Capítulo 10 • Respuestas (II)
Una vez atada a la silla, aunque Aaron sabía que podía darme un sedante y evitar cualquier otro imprevisto, para el deleite de sus invitados y como castigo, decidió torturarme en público.
Con tal fin, empezó a romper la corteza que bordea mis brazos con otro de los cuchillos de la mesa, mostrándome ante ellos como una criatura exótica.
Y lo consiguió. Logró que me sintiera humillada.
Aquel acto me hizo mucho más daño psicológico del que pudiera haberme ocasionado físicamente. Y él lo sabía. Probablemente por eso lo hizo.
Después, cuando Aaron hubo concluido con el descuartizamiento,
como sabía que la piel que bordea mis extremidades logra reconstituirse en poco tiempo, decidió marcarme para siempre.
Rasgó así la parte delantera de mi vestido, mostrando buena parte de mi pecho, y clavó su cuchillo en él, grabando la letra inicial de su nombre sobre una de las pocas partes que mi cuerpo no cubría con corteza.
Un acto con el que probablemente buscaba que no olvidara nunca aquella humillación, ni tampoco el hecho de que siempre le pertenecería.
- Señor, ¿le importa que cure sus heridas? Está embarazada, debilitarle nos perjudica -alegó King, tratando de mantener la compostura entre todos aquellos individuos, sin que pudiera notarse la profunda preocupación que le invadía.
- Tienes razón, pero no serás tú quien le cure. Te noto mucho más nervioso y mucho menos atento que de costumbre. Se supone que debes encargarte de que Rose esté controlada y sin embargo, mira lo que ha pasado con Rubio -recalcó Aaron punitivo.
- Lo siento mucho señor -afirmó Cormac mientras bajaba la mirada, al mismo tiempo en que trataba de ver cómo estaba yo.
- Espero que no vuelvas a cometer ningún otro error durante la noche y que puedas contener los impulsos de esta puta -le advirtió seriamente al tiempo en que dirigía su mirada hacia mí y me estiraba del pelo.
Inmediatamente quise escupirle, pero Cormac se me adelantó dando una patada a la silla, advirtiéndome así de que no era el mejor momento para defender mi orgullo.
De tal modo, contrariamente a mis instintos, decidí obviar su provocación y únicamente seguir viendo cómo discurrían los acontecimientos.
- Mientras tanto, ¿Blanche? Puedes hacer el favor de venir y curarle las heridas a Rose -ordenó Aaron alzando la voz y girando su rostro hacia el lado desde el que aquella científica rubia había venido poco antes.
- ¿Blanche? -pregunté incrédulamente mientras dirigía mi vidriosa mirada también hacia a atrás.
- ¿Blanche? ¿eres tú? -escéptica y con la voz entrecortada le pregunté a aquella joven que vestida con bata portando un maletín médico poco a poco se me acercaba.
- Sí, Rose, me ha alegrado poder verte después de tanto tiempo, o al menos poder comprobar que estás viva pese a todo lo que has hecho -me contestó Blanche, ya adulta, mientras procedía a sacar el material médico con el que empezaría a curarme.
- Pero, ¿por qué? ¿por qué estás con él? -le pregunté con el corazón en un puño, sin acabar de entender ni poder asimilar lo que estaba sucediendo.
- Porque es nuestro padre -me contestó seca y fríamente, tal como la recordaba.
- Un padre que abandona a su familia no merece ser llamado de ese modo -contesté cortante, llena de dolor y de rabia, mientras miraba a mi hermana con desaprobación.
- Ah, Rose, ¿no lo sabías? Tu hermana pequeña lleva años trabajando conmigo en el experimento que cambiará el mundo y del que has tenido la suerte de ser la primera en probar. Así, desde aquél día en que me fallaste, destruiste mi laboratorio y te quedaste con la parte más importante de mi investigación, ha sido ella quien ha tomado tu lugar -contestó Aaron lleno de orgullo.
- ¡Mí investigación! ¡mía! -le corregí sin poder contenerme.
- ¡Así que son hijas tuyas! ¡Menuda genética que transfieres Sr. Dubois! Por favor, hazme tuyo y dame hijas así -comentó Joao un tanto juguetón.
