momento cuando estuve en el pasado con Luka.

Lo que nunca me vi venir fue la forma en la que me indagó sobre el desempeño sexual de Adrien. Sonreí inquieta sin entender demasiado su punto, pero era ella, mi amiga. No sabía cómo reconocérselo cara a cara. Y lo peor, es que a estas alturas ni yo misma me reconocía...

¿Cómo hacerlo?

Una punzada de celos me estaba empezando a reconcomer solo de pensar en con quién había podido estar Adrien como para que mi amiga tuviera semejantes referencias suyas. ¡Y no debía ser así! ¡No debería de estar sintiendo esto!

— ¿Quién dice eso?—

La pregunta simplemente salió de mis labios sin tan siquiera ser consciente de ello. No pude controlarlo. ¡Mierda!

—Alguien. Mis fuentes no tienen nombre, nena—

—Alya—

— ¡Vamos! ¿Y qué tanto te importa? ¿Acaso es tu novio al fin y al acabo y por eso no me cuentas?— Me provocó pilluela.

Yo negué con la cabeza rotundamente.

— Lo suponía. Entonces, no creo que tengas ningún problema para resolver mis dudas, ¿no?— Articuló levantando una de sus ceja tras formular la última pregunta. Definitivamente, estaba buscando provocarme.

—No... Pero una dama no tiene por qué ir contando ese tipo de cosas tan íntimas por ahí, ¿verdad amiga?— Reí por unos segundos junto a ella buscando dejarla con las ganas. —Además, curiosamente creo que sufro de un poco de amnesia temporal en estos momentos... —

Pese a nuestro momento de risa y burla, su mirada incipiente sobre mí no me dejaba lugar a dudas. Se había acomodado en su asiento y me escrutaba de arriba a abajo con clara muestra de escuchar atenta y de no querer moverse de allí hasta que soltara prenda.

Y yo... muy en el fondo... También necesitaba desahogarme.

Quería contarle a alguien todo lo que estaba sintiendo y viviendo con Adrien. Quizás y solo quizás, de aquella forma, confesándome en voz alta, podría librarme de esos ¿celos? que creía estar sintiendo. Y solo esperaba que Alya no lo notara.

— Mira, Adrien es... no sé lo que sabrás tú, de quién o cómo es que te enteraste de esas cosas. Pero él es... apasionado. —Aclaré mi voz tragando saliva y sintiendo mi garganta seca. — Sabe lo que quiere y cómo obtenerlo sin que siquiera se te dé tiempo a poner réplica alguna, tú misma lo has dicho antes. — Asintió ante cada palabra con total atención — Cómo decirlo... ¿Ves que él es muy correcto a la hora de tratar a todo el mundo? —

— Sí, demasiado diría yo. —

— Bueno, en la cama es todo lo contrario.— Le sonreí por primera vez de forma honesta y liberada desde que empezamos a conversar aquel día — Y siempre se asegura de que no te quepan dudas de lo pasional y salvaje que puede llegar a ser de puertas para adentro contigo. —

Alya suspiró lentamente, embobada y encantada mientras me escuchaba. No sabía lo que se estaba maquinando dentro de esa pequeña cabecita, pero... No... Mejor no saberlo, por si las dudas.

Puff...

Suspiré resignada pero tranquila.

—Me encanta su fogosidad y el cómo me hace sentir cuando estoy con él... Pero más allá de esos momentos llenos de tensión sexual, lo que más me atrapa de él es como es conmigo, con todos...Si lo vieras todos los días... Es sumamente considerado, dulce y siempre procura lo mejor por y para mí. La manera en la que me mira, en la que me besa o sus caricias...— Me mordí el labio inferior inconscientemente al rememorar cada una de esas acciones vividas con Adrien en mi mente.

Eran tantas las emociones que me abrumaban; era tanto lo que él podía llegar a provocar en mí con un simple gesto que... sentía que nunca sería capaz de expresarlo con palabras. Me tembló un poco el labio antes de lograr encontrar el valor para continuar hablando.

