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Viviendo pese al dolor

Narra Elena

En el receso, mientras hablábamos de organizar otro viaje de fin de semana, Abigail y sus amigas se acercaron.

—Hola chicos —dijo, claramente dejándonos a Oli, Martina y a mí fuera de la conversación. 

—Hola —contestaron todos sin mucho ánimo. Moviendo su pelo de lado a lado, los miró y sonrió satisfecha por captar su atención. 

—La semana que viene es mi cumpleaños y los he venido a invitar. Lo celebraré en una quinta, ya saben... música, alcohol, cosas así. Nada diferente a las fiestas que nosotros conocemos —agregó, tirando veneno en cada palabra. 

Al escuchar eso algo dentro de mí se revolvió. Noah tenía esa clase de vida, sus fines de semanas no eran iguales a los míos.

—Disculpa —dijo John que se encontraba sentado al lado de Olivia —dijiste "los"—ella asintió más contenta aún porque habíamos entendido su mensaje —Las chicas están con nosotros.

—Lo sé, pero no están invitadas.

—Entonces no nos esperes —aseguró Noah.

—¿No te dejan Noah?... No sabía que eras tan controladora Elena, se ve que con algo de tu locura heredada pudiste controlar a la bes...

—¡Basta! —exclamó Noah poniéndose de pie. Esto comenzaba a ponerse bastante feo.

—Abigail ¿por qué mejor no te marchas? —ese era Marco, que al igual que todos empezaba a molestarse.

—Ustedes ganan, están invitadas... pueden ir con ellas si quieren —bufó dando media vuelta para irse.

Noah me miró buscando seguramente que le reprochara algo. Yo por mi parte solo me limite a mirarlo y acomodarme un mechón de pelo que se había salido de la trenza. Al ver que ninguna decía nada, los chicos dieron por cerrado el tema. Él y yo seguramente lo hablaríamos después, ya que ese no era el momento ni el lugar.

Al salir de clases mi celular comenzó a sonar. Era la señora Robinson. Respondí la llamada sin esperar y al oír su voz recordé porque me llamaba. Siempre tan amable me pregunto por mi día y luego de conversar un rato quedamos en vernos el sábado próximo cuando volvía de su viaje, en su departamento.

Al cortar Noah me miró y subimos al coche. En el trayecto, veía de reojo como me miraba y las veces que abría su boca queriendo decir algo y luego la cerraba. Sabía lo que estaba esperando, aun así, no quería tocar el tema, era su estilo de vida y estaba bien. Todos tenemos nuestro pasado y el de él debía aceptarlo. Más aún cuando jamás me dio razón para pensar distinto.

—Sabes que no iré —solté antes de bajar —Tú eres libre de ir si quieres, no voy a obligarte a nada. Son tus amigas y eso lo entiendo. Están en tu vida antes que yo —al escuchar eso negó con la cabeza y envolvió mi rostro con sus manos.

—Cuando entenderás que no quiero ir a algún sitio en el que no estés Elena. Mi lugar es contigo, donde tú estés... el resto me importa poco.

—Pero...

—Pero nada, no iré —zanjó sin más. Me dio un beso y bajé. En dos horas volvería a buscarme para ir a la casa de Olivia.

Entré y sin ganas de nada, subí a mi habitación. Eran celos, podía sentirlos y no me gustaba. Me daban una cierta inseguridad que no necesitaba en esos momentos. 

Tal como dijo, paso por mí y fuimos a la casa de Olivia. Debíamos hacer un trabajo para finales de una materia y como era libre elegimos hacerlo todos juntos. Al llegar, el resto ya estaba ahí, por lo que sin perder el tiempo nos pusimos a trabajar en ello. 

Sin que se dieran cuenta los observaba uno por uno. La relación entre Noah y yo, no fue solo un cambio para nosotros, sino también para ellos. En mi vida hubiera imaginado esta situación. 

 —Vamos a tener que dividir los temas, es muy extenso y ya comienza a oscurecer  —dijo John mirando el reloj. 

 —Me parece bien, concuerdo contigo  —agregó Oli  —Vayamos adelantando individualmente y las veces que nos juntemos iremos uniendo las partes. Va  a ser más fácil.

A todos nos pareció bien por lo que dividimos el trabajo y nos marchamos. Dejando a mi amiga con John a solas. Algo comenzaba a crecer ahí, entre ambos. No era para menos, Olivia era hermosa por donde se la mire, una persona cálida y buena amiga. Y él por su parte pertenecía al grupo de dioses griegos, pero por sobre todo demostró en este último tiempo ser una buena persona, así que sí. Estaba feliz por ellos.

Luego de dejar a Martina en su casa, fuimos a la mía.

 —¿Ocurre algo?  —pregunté al ver su mirada perdida en algún punto.

 —Solo pensaba que podrías quedarte en casa hoy.

 —Mmm... es día de semana amor  —asintió sin ganas y nos despedimos hasta el otro día. 

Mientras buscaba unas cosas en la alacena, mi madre apareció detrás mío completamente borracha. Traía consigo un aspecto fatal, y aunque no era buena conmigo me daba una enorme tristeza verla así. Tan diferente a lo que era.

 —Tú debiste de haber muerto, no tu hermano  —soltó sin más, dejando en claro que aborrecía mi presencia ahí  —Espero que vayas pensando en buscar un lugar para irte después de que cumplas los dieciocho, no te quiero aquí. Odio ver cada día a la asesina de mi hijo.  

 —Mamá  —susurré con lágrimas que desbordaban mis ojos. Cada palabra suya me destruía un poco más.

