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Capítulo 2 • Recuerdos (II)


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Segunda apertura

Primera realidad · Año 2059 · 15 de Octubre · Inglaterra ·

Un hombre sabio me dijo una vez que el recuerdo es la mayor tortura y el mayor regalo que la naturaleza ha hecho al ser humano. Al fin y al cabo, el cuerpo humano es capaz de recordar gran parte de la forma en la que ha sido tocado. En mi caso, aún recuerdo cada golpe, cada abrazo, cada beso, cada caricia o puñetazo. Mi mente recuerda lo bueno y trata de olvidar lo malo, aunque siempre queda algo. Es por ese motivo que antes de dejarme llevar por la desesperanza y la tristeza, he decidido dedicar mis últimos esfuerzos a contar la historia sobre cómo se desmoronó mi mundo.

Con tal fin, no puedo saber con certeza si este libro llegará a alguien o no, ni si existirá algún otro mimético vivo con el que poder abrirlo de nuevo una vez lo selle, pero confiaré en los deseos y predicciones del libro y trataré de comunicar toda la información que esté en mi mano al siguiente elegido.

De tal modo, en el caso de ser encontrado por alguien que desee ayudarnos, he de advertirle que es de vital importancia mantenerlo a salvo, pues en sus páginas escondo la única forma de salvar nuestro mundo, o de intentarlo al menos.

No olvido tampoco que todo esto se verá influido por Nathan, Odette y Gérard. Pero la solución definitiva sólo puede hallarla aquél que logre abrir el diario y esté destinado a encontrarla a través de sus páginas. También existe la posibilidad de que caiga en malas manos, no obstante, para entonces el mundo ya habrá sucumbido y su escritura habrá perdido todo sentido.

Nos encontramos pues en el año 2059, veinte años después desde la primera vez que escribí en este diario. Han pasado casi tres años desde que mis amigos y yo perdimos la batalla de Carlisle y fui encarcelada en el castillo de Carisbrooke de la isla de Wight, territorio perteneciente a la rebautizada tierra de "Nueva Inglaterra", que ahora integra también las islas de Escocia e Irlanda bajo la bandera de una misma nación.

Carisbrooke es una antigua fortaleza de piedra, actualmente utilizada como prisión de alta seguridad por parte del gobierno anglosajón.

En dicho lugar nos encontramos recluidos los criminales de mayor riesgo para la seguridad internacional, sometidos a torturas e interrogatorios continuos en relación al misterio que encierra un conjunto de fórmulas químicas que hace décadas pudieron ser desarrolladas pero que rápidamente fueron ocultadas, de tal forma que hasta el momento y tras largos años de búsqueda, todavía no han podido ser halladas.

Así pues, en una realidad como esta, en donde la desinformación está a la orden del día y la población vive alejada de la política, inmersa en un ambiente de guerra inminente, sin hacer preguntas que pudieran resultar incriminatorias sobre la batalla de Carlisle, el incidente de Eskdale y las consecuentes acusaciones que mis compañeros y yo hicimos al presidente, nos pusimos en el punto de mira.

Teniendo esto en cuenta, considero fundamental dejar por escrito también aquellos secretos de Estado que tratamos de desvelar en su momento, por los que fuimos inculpados de calumniar y atentar contra el gobierno inglés, siendo nuestro pequeño grupo de investigación desmantelado, perseguido y derrotado.

De hecho, si no recuerdo mal, puesto que ha pasado mucho tiempo desde que nos separamos durante la emboscada del gobierno, la batalla que libramos siete años atrás concluyó con dos bajas entre nosotros, dos personas desaparecidas y otras tres capturadas, de entre las cuales, Sirhan y yo nos encontramos prisioneros en la fortaleza que las SSF (Secret Security Force) guardan.

Las SSF son un grupo militar alto secreto, encargado en principio de velar por la seguridad del país y su población, a través del custodio de los más peligrosos criminales, pero realmente destinado a cuidar y proteger los intereses, objetivos y ambiciones propias del líder del país.