—Sí, Alya... definitivamente... es excelente.—Terminé asumiendo finalmente con rotundidad y con una sonrisa satisfecha de oreja a oreja.— Lo que me hace sentir es... No es sólo físico, es... Yo... —

Y en ese preciso instante, algo en mí comprendió todo. Me quedé sin voz y mis ojos se clavaron asustados automáticamente en los de mi amiga cuando esas últimas palabras escaparon sin control de entre mis labios. Por un lapsus pensé en disimular mi repentina estupefacción, pero ella me miraba con una ternura y un deje de preocupación que no daban lugar a dudas de que lo había entendido antes que yo.

Si la última pregunta que me había hecho había sido formulada con un propósito oculto de su parte, no me cabía ninguna duda de que le había dado aquello que tanto estaba buscando. Con mi declaración había confesado casi con toda rotundidad que lo que tenía con Adrien no era solo un asunto de cama. Y es que, hasta ese momento, no había sido consciente por completo de lo que todo aquello implicaba: las miradas pícaras entre ambos, la provocaciones mutuas, los roces y caricias accidentales...

Y ahí fue que entendí a dónde había querido llevarme mi querida amiga con todas sus preguntas e instigaciones, y más concretamente con "esa" cuestión en particular.

Muy astuta amiga.

Su mirada angustiada, pero reveladora, contrarrestaba con la sonrisa que le acompañaba.

—Ay niña, lo que me temía... Te enamoraste.—

—Alya... ¡No! No, no, no.— Exclamé a toda velocidad intentando negar lo inevitable incluso para mí misma. — Te equivocas. Yo no estoy enamorada de Adrien. Estoy enamorada de Ch... —

¡Mierda Marinette! ¡NO! No era momento de meter la pata épicamente.

—Digo, ya sabes, el chico del que no voy a hablar.— Carraspeé como pude recomponiéndome, y cerrándome en banda herméticamente— A Adrien le quiero, pero no como tú crees... ¿Me entiendes? Esto que sucede entre nosotros, no... no es amor, ¡no puede ser amor!—

— ¿No puede?— Provocó.

Me lanzó una de esas miradas inquisidoras que tenía para echar una acusación. Inclinó el rostro y sus fulgentes y profundos iris me penetraron por sobre sus anteojos mientras alzaba una ceja.

— ¡Es verdad! ¡No te estoy mintiendo!— Arremetí falsamente con dureza ante su mirada de incredulidad para que me creyera... Aunque no podría juzgarla si no lo hiciera. Ni yo misma podía creerme.

—Está bien, está bien... Hagamos de cuenta de que te creo. —Argumentó con clara muestra de resignación en la voz. — Si es cierto que no estás enamorada de él... aún, necesito que escuches el consejo que voy a darte y lo tomes en cuenta, ¿lo harás?— Iba a interrumpirla, pero me detuvo levantando un dedo en aire. Esperaba que respondiera afirmativamente a su petición antes de continuar.

Sin tener otra opción a la que recurrir, asentí.

Se acercó tras mi afirmación, y aferró suavemente sus manos sobre las mías. Se humedeció los labios y antes de hablar, se aclaró la garganta para poder continuar.

— Marinette, sea lo que sea a lo que estés jugando con Adrien... — Articuló lentamente— Déjalo. Déjalo ya, y que sea hoy mismo. —

—Pero...—

—Pero nada. Le llamas y le dices que no vuelves esta noche con él. Que se terminó. — La miré abriendo grande los ojos. — ¿Qué? ¿Creíste que no iba a darme cuenta de que estabas con el rubio en la cama cuando te envié mis mensajes? Amiga, me subestimas. —

—Alya — Aparté mis manos de las suyas. — No hay nada que terminar. Y tampoco puedo simplemente borrarlo de mi vida. Recuerda que trabajo con él—

Sí,  mi respuesta fue sumamente estúpida. Pero era lo primero que había brotado de mi boca

— ¡Ay! Te quiero nena, pero a veces eres... ¡Agg, Dios! A veces pareces tonta. — Exclamó frustrada casi queriendo tirarse de los pelos y con una mano en la frente. — Me refiero a que no vuelvas a quedar con él esta noche para... ¡para lo que sea que hagan! ¡Deja de jugar con él y no te dejes influenciar tampoco! ¡No lo beses! ¡No lo provoques! ¡Y no te lo folles! —Terminó estallando.

Por un instante, de no ser por las horas y la poca gente que había en el establecimiento, temí que alguien escuchara nuestra conversación.

