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Desarrollo 1 Lunes


Dicen que amar es difícil. Yo no lo creo así.

Amar es sencillo, lo complicado es decidir a quién.

Aunque, seamos sinceros, la decisión nunca la tomamos nosotros.

Sentía las manos frías y las palmas sudadas mientras caminaba rumbo a la mansión para iniciar mi jornada del lunes. Lo vería por primera vez luego de nuestro caliente fin de semana juntos. Y digo correctamente fin de semana por que se extendió más allá de una noche, el fin de semana completo.

Una mirada el sábado por la mañana, un decir al pasar "luces hermosa en mi camisa" y ya no me dejaría ir hasta que Alya reclamara mi presencia con treinta y cinco mensajes el domingo por la tarde, para que cubriera la coartada que le había inventado a mi familia.

Y que, además, debía darle una excelente, inmensa y coherente explicación de lo que estaba haciendo con "el rubio", tal como ella lo nombraba cuando estaba enojada.

A Adrien le tocó lo suyo, fue tras su cabeza también. Un único texto le hizo saber muy claramente que él tampoco se salvaría de su indagación.

Reímos cuando los leímos una hora después de que los enviara. Antes de eso...bueno, estábamos ocupados.

Acababa de ganarme una partida del clásico Tekken, la única en la que pudo vencerme en ese domingo de videojuegos, aclaro, y reclamó su premio inmediatamente la palabra "GAME OVER" se dibujara en la enorme pantalla. Y su premio era...ya se lo imaginan.

Cuando me percaté de la hora, me desenredé a duras penas de entre sus brazos, vistiéndome como podía debajo de sus besos, y salí prácticamente corriendo del departamento para cumplir con mi coartada.

Y también con mis obligaciones de superhéroe. No podía fallarle a Chat otra noche más.

Aunque, debía reconocerlo, me hubiera quedado con todo gusto. Se veía tan lindo con sus cabellos revueltos y esos pucheros que me hacía para retenerme...

Y si bien dudaba, irme esa noche y encontrarme a Chat era la mejor decisión. Estaba segura.


Verlo a mi gatito debía suponer que reconfirmara que esas noches calientes con Adrien fueron solo eso, noches calientes. Muy calientes. Y deliciosas. Que todo seguía en el mismo lugar que siempre... 

Pero, nunca pude haberme equivocado tanto.


Chat estaba distraído esa noche. En cada parada que hacíamos dentro de nuestro recorrido, quedaba con la mirada perdida en un punto y una sonrisa melosa se le dibujaba en el rostro. Hasta sus ojos parecían sonreír.

Era evidente que estaba recordando algo. Seguramente alguna de sus admiradoras lo estuvo amansando en las dos noches que no tuvo que cumplir con Ladybug, o sea, conmigo. Odiaba a esas chicas, pero no podía reclamarle absolutamente nada, no estaba en posición de hacerlo y además no me sentía con ánimos de entrar en sus juegos de tira y afloje.

¡Ni con energías!

Lucía terriblemente cansado. Yo simplemente estaba agotada. Ninguno quería hablar demasiado, por suerte. 

No hubiera podido porque lo que temí que fuera a pasarme, estaba sucediéndome.

Cada vez que me detenía a observarlo no podía evitar pensar en Adrien. Algún gesto que hacía, algún rasgo que descubría cuando la luz lo bañaba, hasta esas sonrisas empalagosas, me lo recordaban a él.

¡Por favor Marinette! Eres patética...

Primero miraba a Adrien y lo veía a él, y ahora que lo tenía a él ¿lo veía a Adrien?

¿En serio?

¿¡En serio!?

¡Mierda! Sería tan fácil todo si fueran la misma persona...

Pero había algo más entre nosotros esa noche, algo que no había percibido en ningún otro encuentro antes. Era como si... se sentía como si cada uno ansiara estar en otro lugar en ese momento. Atendíamos nuestras obligaciones como los héroes de París que éramos, pero nuestros pensamientos, nuestros deseos, estaban en otra parte. Esa noche, ser héroe, se sentía más que nunca como una obligación.

Por lo menos eso me estaba pasando y realmente me molestaba. Mi sentido del deber me lo reprochaba.

Terminamos nuestro recorrido bastante rápido, despidiéndonos con la promesa de reencontrarnos la noche siguiente, siempre y cuando un akuma no nos convocara antes. Fue extraño el rato que pasamos juntos, no voy a negarlo. Creí que iba a sentirme avergonzada o en falta, más incómoda en su presencia.

Pero no. Resultó natural verlo, compartir con él, como lo era antes cuando sólo lo consideraba mi amigo, porque estaba enamorada de alguien más, de Adrien.

¿Acaso...?

No, no podía ser. Un fin de semana no cambiaba nada con Adrien, aunque hubiera sido excelente, sumamente caliente y también romántico, porque el rubio no perdió oportunidad para desplegar sus otros encantos, no sólo los...sexuales. Y ¡carajo! me asustó de sobre manera lo que me hizo sentir con eso.

Rápidamente busqué al culpable de esos pensamientos: las hormonas. Sí, esas malditas endorfinas y oxitocinas y todo lo que sea que se libera en el sexo, durante el buen sexo, excelente sexo y... ¡ya mujer!

Nerviosa y realmente aterrada, estaba ahora, cruzando la puerta del estudio.

Sentía las piernas de gelatina, la respiración entrecortada por la anticipación, y no entendía exactamente el porqué. Después de nuestra primera vez juntos en la madrugada del sábado, el fin de semana nos brindó el espacio y el tiempo para relajarnos, y disfrutar de la mutua compañía con el condimento extra que le brinda la intimidad.

Lentamente volvimos a tener la misma dinámica y soltura de todos los días mientras trabajábamos. Regresaron nuestros chistes, las largas conversaciones, las sofisticadas provocaciones... Bueno, salvando el detalle de que ahora sí tenía la "excusa perfecta" cuando hacías sus truquitos conmigo, para dejarme caer en ellos sin culpa y besarlo cuanto quisiera, y terminar indefectiblemente haciéndole el amor.

Había perdido la cuenta de cuantas veces lo habíamos hecho. Y lo admitía no sin tener que soportar que la cara me ardiera. ¿En qué momento me volví tan...descarada?

¡Ni que quisiera recuperar tiempo perdido! ¡Ja!