Tal grupo militar se encuentra liderado por el comandante Harrison, un hombre robusto pero bien vestido, con una altura cercana a los dos metros, espalda ancha, cabeza rapada, perforaciones en las orejas y gruesos labios que siempre mostraba sosteniendo algún puro con el que dejaba marcas a algunos presos.

No obstante, lo verdaderamente aterrador del comandante, a quien sus compañeros apodan "Sangre fría", es su costumbre de generar un dolor insoportable a los presos como forma de obtener placer, pues lo cierto es que el sufrimiento ajeno no sólo es su trabajo, es más bien su pasatiempo.

De tal modo, después de varios años estando aquí encerrada, desde la pequeña ventana que se abre paso entre el muro de la torre en cuyo interior me encuentro encadenada he podido descubrir información muy valiosa sobre las SSF, sus miembros y sus objetivos. Una información que a continuación revelaré, dado que al no saber si tendré la oportunidad de contarla por mí misma, considero que escribirla es el medio más óptimo y seguro para poder transmitirla.

Así pues, en lo relativo al comandante de las SSF, sé que Benton Harrison domina la lucha cuerpo a cuerpo, pero que suele emplear una gran maza recubierta de pinchos metálicos para torturar a los cautivos. De hecho, recuerdo ver al comandante en la batalla de Carlisle portando su maza habitual. Junto a él, recuerdo también haber visto a los otros dos altos mandos que actualmente custodian la prisión de Carisbrooke, el capitán Cormac King y el teniente Yona Davis.

De Yona Davis únicamente sé que es un hombre que ronda mi edad, en torno a los 30 años, de aspecto gentil. Es un joven delgado, pero con el cuerpo trabajado y dos largas trenzas rubio ceniza que deja caer sobre su torso desnudo. No obstante, lo que sí llevaba siempre eran los pantalones azul marino propios del uniforme, en los que llevaba atadas una espada enfundada y las llaves de la prisión.

Cormac King, por su parte, era mi guardia personal, siempre próximo a la puerta de la torre, se encargaba de alimentarme, interrogarme, torturarme y violarme. En el caso de mi compañero de laboratorio, Sirhan Alaoui, era Yona quien se encargaba de propiciarle todos estos cuidados.

Cormac King tampoco era demasiado mayor, no sabría decir tan bien su edad como en el caso de Davis porque era mucho más serio y las gafas que llevaba le hacían parecer más mayor. King presentaba facciones delicadas, cubiertas por pequeñas arrugas en los extremos de los ojos y en la frente, quizá porque la seriedad que siempre tenía mantenía su rostro rígido. Tenía también una estatura media, con un cuerpo esbelto, un torso cubierto por pelo oscuro, como el tono de su cabello, y una gran cicatriz que cubría la mayor parte de su antebrazo.

Además, solía llevar únicamente la camisa inferior del traje oficial, prescindiendo de la chaqueta de color azul marino, muy posiblemente porque le resultaría más cómodo de esta manera soportar sobre su espalda el rifle que siempre llevaba consigo. Asimismo, la mayor parte del tiempo King leía libros o el periódico en papel, pues parecía tener mucho interés en mantenerse informado sobre lo que sucedía fuera del castillo pese a que la tecnología, en su pretensión de mantener la cárcel oculta a toda costa, estaba prohibida.

King estaba a cargo de la vigilancia externa del castillo, el control de la muralla, la torre en la que me mantenía cautiva y la entrada principal; era también quien solía recibir a los altos mandos que en contadas ocasiones visitaban la prisión a modo de control o las visitas que de vez en cuando a Aaron y su comitiva de científicos les daba por hacer. Por su parte, Yona era quien dirigía la sala de vigilancia en el interior, donde un gran número de soldados controlaban a través de las cámaras que se encontraban repartidas por toda la fortaleza, las acciones que los presos llevaban a cabo durante las veinticuatro horas del día.

Aunque había una excepción, la sala de torturas no contaba con cámaras. En ella, Harrison se encargaba de torturar y castigar a los presos a los que quería sonsacarles algún tipo de información, o a aquellos que no cumplían con las órdenes o intentaban escapar. Algunas, no obstante, como decía, las ponía en práctica sólo por diversión.

