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Belleza extrema

Narra Lena

Cuando emprendimos viaje, mi celular sonó. Era Martina.

—¿En serio? ¿Puedes ir?, ahora vamos por ti —dije y corté la llamada rápidamente.

Le expliqué a Noah dónde quedaba su departamento y fuimos hasta allí. Al voltearme para mirar a Oli vi como su semblante se relajaba, si bien estaba convencida en ir, tener una compañera más entre tantos chicos era mejor.

Ambas bajamos a recibir a nuestra amiga, mientras Noah se ofrecía a subir su bolso. Una vez listos seguimos de viaje.

Al llegar cada uno bajo lo suyo, menos yo, ya que alguien tomó mis cosas junto a las suyas.

—Vamos Noah, yo puedo llevar mis cosas —dije mientras lo veía cargar con todo.

—No princesa, no te preocupes. Vamos adentro —dicho eso, sabía que nada lo haría cambiar de opinión, por lo que me adelanté y le abrí la puerta. Al menos algo tenía que hacer.

En cuanto terminamos de dejar los bolsos, decidimos que dormiríamos mujeres por un lado y hombres por otro. Por la cara de Noah supuse que eso no lo terminaba de convencer, pero la situación así lo ameritaba.

Mientras los chicos buscaban leña para el hogar, nosotras nos dedicábamos a la cocina.

—Aquí el dilema —dijo Martina —Yo no sé cocinar —ambas nos miramos y comenzamos a reír por la forma en que lo había dicho. Tenía una manera muy particular de gesticular.

—Eso no es un problema Marti, Lena cocina riquísimo.

—Claro claro, me dejarán sola con todo esto —bufé

—Nosotras colaboraremos, pero la magia esta en ti —concluyó Oli.

Luego de buscar todo lo que necesitábamos pusimos manos a la obra.
Nuestras risas colmaban cada rincón de aquel lugar. Oli cargaba con muchos chistes y aunque la mayoría eran pésimos, moríamos a carcajadas. Al cabo de un rato, los chicos se unieron a nosotras y ayudaron a preparar la mesa.

—Esto esta buenísimo de verdad Lena —dijo Albert con la boca llena.

—¡Bestia!, primero traga que nadie quiere ver tu boca llena de comida —exclamó Marco

—De verdad que está riquísimo princesa —agregó Noah y mis cachetes se tornaron del color de un tomate. No sé si fue porque por segunda vez me llamaba princesa o por el comentario hacia la comida... Ambas pensé, después de tanto tiempo alguien se fijaba en algo de lo que hacía.

—Gracias —respondí escondiendo la vergüenza que sentía en ese momento.

Una vez que terminamos de comer y acomodamos toda la cocina, decidimos salir a recorrer. Noah en ningún momento mencionó el lugar al que me había llevado aquella vez, pero si nombró otros lugares que podíamos ver.

Salimos al camino por el que habíamos llegado solo que en sentido contrario. No sabíamos dónde íbamos, sin embargo nadie se opuso.

Veinte minutos más tarde nos encontrábamos frente a una gran tranquera. Sin verlo venir Noah tapó mis ojos y llamó a un tal Carlos.

—Confía en mí —susurró a mi oído

—Siempre

Segundos después escuché una voz que debía ser de Carlos. Mis pies comenzaron a ser guiados hasta que llegamos a cierto punto y frenamos. Antes que mis ojos pudieran ver algo, escuché el asombro de los demás, ¿Qué será?, pregunté en mis pensamientos.
Ni en mil años de imaginación podía haber pensado en algo como lo que estaba viendo en ese momento. Casi veinte caballos se encontraban frente a nosotros. Algunos galopaban, otros relinchaban, y otros simplemente estaban quietos.

—¡Sobrino! —gritó un hombre saliendo entremedio de ellos.

—Tío —exclamó Noah y ambos estrecharon sus manos. —Chicos él es mi tío Ángelo, tío segundo en realidad, pero tío en fin... Y ellos son —Nos presentó uno a uno.

—Asique tú eres Lena —dijo señalándome con una pícara sonrisa mientras me extendía su mano.

—Así es —contesté juntando mi mano a la suya.

—Pasen, vamos adentro, Carlos ha preparado algo para tomar —Todos lo seguimos. La casa era muy hermosa, menos moderna que en la que nos hospedábamos, pero hermosa en sí. Con detalles muy particulares y además con grandes cuadros y algunas esculturas de caballos.

Carlos nos ofreció unos bocaditos que a simple vista se veían deliciosos, todos a pesar que hacía poco habíamos almorzado tomamos uno para que el hombre no lo tomara a mal, pero luego de probarlos no quedó ninguno. Media hora después, volvió y una sonrisa se dibujó en su rostro al ver la bandeja completamente vacía. Claramente nos habían gustado. Satisfecho, junto todo y desapareció detrás de la puerta.

—¿Quieren cabalgar? —preguntó Ángelo

—¡Sí! —exclamamos todos con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Entonces vamos! —exclamó levantándose de la silla.

El hombre ensilló 7 caballos. Olivia y Martina subieron a uno, Noah y yo en otro y los demás iban uno en cada uno. Comenzamos a cabalgar por donde él nos indicaba ya que nos marcaba el camino. Mi felicidad en eso momento llegaba hasta las nubes.

—Dime que estás feliz —dijo mientras depositaba un beso sobre mi cabeza.

—Claro que lo estoy, has pensado en todo —contesté observando nuestras manos entrelazadas sobre la rienda del animal —Gracias por esto Noah —y otro beso depositó sobre mí. En ese momento sentí felicidad, una verdadera, una que añoraba desde la muerte de mi hermano.

Al volver, dejamos los caballos y fuimos caminando hacia la casa. Perdida en mis pensamientos no fui consciente del grito de Ángelo. Al girar, el caballo que minutos atrás montaba, venía a toda velocidad en mi dirección... Quieta como una estatua no me moví, el animal frenó a escasos centímetros de mí. Concentrada en calmar mi respiración y no da un paso en falso, esperé. Con cautela acercó su enorme cabeza hasta llegar a mi cara y como si de un sueño se tratase, apoyó su cachete sobre el mío.

Tranquila ante su actuar, rodeé su cabeza con mis brazos y así quedamos.

Minutos pasaron para que la voz de Noah me trajo a la realidad.

—¿Estás bien? —Yo solo asentí sin despegarme.

—El caballo es sabio sobrino —dijo Ángelo con una mirada que no pude descifrar. De a poco el animal se distanció, hasta girar por completo y se fue.

Antes que anocheciera decidimos volver, todos estábamos cansados y deseamos poder bañarnos, cenar y descansar un poco.

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