Y lo peor es que sabía que ya no podría resistirme si él llegaba a mirarme de esa forma, o a hablarme con su voz más profunda o... Mierda.

Aunque el poder ya no estaba en juego aquí. La verdad es que ya no quería resistirme, lo que hacíamos se sentía simplemente genial.

Si me descuidaba sabía, aunque no quisiera aceptarlo, que podría llegar a enamorarme de esto, podría desear quedarme aquí, en este lugar, con él; y era consciente de que no me pertenecía, le correspondía a alguien más aunque ella no lo reclamara... aún.

No debía olvidar eso.

Inhalé una gran bocanada de aire sosteniendo el picaporte de la puerta apenas abierta, antes de empujarla para darme el espacio y cruzar el umbral declarándome oficialmente dentro del estudio.

Cerré los ojos al dar el primer paso. Apenas si podía respirar.

¿En serio? Sí, así de infantil suelo ser.

El silencio me recibió.

Los abrí lentamente recorriendo de a poco el lugar. Estaba vacío. Silencio absoluto. Adrien no se encontraba allí.

Suspiré con algo de alivio, debo reconocerlo, el reencuentro del "después del fin de semana" se daría más tarde. Por lo menos contaría con el tiempo que no tuve esa mañana para pensar en qué le diría, o cómo reaccionaría ante su mirada, o si haría falta contenerme.

¿Él seguiría tan cariñoso, caliente y atento como los días pasados? ¡Ay, dios! Moriría por besarlo si así fuera...

¿Y qué pasaba si no? ¿Me lastimaría?

Sentía enloquecer en ese momento.

"Vamos, inhala, exhala y otra vez. Tranquila Marinette, tranquila. Todo va a estar bien."

Dejé mi bolsón en el gancho de la entrada y me dirigí a las mesas de trabajo, en donde siempre Nathalie nos dejara una Tablet con la agenda del día.

No estaba la Tablet, en su lugar había una rosa roja con sus hojitas verdes aún en el tallo, pero completamente despinada. Se notaba que la había cortado del jardín frontal.

Sonreí. Era un gesto tan típico de... ¡nada! Aquí Chat no tenía nada que ver. Y no podía estar pensando en él. ¿Es que nunca dejaría de unirlos? Me volverían loca sino frenaba esa clase pensamientos.

Si tan sólo...

Exhalé una gran bocanada de aire para relajarme.

Sería tan fácil si fueran el mismo chico... ¿Otra vez considerando eso? El sexo te hace mal, Marinette.

Alcé la rosa llevándola cerca de mi rostro para sentir su aroma, advirtiendo que debajo yacía una pequeña hoja cuadrada de papel color verde, con una anotación de su puño y letra: "Lo siento".

Fruncí mi ceño, no entendía bien que significaba eso.

—Señorita Dupain Cheg, buenos días— La monocorde voz de Nathalie a mis espaldas me sobresaltó. Giré en su dirección. —El señor Adrien me pidió que le informara que hoy no va a poder desayunar con usted y que lo lamenta.—

—Buenos días Nathalie — Le dije intentando sonreír, no me gustaban las noticias que acababa de darme — Gracias por... ¿en qué momento va a volver Adrien? — Y creo que me puse toda roja al decirlo porque ella entrecerró apenas los ojos ante mis palabras.

— E-es que quedamos el viernes en... re-revisar unos diseños que n-necesitaba con urgencia, y...y él quería probárselos y no sé si...si esto ahora va a atrasar algo, porque tengo que a-armar la colección con variantes orientales— Mis palabras salían a una velocidad que en cualquier momento iban a comenzar a trastabillar entre mis labios.

—A las once de la mañana llegan los modelos masculinos para que pueda realizar las pruebas, así no se retrasa la agenda. El señor Gabriel se ocupará de revisar los diseños.— Bajó la vista a la Tablet que sostenía sobre su pecho — La espera a las diez de la mañana. Sea puntual. ¿Se le ofrece algo para iniciar la jornada?— Y me miró con su rostro más inexpresivo.

Bueno, el único que tiene.

—No... está bien — Suspiré y ella asintió antes de girar para retirarse.

— ¡Una cosa! — La detuve alzando la voz — E-espera Nathalie. Adrien ¿Dónde...? — Y no completé mi frase, quería ser lo más disimulada posible, no demostrar interés por demás.

—Viajó a Londres a reunirse con los encargados de la distribución de la nueva colección. No estaba programado, pero se requirió su presencia. Regresará a la tarde.—

Asentí. Ella hizo lo mismo y se retiró unos segundos después.

Miré la rosa en mi mano al quedar sola nuevamente. ¿Por qué no me avisó él mismo que hoy no estaría conmigo, que debía irse de viaje? Una llamada o un simple texto hubieran bastado, no la fría asistente de su padre.

¿Acaso...estaba huyendo de mí? Apreté la rosa entre mis dedos volviendo la mirada al papelito y a su "lo siento". ¿Qué lamentaba? ¿No estar aquí o lo que había sucedido entre nosotros?

¿Y si la había visto a ella...?

No, no podía ser eso. ¿En qué momento? Nos separamos apenas por unas horas el domingo, cuando me fui.

Bueno, yo estuve con Chat ¿y si...?

No. No. No. Sacudí la cabeza para quitarme esas ideas. No me servirían de nada.

Acaricié la rosa entre mis manos.

Sobre llovido mojado, ahora además de nerviosa me sentía dolida. Y allí, justo en ese instante, recordé que todo esto había iniciado con un juego. Las miradas, las caricias, sus besos, sus palabras... fueron reales, lo sabía, lo sentí; pero no vinieron a quedarse. Y yo estaba muy al tanto de eso cuando decidí jugar a esto. ¡Si hasta intenté escabullirme esa noche sin que él lo advirtiera!

Nunca consideré ni quería considerar que esto fuera el inicio de algo. ¿Por qué ahora me dolía suponer que Adrien lo creyera así? No era una aventura, no se sintió de esa forma, fue más profundo, como un permiso a algo, un ...probar mientras tanto.

Sí, eso: pasarla bien mientras tanto ellos se decidían por nosotros.

Sonreí al leer nuevamente el papelito. Su letra apurada y una rosa. Una rosa roja sin espinas.

Había recordado lo que me gustaban esas flores y que indefectiblemente la tomaría de cualquier parte del tallo para apreciarla, terminando con algún profundo pinchazo en un dedo o en varios. Siempre me sucedía, mi legendaria torpeza.