Bien, ahora que sabes el grado de vigilancia al que me encuentro sometida, supongo que te habrás preguntado cómo puedo escribir en un diario sin que nadie logre darse cuenta... Pues verás, lo cierto es que es una larga historia, pero trataré de resumirla.

Lo fundamental que debes saber, teniendo en cuenta que muy pronto Cormac King vendrá a por mí y que no puedo demorarme demasiado en lo que voy a contarte, más aún cuando no tengo la certeza de si podré volver a escribir en él, es el hecho de que este libro que estás leyendo tiene vida. Concretamente, su alma es la mía. Un alma envuelta en una quebradiza y húmeda corteza de respiración vibrante que, de acuerdo a las investigaciones que mis compañeros y yo hicimos sobre la enfermedad arbórea, constituye uno de los susurros de los que hablan algunas leyendas.

Dichas leyendas, procedentes de las más profundas tierras de Norteamérica, hablan de la existencia de cinco materias singulares a las que llaman "susurros". Sobre ellos fue derramada sangre de los bosques sagrados cuyo espíritu les infundió habilidades prodigiosas.

Así pues, este libro es uno de esos objetos. Con él, el espíritu del bosque de Quebec decidió fusionarse, otorgándole un alma, y de este modo, la capacidad para escribirse a sí mismo.

El libro puede pues, transcribir todo aquello que escucha tener lugar en su presencia. Aunque en mi caso funciona de manera distinta, yendo mucho más allá de una transcripción literal de una narración directa o una conversación distante, pues el libro es capaz de transcribir mis pensamientos.

Por otro lado, en cuanto a la forma en la que durante años he escondido este libro de cualquiera que pudiera hacerle daño... Parece ser que tendré que dejar su explicación para otro momento, pues estoy oyendo pasos de King, que parece estar a pocos minutos de entrar en la habitación en busca de esas respuestas que jamás obtendrá de mí.

Por ahora, dadas las circunstancias y comprendiendo que mi tiempo de vida se está apagando con mayor rapidez de la que querría, sólo espero que este diario sea encomendado a alguien de confianza antes de que sea tarde, de tal forma que todavía estemos a tiempo de cambiar el curso de los acontecimientos.

En tal hipotético caso, ¿podrá lograrlo Nathan? ¿serás tú quién está destinado a descubrir el secreto que tantos años hemos protegido? O, por el contrario, ¿serás quién lo destruya definitivamente? Al final, sólo conociendo la verdad podrás ser capaz de hacer tu elección. Tu intervención es pues de vital importancia para el futuro del mundo. Al fin y al cabo, ¿qué seríamos nosotros sin el mundo?

Yo creo que el mundo es un lugar extraño. Está lleno de magia y a su vez, el dolor nos inunda y muchas veces no nos deja ver la belleza que alberga. Creo que podría ser catalogado como una contradicción, puede que como una contradicción bonita, incluso hermosa. Podría decirse del mismo modo que a día de hoy mi mente es una contradicción sin precedentes. Intento contar mi historia, una historia cualquiera, de alguien cualquiera, en un lugar remoto de la Inglaterra del siglo XXI, pero aún así creo que es lo suficientemente inaudita para ser contada.

Aunque, no me hagas mucho caso, al final, mi mente hace tiempo que dejó de pensar con claridad.

Ahora mismo únicamente puedo centrarme en mi brazo desangrándose, cuya herida trato de presionar mientras King continúa arrancándome parte del felema, mientras este tejido vegetal muerto trata de regenerarse sin llegar a lograrlo por el hecho de estar quitándome encarecidamente una capa tras otra sin descanso, acercándose cada vez más al felógeno de mis tejidos interiores.

No obstante, pese a ello, seguiré tratando de mantenerme con vida, dado que este libro y la esperanza de poder entregárselo a Nathan antes de que mi cuerpo desfallezca desangrado o por inanición, es lo que me da la fuerza con la que poder cumplir la promesa que hace tanto tiempo nos hicimos.

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