Capítulo 18 • Batallas (II)
Al terminar, nos miramos a los ojos.
Nuestros cuerpos habían cambiado, pero nada había cambiado.
Y así, mientras le miraba, no pude contener mis lágrimas.
En ese momento, Nathan, con un cuerpo mucho más grande y fornido del delgado joven que recordaba, me envolvió en profundo abrazo que me transportó a aquellas noches en el bosque en las que veíamos las estrellas acurrucados, pensando en un futuro juntos.
- Vaya... no me creo que estés aquí -le dije con una voz dulce, mucho más delicada de la que solía tener, todavía sin ser capaz de asimilar lo que estaba sucediendo.
- Te dije que vendría -me respondió él, abrazándome todavía más fuerte.
- En realidad, no lo dudé ni por un segundo -le contesté mientras miraba sus vigorosos ojos verdes y envolvía mis brazos en su cuello.
- Pero baja la voz, que Cormac debe estar en el interior de la torre, vigilando la puerta -le advertí susurrando.
- Entendido, pero tenemos que salir de aquí. He subido con una cuerda diseñada por Gérard. Él y Odette nos han despejado el camino en todo el rango que bordea a esta torre. Ahora mismo deberíamos tener a nuestros hombres bajo, defendiendo la posición y tratando de avanzar por el interior de la torre -me advirtió Nathan tras besar mi frente y apartarse para romper mis cadenas con el hacha que llevaba a su espalda.
- Pero, ¿pretendes que baje por ahí? -le respondí preocupada.
- Lo pretendía al menos. Pero ciertamente, el embarazo lo dificulta -me dijo un poco entre risas.
- Yo no le veo la gracia -le contesté bastante borde y le miré mal.
- Pues, ¡qué remedio! Habrá que bajar por las escaleras y verle el careto al risueño de King -exclamó Nathan en clave irónica y todavía un poco chistoso.
- Pero, Nathan, yo no sé si puedo luchar así. Estoy de siete meses -le dije un poco asustada, sobre todo por el bebé.
- No te preocupes, no es como aquella vez. Hoy sólo tenemos que escapar -me recordó amargamente mientras bordeaba mi cuello para abrazarme de nuevo.
- Y anda, ven, deja que te ponga mi chaqueta, que debes estar helada con ese fino pijama que me llevas -me pidió mientras me colocaba su chaqueta por encima.
- Ni que hubiera estado aquí de vacaciones -me quejé con una sonrisa, casi a punto de reírme.
- Y en cuanto a lo del plan... ¿cómo lo haremos? -le pregunté ya decidida, dejando atrás cualquier atisbo de miedo.
- Vale, bien. Te explico. Como te he dicho, en el área inferior a la torre debe de estar un grupo de sicarios que contratamos para que se encargara de los soldados rasos. Por su parte, Odette debería estar haciendo de cebo en la zona de la granja que se encuentra próxima a la torre, empleando su fusil para disparar a los ventanales del castillo que dan al Gran Salón y de este modo preocupar a Aaron, haciéndole sacar de allí a una buena parte de las SSF -me explicó.
- Mientras tanto, yo debía venir a por ti y Gérard debía entrar en el castillo vestido con la ropa de uno de los guardias que vigilaban la entrada, con la misión de encontrar la sala en la que estuviera encerrado Sirhan. Una vez te encontrase, nuestra misión era acudir a ayudar a Odette antes de que los guardias estuvieran demasiado cerca de ella -concluyó.
- Vale amor, pero Sirhan no está en condiciones de salir del castillo por su cuenta. De hecho, la verdad es que no sé ni si seguirá vivo. La última vez que le vi era una sombra de lo que era. Su oscura piel de corteza se caía a trozos desde su cuello hasta el pecho, y esas ramificaciones que llevaba siempre a modo de rastas, se habían caído en su práctica totalidad. Únicamente siguieron formando parte de él las motas de savia dorada que bordeaban sus mejillas, aunque más que mejillas eran huesos lo que tenía -le dije mientras se me partía el alma.
- Bueno, en ese caso, será Gérard quien deberá ocuparse de él y sacarlo como sea -reflexionó serio.