—Sólo ve de lunes a viernes a trabajar y cuando acabes, te marchas para casa y te desentiendes de él. No más ir a su apartamento y no más encuentros a solas que los comprometan. Haz simplemente lo que cualquier otro empleado normal... no acostándose con su jefe. — Carraspeó — ¿Me entiendes?—

Ahora sí que había sido directa y más clara que el agua... Y mi ánimo no recibía su honestidad de buena gana. Rodé mis ojos con hastío.

¿Dónde estaba la Alya dulce, tranquila y comprensiva que adoraba?

— Creo que estás exagerando. — Arremetí con superación.

Pero...muy en el fondo... sentía que estaba siendo una hipócrita. Tenía miedo; miedo a lo que mi amiga estaba intentando prevenir con sus consejos... a enfrentarme a la realidad. Porque ya me había planteado yo misma muchas veces, en mis ratos de soledad por las noches, todo aquello que ella estaba intentando hacerme entender.

—Marinette, en serio. Te lo digo de verdad. — Rogó — Te lo suplico, acaba con esto antes de que sea tarde; antes de que te enamores de verdad y acabes con el corazón destrozado. Vas a enamorarte de él, tú y yo lo sabemos. Porque puedes ser la mujer más valiente y firme del mundo cuando te lo propones... pero Adrien es tu kriptonita. — Argumentó realmente consternada.

—Alya, entiendo tu preocupación. Pero estás siendo irracional y reaccionas como si me estuviera metiendo con... no sé, ¡con el diablo! — Sonreí nerviosa e intentando justificarme inútilmente saliéndome por la tangente. — ¿Qué te inquieta tanto? ¿Tan terrible se ha vuelto Adrien para ti como para que tengas esa opinión de él? — Le interrogué, insegura de sus miedos.

—No es eso. Es que... Mira, sabes que adoro a Adrien. En todos estos años, y sobre todo por su amistad con Nino, he podido compartir con él muchas cosas. Se ha convertido en alguien importante para mí, y es... es como el hermano varón que nunca tuve. Recuerda que solo he vivido en un entorno donde las chicas tenemos el poder...— Intentó hacer una mueca a modo de sonrisa amistosa que no le salió convincente después de suspirar— Pero... Créeme... Es porque lo conozco más que tú quizás, que estoy intentando prevenirte. — Bajó la mirada unos segundos, observando cómo sus dedos jugueteaban nerviosos con el anillo que, según recordaba, le había regalado Nino hace un tiempo — Porque a él lo quiero, pero a ti te adoro.—

—Lo sé. Y yo también te adoro. — Me acerqué y le acaricié el hombro llamando su atención — Pero no creo que...—

— Déjame decirte...— Interrumpió levantando la voz —...que ya no es el mismo chico del que te enamoraste en el instituto. Él... como decirlo... Mari, es de la clase de chicos que puede tener a cualquier tipo de mujer. Y, créeme, las consigue. ¡A todas! A la que le pone el ojo...—

—Pero eso no es ningún secreto, ¿qué me quieres decir?—

—Lo que quiero decir es que...— Suspiró desviando su mirada por unos segundos.

Ahora la nerviosa era ella. Pero yo, aún confundida, empezaba a sentir miedo de lo que sentía y de su futura respuesta.

—Él está acostumbrado a otra clase de mujeres: modelos, actrices, cantan...—

—Y tú crees que yo no soy suficiente. Que no estoy a su altura— Le interrumpí sin disimular la molestia que me estaba causando.

— ¿Suficiente? ¡No! No me refería a eso, Marinette. Tú eres más que suficiente. ¡Él es el que no está a tu altura nena! Eres una mujer grandiosa por donde se te mire... Eres inmensamente hermosa, y una de esas chicas de las que se eligen para toda la vida. No para una... aventura. —

—No... no entiendo...— Se me trabó la lengua.

—Lo que quiero decir es que Adrien es importante para ti. Sientes cosas por él desde siempre, y nunca has dejado de sentirlas. El buen sexo mezclado con esa buena química que tienen es... muy peligrosa. Se transforma en amor fácilmente, Mari. Y él puede llegar a pasar de ti en el mismo momento en el que se le cruce el cable y quiera volver a su estilo de vida cómodo y libre. Está acostumbrado a las relaciones fugaces, a las mujeres descartables. Y así ha sido durante los últimos años, una tras otra....—

La miré con asombro, con dolor... y con incredulidad. ¿De qué me estaba hablando?