—Te tomaste el tiempo de quitarle las espinas. — Le dije a la flor, como si hablara con él — Pero no me llamaste — Y le sonreí dulcemente no sin algo desazón.

Suspiré para aliviarme, desayunaría sola por primera vez desde que comenzáramos a trabajar juntos. Ya se me había hecho costumbre iniciar las mañanas con el aroma del café, y su voz mientras me contaba con contagiosa energías los planes para el día.

Estuve todo el fin de semana pensando en este momento, temiéndolo, y, aunque me muriera de nervios por enfrentarlo en este ámbito tan usual después de todo lo sucedido; realmente tenía ganas de verlo, ansiaba encontrarlo.

Él ya se había vuelto cotidiano para mí, se había metido otra vez en mi vida, ocupando casi todos los espacios, llegando hasta la intimidad. No pude evitar recordar en ese momento la sonrisa que me había brindado cuando abrí los ojos la mañana anterior en su cama. Él estaba a mi lado, observándome dormir, recostado sobre su costado, con su rubia cabellera revuelta y los ojos levemente hinchados por el sueño.

Ese "buenos días mi princesa" fue el mejor buenos días de toda mi vida.

Chat también me nombraba así, a mí yo de civil. Pero fue escucharlo desde sus labios para que Adrien le arrebatara indefectiblemente la autoría.

—Todo se da por una razón ¿no? — Me dije en voz alta para despabilarme, mientras llenaba con agua uno de los vasos de la repisa del frigobar y colocaba la rosa dentro.

Esa rosa estaría en su representación todo el día.

Acaricié uno de sus pétalos cuando la deposité sobre mi escritorio. Ya lo extrañaba. Si esto era pasar el rato, ahora quería pasarlo con él y no estaba.

¿En serio? No me entiendo a veces.

Sólo no debía descuidarme, sino bajaba la guardia, todo estaría bien. Hasta que Chat me diera una señal.

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Iba tarde a la última clase del semestre. Sí, por fin ya terminaría de cursar, sólo quedaban un par de parciales por rendir, nada de otro mundo. Por fortuna el tiempo había volado ese día, no conté con el espacio para pensar en Adrien y en su ausencia. Así a mi creativa mente no se le ocurría inventar más razones alrededor de su rosa roja despinada, para volverme un poco más loca de lo que ya estaba.

Mi móvil vibró varias veces dentro de la cartera, señal de que me estaban llamando.

Lo tomé lo más rápido que pude, hurgueteando entre los cepillos, rímel, lapicera y todo lo que tenemos las mujeres en la cartera, que es prácticamente media vida. Cliché.

Miré antes de atender. Era Adrien. No me lo esperaba, pero me alegró. Mi corazón dio un vuelco al leer su nombre y apuré mis dedos deslizándolos sobre la pantalla para contestar lo antes posible.

—¿Hola?—Dije con un disimulado hilo de voz, intentando ocultar el nerviosismo que acaba de invadirme.

—Hola hermosa. — Su voz sonaba alegre y agitada, como si estuviera caminando apurado.

—¿Hermosa?— Reproché, aunque una sonrisa se había dibujado en mi rostro ante sus palabras.

Una carcajada profunda, de esas que me hacían estremecer cada vez que las escuchaba, llegó del otro lado — Perdona. Recién me desocupo y ...—

—Seguro. Creí que ya te habías olvidado de mí. Obtuviste lo que querías y ahora... — Arremetí ya más segura. Debía castigarlo, aunque sea un poco ¿no?

—¿Crees que ya obtuve todo lo que quería de ti? — Interrumpió.

—No lo creo, lo sé.— Provoqué. Y sí, estaba un poquitito enojada.

Otra de sus profundas y sexys carcajadas inundó mi oído y no pude más que imaginarme la felina sonrisa que en ese momento se debía estar formando entre sus labios.

— No sabes con quien te metiste.— El tono de voz que utilizó para decirme esas simples palabras me destrozó.

¡Dios! Ni tres frases y ya había comenzado a provocarme.

—¿Qué? ¿Quieres más?— Contraataqué, con un tono más juguetón pero no menos sensual. Quien me viera en ese momento, sabría indefectiblemente que estaba coqueteando. El maldito ya me estaba haciendo caer aunque continuara molesta por su ausencia esa mañana.

Castigo, no besos, castigo.

—Mucho ...Todo.— Me respondió luego de una pausa, utilizando su voz más grave, la que siempre eligiera acompañando esas sonrisas felinas que tanto me desarman.

Y ...listo. Ya lo había conseguido otra vez. Estaba oficialmente dentro de su juego, a punto caramelo, como a él le gustaba.

Definitivamente, era fácil para ese chico.

—Mmmm...¿y si no quiero dártelo?—

Echó a reír sin disimulo tras esas palabras.

—Definitivamente, no sabes con quien te metiste bichito. —

Juro que me imaginaba la mirada que tenía en ese momento, su sonrisa de lado, y no pude evitar morderme el labio inferior. En una simple llamada telefónica el desgraciado me estaba calentando.

—No voy a hacértelo fácil esta vez.—

—Cuento con eso. Me encantan los desafíos. Pero ¿sabes?...no te lo creo mucho...—

—¡Ey! ¿Por quién me tomas? Ten cuidado, me agarraste con la guardia baja el viernes— Y sonreí.

—Lo acepto por el viernes. ¿Y después que fue? ¿También tenías la guardia baja?—

—Ummm...Fue simple inercia.— Y no pude evitar tener que humedecerme los labios. — Eres bueno cabrón...—

Y sí, eso se me escapó. ¡Carajo!

—Y no sabes lo que te falta por descubrir.—

Iba a suspirar, pero lo contuve dentro de mi boca.

—¿Acaso lo que escucho...? Adrien Agreste ¿te estás vendiendo?— ¿En serio? ¿Tenía que seguir insistiendo?

—Nha...te estoy llevando al punto que me gusta.—

—Pero no estás aquí —Acometí rápidamente— ¿No te preocupa a que otro lo aproveche?—

—Puede que alguien lo intente, eres realmente hermosa. Pero te aseguro que no vas a pasarla ni la mitad de bien que conmigo. Tú decides: escoges a alguien o... me esperas— Me lo dijo de una forma tan sensual, tan segura que podía imaginármelo como me estaría observando en ese momento si estuviera de pie frente a mí, como con la mirada me estaría desvistiendo dejándome a merced de sus caprichos y temblando en anticipación a sus caricias.