- Amor, de verdad que fue horrible verle en ese estado, ¡hasta tuvieron que llevarle en silla de ruedas...! -insistí en la necesidad de advertir a Gérard.
- Si dejamos más tiempo a Odette sola es probable que muera -manifestó apenado al no poder hacer nada más por él.
- Pero Nathan, Sirhan es el padre de mi hijo... no podemos dejar su vida a manos de la suerte... yo nunca me lo perdonaría... -le increpé desesperada, tirando inconscientemente de su chaqueta con una mano, mientras sostenía mi barriga con fuerza con la otra.
- ¿Sirhan es el padre? -preguntó extrañado.
- Sí... Aaron y sus experimentos. Es muy largo de contar, luego te lo explico -le declaré exhausta.
- En ese caso... puedo entender que puedas sentirte así mi vida, pero Ro, de verdad que no hay forma alguna en la que podamos ayudarle -añadió entristecido, con una voz tierna y comprensiva.
- Si no, ¿qué quieres? ¿qué nos metamos en el castillo y nos acribillen a todos? Tenemos que ser realistas, ahora mismo sólo puedes cuidar de ti misma. Así que, por favor, confía en Gérard, tengo por seguro que él conseguirá sacarle de allí -aseveró firmemente a continuación, al mismo tiempo en que intentaba tranquilizarme.
Pero no, no lograba tranquilizarme.
Me estaba sintiendo profundamente responsable de lo que pudiera pasarle a Sirhan. No podíamos abandonarle de nuevo, no en ese estado. Además, le necesitábamos para poder denunciar oficialmente los crímenes de Aaron y sus experimentos humanos. Pues él y yo éramos los únicos humanos mimetizados que habían logrado sobrevivir.
No podía dejarme sola. No ahora que íbamos a tener una criatura.
Y entonces, de repente, empecé a sentir que me faltaba el aire. No podía respirar.
De pronto, un pinchazo intenso me llevó a arrodillarme.
Me cogí fuertemente de la barriga, pero para cuando pudimos reaccionar, el suelo estaba lleno de líquido amniótico y la huida había dejado de ser factible tal como había sido prevista.
- ¿Te encuentras bien? -me preguntó preocupado, mientras trataba de ayudarme a levantarme.
- Sí, pero creo que he roto aguas, necesito que vayamos a algún lugar donde pueda dar a luz... -le manifesté, con la cabeza fría.
- Si pudiéramos entrar en el castillo... el laboratorio sería la mejor opción... si no, también podemos ir a los establos, cerca de donde debe estar Odette -le comuniqué en seguida, pensando en todas las posibles opciones.
- Ambas son muy malas opciones -declaró Nathan.
- ¿Crees poder hacerlo en los establos? -me preguntó indeciso.
- Lo intentaré -afirmé convencida, tratando de mantener la compostura.
- Bien pues, ¡vamos allá! Cuando bajemos por las escaleras ya se darán cuenta los demás del cambio de plan -vociferó enérgico mientras rompía el mango de la puerta con su hacha y me cogía de la mano, preparado para sacarme de allí y hacerme verdaderamente libre.
Fue poco después cuando al bajar por la escalera nos encontramos con una gran cantidad de cadáveres y a Cormac disparando a todos los soldados que entraban por la puerta, situado sobre muchos de ellos, con los que su uniforme se había llenado de sangre.
- Os estaba esperando -afirmó Cormac volteándose hacia nosotros mientras se limpiaba las gafas de la sangre que le había salpicado.
- King... no has cambiado nada... ¿es que acaso estar aquí encerrado te conserva bien el cutis? -con una sonrisa pícara entre los dientes, fueron las primeras palabras que Nathan le dijo desde la batalla de Carlisle.
- Cuando te mate no bromearás tanto -afirmó Cormac, apuntándole con su rifle.
- No si yo lo hago antes -añadió Nathan dejándose llevar por la provocación y la intensidad del momento, apuntándole también con su arco.
- ¡Ah!... -grité de dolor al tiempo en el que contraía mi cara para soportarlo y me sujetaba en la pared de la torre.
- ¡¡Rose!! -gritaron ambos al unísono.