- Rose, ya que matabas a alguien, ¿no podrías haberlo hecho con el imbécil este? -me comentó Blanche en un gesto de complicidad mientras terminaba de curarme las heridas.
- Se me desvió el cuchillo -le contesté con una pequeña sonrisa. Pues, pese a que fuera en las peores circunstancias posibles, al fin había podido reencontrarme con una de mis personas favoritas.
- ¿Y qué pasó con el resto de la familia? ¿cómo están? -le pregunté también, sin importarme en absoluto quiénes estaban en la mesa.
- ¿Cuándo? ¿cuando destruiste la industria de papá? ¿cuando abandonaste a tu familia? ¿o cuando acusaste injustamente a nuestro padre de un crimen contra los derechos de la paz mundial provocando la ruina de toda tu familia y el repudio público en nuestra ciudad natal hasta el punto de tener que mudarme con él a Inglaterra? -me contestó Blanche, llena de rabia.
- ¿Pero no ves que no le acusé de nada injusto? Has estado siguiendo las mismas investigaciones que dejé yo, ¿no? Entonces, ¿no has podido ver por ti misma que aquello que plantea atenta contra la integridad humana? -incrédula, sin entender cómo su versión podía estar tan tergiversada, traté de hacerle entrar en razón.
- Es injusto porque él sólo trataba de salvarte y tú le traicionaste -me replicó de nuevo.
- Pero Blanche, eso no fue así en absoluto... Él nunca pretendió salvarme. Yo siempre fui su conejillo de indias... -añadí decepcionada y llena de tristeza.
- Si papá quiere cambiar el mundo y que haya más miméticos es por ti, por esa enfermedad incurable tuya que tienes, para que no te sintieras sola. Él siempre buscó el mejor mundo que pudieras tener -me respondió Blanche, de nuevo, convencida de que aquello que estaban haciendo era lo mejor para todos.
- Él confiaba en ti y tú hiciste todo aquello... La verdad, cuando hace unos meses me enteré de que estabas aquí y de que quería usarte como sujeto de pruebas no me extrañó nada. Al fin y al cabo, tú fuiste la primera en volverte contra nosotros -continuó Blanche explicando su posición, sin duda alguna ni titubeo.
- Ay Blanche... Pensaba que yo estaba metida en un lugar horrible, pero tú sí que estás entrando en un lugar del que no hay retorno... Si sigues con él acabarás perdiendo la persona que un día fuiste -le dije compungida, muy preocupada por ella.
- Fuiste tú quien nos abandonó. Te necesitábamos... y tú nos traicionaste -reiteró mi hermana pequeña una vez más, mostrando mucho dolor y rencor hacia mí.
- A veces hay que traicionar a "los tuyos" si sus valores morales atentan contra tu integridad. Y te puedo asegurar con total certeza que en mi caso nunca fui el fin, siempre fui el medio -concluí así mi argumento, aceptando que mi hermana ya no era la persona con la que jugaba y me peleaba cuando éramos pequeñas, sino que ahora era un enemigo más, llena de un rencor y una ira que le cegaban, impidiéndole ver la realidad que pasaba frente a sus ojos.
Blanche había permitido que Aaron continuase conmigo los experimentos que empezó tanto tiempo atrás y eso, por muy manipulada que estuviera, le alejaba cada vez más de ser la buena persona que yo conocía.
- Pero entonces, Aaron, ¿es cierto que Rose es hija tuya? -preguntó Kate. Parecía preocupada por lo que pudiera suponer ese vínculo afectivo.
- ¿Acaso importa? -respondió Aaron, levantando una ceja y mostrando su total indiferencia.
No es ético, pero no es tampoco nuestro trabajo juzgarle por ello -aseveró Akram, tratando de mostrar su desacuerdo, pero recordándoles también la lealtad que le debían a Aaron. Una lealtad que no parecía estar dispuesto a trasgredir, incluso aunque ello supusiera un atentado contra su moralidad.
- Gracias Akram, no podría haberlo explicado mejor -le dijo Aaron, complacido.
- Bueno, ¡¿otra copa?! De repente esto parece un funeral, ¡y estamos de celebración! -sugirió Aaron mientras alzaba la suya, ya vacía.
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