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Capítulo 4 • Abusos (II)

Poco después, enseguida escuché la puerta.

King volvía del laboratorio y traía consigo los analgésicos, un maletín con instrumentos médicos (pinzas, vendas...) y una jeringuilla lista para ser usada.

- Perdona Rose, espero no haberte hecho esperar mucho -se disculpó- No te preocupes que en seguida volverás a estar como si no te hubiera pasado nada -se excusó mientras iba sacando el material que necesitaba para curarme.

Yo me encontraba mejor. La comida me había sentado muy bien. Incluso, me veía capaz de poder hablar o expresar alguna cosa.

- ¡Anda! Veo que te lo has podido comer todo. Muy bien Rose, así me gusta. Tienes que seguir comiendo mucho y recuperarte -manifestó King, mostrando una gran alegría pese a su cara inexpresiva.

- ¿Y eso por qué? -le dije con una voz desafiante, mirándole con odio.

- Bueno, si vas a ser madre tendrás que estar en condiciones óptimas para dar a luz, ¿no? -me respondió King.

- ¿Cómo? No es posible que esté embarazada, tú nunca... Además, todavía no sabemos demasiado sobre mi enfermedad. Es posible que no me permita tener hijos -le respondí incrédula ante el disparate que acababa de decir.

- Pequeña, ¿acaso no recuerdas nada de lo ocurrido con Aaron? -insistió King, mientras me pinchaba el analgésico y procedía a reconstruirme la mano.

- Os recuerdo arrancándome la piel en la habitación cada vez que me hacíais una pregunta y no la respondía. Decíais que la necesitábais para comprobar algo y que si yo no os ayudaba a resolver el misterio de mi enfermedad lo resolveríais vosotros con lo que quedara de mí -dije en voz baja y con un tono quebradizo.

- Puede ser... -respondió serio, concentrado en mi herida.

- Recuerdo también que Harrison entró contigo en la habitación. Me golpeó en el costado con su maza porque me resistía a irme con vosotros y tú le gritaste muy enfadado por eso. Teníais prisa por llevarme a ver a Aaron, quien había hecho una improvisada visita.

Ante tales circunstancias, Harrison no te dijo nada por elevarle la voz. Después, en algún momento caí inconsciente, recobrando la consciencia poco después, en una de las mesas de operaciones de tu laboratorio -le respondí a King obedientemente bajo la esperanza de que él cubriera los huecos de información que todavía faltaban en mi mente.

Sin embargo, mi actitud seguía siendo muy hostil

- ¿Hay algo más que deba saber? -le pregunté de nuevo, desafiante.

- Bueno, teniendo en cuenta que eres mi paciente y que soy yo quien te tengo a mi cargo, creo que a Aaron no le importará que te recuerde qué pasó después de que se te llevara a mi laboratorio -comentó mientras terminaba de curarme.

- King, de verdad que no te entiendo, ¿por qué destrozas mi mano y después quieres ayudarme? -le pregunté triste, con los ojos vidriosos y mis piernas recogidas sobre mi estómago.

- Bueno, es que yo no quiero hacerte daño en realidad, soy médico, no me gusta que la gente sufra y ponga en riesgo su salud -añadió un tanto triste, como si se arrepintiese de estar haciendo aquello- Simplemente cumplo con mi trabajo, pero a veces me lo pones muy difícil -me explicó.

- Pues déjalo -le recriminé verdaderamente cabreada.

- Se lo debo a Aaron... pero eso es otra historia -me confesó compungido- Aunque eso no cambia la gran atracción y admiración que siento por ti desde el día que nos vimos en Carlisle -advirtió también- No puedo evitarlo. Me acuerdo perfectamente del traje que llevabas ese día, ibas vestida con unas apretadas mayas negras de cuero y una camisa a juego, dejando que tu larga y sedosa melena negra cayera sobre tu espalda. Además, tu habilidad con las pistolas... Era simplemente increíble. Me dejaste francamente impresionado -me confesó con unos ojos resplandecientes- Desde entonces, en lo único en lo que he pensado es en hacerte mía.

Acto seguido, empezó a abrir las piernas que de una manera intuitiva e inconsciente había replegado.

- King, por favor, para... -le supliqué entre gemidos.

Él había empezado a rozar sus dedos sobre mi pantalón.

- Esta vez voy a hacer que disfrutes... -me dijo mientras me quitaba el pantalón e introducía sus dedos.

- King, por favor... -cerré los ojos mientras le suplicaba que parara.

- Rose, mira lo mojada que estás. Te gusta, ¿verdad? Dime que te gusta -me decía también él, jadeante.

- ¡No! Dé, ja... -intenté responderle, pero enseguida me besó en la boca e impidió que terminara mi frase. Después me miró a los ojos y me advirtió que no pararía hasta que no lo disfrutara.

Al poco, giró mi cuerpo, las cadenas se voltearon y resonaron en el suelo, me cogió con cuidado para no hacerme daño en la mano, me colocó a cuatro contra la pared y poco a poco fue introduciéndose dentro de mí. Fue entonces cuando supe que haría conmigo todo lo que quisiera.

- Bueno Rose, recuerdas que te había prometido contarte lo que ocurrió con Aaron, ¿no? Pues, parece ser que Aaron ha descubierto que las personas como tú sí sois capaces de dar a luz y cree que si tienes un hijo no permitirás que le haga daño, aun teniendo que darle las fórmulas a cambio -siguió explicándome aquello que había olvidado mientras introducía su pene dentro de mí, al mismo tiempo en que apretaba mis pechos bruscamente contra la pared.

- Aah... -no podía articular palabra, tenía sentimientos encontrados sobre el placer y la repugnancia que me hacía sentir aquella humillación.

- Así, así, gime para mí Rose... -me susurró King prácticamente fuera de sí, al tiempo en que giraba de nuevo las cadenas con tal de colocarme frente a él con los brazos bien sujetos.

Y así, sentada y con mis brazos aprisionados por las cadenas, empezó a lamerme.

- King... no me hagas esto... porfa... -acalorada y jadeante, le supliqué que parase, pero antes de poder terminar introdujo su lengua dentro de mí.

- Como decía... -añadió King, limpiándose la cara, quitándose la camiseta sudada y dejando su pecho al descubierto mientras me miraba acalorado.

- Por el motivo del embarazo llevamos semanas suministrándote hormonas, de tal forma que sea mucho más sencillo que te quedes embarazada. Y es por eso que Aaron nos ha pedido que antes del plazo de dos días logremos que dicho embarazo se cumpla -continuó King cada vez más agitado mientras introducía su pene una y otra vez, hasta que finalmente, por primera vez desde que nos conocíamos, se corrió dentro.

Al terminar, King me cogió de nuevo, ésta vez en brazos, y me recostó sobre la pared. Me colocó la ropa, dado que yo estaba claramente incapacitada para hacerlo, y me besó en la frente a modo de despedida, pidiéndome que descansara y advirtiéndome de que en cuanto estuviera listo volvería a comprobar cómo estaba la herida, con tal de cerciorarse de que tanto mi estado de salud como mi embarazo seguían adelante.

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