3
—Gracias... Gracias por ponerme esta bufanda —le confesó la chica azabache entre lágrimas pero con una sonrisa.
No era el mejor momento para decirle aquello, pero la terrible situación que estaban presenciando la había hecho pensar que ese podría ser el último.
—Te la pondré las veces que quieras —aseguró levantándose sin dejar de mirarla— Todas las veces que haga falta de aquí en adelante.
—¿Has visto mi bufanda? —preguntó nerviosa al castaño que se encontraba sentado leyendo algo.
Jean la observó con detenimiento un rato para después negar lentamente con la cabeza mientras la miraba. Mikasa jadeó agobiada.
—Llevo todo el día buscándola, pero no la encuentro. La dejé esta mañana en mi cuarto cuando fui a tomar un baño porque Armin me dijo que... —. Algún cable pareció conectar en su mente cuando sus labios pronunciaron el nombre del rubio.
¡Claro, Armin!
—Eh Mikasa, no creo que Armin la haya cogido —dijo al ver la reacción de la chica— ¿Para qué iba a quererla?
Aunque le dijese aquello podía notar que mentía, parecía inusualmente nervioso y además ella era consciente de que había intentado evitar hablarle durante todo el día.
—¡Armin! ¿Dónde estás? —comenzó a llamarlo mientras lo buscaba por todo el lugar.
—No creo que... —. Jean se había levantado tras ella al ver sus intenciones, pero el rubio apareció en su campo de visión antes de que pudiese decir nada para intentar convencerla de que la habría perdido o dejado en otro sitio.
—¿Qué pasa? —le preguntó con tranquilidad.
—Dame mi bufanda —ordenó ella seria.
—No sé de que me hablas.
—Armin —repitió. No tenía ninguna gana de bromas—. La bufanda.
Este soltó un suspiro rendido.
—No la tengo, la he tirado.
—¡¿Que la has qué?!
—Tirado. En realidad quise quemarla, pero Connie y Jean no me dejaron.
—¿Por qué has hecho eso? —le cuestionó entonces agobiada. Podía sentir como algo más se rompía en su interior; como si le hubiesen arrancado una parte de ella. Y es que esa bufanda lo era casi todo para Mikasa— ¿Dónde la has tirado?
—No voy a dejar que vuelvas a por ella Mikasa. Te compraremos otra si quieres, pero deja ya esa vieja bufanda, no merece que la lleves.
Y no lo merecía.
—Es mi bufanda Armin, y tú no eres quién para decidir si quitármela o no.
—Yo pienso igual que él —apoyó Jean—. Cuantas más cosas suyas tengas más te costará olvidarte de él. Sé que es difícil, a mí también me cuesta creerlo, quería pensar que lo hacía por alguna razón pero... Eren ha cambiado, Mikasa. Ya no es el mismo de antes y aunque nos duela tenemos que aceptarlo. Es una tontería seguir aferrándote a los buenos recuerdos si estos solo te van a hacer sufrir.
Pero ahí estaba el problema, que ella no quería olvidarlo.
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