Narra Noah

Después de pasar todo el fin de semana fuera de casa,  había llegado el momento de volver. Aunque no quisiese hacerlo, debía. No tenía ropa, tampoco mis cosas de la escuela, no tenía nada de nada, solo lo que llevaba puesto, por lo que respiré hondo tratando así de, armarme de valor para entrar y una vez que estuve listo, lo hice.

Al cerrar la puerta noté que todo estaba en completo silencio. Era perfecto. No tenía ganas de cruzarme con nadie, menos con mi madre. De modo que fui directo a mi habitación, tomé una ducha y al rato bajé por algo para comer.

Cuando terminé de armar mi sándwich entraron Catherine, mi madre, y Cristian, mi padre. Ella, tomada de su brazo, actuaba como si nada hubiera pasado. Era absurdo ver aquella imagen que ambos reflejaban porque era una gran mentira, y yo lo sabia, yo lo habia visto.  Sin soportar un segundo más cerca de su presencia, tomé mi cena y subí de nuevo.

Al llegar, apoyé la comida sobre el escritorio y me volvi hacia la puerta  para poner la traba. No queria que nadie entrara sin mi permiso. Cuando todo estuvo listo, me recoste sobre la cama,  encendí la tele y busqué mi celular para escribirle a Lena, tenía que asegurarme que había llegado bien.

¿Llegaste bien? Soy Noah

Le había pedido su número por si acaso. Además, después de pasar estos días juntos, me había dado cuenta que no era quien yo creía, y me sentía pesimo por ello.  Unos segundos más tarde su nombre apareció en mi pantalla.

Hola, si. Gracias por preguntar. ¿Tú cómo estás?

Mejor así. Yo bien. Bueno ya me voy a dormir, que descanses. Te veo mañana!

Que descanses también. Hasta mañana!

Sonó la alarma y me levanté como nunca antes. No sabía que me pasaba pero ansiaba por verla. Terminé de cambiarme y bajé.

Ya en la cocina desayuné algo ligero y salí hacia el instituto. Cuando entré al salón allí estaba. Le sonreí y ella hizo lo mismo, solo que con un poco de timidez. Esa chica tenía algo que me despertaba. Negué con la cabeza, y segundos después me senté junto a los chicos.

Las horas pasaban bastante rápido hasta que Abigail se empezó a poner algo cargosa. Esa chica se creía dueña de medio mundo. No escuché ni una sola palabra de todo lo que había dicho hasta que, mencionó el nombre de Lena. Planeaban hacerle una broma mañana en la clase de educación física. Y ahí ya no supe que me pasaba. En otra circunstancia me habría reído, incluso hubiera colaborado con ellas, pero ya me sentía a gusto con esas cosas.

Al terminar la ultima hora, salí y fui directo a mi auto. Subí y emprendí camino a casa, no tenía ganas de estar un segundo más ahí, solo lamentaba no haberla visto a Elena para poder despedirme. Sin embargo,  a pocas cuadras la vi caminando sola y sonreí como un tonto. Me acerqué despacio para no asustarla y bajé la ventanilla.

—Lena, hola! Sube, te llevo —ella voltó a mirarme y una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro. No sabía el porqué, pero verla sonreír me hacía feliz.

Abrí la puerta y ella subió.

—¿Tienes planes hoy? —pregunté sin mirarla porque iba concentrado conduciendo.

—No, nada —dijo ella tan sencilla, tan ella.

—Bien, entonces iremos a mi casa.

—¿A tu casa?

—Sí, ¿algún problema con eso? —ella negó y volvió su mirada al frente.