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Capítulo 13 • Reencuentros (III)


- Así es. Tu madre y yo decidimos comprar una casa en Canadá para poder cuidar de ti, y aunque durante el período lectivo teníamos que volver a nuestra casa de Francia para que pudieras estudiar de la forma más normal posible, siempre tratamos de evitar que tuvieras un gran contacto social, sobre todo en verano, cuando era más fácil que esta situación se pudiese dar -explicó Aaron con cierta calidez en sus palabras.

- Pero nada de eso explica por qué desapareciste -le recriminé un tanto impaciente.

- Tiempo al tiempo. Eso explica una parte. Pero hay más -me recriminó con calma, mostrando una gran confianza en lo que decía.

- Con el paso de los años y una nueva criatura recién nacida, tu hermana Blanche, el estrés, las obligaciones y las numerosas preocupaciones que teníamos tu madre y yo empezaron a distanciarnos, hasta que finalmente olvidamos la razón por la que seguíamos juntos -me explicó con total naturalidad, mientras continuaba fumando.

- Dos años después decidimos separarnos -concluyó serio.

- Sí, sabía que mamá estaba divorciada. Pero no sabía el porqué -le comenté también, mostrándome vulnerable.

- Yo creo que esa fue la principal razón. No obstante, que quisiera separarme de ella no quiere decir que también lo quisiera hacer de ti y de tu hermana, que era lo que tu madre quería. Fue entonces cuando decidí llevarte conmigo al laboratorio que años atrás había construido para poder investigar tu enfermedad y poder controlarla, eliminándola totalmente de tu cuerpo. Aunque eso únicamente lo hice con la intención de mantenerte cerca de mí y de poder curarte. Por eso te llevé a un lugar donde nadie pudiera encontrarnos, puesto que nadie debía impedirme que pudiera curarte. Y es por ese motivo que el paradero de mi laboratorio no lo conocía nadie más que los tres compañeros que habían accedido a ayudarme con la investigación, pese a que ésta continuaba siendo ilegal -se exculpó así, mostrando con gran teatralidad en sus gestos.

- ¿Y por ese motivo me secuestraste durante años? -le pregunté altamente ofendida.

- ¿Secuestrarte? ¿Acaso tu madre secuestró a tu hermana por quedarse con ella? Yo sólo te llevé conmigo a un lugar seguro en donde poder protegerte -trató así de justificar sus actos, victimizándose.

- Entonces, ¿por qué te fuiste y me dejaste sola en el bosque? ¿no ibas a protegerme? Recuerdo que unos hombres, probablemente policías, me recogieron entre la inmensidad de Quebec. Pero no recuerdo el porqué ni el cómo acabé allí -le pregunté resentida, tratando de terminar de entender aquel rompecabezas.

- Como te he dicho, la investigación que estaba llevando a cabo era ilegal. De modo que tu madre me acusó de secuestro a las autoridades francesas. Como consecuencia, la policía francesa y canadiense empezaron a buscarnos encarecidamente y aunque tardaron varios años en encontrarnos, finalmente dieron con el laboratorio. Sobre todo, tras uno de los pequeños incidentes que tuvimos. La explosión de una de las máquinas -me explicó con gran indignación, elevando sus brazos y llenando de humo todo el ambiente.

- Sí... es verdad... recuerdo la explosión... -comenté confusa, empezando a creerme aquella versión.

- Fue entonces cuando llegaron al laboratorio y tuve que volar todo por los aires, para protegernos, llevándote conmigo lo más lejos que pude, dentro del bosque. Pero hubo un momento en el que durante la persecución acabé perdiéndote de vista. No sé cómo. De manera que tuve que marcharme yo sólo y buscar algún país en donde no estuviera en búsqueda y captura por secuestro y por llevar a cabo actividades ilegales, tal como ocurría en territorio francés o canadiense -me explicó compungido, con una expresión de profunda tristeza y arrepentimiento. Como si creyera no haber tenido otra opción.

- Vale. Pero entonces, ¿venir aquí no te pone en riesgo? -le pregunté un poco desconfiada.

- Sí, así es. Pero el riesgo vale la pena si es por un buen motivo -me declaró él, esta vez, con unos ojos que mostraban una gran ambición.

- Y ese motivo es... -pregunté indirectamente.

- ¡Que eres genetista! -gritó entusiasmado.

- Te necesito para que me ayudes a terminar el proyecto que inicié hace años. Sólo tú, una mimética, serías capaz de comprender en su totalidad cómo se produce la metamorfosis y en consecuencia, cómo revertirla. Además, tengo la sensación de que tus objetivos y los míos no van tan desencaminados -exclamó eufórico.

