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Sentir

Narra Noah

Miré el reloj, eran las dos de la madrugada. No podía dormir, por esa razón, me levanté sin hacer ruido y fui a la cocina. Preparé café y me senté en una silla que se encontraba junto al ventanal.

Mirando a la nada, sentí la sensación que alguien me observaba. Al voltear, ella estaba ahí observándome como si fuera una obra de arte de las más extraordinarias. Al verla, la miré con la misma adoración que ella a mí. Llevaba puesto un conjunto de remera y pantalón largo de color turquesa, su cabello estaba completamente suelto cubriéndole por completo los hombros y llegando casi a su cintura mientras se cubría con una manta.

—¿Qué haces aquí?, deberías estar durmiendo.

—Lo mismo me pregunto yo —dijo torciendo sus labios —¿Está todo bien? —preguntó acercándose a mí.

—Sí, solo que no podía dormir.

—Entonces somos dos... ¿Puedo hacerte compañía o prefieres estar solo? —La miré arqueando las cejas. ¿Cómo podía pensar eso?... Era absurdo.

—Nada me gustaría más que tu compañía princesa.

Me acomodé en la silla para hacerle lugar y ella apoyó su espalda sobre mi pecho. Adoraba sentir el aroma de su pelo, era una mezcla de flores y vainilla. Por unos momentos nos quedamos en silencio observando la imagen que nos regalaba el ventanal. No era incómodo, sino todo lo contrario. Era placentero, no hacían falta las palabras, ambos sabíamos lo que sentíamos por el otro y eso nos bastaba.

Hablamos y reímos... hasta que el sueño apareció. Ella comenzó a bostezar y era evidente que solo se quedaba despierta por mí.

—Vamos te acompaño a la habitación antes que nos quedemos dormidos aquí —dije levantándome de la silla

—Acomodémonos en el sillón, cabemos los dos ahí.

—¿Estás segura? —pregunté algo incómodo. No quería que ninguna de mis acciones se malinterpretase con ella. Sabía que aún no estaba lista.

—Sí, segura Noah —sonreí ante su respuesta y ambos nos tapamos con la manta que ella traía consigo.

Por la mañana fui el primero en despertar. Cuando volteé me encontré con la imagen más hermosa de todas. Me era imposible creer que alguien podía verse bien cuando dormía hasta que la vi. Estaba tan relajada, con el cabello desaliñado que la hacía ver más bonita todavía. Respiraba tranquila, su cara y postura, todo en ella trasmitía serenidad.

Ahora sabía cómo quería despertar el resto de mis días y aunque sonara muy precipitado no me importaba. Así lo quería, así lo sentía.

Un carraspeo me sacó de mis pensamientos.

—Hey —dije al ver a John

—Hermano, ¿todo bien? —preguntó al ver a Lena completamente dormida en el sillón.

—Sí, anoche ninguno podía dormir. Nos encontramos aquí y luego el sueño se adueñó de nosotros.

No dijo nada, pero su cara lo delataba. Algo pensaba y sabía que en cualquier momento lo diría. Mientras preparábamos café y buscábamos las tazas habló.

—¿La quieres verdad?

—¿Por qué lo dices?

—Porque basta con verte cuando la miras. Cada vez que lo haces parece que tu mundo se detiene ahí y nada a tu alrededor existe Noah... tu mirada destella luz, protección, admiración y amor, mucho amor. Jamás te vi mirar a alguien así.

—Veo que se nota bastante —dije riendo —sí, la quiero y sé que parece una locura, pero lo siento aquí —dije señalando mi corazón —esto no es pasajero, no es de adolescentes. La quiero en mi vida.

—Me alegra mucho escucharte decir eso, ella merece que la quieran de esa manera —ambos volteamos y una Olivia algo despeinada estaba detrás de nosotros.

La conversación terminó ahí, ya que uno a uno fueron llegando a la cocina. Menos Lena que aún seguía dormida.

Sentados mientras hablábamos de lo que podíamos hacer por la tarde, había un pequeño lago que de seguro iba a ser nuestro destino, unos gritos nos desconcertaron.

No, Dereck, no

—¡Oh, no... por dios! —dijo Olivia acercándose a ella.

No, no fue mi culpa

Comenzó a llorar, su cuerpo temblaba aun estando dormida.

Basta, por favor... basta... deja eso

¿Qué pasaba?, todos nos mirábamos sin entender lo que sucedía.

—Lena, tranquilízate —susurró Oli acariciando su rostro con mucha suavidad. —Estoy aquí, estas soñando.

Basta, basta

—Amiga por favor despierta... vamos Len —y así lo hizo. Despertó ida, desorientada y muy asustada. Su cuerpo estaba todo sudado y sus ojos llenos de lágrimas. No hablaba, solo miró a su amiga, quien comenzó a susurrarles cosas al oído y ella lentamente movía la cabeza. Deducimos que le estaba explicando lo sucedido y que necesitaba ducharse.

Martina se unió a ellas y las tres se dirigieron al baño, mientras nosotros nos volvimos a acomodar en la mesa mirándonos uno con otro, esperando saber algo.

Media hora después Olivia apareció en la cocina algo mojada.

—Ya está más tranquila, solo les pido que hagan como que aquí nada ha pasado. Se que tienes preguntas por hacerle Noah, pero por experiencia éste no es el momento. Desde la muerte de su hermano estos episodios ocurren con frecuencia —nadie dijo nada, solo asentimos y Marco comenzó a hablar de fútbol para romper un poco con el momento.

Después de un rato, mientras deliberábamos que comer, ella apareció. Llevaba puesto unos jeans clarito, con un suéter amarillo, unas zapatillas blancas y su pelo recogido.

Al verla no relacionaba la imagen que tenía enfrente con la que había visto cuarenta minutos atrás. Por el aspecto que tenía era como si nada había pasado, eso por un lado me tranquilizaba y por el otro no. ¿Cuántas veces le había ocurrido en este tiempo que estábamos juntos y nunca lo noté? Jamás me detuve a pensar si sufría la muerte de su hermano o en qué proporción lo hacía... No hablábamos de ese tema y tampoco le había preguntado alguna vez algo al respecto.

—Hola —dijo sonriendo —¿discutiendo otra vez por la comida?

—Así es Lena, pero por suerte has llegado y vas a cocinar algo rico, ¿no es así? —dijo Daniel intentando zafar de la comida porque le tocaba esta vez hacer algo a él.

—Sí, no tengo problema... ¿Qué quieren comer? —Y así, tan ella, tan feliz, sonriente y fuerte se acercó a la cocina, sacó unas ollas y comenzó a preparar algo.

—Eres hermosa, ¿lo sabías? —dije susurrando a su oído, abrazándola e intentando que su esencia se impregnara en mí.

—Mira quien lo dice, tú... el chico más hermoso del mundo entero —contestó girando hasta quedar de frente a mí. Enredó sus brazos sobre mi cuello, entonces besé la punta de su nariz y ella comenzó a reír.

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