— Tienes que saberlo Marinette, sino es por las buenas... No me dejas otro remedio; será por las malas.

— ¿Cómo?—

—Mira, es lo que pienso yo al menos, pero creo que contigo está durando más tiempo de lo normal, porque está deslumbrado. Causas ese algo en los hombres que, nena, los vuelve adictos a ello. —Me halaga. — Quizás te conoce de toda la vida, pero hasta ahora no se había parado nunca a pensar en ti como algo más que una "amiga", y probablemente esa novedad en su vida es lo que le atrae de ti. Te aseguro que jamás tuvo a alguien como tú... ¡Ni de cerca!— Recalcó lo último acariciando mi rostro con cariño. — Y temo que cuando crea haber conocido todo de ti, vuelva a seguir viéndote como una simple amiga y vuelva a su acomodada vida de hombre soltero y sin compromiso. Créeme, si ocurre eso, que es altamente probable, y te enganchas, esta vez te va a costar muy, muy caro todo. Ya no será solo un crush lo que tengas por él, te vas a enamorar y todo será mucho más doloroso para ti. — Aclaró con pena en la voz. —Tendrás que verlo con otra u otras, y seguir trabajando con o para él. No quiero que tires tu futuro por la borda y que tu gran sueño se te escape de entre las manos por un corazón roto. Tienes talento puedes llegar a ser lo que quieras ser. No lo dejes todo ni mucho menos te abandones a ti misma por un chico, sea quien sea. — Suspiró al terminar — ¿Entiendes ahora porque me preocupa su "juego"?—

Asentí. Era demasiado que procesar, pero lo comprendía.

Aunque me resultara difícil creer en sus palabras... ya no me sentía tan segura. Realmente tenía las mismas inquietudes que había puesto Alya en manifiesto y sabía que la prensa lo catalogaba como una clase de playboy. Pero aquella realidad no era lo que yo vivía cuando estaba con él.

Si realmente Adrien era así.... ¿¡Por qué estaba reconsiderando tanto las cosas y por qué me importaba tanto!?

¿Porque mierda me enfurecía lo que mi amiga me decía? ¿No estaba acaso yo jugando al mismo juego hipócrita del que ella estaba acusándolo? ¿No estaba yo jugando con él al tener sentimientos por otra persona? ¿Dónde habían quedado mis sentimientos por Chat?

Esto que tenía con Adrien no era amor. Se sentía bien, era excelente, pero no vino a quedarse. ¡¿Por qué rayos me sentía así?! ¡¿Por qué mierda dolía tanto?!

Ya sabía yo que algo iba a pasar. La mañana había arrancado demasiado bien, después de que despertáramos juntos en la cama y lejos de los problemas del día a día; aislados del mundo. El cómo me miraba mientras entrabamos en la ducha poco después, la forma en que me había hecho el amor susurrándome al oído lo bien que se sentía cuando estábamos juntos en cuerpo y en...

¡Mierda Alya!

¡MIERDA! ¡MIERDA!

¿Por qué me había tenido que despertar de esta forma tan abrupta de la burbuja que se había creado entre nosotros en cuestión de semanas? Ella me había hecho enfrentar todo lo que mi Marinette cerebral me advertía cada día que no hiciera. Y la ignoraba por completo en pos de este maldito juego.

¡Era un juego! ¡Y debía de seguir siéndolo!

La miré con furia, agonía y... temor.

Tenía tantas preguntas... ¡Iba a llenarla de preguntas yo ahora! Iba a contradecirle, iba a negar que nada de aquello me lastimara...

¿Me lastimaba?

¡Quería insultarla! Me enojaban tanto sus palabras.... ¿Acaso me creía una estúpida? ¡¿Parecía una niñita inocente y frágil?! 

¡Yo había superado a Adrien! 

¡Esto era un juego!

Un simple juego...

¡Mierda!

Pero a quién engañaba... Realmente me sentía así aunque nunca lo confesara en voz alta.

Quizás solo Tikki y la voz de mi conciencia sabrían mis más oscuros temores.

Suspiré por dentro, callando la locura de mis pensamientos y las miles de conversaciones que se daban dentro de mi cabeza convenciéndome de esto o de aquello. No pude percatarme de lo silenciosa que se había vuelto la atmósfera en nuestro entorno.

Y me dolía... Sí, me dolía muchísimo lo que me decía, aún sabiendo que en parte podía tener razón. Pero mi orgullo era más fuerte que mi dolor.

—Alya, no soy una idiota para que tengas que cuidarme — Arremetí con tranquilidad pero furiosa antes de que se me anudara la voz.

—No, no lo eres. Eres... la mujer más talentosa y con el corazón más grande que conozco, y pretendo que un idiota no lo arruine. —

Las lágrimas se me agolparon en los ojos tras esas palabras. Mi garganta se tensó. Ya no podía hablar. Y ahí fue cuando la miré rendida, consciente de que debía tomar una decisión que no quería tomar. Y ella me estaba observando con dolor en sus ojos.

—No estoy...enamorada.— Dije en un susurro.

"No puedo estarlo".

— Está bien...—Pero ella alcanzó a oírme, y bajó la mirada mientras tomaba con ambas manos las mías.

El café que ambas habíamos estado tomado antes ya había dejado de humear y estaba frío mientras se hacía el silencio. La miré, me hundí en sus ojos buscando que de repente aclarara que todo esto había sido algo más que una mala broma, buscando otra verdad... Pero no la había. Esa era su verdad y, muy a mi pesar, debía reconocer que había sido la mía también...

— ¿Y he de hacerlo hoy?— le pregunté con un hilo de voz.

—Cuanto antes lo hagas, menos dolerá luego... — Y se quedó mirándome mientras una lágrima rodaba por mi mejilla.

¿Qué era lo que me dolía realmente? ¿Lo que ella me dijo o... ?

Y, de repente, un estruendo a nuestra derecha, a escasos tres metros nos sacudió. El polvo nos invadió por completo y cientos de escombros saltaron por los aires en cuestión de segundos.

Reaccioné casi instintivamente lanzándome sobre Alya para alejarla. Y por suerte, logré cubrirla y protegerla a tiempo, ya que un enorme trozo que rebotó en la calzada cayó sobre la mesa en la que nos hallábamos destrozando todo al instante. 

 Tras incorporarnos como pudimos, nos apresuramos a escondernos detrás una de las columnas del establecimiento buscando refugio, y vimos a algunas de las personas, que también se hallaban en el local, huyendo a través de la salida de emergencias.

Me asomé levemente, apartandome un poco de Alya, para observar el panorama exterior mejor. Y mi peor pesadilla en aquel día se hizo realidad...

Un akuma.

¡¿Era enserio?! 

Realmente este no estaba siendo mi mejor día, pero tampoco estaría mal que las cosas mejoraran un poco de vez en cuando en vez de que fueran a peor.

Una nueva explosión estalló ensordeciéndome los sentidos por unos segundos, y un edificio se derrumbó cayendo la mitad sobre la calle y sobre las personas que corrían despavoridas. Gran parte de los restos desmoronados acabaron sobre el establecimiento junto al que nos encontrábamos haciéndolo crujir peligrosamente. No soportaría mucho más tiempo en pie, podía notarlo.

Venía con todo este akuma. Había gente herida por todos lados y parecía que no iba a detenerse. 

Debía convertirme en Ladybug y ya.

Notas del autor

¡Ya ni les pido perdón por la cantidad de palabras! Soy así y, por suerte, ustedes siguen eligiéndome, así que se ve que les gusta lo que hago y como lo hago. 

¡Qué lindo! ¡Nos queremos!

Volvimos a hacer hablar al rubio, que nos cuente como le va cuando Marinette hace de las suyas jajajaja...

Y ¡apareció Alya! La hice implacable en este capítulo. No se enojen con ella ¡por fiiiis!  ya verán lo bien que hace con sus acciones. Adoro a la morena así que la trataré muy muy bien. (ladyaqua198 se va a asegurar de ello jajajaja)

Y bueno...espero que me dejen sus comentarios ¡los adoro! 

Nos leemos y espero que prontito...


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