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El amor de los dos

Narra Noah

Los escasos rayos de sol que entraban por la ventana lograron despertarme. No era la mejor forma de despertar, ya que en mi habitación no dejaba ni por asomo entrar una pizca de luz hasta después de estar bien despierto, sin embargo, esta vez era distinto. Sonreí y giré para buscar a Lena, y ahí estaba totalmente dormida. Tanto su cuerpo como su rostro trasmitían una paz imposible de explicar con palabras. Su respiración era relajada y eso me daba cierta tranquilidad, por nada del mundo quería que se arrepintiera de lo sucedido.

Sumergido en mis pensamientos acariciaba su rostro hasta que poco a poco fue despertando.

—Buenos días dormilona —susurré mientras le corría un mechón de pelo que caía sobre su cara.

—Buenos días —contestó sonrojándose, seguramente imaginando lo que entre ambos había ocurrido. Besé su frente y la abracé.

Luego de besarnos, acariciarnos y decirnos cuanto nos amábamos, decidimos levantarnos y preparar algo para desayunar. Faltaban dos horas para el mediodía, por lo que teníamos tiempo de sobra antes de ir a la casa de mi tío.

*

—¡Bienvenidos! —exclamó Ángelo al llegar —¡pasen pasen! Los tres ingresamos a la casa y en lo que esperábamos la comida nos pusimos a charlar. La Universidad fue el primer tema que mi tío tocó, el mismo que logró incomodar a Lena y recordarme a mí que debía hablar con mi padre. No la dejaría sola, eso nunca. Con cautela y sin despertar sospechas en él, logré evadir el tema y los siguientes fueron triviales, nada importante.

El almuerzo fue tranquilo. Hacía tiempo no compartía momentos con Ángelo y, la verdad, me alegraba volver a compartir cosas con él. Cuando volvimos, Lena se quedó en el comedor leyendo un libro que había traído y yo decidí bañarme.

Con el cuerpo tenso me metí bajo el agua. De alguna manera tenía que relajarme, pero con ella cerca me era imposible. El deseo que corría por mis venas era desbastador, me consumía.  Tenía todos y cada uno de mis sentidos embriagados por ella. 

Como si de una alucinación se tratara, sentí sus manos apoyadas sobre mi espalda.

—Me estoy volviendo loco —susurré apoyando mis manos en los azulejos.

—No, no estás loco... aquí estoy —dijo en un hilo de voz. Al oírla, voltee para asegurarme que no la estaba imaginando. Ahí estaba, con el pelo completamente suelto cubriendo sus hombros que comenzaba a mojarse. Al darse cuenta que mis ojos recorrían su cuerpo desnudo de pies a cabeza envolvió sus pechos con sus delgados brazos, cosa que deshice lentamente logrando que no se tapara ante mí.

Perdiendo el poco control que me quedaba, la tomé por la cintura y la acerqué a mi cuerpo. Con esa lentitud que me aniquilaba apoyó sus labios sobre los míos y  sin apuros, sus labios dieron el primer paso. 

Sin dejar de besarnos y completamente desnudos, salimos de la ducha. Apoyé su cuerpo sobre la cama y lleno de deseo y admiración la volví a mirar completamente desnuda. Era mi chica, solo mía. La amaba tanto como ella a mí, y éramos conscientes de ese sentimiento inexplicable que nos llenaba de vida.

Entre jadeos, besos y caricias nos protegí del encuentro y me introduje en ella, solo que esta vez el deseo era palpable, no hubo timidez, ni limitaciones. Sin dejar de mirarnos y completamente entregados, juntos llegamos al clímax.

Entre mis brazos y con la respiración entrecortada la vi sonrojarse y podía jurar que fue una de las imágenes mas bonitas que vi en mi vida. Me acomodé a su lado para que no cargara con mi peso y la traje hacia mí.

—Espero que no te haya molestado —dijo mirando a un punto vacío. Busqué su mirada para saber si lo decía en broma, pero no. Su rostro estaba serio, realmente pensaba que su forma de actuar podía enojarme. Estaba preocupada, toda esta experiencia era nueva para ella.

—¿Tú sabes lo que dices princesa?... molestarme seria lo último que podrías hacer. Te amo Elena.

—Y yo a ti Noah, como a nada en el mundo.

Horas más tarde, sin muchas ganas la dejé en la puerta de su casa. Después de estos días despedirse era lo más costoso, pero para mí buena suerte el día siguiente teníamos clases.

—Cualquier cosa me llamas, me avisas... sea la hora que sea —dije aterrado de que algo malo pudiera pasarle. 

—Sí, gracias —contestó antes de darme el último beso y descender del auto.

Narra Elena

Entré a casa sin hacer el menor ruido posible. No quería molestar a mi madre en absoluto, pero fue algo que no logré, en menos de un segundo ya estaba en las escaleras mirándome con desprecio y mucho odio.

—¿Se cansó de usarte? ¿ya te devuelve? —intentaba lastimarme, lo sabía. 

—Mamá —susurré deseando que alguna vez pudiera volver y contarle de lo sucedido en mi día, como una relación normal... como lo era antes.

—Si aún no se cansó pronto lo hará. Eres muy poca cosa Elena, no vales nada. Ya lo verás —contestó para después desaparecer de mi vista, dejándome completamente rota. ¿Y si tenía razón? ¿si me dejaba?, después de todo no tenía nada que ofrecerle.

Subí a mi habitación y rompí en llanto. Todo se desmoronaba en cuestión de segundos. El celular sonó, era Noah.

Princesa, ¿todo bien? ¿tuviste problemas?

No pasó nada, tranquilo :)

Le mentí. No quería que supiera la dura verdad que mi madre me había dicho minutos atrás. Intercambiamos unos mensajes más y luego nos despedimos hasta la mañana que pasaría por mí para ir al instituto.

El despertador sonó y salí de la cama entusiasmada por volver a verlo. Lo había pensado toda la noche y llegué a la conclusión que no iba a permitir que las cosas que mi madre dijera afectara mi presente. Era feliz, mucho. Y si, por alguna razón, eso sucedía me quedaría con la tranquilidad de haber vivido este amor, sin darle lugar a mis miedos. Lo amaba. Lo necesitaba tanto como mis pulmones necesitan del aire y no me avergonzaba admitirlo. 

 Con una tonta sonrisa en mi rostro y segura de mi misma busqué la ropa, me cambié, me peiné y esperé hasta que llegara.

Espero que les guste. No duden en comentar si les gusta o no, que cambiarían, etc! 


Con amor, VI!

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