 —No soy tu madre, ni tu mi hija... tu padre tampoco te quiso, nunca volvió por ti —gritó. Eso era verdad, él jamás volvió por mí. Al primer problema se marchó y no peleó por nosotros. No lo culpaba, él rehízo su vida después de todo. 

Temblorosa y con el aire que comenzaba a faltarme quise salir de ahí. Fue todo tan rápido que en cuestión de segundos me encontraba en el piso con el labio partido. Como si nada hubiera pasado, dio media vuelta y se fue. La oí subir las escaleras por lo que esperé hasta que cerrara su puerta y fui a mi habitación. Tomé un pequeño bolso, puse ropa, cosas de higiene personal, otro par de zapatillas y las cosas de la escuela. Una vez todo listo salí de allí.

No sabía donde ir, pero inconscientemente comencé a caminar hacia la casa de Noah. Se preocuparía, se enfadaría, lo sabía... aun así, solo me sentía segura con él. Antes de llegar, acomodé mi cabello, sequé mis lágrimas y traté de calmar todo lo que pasaba dentro de mí. Cuando por fin me sentí decidida a tocar el timbre Rosa apareció ahí, justo enfrente de mí.

 —Mi niña, ¿qué haces aquí y a estas horas?, es de noche... ¿Noah sabe que vendrías?  —preguntó preocupada mientras abría las rejas. Negué con la cabeza.

 —No dejes que me vea así Rosa, ayúdame  —susurré dejando escapar unas cuantas lágrimas.

 —Tranquila, voy a ayudarte... pasa. Está hablando con su padre y parece que tiene para rato, luego me contaras que te pasó y quien te hizo eso  —dijo señalando mi boca. Asentí y la seguí hacia adentro.

Narra Noah

Al llegar, vi que el auto de mi padre estaba en casa. Debía aprovechar la oportunidad para hablar con él. 

 —Hola  —dije dejando las cosas sobre el sillón  —¿Pa, crees que podamos hablar un momento?.

 —¿Pasó algo? —preguntó intrigado, ya que no solía hacer ese tipo de cosas. Negué con la cabeza  —bueno espérame un segundo, me baño y estoy contigo.

Una vez bañado, apareció en el living donde me encontraba hablando con Rosa. Me hizo señas y fuimos a su despacho. Cada uno tomó asiento y sin esperar,  fui directo al grano.

 —Sabes que en poco tiempo tendré que irme a la universidad  —el asintió convencido  —y la verdad es que quisiera irme con Elena. Hemos estado viendo diferentes lugares a donde poder ir, también rellenamos algunos formularios y demás, pero hay un problema. Sabes todo lo que se dice de ella y de su madre, es cierto que están en bancarrota, de hecho, Elena hasta hace unos meses tenía dos trabajos, uno era de verano y el otro es cada tanto. El punto es ¿qué quería saber si podríamos ayudarla económicamente? No quiero dejarla, no ahora. La ayudaré en lo que pueda, incluso buscaremos un trabajo de medio tiempo si es necesario.

 —Hijo  —me interrumpió mi padre  —el dinero no es problema para mí, eso lo sabes... pero ¿no crees que es un poco apresurado? me estás hablando de vivir juntos, apenas hace unos meses que salen.

—Sabía que ibas a decir eso  —miré el techo y suspiré  antes de seguir  —la amo papá, te juro que lo hago y la quiero en mi vida. Si es para siempre no lo sé, eso lo sabré con los años, pero ahora está conmigo y quiero que así siga siendo. Y si en algún momento esto se termina, sabré que he aportado algo en su vida.

 —Entonces no hay nada de qué hablar, no me opondré. Elijan la universidad, yo los ayudaré... después de todo, me alegra que mires hacia un futuro. Es una buena chica.

 —Lo sé  —dije y sin poder contener la alegría que me daba su apoyo y la oportunidad que le estaba dando a Elena, me abalance sobre él  —Gracias papá, en serio gracias.

 —Esa chica en serio te está cambiando  —dijo sonriendo.

Inmersos en risas y hablando del futuro no tan lejano que nos esperaba, salimos de allí. El olor a comida nos guio hasta la cocina y al llegar ahi, mi cuerpo quedó inmóvil.

 —Princesa, ¿qué haces aquí?  —enseguida se levantó de la silla y Rosa me miró. Al ver su labio lastimado supe que algo andaba mal  —¿Estas bien?  —susurré para que mi padre no oyera. Ella asintió y antes de poder decirme algo...

—¡Elena que alegría verte!, me encantaría quedarme pero acaba de llamarme Fabio y tengo que ir a buscar unas carpetas para revisarlas antes de mañana... coman tranquilos, yo vuelvo en un rato  —dijo mirándonos, sin observar con detenimiento a Elena. De lo contrario se hubiera dado cuenta y las preguntas comenzarían. 

 —Hola, es una alegría para mí también verlo señor.

 —Por favor Elena dejemos de lados los modales, podemos tutearnos  —dijo con una amplia sonrisa. Ella asintió, y luego mi padre desapareció de allí.

Cuando terminamos de cenar y ayudar a Rosa, subimos a mi habitación. Me contó lo sucedido con su madre y la ira me consumía, pero por el bien de ambos decidí dejar eso de lado y enfocarme en lo bueno. Le conté lo hablado con mi padre, ella sonrió, aunque en sus ojos podía ver la preocupación que tenía.

 —Sabes que te agradezco todo esto y me hace feliz poder pensar un futuro a tu lado... pero si en algún momento te cansas de mí o...

—No sigas, ni tú ni yo sabemos si esto terminará, por lo tanto, vivámoslo. No te preocupes por eso ahora —sin decir más me abrazó. 

—Te amo Noah, y siempre lo haré.

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