- Por otro lado, como puedes imaginarte, no puedo trabajar en mis laboratorios franceses, en donde se encuentra la mayoría de pruebas desde el accidente. Por eso quiero que rehabilites aquel laboratorio en el que ocurrió la catástrofe, que tomes todas las muestras que necesites y que averigües cómo se produjo exactamente ese proceso de mímesis. Con tal fin, necesito que registres todos los experimentos, fórmulas y conclusiones que saques junto a un equipo que deberás formar, como máximo de cinco personas, dado que sigue siendo una investigación ilegal y esta vez no puede descubrirse -me explicó.

- Hmmm... no sé. Sí que es cierto que me gustaría encontrarle una cura a esta enfermedad, así como a otras enfermedades poco comunes... Por eso estudié medicina. Pero si es una actividad ilegal... preferiría llevarla a cabo de otra forma en la que no tuviera que involucrar la energía nuclear... -le comuniqué dubitativa.

- Pero Rose, ¡esta energía es la clave de todo! Ya te lo he dicho. Venga, nadie se enterará de esto. No me separes de nuevo de ti, por favor -me insistió así, mostrando una gran pena en su rostro que no pude rechazar.

- Está bien, lo haré. Pero sólo si me prometes que nunca más abandonarás a tus hijas. No podrás volver a desaparecer, pase lo que pase -le respondí con firmeza, sin estar del todo convencida sobre llevar a cabo una actividad ilegal, pero verdaderamente aliviada por poder así recuperar a mi padre.

- Lo prometo. Al fin y al cabo, yo nunca quise separarme de vosotras, y mucho menos de ti. Eres mi más preciado tesoro, no lo olvides -confesó Aaron mientras cogía fuertemente mi mano.

- Pero entonces, ¿es cierto que eres el ministro de defensa y asuntos exteriores de Inglaterra?

- Por supuesto que sí -me respondió tajante, turbando su gesto.

- Llevo trabajando en armamento nuclear desde que era un chiquillo, más pequeño incluso que tú ahora mismo, y eso me ha permitido obtener muchos contactos y cierto reconocimiento a nivel internacional. Fue así cómo hace 3 años obtuve el cargo en Inglaterra, un país cuyas leyes, desde el Brexit, no tienen ya nada que ver con las europeas -me explicó con total naturalidad y franqueza. Obviando así todos los errores que cometió en el pasado.

- Y lo del incidente de Eskdale, ¿de qué se trata? ¿no necesitabas ayuda con eso? -continué preguntándole, dado que había todavía algunos temas por zanjar.

- Sí, es un asunto que todavía debo resolver, pero como ya vas a estar muy ocupada, si alguien pregunta por tu investigación, únicamente diles que estás investigando el incidente de Eskdale y de este modo podrás continuar fácilmente con el estudio, sin que nadie se interponga ni busque indagar más allá. Mientras tanto, le encargaré esta tarea a otro de mis equipos -me respondió rápidamente, como si ya lo tuviera todo pensado.

- Está bien, supongo. Tú sabrás -le respondí un poco a regañadientes, sin acabar de entender ese cambio de objetivo, pero sin poder hacer nada más que aceptar lo que él creyera conveniente, dado que desde ese mismo momento iba a ser un subordinado más, dependiente de su dinero y su protección para poder continuar con mi vida y mis investigaciones.

- Perfecto, quedamos así. La cuenta, por favor -concluyó así la conversación, levantando su brazo izquierdo para avisar al camarero y apagando su cigarro con el derecho.

- ¿28 euros por dos trozos de tarta y dos cafés? Me parece excesivo -opiné indignada tras coger el papel con el precio del desayuno.

- No se le puede poner precio a la mejor cafetería de París. Pero no te preocupes, el dueño invita -indicó con total tranquilidad.

Finalmente, antes de despedirnos, firmé un contrato de confidencialidad con una duración de cinco años que Aaron traía consigo, por el que me comprometí a solucionar "el problema del incidente de Eskdale" junto a un equipo de colaboradores.

Para ello deberíamos emplear los laboratorios de la empresa Átomus y un total de 2 billones de euros que debían ser utilizados a lo largo de esos cinco años, únicamente con la finalidad de completar el proyecto previamente acordado.

Así pues, unos meses después desde nuestro reencuentro, ya tenía mi equipo formado con dos excompañeros de la universidad de medicina, Gérard y Odette, mi amigo entendido en leyes, Daniel, y una antigua compañera de trabajo de Aaron, Atenea, quien debía enseñarnos cómo funcionaba el laboratorio al mismo tiempo en que supervisaba el proyecto, pero también, aunque en un inicio no pudiera saberlo, se encontraba infiltrada entre nosotros con la principal tarea de controlarme a mí y a los míos. Pues Aaron temía que recuperara mis recuerdos en algún momento y pudiera volverme en su contra, tal como acabó sucediendo.

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