¿En qué momento se volvió tan... tan Chat?

¡NO TE LO PUEDO CREER! ¿¡ESTAS PENSANDO ESO!? Definitivamente, me iban a volver loca.

—¡No seas tan engreído! — Es lo único que me salió en respuesta.

Oí una carcajada tras mi reclamo. Yo también reí. Me encantaban sus juegos. Ya no me asustaban y no sé si eso era tan bueno como creía en ese momento.

Carraspeó calmando su voz —Te extrañé anoche...—

Suspiré ante esas palabras. No se oyeron juguetonas, salían desde otro lugar y ahí la cosa comenzaba a asustarme, porque me gustaba mucho más cuando me hablaba así.

No agregué nada, en ese momento me estaba esforzando en no descuidarme.

—Gabriel me arrancó de la cama a las seis esta mañana. Una reunión de último momento con los chinos y los ingleses. Tuve que viajar de urgencia, pero no fue tan malo después de todo. Tengo buenas novedades para nuestro proyecto.— Esas últimas palabras se oyeron alegres.

—¡Qué bueno Adrien! Cuéntame, soy todos oídos. —

—En cinco minutos debo abordar el tren. Son... llego bien a esta noche. ¿Cenamos?–

—Suena genial pero... voy a tener que pasar, Adrien. Mis padres organizaron una clase de encuentro familiar, por mi cumpleaños. Vinieron unos tíos de China y mi abuela ¿la recuerdas?—

—Sí, cómo no recordarla ¡Qué personaje! No hay problema. ¿Café después?— Realmente era insistente. No me gustaban los tipos así, pero él era la excepción. Me incitaba su tenacidad para conmigo.

—Me encantaría...—

—Paso por ti a las diez— Interrumpió.

—¡Ay, no! No puedo, no puedo. Perdona, pero no esta noche... — El patrullaje, mi deber de héroe, no podía fallar— Tengo un... trabajo, sí, trabajo que terminar c-con...— Tartamudeé. ¡Qué idiota!

Aja — Fue el "ajá" más frío y serio que había oído en mi vida.— Con él ¿no?

Relajé mi semblante. Ya no coqueteaba, ni él jugaba conmigo.

—Sí.— Podría haberle mentido, pero ¿con que razón?— No es lo que piensas. — Y ¿por qué estaba tratando de explicarle algo? No encontraba la lógica de mi comportamiento, sólo sentía que eso era lo correcto.

—No estoy pensando nada.— Aclaró su garganta — Está bien. Entiendo. Nos vemos mañana.— Se sintió mucho más distante de lo que se oyó.

—Adrien...—

—Dieron la llamada para abordar. — Interrumpió — Tengo que cortar. Hasta mañana.

—Ok. Hasta...— Colgó — mañana.— No me dejó despedirme.

No le había gustado para nada que lo mencionara. Acaso ¿se había puesto celoso?

Esto que se estaba dando entre nosotros podría tranquilamente convertirse en algo... digno de reclamos y celos. Pero no lo era. Y ¿por qué si tenía tan claro lo que teníamos me lastimaba el rumbo que había tomado nuestra conversación? No había nada malo aquí. No estaba en falta con él y Chat era parte de mí vida antes de que él volviera a entrar.

Y lo sería cuando él saliera nuevamente porque, como si fuera un designio del karma, en ese preciso instante se atravesó en mi mente el pensamiento de que ella también era parte de su vida antes de yo me metiera nuevamente en la suya. Si ella hacía un movimiento, ¿qué pasaría conmigo?

"Lo mismo que pasaría con él si Chat te diera una señal", me dije.

Pero no me consolaron esas palabras. En absoluto.

"Eres un cabrón Adrien, un reverendo hijo de mil madres." Elegí enojarme con él, aunque el enojo sólo me afligiera más.

Apreté la tira de mi cartera con ambas manos y apuré el paso para entrar al salón de clases. Esa noche vería a Chat Noir para el patrullaje, no a él. Había pasado más de una semana sin akumas y eso me ponía nerviosa. Cuando Hawk Moth se demoraba mucho entre ataques era señal de que estaba preparando algún plan macabro. Debía concentrarme en eso.

Y en Chat.

Chat Noir, Hawk Moth y akumas, cosas de héroe.

Nada más.

.

.

—¡Mierda Chat! Eres un idiota, tú y Adrien. Los dos...— Apoyé mi almohada sobre mi cara y la presioné con fuerza para ahogar lo que iba a hacer— ¡Ahhhhhhh! ¡IDIOTAS! —

Listo. Necesitaba descargarme.

Chat se había comportado como un verdadero imbécil esa noche. Cumplió con el patrullaje, hizo lo que debía hacer, sus averiguaciones del último akuma fueron de gran ayuda. Pero nada más. El resto del tiempo fue un reverendo hijo de puta, enojado, provocador e insoportable.

Lucía serio desde que llegué a nuestro lugar de encuentro. Es más, ni se percató de mi llegada, raro en él. Siempre era muy consciente de su entorno, notando hasta los pequeños cambios que se dieran. Pero no esta noche.

Parecía molesto, dolido.... más que dolido, lucía preocupado. ¿Chat preocupado? Sí, así de raro. Era como si se le hubiera perdido algo. ¿Una de sus admiradoras lo habría plantado? Vaya a saber. Aunque me hubiera encantado saberlo...

Nunca lo había visto así. Si hasta me saludó con un "Buenas noches Ladybug" ¿Pueden creerlo? Así a secas, no más "ma Lady".

Él tenía su embrollo interno y estaba decidido a no comentármelo aunque insistiera. Y yo, bueno, yo también tenía lo mío, debo reconocerlo. Esa conversación con Adrien me había fastidiado, más que nada en cómo había finalizado. Me dolió. No podía definir exactamente qué era lo que más me molestaba, pero se sentía como si...como si le estuviera fallando en algún punto. Y si bien nada de todo lo que él me reclamara o lo que yo estaba sintiendo tenía coherencia en función de lo que éramos, me irritaba.

Adrien y Chat Noir, eran unos desgraciados. Parecía que se hubieran confabulado para mortificarme esa noche. Eché a reír tras ese último pensamiento.

"Estas loca Marinette"

Definitivamente, no podría dormir.

