Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Sanando heridas II

Narra Lena

Jueves después de salir de la escuela, llamé a la mamá de Noah para acordar día y horario de la visita que le haríamos. Luego de hablar un poco, decidimos que lo mejor era ir el sábado por la mañana ya que se encontraría sola y, así, le evitaríamos un mal momento a su hijo.

Noah había decidido que fuera yo quien organizase todo, de lo contrario lo postergaría día tras día y al final no iría. No estaba muy convencida, porque creía que tenía que ser él quien hablara con su madre, pero acepté a ayudarlo. Lo entendía, sin embargo, sabía que tenía que enfrentar esto por su cuenta. Siempre con mi apoyo, pero era algo que solo él le encontraría la solución. 

El día de la visita llegué a su casa y me atendió Rosa.

—Hola Lena, pasa —saludé a la mujer con un beso en la mejilla y pasé —Está muy inquieto, a ver si contigo se tranquiliza.

La seguí hasta la cocina y ahí se encontraba caminando de un lado a otro mientras se mordía las uñas.

—Deja a las uñas tranquilas —dije con una sonrisa —No querrás que desaparezcan de tus dedos o ¿sí? Al escucharme, él giró y sonrió. Pocas veces lo había visto así, era una mezcla de tensión, frustración, ansiedad e ilusión.

—Princesa, debemos hablar —dijo tomando mi mano. Rosa la oír eso nos dio un momento a solas.

—Tranquilo amor, todo saldrá bien... pero dime, ¿de qué quieres hablar?

—Prométeme solo una cosa... Si él está —entendí rápidamente a quien se refería, su tío —nos vamos, prométemelo. No quiero verlo, ni hablarle, no quiero nada de él.

—Te lo prometo amor, tranquilo —susurré esperando que Catherine cumpliera con su palabra.

Minutos más tarde, unas enormes rejas se encontraban frente a nosotros. Tocamos el timbre y esperamos hasta que alguien del otro lado nos dio la orden de entrar. Un camino rodeado de flores, muchas y hermosas flores, nos llevó hasta la puerta principal. Allí nos esperaba Catherine con una enorme sonrisa.

—¡Bienvenidos! —exclamó acercándose a nosotros. Ambos la saludamos y nos adentramos a la casa con ella. La seguimos hasta una sala donde se encontraba una mesa con bocaditos y bebidas. 

—Siéntanse como en su casa, espero que les guste. Todo lo he cocinado yo misma.

—¿Tú? —preguntó Noah.

—Si hijo, yo. Aunque no lo creas —le contestó algo pícara, sin entender que en la pregunta de su hijo no había una pizca de chiste.

—Seguro deben de estar deliciosos —agregué para calmar el huracán que Noah estaba a punto de provocar —Tranquilo —susurré a su oído cuando pasé a su lado para tomar asiento.

La mañana iba siendo amena, hasta el momento no había ocurrido nada que pudiera alterar el estado de Noah, quien conforme pasaba el tiempo, se sentía más cómodo, más relajado. Eso me alegraba y a la vez me calmaba. Era un manojo de nervios andante, temía que en algún momento alguien apareciera por la puerta y acabara con la tranquilidad del lugar.

—¿Ya sabes qué será? —preguntó, tomándonos por sorpresas a las dos.

—Una niña —respondió con un inexplicable brillo en los ojos. El mismo con el que miraba a Noah y el mismo que hubiera querido ver yo en los ojos de mi madre.

—¡Oh! —exclamé —No quiero sonar imprudente... ¿Puedo? —pregunté haciendo referencia a la panza.

—¡Claro que puedes!, ven —y tomó mi mano depositándola sobre su vientre. —Pronto empezará a moverse —dijo risueña. 

Y así fue, la pequeña comenzó a moverse en cuestión de segundos. Era una sensación tan bonita que la felicidad no cabía en mi cuerpo. Noah con cautela también se acercó y apoyó su mano. Los tres reíamos ante las formas que tomaba la panza de Catherine.

—Vas a ser muy inquieta —susurro él y por primera vez en mi vida me pregunté cómo sería de madre. Nunca antes me había cuestionado cosas como esas ni mucho menos las idealicé en mi mente, quizás tal vez porque nunca antes había tenido novio. Como si leyera mis pensamientos, Noah me miró y no pude evitar sonrojarme.

Antes de irnos conocimos la que en un futuro sería la habitación de la pequeña. Las paredes estaban pintadas de un color rosa pastel y adornadas con pequeños detalles en blanco. Catherine no buscó de tocar el tema con Noah, y lo cierto fue que dio resultado. Al despedirnos se saludaron con un abrazo y él prometió volver. Al escucharlo, emitió una enorme sonrisa, le fue casi imposible ocultar la alegría que eso le generó. 

—Gracias Lena, te debo la vida —susurro a mi oído.

—No es nada, todo a su tiempo... ya lo veras —dije y subimos al coche.

Mientras volvíamos mi celular comenzó a sonar. Era la señora Robinson. Necesitaba con suma urgencia que cuidara de su departamento y la verdad era que necesitaba el dinero. Ya me quedaba poco de mis ahorros, los cuales había logrado hacer con la cafetería antes que terminara mi tiempo ahí, por lo que acepté. Quedamos en que a las ocho nos encontraríamos en la puerta del edificio y me entregaría las llaves.

—Almorzamos algo y luego te dejo en tu casa, ¿qué dices?

—Me parece perfecto

Rosa preparó unas pastas exquisitas y después de tanto insistirle se sentó con nosotros en la mesa ya que el padre de Noah no estaba. Al terminar, me dejó en casa como lo habíamos acordado.

Al entrar, subí directo a mi habitación. Necesitaba dormir un rato. Toda la semana había estado tan preocupada porque todo saliera bien, que mi mente apenas descansaba. Puse la alarma por miedo a quedarme dormida y me acosté. Cuando la alarma sonó, fui directo a bañarme y, al terminar me preparé para salir. Antes de llegar a la puerta escuché gritos que venían de la pieza de mi madre. Otra vez esa voz. Me apresuré en salir antes que pudieran verme, y una vez alejada de allí respiré tranquila.

—Hola señora Robinson, lamento llegar tarde...

—¿Qué dices muchacha?, si llegas a tiempo. Tranquila.

Me explicó todo lo que debía hacer y antes de salir me miró.

—¿Ocurre algo? —pregunté algo descolocada por la forma en que me observaba.

—¿Estás bien querida, en tu casa todo marcha bien?

—¿Por qué lo pregunta?

—Porque tu hermano me ha contado cosas Lena, y temo que te pase lo mismo.

—¿Qué le ha contado? —y antes de poder responderme, el taxi llegó por ella.

—A la vuelta hablaremos chiquita, cuídate. Es tu casa —me dio un beso en la mejilla y se fue.

Mis pensamientos volaron más allá de lo normal, millones de preguntas vinieron a mi mente como un torbellino. Jamás hablé con mi hermano de algún problema que tuviera en casa, ¿tan ciega había sido? El timbre sonó y terminó con la tortura que yo misma me estaba creando. Pensando que era la señora Robinson, abrí confiada, quizás había olvidado algo, pero no... era él.

—Hola princesa...




Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro