Narra Lena

Para ser sincera debo admitir que su invitación fue una sorpresa para mí y un tanto rara. No me esperaba una reacción tan espontanea de él. Lo observé unos segundos, y entonces, comencé a pensar que quizás, él era así y su forma de ser con los demás era solo un papel bien armado para no demostrarse débil ante otros.

Cuando llegamos me arrastró casi inmediatamente a la cocina. Minutos atrás le había dicho que aceptaba con la única condición que debíamos comer algo porque moría de hambre. 

Me ofreció un vaso de agua, el cual acepté, y él preparó una bandeja que contenía un poco de todo, desde masitas y jugo hasta frutas y golosinas. Realmente se había tomado muy a serio mi pedido. Una vez listos subimos a su habitación y nos pusimos a hablar de distintas cosas. Los temas fluían con tanta facilidad que parecíamos amigos de toda la vida. Él me contó de su familia, de sus amigos y yo le conté algunas cosas sobre mí... a pesar que había pasado los últimos días cerca de él, aún no me confiaba del todo. ¿Y si volvía a ser el mismo? Por esa razón no me atreví a contarle de mi infierno.

Las horas pasaron y no nos dimos cuenta que ya había oscurecido. Sin dudarlo se ofreció a llevarme a casa, pero antes de salir de su habitación me tomó de la mano e hizo que lo mirara. 

—Perdóname Lena —me dijo en un tono seco. Estaba serio, y jamás lo había notado tan sincero. Podía sentirlo, podía verlo en sus ojos. Mis pensamientos rápidamente viajaron a sus actitudes de las semanas anteriores.

—¿Otra vez sigues con eso?, ya lo hemos hablado. Está todo bien Noah.

—No es eso.

—¿Entonces? ¿Por qué debería perdonarte? —Contesté a modo de pregunta porque no entendía a qué se refería.

—Por esto —respondió, y sin darme tiempo a reaccionar apoyó sus labios sobre los míos.

Intenté seguir sus movimientos, puesto que era mi primer beso y no sabía qué hacer. ¡Dios, besaba como los dioses! No tenía con qué compararlo, pero la sensación que me regala era inigualable. Noah me estaba besando. Jamás creí que podía llegar a sentir algo igual a lo que sentía justo en ese momento. Era único. Una revolución de sentimientos se hizo dentro de mí. ¿Y si acaso solo jugaba conmigo? ¿si era una más?... Esos pensamientos hicieron que me apartara de él.

Ambos nos miramos sin decir nada. El silencio se adueñó unos instantes de la habitación hasta que él tomo las llaves para llevarme a casa como había dicho. Todo el trayecto fue en silencio, al llegar le di un beso en la mejilla y bajé. Ninguno emitió una palabra y era mejor dejar las cosas así. Seguro había sido un impulso del momento.