Tomé mi móvil y consulté la hora. Habían pasado cinco minutos de la una de la madrugada. ¡Carajo! Sería una zombi mañana sino lograba conciliar el sueño.

Un par de noches atrás, a esta misma hora, Adrien me hacía el amor sobre su piano de cola. Sí, tenía uno de esos en el departamento.

Suspiré. Recordaba muy bien el momento, pero no cómo habíamos terminado haciéndolo justamente ahí. Y fue excelente... la forma en que se movía, como me envolvía con sus manos aferrándome a él, las cosas que me susurraba al oído. Realmente era excelente en la cama el desgraciado.

¡Cómo le echaba de menos!

Me había sido muy difícil mantenerme atenta a las conversaciones que mis familiares mantenía conmigo durante la cena. Ni hablar de mi reunión con Chat Noir. Creo que parte de su insufrible actitud había sido causada por mí y mis constantes errores de desconcentración.

No podía dejar de darle vueltas en mis pensamientos a la fallida conversación que habíamos mantenido en la tarde. Como había comenzado, dulce y sexi, y en la forma tan brusca en que había finalizado. Jamás una tan simple llamada telefónica había causado tal efecto devastador en mí.

¿Por qué demonios me molestaba tanto la forma en que Adrien la cortó? ¿Por qué me dolió la frialdad en su voz al despedirse?

No lo sabía y carcomiéndome por dentro no iba a averiguarlo. Menos lograría conciliar el sueño.

¿Y ...si lo llamaba?

Antes de arrepentirme, alcé el móvil frente a mi rostro y abrí la aplicación de mensajería, buscando rápidamente su contacto. Dudé antes de dar el siguiente paso. ¿Y si lo empeoraba todo? ¿Si decía algo desacertado y complicaba las cosas?

Me mordí el labio inferior observando la foto que utilizara en su contacto. Le favorecía el ángulo en el que se la había tomado.

¡Mierda! ¿Qué hacer?

¿Le llamaba?

No, no. Mejor no.

Toqué su contacto para abrir el chat y quedé contemplando nuestra última conversación. Una trivialidad.

El cursor titilando me invitaba a escribir. Así que, en un impulso sin premeditación, deslicé mis dedos sobre el teclado escribiendo un texto. Sí era mejor esa opción.

"¿Estás dormido?"

Y enviar.

Listo.

Lo había hecho.

Tilde de enviado.

Segundo después, tilde de recibido.

Y nada más. Juro que sentía que el corazón me latía en los oídos, no en el pecho.

Quedé contemplando la pantalla a la expectativa de que ambas tildes cambiaran su color a azul. Pero fue en vano. Creo que estuve casi un minuto así, algo totalmente inusual en mí. Nada loco en la Marinette de la adolescencia, aclaro.

—Estás dormido...— Susurré.

Solté el móvil a mi lado y suspiré decepcionada. Un hilito de angustia se enredó alrededor de mi corazón y apretó quemando. ¡Y no tenía sentido! "Marinette, No.Tiene.Sentido." Fuimos siempre amigos, buenos amigos, sigue siendo tu jefe, lo que pasó fue simplemente sexo entre dos grandes amigos que se gustan. Claro, no se tiene sexo con alguien que no te gusta, ¿no?

Pero éramos eso. No había nada más. Fue una buena experiencia, seguiríamos trabajando juntos, seguiríamos con esa complicidad juguetona que caracterizaba nuestra nueva relación, pero Chat era mi objetivo, no él.

Recuerda eso.

De repente, se encendió la pantalla del móvil. Mi corazón dio un vuelco y casi instantáneamente me olvidé de todo mi anterior diálogo interior. Tomé el móvil rápidamente.

"No."

Así de simple su respuesta y provocó una sonrisa en mi rostro. ¿Y ahora? ¿Qué le decía?

"No puedo dormir. ¿Y tú?"

Le respondí sin pensarlo. Cuando releí mi mensaje, ya enviado, quería golpearme. ¡Qué respuesta más idiota!

"Me estaba durmiendo cuando recibí tu mensaje"

"¡Ups! Perdón. Nos vemos mañana"

Y lo acompañé con un emoticon de una carita tapando sus ojitos. Creo que estaba más roja que la pequeña y dulce imagen que le envié.

"Me gustó que me escribieras"

Le respondí con otro emoticon, el que está sonriendo con sus mejillas coloreadas.

"¿Cómo les fue esta noche?"

¡Directo y sin rodeos! Acababa de taclearme con su respuesta. No esperaba que lo nombrara de ninguna manera. Ni tan rápido.

"Bien. Normal."

¿Qué iba a decirle?

"¿Y eso que significa?"

"Que pudimos avanzar en nuestro trabajo." Le respondí rápidamente.

Era mentira, bueno más o menos, pero ¿qué iba a explicarle?

"Me alegro"

"Te extrañé esta mañana" Arremetí. No quería que volviera a mencionarlo, y menos que se colara ella en nuestra conversación. No lo soportaría.

"Yo te extraño ahora"

Sonreí. El placer que me brindó esa respuesta...hasta me asustó.

"¿Me extrañas a mí o lo que haces conmigo?"

¿Seguro que quería meterme en esa, provocarlo?

"Todo"

"Eso no responde a mi pregunta"

"Eres exigente"

"No te quejabas de eso ayer"

Demoró en responderme. Seguramente estaba riendo ante mis incitaciones.

"¿Hay alguna diferencia acaso?"

"Si"

"Me gusta todo lo que hago contigo."

"¿Todo? ¿Seguro?"

"Bueno, lo que hicimos el fin de semana le gana a cualquier cosa. ¿O no?"

"Sigues sin responderme"

"¿Y qué debería responder para complacerte?"

"Eres hábil. Descúbrelo."

Me lo estaba imaginando mirando la pantalla, con su sonrisa de lado, sus ojos verdes encendidos. Acababa de retarlo y sabía que este nuevo Adrien no iba a dejarlo pasar, esa era una provocación directa, acababa de convertirme en la presa y me cazaría. En cualquier momento vendría el contra ataque. Y ya no le temía, sabía que me iba a gustar.

Pasaron los minutos y él no respondía. No sucedía nada. Me sentí tentada de escribirle reclamándole, pero eso me dejaría en desventaja. Tampoco que me iba a entregar en bandeja, ¿no? Sabía que estaba jugando pero no quería ser tan fácil esta vez.

