Encuentro
Narra Lena
En cuanto salí de la escuela, caminé directo a casa. Oli Y Martina irían de compras, pero a mí no me apetecía ir con ellas. Además, no contaba con dinero para gastar, lo poco que tenía, prefería guardarlo por si acaso.
Cuando abrí la puerta, encontré todo a oscuras. Apenas unos destellos de luz entraban por las hendijas de las ventanas, por lo que el estómago se me hizo un nudo. Ya conocía esto y nada bueno salía de situaciones como estas.
Rápidamente subí a mi habitación y me encerré allí. No sé en qué momento me quedé dormida, para cuando desperté, ya era de noche por lo que decidí ir en busca de algo para cenar. Bajé las escaleras con la ayuda de la linterna de mi celular y, cuando encontré la perilla, encendí la luz. Mi cuerpo se paralizó al encontrar a mi madre allí. Ella sostenía una botella en la mano y el olor a alcohol inundaba la sala.
—Tú y tu maldita presencia —dijo y mi corazón se rompió una vez más. —¡maldita porquería! —gritó.
—Mamá, por favor, ya no digas esas cosas. Ven déjame ayudarte —dije mientras me acercaba a ella. Sin embargo, fue más rápida que yo y no la vi venir. Me dio una cachetada y luego me empujo haciendo que cayera sobre una silla y, que mis costillas golpearan con la misma. Ella aprovechó y volvió a golpearme una, y otra vez. Sabía que debía pararme, de lo contrario seguiría hasta su cansancio. Así que, a pesar del dolor, tomé fuerzas y me puse de pie. Acto seguido, ella escupió sobre el piso y desapareció de mi vista.
Solo deseaba salir de allí. El único lugar que me daba tranquilidad era la casa de Olivia, pero hoy era el cumpleaños de su abuela y no se encontraba allí. De igual manera tomé una campera y salí corriendo.
Con suerte llegué a una pequeña plaza. Mi cuerpo me dolía demasiado, ya no quería forzarlo, por lo que me senté en un banquito detrás de los arbustos. ¿hasta cuándo aguantaría? Sin pensarlo abracé mis piernas, hundí mi cabeza en ellas y rompí en llanto.
Narra Noah
Ryan brindaba una fiesta en su casa y una vez más todos nos encontrábamos allí, John, Marco, Daniel, Thomás, Albert y yo. Como siempre el alcohol abundaba, la música estaba a todo volumen, pocas luces y las chicas más sexys de la escuela, que al igual que nosotros, no tenían drama para un poco de diversión aunque fuera a media semana.
Pasadas las diez salí a fumar un cigarrillo, el ambiente se había puesto un tanto aburrido y no me agradaba estar adentro. Era una noche bastante cálida por lo que sin avisar, decidí caminar unas cuadras.
Sin tener noción de cuánto caminé llegué a una plaza, si es que eso podía llamarse así. Tenía pocos juegos y los que había, estaban en pésimas condiciones. Después de la última calada tiré el cigarrillo y giré en dirección contraria para volver, cuando escuché que alguien lloraba. La verdad me valía mierda quien fuera pero, era el llanto más triste que había oído en toda mi jodida vida.
Decidí acercarme, quizás era un pequeño perdido a estas horas de la noche y necesitaba ayuda. Miré hacía los lados y vi una silueta cerca de unos arbustos. Di unos cuantos pasos hasta llegar allí y para mi sorpresa, yo la conocía.
—¿Elena? ¿eres tú? —ella levantó apenas su rostro— ¿Qué haces aquí a estas horas y sola? —pregunté mientras me agachaba hasta llegar a su altura.
—¿Noah? —dijo en un susurro que si no fuera por estar tan cerca de ella no habría escuchado.
—Sí, soy yo —me miró y abrió su boca para decir algo, luego la cerró y volvió a mirar el piso arrepentida.
—Nada, no quiero estar en mi casa —por su tono de voz supe que algo malo pasaba con ella.
Levantó nuevamente su cara y su mirada reflejaba tanta tristeza que algo en mí despertó el deseo de protegerla. Se veía tan indefensa, tan vulnerable e inocente que le tendí mi mano —Ven, caminemos un rato.
—No creo que sea buena idea. Vete no te preocupes por mí.
—Escucha, es tarde. No voy a dejarte sola, es peligroso, ¿no crees?
Al oír mis palabras, miró a su alrededor y sin decir nada, tomó mi mano. Estaba helada, por lo que le ofrecí mi campera. Ella me miró de nuevo mientras negaba con su cabeza y, en ese preciso instante, no supe por qué, sin embargo, una corriente extraña recorrió cada centímetro de mi cuerpo.
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