Decepción
Narra Lena
Después de dos semanas siendo la burla de todo el salón y de media escuela, las cosas iban volviendo a la normalidad. El tema de Noah iba quedando en el olvido.
Era viernes por la tarde y mi cansancio era demasiado notorio. Mientras preparaba mi bolso, ya que, durante el fin de semana me tocaba cuidar el departamento de la señora Robinson, pensaba en Noah, y en cómo se había comportado conmigo estas dos semanas. Cuando alguien comenzaba alguna burla hacía mí, él la seguía sin problema, incluso en varias ocasiones había sido el quién las había empezado y el resto se sumaba. El hecho que él se riera de mí me dolía más de lo que quería admitir. Respiré hondo, tratando de dejar esos pensamientos de lado, y me dispuse a terminar de preparar mis cosas.
Debía llegar puntual. La señora Robinson tenía un vuelo programado, y no podía fallarle, de modo que, cuando terminé de preparar todo, tomé los auriculares y salí de casa. El trayecto siempre era demasiado tranquilo ya que pocos vehículos transitaban por esas calles. Esperando a que cambiara el semáforo para avanzar, mi celular sonó. Era ella.
—¡Lena! ¿cómo estás? —dijo del otro lado de la línea.
—Señora Robinson, ¿ha ocurrido algo?
—Sí, llamaba para avisarte que ya me estoy yendo, el viaje se me ha adelantado unos minutos. La llave te la he dejado donde tú sabes querida. Siéntete como en casa. Nos vemos a la vuelta.
—Perfecto, yo estoy a unas cuadras. Y muchas gracias, saludos —ella cortó y yo crucé cuando la luz verde dio señal que podía hacerlo.
Estaba a punto de pisar la calle cuando una moto apareció de la nada. Venía a una velocidad brutal que no me dio más opción que retroceder y en eso caí al suelo. Lo maldije de tal manera que éste frenó y giro en mi dirección.
Narra Noah
Volví a casa un rato antes de lo normal. El gimnasio se encontraba lleno y me era imposible entrenar así.
Al cerrar la puerta, oí voces que venían del despacho de papá. Dudaba que fuera él porque a estas horas nunca se encontraba en casa, pero quizás se había desocupado y llegado antes que yo. Abrí la puerta y no podía creer lo que estaba viendo. No reaccionaba a lo que tenía frente a mis ojos. Me quedé parado en la puerta sin hacer nada. Mis piernas no se movían, mi cuerpo no reaccionaba, no salía del shock.
El sonido de mi celular hizo que ellos se dieran cuenta de mi presencia. Al verme, fue mi madre la primera en decir algo.
—Hijo —dijo y en ese momento lo que menos quería era que me llamase así.
—¡No te atrevas a decirme hijo, no después de esto! —le grité —¿cómo pudiste?, ¿cómo pudieron?
—Espera sobrino podemos explicarte —mi tío habló y yo solo quería romperle la cara a trompadas.
—¡Basuras! —exclamé furioso y me fui dando un portazo. Necesitaba salir de ahí. Busqué las llaves de mi moto y antes de subir di unos cuantos golpes contra la pared. Mis nudillos sangraban, pero eso no me importó. La rabia me consumía, ¿cómo podía hacerle eso a mi padre, a nosotros? Arranque sin dirección alguna, no sabía adónde iba, solo aceleraba cada vez que esa imagen volvía a mi cabeza.
De repente vi un semáforo y una chica que estaba por cruzar la calle. Ella se dio cuenta de mí en el último instante, entonces retrocedió cayendo al suelo. Me maldijo en mil idiomas, me lo merecía. Giré y, sin pensarlo, fui hacía ella.
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