De repente, comenzó a sonar mi móvil. Me sobresalté.

De todas las cosas que esperaba que sucedieran esa no era una. Tomé el teléfono torpemente, era una video llamada. ¡Mierda! El corazón se me aceleró. Miré mi piyamas y por suerte vestía la linda, la rosa con breteles negras de encaje. Me pasé las manos por mi cabello suelto, acomodándolo un poco. ¿Tenía necesidad de eso? No, pero sí, pura coquetería. Ustedes entienden.

Atendí.

La imagen de su rostro iluminado únicamente por la luz de la pantalla de su móvil, apareció ante mí. Sus cabellos revueltos estilo post sexo le quedaban genial. Como se acentuaban sus rasgos con esa tenue y concentrada luz, me provocaba de todo. Estaba en su cama recostado de lado, mirándome con una amplia sonrisa en su rostro.

—Hola. Por fin te veo.—

—Hola— Le sonreí mordiéndome el labio inferior.

—No pudimos hablar mucho hoy, no como todos los días. — Me devolvió la sonrisa, dulce, tranquila.

—No. — Suspiré — No me gustó no encontrarte esta mañana...—

—Créeme que a mí me gustó menos irme...—

Y quedamos viéndonos, a través de unas cámaras, de unas pantallas; con toneladas de aire y de distancia entre ambos, pero sintiéndose todo tan íntimo. El me recorría con sus pupilas, yo no podía apartarme de sus ojos y menos evitar ruborizarme.

—Marinette— Carraspeó cortando el embrujo que nos había absorbido — Cuéntame ¿cómo te fue hoy?—

Fruncí el ceño sonriéndole extrañada, no entendía a donde iba con eso. Sabía que algo tramaba pero no esperaba que comenzara así. Creí que su primer movimiento sería más... sexual.

¡Ja! Y después me ando quejando porque él tiene la idea fija. ¡Yo no! Claro.

—¿Mi día? ¿Quieres hablar de mí día?—

—Sí. Cuéntame. — Se acomodó sobre la almohada — Que sucedió con los diseños que me mostraste la semana pasada, las correcciones de mi padre. Me habías dicho que debías hacer una entrega en la escuela. La cena con tu familia. Con...todo. Tu día.— Y sonrió tras esta última frase.

Por un momento creí que iba a decir "con él". ¡Menos mal que no lo hizo! Seguramente las cosas se pondrían tensas cuando describiera algo de mi interacción con Chat, aunque sea la mínima y más trivial cosita. Ya iba enterándome lo que le causaba su simple mención. Y, debo admitirlo, en el fondo me gustaba.

—Bueno, si eso es lo que te place...— Tomé una gran bocanada de aire en señal de que iba a comenzar a hablar y mucho.

¡Y comencé!

Arranqué con mi conversación con Nathalie, del robot inexpresivo que era y que no entendía como él le había tomado tanto cariño. Le mencioné la rosa, no pude evitar que mis mejillas se colorearan al describir el gesto. Seguí contándole sobre la reunión con su padre, que lo noté algo más exaltado y presuroso que otras veces, pero que en líneas generales me había ido bien. Lo felicité por los modelos que me envió, muy profesionales. Y que uno de ellos, el morocho, expresaba una simpatía por él algo más intensa para considerarla sólo admiración profesional. Reímos.

Adrien me observaba atentamente, sonriéndome siempre. Seguía con la mirada cada uno de mis gestos, podía apreciarlo; asintiendo de vez en cuando y aportando sus bocados cuando así la situación lo merecía. Me encantaba ver como arrugaba levemente la nariz con algunos comentarios míos, los "muy Marinette" como los llamaba él.

—Y eso fue todo — Suspiré para relajarme — Bueno, ahora cuéntame algo de ti. Me dijiste que tenías muchas novedades.—

—Sí, pero aún no. Quiero que me digas algo más. Espera un segundo, no cortes.—

Asentí. Su imagen desapareció por unos instantes de la pantalla y comenzaron a entrar varios mensajes. Eran fotografías.

—Quiero que evalúes las fotos que te envié. No cortes la llamada, dame tu opinión, tu análisis.—

No dije nada. Me limité a seguir sus instrucciones. Fui abriendo cada foto, recorriéndolas un par de veces, era muestras de telas de trajes. Finísimas y muy vanguardistas, pero elegantes.

—Wow...que excelente telas Adrien. ¿Las conseguiste hoy en Londres?—

—No. Me las enviaron esta noche, desde Primollo.—

— ¿Los italianos? ¿Esa textil nueva que me mencionaste?—

—La misma — Carraspeó — Dime que piensas — Y sonrió.

Comencé a analizar detenidamente cada imagen, tomándome unos segundos en cada foto que pasaba, concentrándome en analizarla a detalle, ver su color, ampliar la imagen para apreciar su textura. En mis pensamientos ya comenzaban a formarse los diseños en los que las utilizaría, como lucirían esos atuendos.

De a una daba mis opiniones, breves, concisas, pero descriptivas; metiéndome en mi "modo Marinette creativo" como llamaba Adrien a mi forma de hablar cuando conversábamos de trabajo. Este chico le había puesto nombres a todos mis estados, excepto a lo que hacíamos en la cama. Bueno, todo no se podía pedir en la vida, ¿no?

—Y esa es mi última palabra. Me gustaría tener una muestra de los cortes 3, 5, 7 y 10. ¡Ah! Y del 11 y 13 también, pueden servir—

—¿Eso es todo?— Me dijo y sus ojos brillaban, me observaba con una amplia sonrisa.

—Sip. Eso es todo. ¿Por?—

—Nada — Negó moviendo la cabeza también. — Ahora quiero que te pongas cómoda—

—Estoy cómoda—

—Me refiero a que te recuestes — Y su sonrisa se intensificó.

—¿Qué vas a hacer?— Ahora sonreía yo y con algo de malicia, sabía que venía "esa" parte del juego, pero no me imaginaba que iba a hacer.

—Shhhh...— Me silenció — ¿Estás cómoda ya?—

Asentí y él comenzó a girar el móvil, alejándolo de su rostro y apuntándolo hacia abajo. En mi pantalla comenzó a aparecer no sólo su rostro, su torso también y no llevaba remera, vestía sólo el bóxer. Estaba recostado de espaldas en su cama, con uno de los brazos flexionados debajo de su cabeza trabando el bíceps, marcando su pecho, todos y cada uno de sus trabajados abdominales. Su sonrisa se había vuelto felina y endemoniadamente sensual.

