Dudas, deseos y realidad
Narra Noah
Inmersos en las fotografías, no nos dimos cuenta que alguien nos observaba desde el umbral de la puerta.
—Aún recuerdo ese día, estabas tan feliz con tu regalo de navidad —dijo esa voz que yo tanto conocía, pero Elena no.
—Papá, no sabía que volvías hoy —dije mirando a Elena, que para ese momento ya se encontraba saliendo de entre mis brazos algo incómoda.
—Si hijo el trato se cerró antes de lo pensado y no había nada por lo que quedarme allí —contestó esperando que le dijera quien era aquella chica sentada, hasta hace unos segundos, entre mis brazos. Su mirada chispeante lo delataba, era nuevo para él. Jamás me había visto con alguien en casa.
—Papá ella es Elena. Elena él es Cristian, mi padre —dije y él sonrió. Había obtenido lo que quería, saber su nombre.
—Es un placer conocerte Elena, con que tú eres la responsable que mi hijo esté en las nubes este último tiempo —dijo en tono burlón.
—¡Papá! —exclamé —no es necesario que la espantes.
—Hola señor, el placer es mío —dijo ella dedicándole una pequeña sonrisa a mi padre.
—Dime Cristian por favor —ella asintió y ambos volvieron a sonreír —Bueno los dejo tranquilos, nos vemos en el almuerzo —afirmó marchándose para así dejarnos solos de nuevo.
—Lo lamento, no pensé que estaría aquí, si quieres podemos ir a otro lado —no quería que pensara que le había mentido, sabia cuanto le costaba socializar y más si era bajo presión, no quería retroceder lo avanzado.
—No, no. Estoy bien, tranquilo —contestó segura de lo que decía.
—Perfecto —y la tomé entre mis brazos para volver a besarla. Me devolvió el beso con la misma intensidad. Eso era lo que amaba de ella, de nosotros...algo que no podíamos describir nos unía, nos complementaba.
—¿Puedo decirte algo? —preguntó algo tímida. Yo asentí y ella volvió a hablar —Se lo ve triste, no lo conozco, pero lo veo en sus ojos —dijo y yo agaché la mirada, no dije nada, no me salían las palabras, aunque con ella no había nada que no quisiera compartir, la verdad en ese momento era esa. Todos estábamos afectados de alguna manera por cómo se habían desencadenado las cosas. Mi madre se había ido de casa después de casi veinte años de relación, mi padre y yo nos quedamos juntos intentando ordenar nuestras vidas. Fue como un tsunami, una vez que arrasa nada vuelve a ser igual.
—De cierto modo todos lo estamos, mi única ventaja es que te tengo a mi lado y me salvas. Tú me salvas Lena —dije tomando su mano. Ella me miró asombrada y me dedicó una sonrisa que supe, guardaría en mi mente toda mi vida. Si tan solo sabría todo lo que significaba para mí, como había despertado todos y cada uno de mis sentimientos.
—Siempre estaré contigo, aquí me tienes —contestó acariciando mi mejilla. La tomé de la cintura, acerqué mi boca a la suya y nuestros labios se fundieron con vehemencia, como si de aquella manera sellábamos nuestras palabras para siempre.
El almuerzo transcurrió tranquilo. Mi padre hizo alguna que otra pregunta y ambos respondíamos sin problemas, solo una dejó callada a Lena y eso me preocupó. Fue raro, palideció y contestó que aún no tenía nada definido. La conocía bien, ella no dejaba nada al azar. Quizás era verdad, pero lo dudaba, una persona organizada como ella era imposible que no tuviera en vista a las distintas universidades a las que deseaba ir, sin contar las que la quisieran a ella por sus increíbles notas.
Hasta ese instante tampoco me lo había preguntado, pensar en la idea de separarnos no estaba en mis planes. Encontraríamos la manera, lo sabía.
Dos horas después seguía perdido en mis dudas, ella notó que mi mente no estaba ahí en ese momento, hizo un ademan con las manos para traerme a la realidad y lo logró, claro que sí. Le dirigí una sonrisa y sin pensarlo las palabras salieron de mi boca. Ella abrió sus ojos y su cuerpo se tensó, pude notarlo. Agachó la mirada y largó un suspiro.
—Es que... es que yo no... Es que yo no sé si podré estudiar Noah o al menos no lo que quiero. Quizás solo empiece a trabajar —Dijo sin más, como si lo daba por hecho.
—Sabes que voy a ayudarte, cuentas conmigo en lo que sea... ¿Qué deseas estudiar, tienes idea?, algo debe de gustarte.
—Me gustan muchas cosas, mi lista es infinita —dijo soltando una pequeña risa.
—Entonces me gustaría escuchar esa infinita lista, pero tendrá que ser otro día porque ya es la hora de regresarte a tu casa.
Las realidades van tomando su lugar, Lena no podrá ocultar mucho más... Ya sabremos que pasa!
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