- ¿Qué le ocurre? -le preguntó Cormac a Nathan con preocupación, pero sin bajar la guardia en ningún momento.
- No es asunto tuyo -contestó Nathan secamente, colocándose justo delante de mí.
- Cormac, he roto aguas. Necesitamos salir de aquí lo antes posible -le manifesté angustiada.
- ¿¿Tan pronto?? -señaló Cormac alterado después de matar al nuevo sicario que acababa de entrar por la puerta.
- No sé, creo que antes me he alterado y... parece ser que sí -le respondí como si nada, como si siguiéramos en medio del desayuno de por la mañana.
- Un momento, un momento, ¿qué está pasando aquí? -agregó Nathan bastante molesto.
- Amor, también es una larga historia, luego te lo explico todo -añadí incómoda.
- En ese caso déjame que te lleve con Blanche, es obstetra, sabrá qué hacer -sugirió Cormac mientras bajaba el arma y se aproximaba a nosotros.
- De eso ni hablar -advirtió Nathan alterado y confundido, apuntándole todavía.
- Cariño, no te preocupes, confío en él -comenté desesperada.
- Pero yo no confío en él. Si quiere ayudarnos tendrá que venir con nosotros primero -manifestó receloso.
- Ha sido un buen amigo durante estos últimos años. Si me voy con él, estaré bien, no te preocupes -le intenté tranquilizar.
- ¡Que no, Rose! ¡Él es uno de los culpables de que estés aquí! ¿No lo entiendes? -me reprochó desquiciado.
- ¡Pero él es diferente conmigo! -le recriminé.
- ¿Diferente cómo, Rose? -me preguntó dolido. No entendía la enorme cercanía que había entre nosotros.
- No tenemos tiempo para ésto. Acepto ayudarte en lo que sea que tengáis que hacer durante una hora. Después me llevaré a Rose al laboratorio médico, con tu aprobación o sin ella -le advirtió Cormac, desafiante.
- ¡De eso nada! -exclamó Nathan, reacio.
- Hace un momento estabas dispuesto a matarnos... no pienso dejarte a solas con ella -le advirtió hostil, nuevamente.
- ¿Pero no ves que lo que quieres hacer no tiene sentido? ¿Qué quieres? ¿Suicidaros? Porque si la llevas contigo, lo más seguro es que alguien le hiera o la mate, ¿en serio eres tan estúpido como para no darte de cuenta de que la mejor forma de que Rose sobreviva es que se venga conmigo?, ¿o tus celos son lo único que te mueve? -le recriminó Cormac con desdén.
- Francamente, nadie sabe que quiero ayudaros, así que, yo podría llevar a Rose al laboratorio, tal como había acordado con Blanche, y nadie sospecharía nada. En cambio, si vas tú, ten por seguro que os matarán a ambos, y si ni siquiera la llevas con Blanche, no creo que pueda sobrevivir -le manifestó receloso.
- Bueno, chicos, gracias por preocuparos por mí, pero aquí nadie va a decidir nada sobre cómo voy a parir -di fin a la discusión.
- ¿Qué quieres hacer entonces? -me preguntó Nathan, más abierto a sugerencias.
- Cormac, creo que tienes razón, pero Nathan tampoco se equivoca, puesto que no podemos dejar a nuestra amiga sola -añadí pensativa, tratando de conciliar a ambas partes.
- Así que, yo abogo por que vayamos hasta su posición, le ayudemos hasta que no podamos más y después nos vayamos nosotros al laboratorio mientras ellos se quedan allí guardándose las espaldas -añadí decidida, tratando de ser lo más práctica posible.
- Rose, lo que tú quieras, se bien que contradirte no es una opción, así que optaré por acompañarte pese a que crea que vas a cometer un grave y peligroso error -declaró Cormac con total desaprobación, mientras asumía que iba a acompañarnos a lo que él consideraba un suicidio.
Así pues, una vez concordes, salimos de la torre. Y allí pude respirar al fin sintiéndome libre.
* * *
Aviso especial 🌸☕️🪔
En esta cuenta de Instagram @losguardianesdeltiemposaga subiré imágenes de la obra (diseños conceptuales de los personajes y paisajes que aparecen) con un trocito extra de información durante la semana.
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