Suspiré y me mordí levemente el costado del labio inferior. Seguramente alguna expresión más debo haber hecho porque él lanzó su risita más grave intensificando esa mueca de demonio sexi que ponía cuando quería incitarme.

—Eres un hijo de tu buena madre ¿sabías?...—

—¿Te gusta lo que ves?— Provocó.

—¡Mierda! Sabes que sí, idiota.—

—Eh, eh... la boquita— Y me sonrió.

—Te gustaba esta boquita ayer—

Bajó un poco más la cámara hasta que llegué a apreciar el color de la tela del bóxer, pero luego de eso acercó el móvil limitándolo a su rostro únicamente.

—Extraño todo lo que acabamos de hacer— Me dijo y me dejó más desconcertada que antes.

—¿Qué...?—

—Me gusta compartir tiempo contigo. Tu día, el trabajo... tú excitada.— Tragué fuerte ante esas palabras — Me encantan tus ojos cuando me hablas de lo que piensas, como hace tu boquita cuando te concentras para crear o resolver un problema. Como te pones, tu mirada, tus labios, cuando te excitas.—

Suspiré. Este nuevo Adrien iba a matarme. Si me descuidaba, podría enamorarme fácilmente. Si me descuidaba, aclaro.

—Sí...extraño lo que hago contigo. Todo lo que hago contigo. Y sólo contigo — Suspiró. —¿Eso responde a tu pregunta?— Y clavó sus ojos en los míos.

Me había dejado sin palabras. Creo que mis labios se abrieron sin emitir sonido alguno. Asentí moviendo la cabeza varias veces.

—Bueno... ahora será mejor que nos vayamos a dormir, ¿no? Mañana va a ser un día largo, lo presiento.—

Asentí nuevamente. Muda aún.

—Buenas noches Marinette.—

Yo no le respondía. Él se quedó unos segundos mirándome antes de intentar cortar.

—Adrien...¡eres un desgraciado!— Lo detuve.

—¿Qué? — Me respondió comenzando a reír juguetón. Sabía que me había provocado y que reaccionaría, sí, porque siempre reaccionaba ante él. Ya se estaba acostumbrando a eso.

—¿Estás jugando conmigo?— Retruqué con algo de enojo.

—No. Lo que dije fue...—

—¡Mierda! — Lo interrumpí —¡No puedes hacerme esto! ¿Quieres matarme?—

—¿Qué hice ahora?— Sonreía levantando las cejas. No me entendía pero le gustaba.

— No eres ningún niño inocentón. Sabes lo que hiciste. Esto... Adrien...se siente como...— ¿iba a decir amor acaso? ¿Estás loca Marinette? Cerré la boca apretando los labios tras la última palabra.

—Siento lo mismo — Me dijo.

Lo miré frunciendo el ceño. ¿Cómo pudo adivinarlo? No, no podía. Estaba provocándome.

—Me gustas Marinette— Y ya no sonreía tanto.

—Tú también—

Quedamos mirándonos en silencio por unos segundos que parecieron minutos. Él en mis ojos, yo en los suyos, separados por un móvil y distancia. Ahora él en mi boca y ya no pude ocultar lo excitada que me encontraba, lo deseosa que estaba de él.

Mi respiración se tornó pesada, agitada y la de él también. Estábamos en la misma sintonía.

—¿Y ahora qué hacemos?— Le pregunté.

—¿Dormir? — Lo fulminé con la mirada. Él rió. — ¿Qué propones?— Provocó.

—No te hagas... sabes que acabas de excitarme. ¿Acaso tu no?—

—Estoy duro desde que leyera tu primer mensaje—

¡Dios! Esa simple respuesta retorció algo en mi vientre.

—¿Entonces?— Presioné.

—¿Quieres más? — Y rio, pero con su risa más grave y profunda, la que me derritiera cada vez que me la brindaba, la que volvía su sonrisa pesada y sensual.

Asentí sin hablar. Sólo pude suspirar anticipando lo que él fuera a hacer.

—Entonces yo también quiero verte—

Alejé el móvil para que pudiera visualizar mi rostro y mi pecho, cumpliendo su pedido.

—Es lindo pero estoy en desventaja—

—¿Quieres que...?— Asintió — No me vas a estar grabando, ¿no? — Sentencié con una sonrisa juguetona, mordiéndome una uña.

—No...— Carcajeó por lo bajo — No te haría eso—

Apoyé el móvil a un costado, saliéndome de la cámara y me quité la remera de mi piyamas. Suspiré antes de tomarlo nuevamente, quería esto pero me ponía nerviosa. Nunca había hecho algo así, utilizando las redes.

Me recosté nuevamente acomodando mis cabellos como sabía que a él le gustaba y levanté el teléfono encuadrando mi rostro y mi cuerpo en la cámara.

—Hermosa...— Me dijo, sin sonrisa.

—Quiero verte otra vez...— Demandé.

Alejó la cámara y ante mí se desplegó su cuerpo nuevamente. Me mordí el labio inferior y no pude evitar acariciar mi piel con la mano libre, bajando desde mi cuello hasta el pecho, pasando suavemente sobre mi pezón los dedos.

—Eso es... sigue—

—Nunca hice esto...—Le dije con algo de inseguridad, pero no menos encendida. Quería esto.

—Pero sí te has tocado— Asentí sonrojándome— Es lo mismo, sólo que ahora yo voy a estar mirándote— Y su mirada se volvió extremadamente pesada. Estaba al borde.

Continué el recorrido de mi mano hasta el abdomen. Él podía apreciarlo pero sólo hasta ahí, más abajo ya salía del alcance de la cámara, pero bien podía observar mis reacciones ante lo que fueran a provocar mis dedos estimulándome.

Ahora mi mano se perdía debajo de mis pantalones, de mi ropa interior. Suspiré cuando comencé a acariciarme, inclinando mi rostro apenas hacia atrás, entrecerrando levemente los ojos.

—Hermosa...—

—Me gustaría que estuvieras aquí...— Le dije en un susurro mientras profundizaba mi toque.

—A mí también — Y ahora él perdía su mano más abajo del alcance de la cámara. — Pero no por eso no será bueno esto... —

Asentí mirándolo, comenzando a notar los cambios que el placer que se estaba brindando realizaba sobre su rostro. No creo que fuera consciente de lo atractivo que se volvía cuando iba descendiendo al goce a medida que más se estimulaba.

Como deseaba estar sobre él en ese momento, envolviéndolo entre mis piernas, provocándolo con mis movimientos. Como me gustaría reemplazar mis manos por las suyas, su mano por mi centro. Si tan solo me transformara en Ladybug en un par de saltos estaría colándome por su ventana para devorarlo...

Sacudí la cabeza para quitarme esa idea, se estaba volviendo demasiado tentadora y mi voluntad excitada podía rendirse a cualquier propuesta que me acercara a lo que anhelaba.

—Soy yo quien te toca, a través de tus dedos, soy yo quien siente tu piel...— ¡Mierda! Había leído lo que estaba pensando ¿Cómo lo hacía? — Eres suave ...eres hermosa...—

Gemí entre mis labios cerrados ante su voz y a lo que sus palabras me transportaron.

—Y ahora quiero entrar en ti...— Gemí más desvergonzadamente con la sugerencia.

Mi cuerpo se cargó de ansiedad por seguir con acciones sus palabras, otorgándole la voluntad de mis movimientos a su voz. Y allí, bajo el placer que aumentaba, deslicé más abajo mi mano para hundir un dedo en mi centro. No era la primera vez que me estimulaba así, pero sí frente a él, sí bajo su mando.

Mi espalda se arqueó ante el toque y no pude más que hundirme más profundo, más intenso.

—Adrien...— Se me escapó en medio de un suspiro, como si con esa simple palabra lo atara más a mí.

—No te detengas...hermosa— Su voz se escuchaba áspera, entrecortada, y no hizo más que provocarme aún más acrecentando las sensaciones que me recorrían.

—Déjame verte...— ni dudé, incliné más la cámara para que pudiera incluir mis caderas, para que pudiera apreciar como mi mano se movía debajo del pantalón del piyamas.

—Quítatelo — Me ordenó con su voz más grave.

Y yo obedecí, sin vergüenza, sin timidez. Dejé nuevamente el móvil al costado, no sin quejarme primero por tener que detenerme, estaba delicioso todo lo que estábamos haciendo.

En un movimiento me quité el pantalón y la ropa interior, acomodándome en mi posición anterior y reanudando lo que estaba haciendo.

—No sigas sin que te vea...—

Cierto. Tomé mi móvil e intenté que la cámara captara una visión más completa de mí, incluyendo las caderas. Él gimió ante la imagen, gimió casi gruñendo, como un animal. Dijo algo más, pero no le entendí. Enloquecí con su expresión, con sus quejas de placer y ya no pude ver más nada. Sólo me concentré en sentir y en imaginarlo dentro de mí, sobre mí.

Mis movimientos se hicieron más bruscos, más apretados, necesitaba sentir más. Sumé otro dedo a mi juego, para llenar más superficie dentro mío y se sintió simplemente magnífico. Pero así no podría llegar, necesitaba más, mi toque sabiéndolo del otro lado no se sentía suficiente.

Apoyé mi móvil sobre el pecho, apuntando la cámara al techo y sumé mi otra mano a la acción, estimulándome directamente. Oí su queja del otro lado, reclamando por la imagen.

—Lo siento...necesito...— Y no pude decir más. Él chilló y su voz destrozó la última barrera mental que me separaba de mi inminente orgasmo.

Creo que llegamos juntos al clímax, o casi juntos, no lo puedo precisar; sólo puedo hablar por lo que oí y fue su voz áspera gruñendo en el momento en que percibió mi explosión. Y yo, que voy a decir, nunca creí que un solitario sería tan rico.

Me tomé uno segundos luego de llegar, suspiré mientras limpiaba los dedos de mis manos frotándolos contra la piel de mi abdomen.

—Fue genial...— Le dije cuando logré tomar mi teléfono apuntando la cámara a mi rostro.

Él me sonrió, tenía sus ojos cerrados aún.

—Sí...algo mojado para mí...vas a tener que darme un...— Y se salió de la pantalla.

Yo simplemente reí, aún estaba agitada y extasiada.

Me acomodé sobre mi almohada de gato, desnuda, levemente transpirada y con mi rostro totalmente enrojecido. Y ahí caí en la cuenta de que hubiera pasado si esa mañana me hubiera encontrado con Adrien en el estudio.

Esto habría pasado.

¡Ay, Dios! Estaba condenada. Me sería difícil mantener mi cercanía con él sin desearlo, sin que alguno de sus juegos no provocara la misma reacción de querer besarlo y dejarle hacer conmigo lo que le viniera a la gana.

¿Él se sentiría igual? Parecía que sí, pero aún estaba ella en el medio aunque nunca la mencionara.

Y también estaba él...

Suspiré para quitarlos de mis pensamientos. Si esto era pasar el rato con él hasta que lo verdadero se nos concediera, debía reconocer que era espectacular. Y ese rato era ahora, y era mío, era nuestro.

—¿Sigues ahí?— Su voz me despabiló. Le sonreí asintiendo mientras me mordía el labio inferior.

¡A la mierda con ellos! ¡A la mierda con todos!

Esto era nuestro, fuera lo que fuera. Y hoy ya no tenía ganas de analizar nada. Se sentía genial, se sentía profundo y me gustaba. Y se estaba dando ahora, mañana ya vería que hacer.

Sólo debía recordar no descuidarme y no olvidar que él la amaba a ella.

Y yo a Chat.

Sólo eso. El resto, que fuera lo que fuera a ser.

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¿De verdad consideran que me creía lo que acababa de decir?

Bueno, en ese momento me auto convencí de que sí, que era la superada del mundo que se daba el gusto de aventurarse con su "mejor" y sexi amigo sin consecuencias.

¡Pobre de mí!

Pero bueno, dejemos que las cosas sigan su curso.

A ver qué hago con "pasar el rato".

Notas del autor

Buenas...aquí estamos otra vez y ¡más de 7.000 palabritas!

Sinceramente espero que no los desanimen lo largo de mis capítulos. Es un defecto mío que no puedo evitar...

Veremos como la siguen estos dos en el próximo capítulo. ¿Habrá reencuentro? ¿Y que pasará cuando se vean otra vez? Ay ay ay ay... algo me dice que la cosa se va a poner muy, pero muy caliente...

¡Nos vemos hasta la próxima! ¡Beso!

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