Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 2

Con premura me dirigí a la cocina a satisfacer mi estómago con un buen desayuno. Pero encontrarme con algo mejor que leche y pan de maíz era soñar demasiado. Aunque lo que más me preocupaba era la constante tensión entre mi padre y mi madre. La cara de desdén de mi padre Waldo ahorcaba mi saludo de Buenos días, y mi madre Diana parecía que en cualquier momento estrenaría sus nuevas vajillas en la cabeza de mi padre. 

—Buen día... Papi y mami —dije esperando salir viva de la cocina. 

—Buen día, hijita —dijo mi madre y vi en su rostro un ápice de sinceridad que cambiaba al ver la figura de mi padre. 

—Se ve rico mamá —dije con una sonrisa, pero era sabido que no iba a ser suficiente para asesinar mi hambre. No era un momento idóneo para una dona.

Sin supervisión en la cocina, mi padre acabaría con todo lo comestible. El pan de queso era insignificante para mantener en forma su panza de ballena terrestre. Era un verdadero milagro no escuchar sus afrentas de troglodita excitado. Rezaba al todo poderoso para que no nos regalara un eructo sonoro. Debía dejar de pensar en estas cuestiones, porque sino terminaría yendo a la farmacia en vez de ir a la universidad. 

Por poco la última migaja de pan no atraviesa mi esófago. Di las gracias, pero mis palabras llegaron solo a mi madre. Mi padre parecía tener exceso de cerumen en los oídos. Me levanté y fui como un Spitfire hasta mi alcoba. 

De inmediato, empecé a cambiarme algo que no produjera piropos a mansalva, mucho menos príncipes con ganas de llevarme a la cama. Mis vaqueros negros se llevaban bien con mis nalgas, pero cada vez se ajustaba más y no era por mis donas. Dominé mi cabello castaño con un flequillo lacio y con un suéter quedé lista para sobrevivir a los ojos masculinos y lujuriosos, capaces de desnudar a cualquier alumna: estos chicos parecían tener prismáticos en vez de ojos. 

Tomé mi mochila, el móvil y dejé mi habitación tan desordenada, que me tomaría toda una clase ordenarla otra vez. Mi abanico nunca faltaba a su cita en mi mochila. Me despedí de Broly, de mis padres y salí meteóricamente rumbo a la universidad. 

El autobús en modo averiado y el trajín, eran ingredientes para provocar bostezos sobrenaturales. El viaje de mi casa a la universidad era como viajar a un pueblo: mis nalgas ya no podían hundir más el siento. Antes de soltar mi enésimo bostezo me bajé y corrí rumbo a mi facultad. 

Cuando me disponía a subir, Violeta, mi amiga, por poco hace que no llegue a mis clases, con el tremendo alarido.

—¡Oye, llegaste antes que mí! —dijo Violeta tratando de ser seria, pero eso era imposible. 

—Sí, esta vez tenía el teléfono cargado. Si no era el teléfono eran las ganas de hacer pipí, supongo. 

—¡Si me pasa eso, pido licencia una semana! ¿Sabes lo que eso significa? ¡Me pierdo las empanadas del kiosco! Y, claro, también el avance de la materia. 

—Ay, amiga, ¿qué sería de ti sin tus empanadas? 

—¡Me muero! O me enamoro... ¿Hay algo peor? 

Finalmente, llegamos al aula de la materia de administración. No había rastro del maestro, por lo que la anarquía se sentía tan solo poner los dos pies en el curso. El bullicio era ensordecedor, parecía que el carnaval se había adelantado. Nos sentamos juntas, mientras las miradas de los chicos nuevos parecían tener solo un objetivo: las tetas o el culo. 

En el pupitre individual, Violeta le daba un buen uso a su bolígrafo, a parte de comérselo por el estrés. En cambio, yo luchaba con la tentación de sacar el móvil; parecía una ladronzuela que ocultaba algo, pero con su tamaño de libro raído no me ayudaba mucho que digamos. Entre tanto, la ausencia del maestro creaba todas las conjeturas inverosímiles posibles: ser secuestrado era una posibilidad. 

Minutos después, vino el vicedecano a decirnos que las clases se suspendían, pero sin mencionar el paradero del protagonista principal del circo que se había gestado. No sabía si celebrar o gruñir, porque las clases hacían que los problemas de casa me mantuvieran cuerda por un tiempo. Cada día era una lucha por sobrevivir a los problemas que, para algunos, eran superfluos, pero para mí, eran del tamaño de la torre Eiffel. 

—Kari... ¿Me acompañas? —dijo Violeta rompiendo las cadenas de mis estrafalarios pensamientos.

—¿No quieres ir al quiosco?

—No, ahora no, ¡quiero ir al baño a hacer el primero...! 

—¡Ay, vamos, vamos! 

Violeta se me adelantó varios metros hasta llegar a la letrina de mujeres. Yo me quedé afuera esperando a que mi tierna amiga no se tardara mucho. Su anterior récord fue de cinco minutos: por poco empecé a bostezar. 

Pasaron varios minutos y parecía que Violeta iba a romper su propia marca, por lo que entré y preparé mi regañada, pero me detuve en seco al verla haciéndome señas de no hacer ruido. Ambas nos acercamos al último cubículo. No necesitamos acercar las orejas para oír los gemidos de placer de un chico y una chica. La parejita excitada no nos iba a dejar ir sin algo más, porque la cereza fue un orgasmo, o eso pensé, por los jadeos de la chica que no dejaba de gemir. Por poco saco mi abanico para ahuyentar la calentura. 

Violeta sonrió y yo me uní a ella. Antes de que ellos salieran, huimos rápidamente. 

—¡Por Dios! Casi me quedo sorda —dijo Violeta suspirando. 

—¡Eso no es lo peor! Son las diez de la mañana, Violeta... 

—A pesar de eso, los gemidos del chico fueron tan... 

—Ya, no lo digas... La muchacha es tan afortunada de tener un chico que le da orgasmos.

—No me preocupo por eso. Si llego al orgasmo con mi novio será de película. Pero para eso necesito un novio y ser bonita. 

—Yo no conozco esa palabra. Es otra más que entra en mi lista de misterios... 

Llegamos a la salida, y cuando no esperaba nada bueno, apareció él. Mi excompañero de la escuela. Aquel capitán del equipo de fútbol de su curso que mojaba a las chicas con solo guiñar un ojo. Detrás de él había un ciclomotor usado semejante a su aspecto muy haraposo y deshilachado. 

—Uy, mira, quién es. Tengo ganas de moverme para allá... —dijo Violeta con una sonrisa socarrona.

—Violeta, si te vas, no te prestaré dinero para tus empanadas. 

—¿Qué dices? —dijo ella a varios metros de mí. 

Finalmente, mi amiga se fue y me dejó a mi suerte. 

—Karina... Te ves igual de guapa como cuando te rechacé—dijo él con esa voz de gañán. 

«¡Qué cínico, creo que hoy correrá sangre y recién son las once de la mañana!». 

—Ezequiel, el chico que un día me gustó, pero creo que ese día estaba drogada... 

—Karina, siempre me gustaste. En esos tiempos era un nene inmaduro. 

«Había cambiado de actitud y también de físico. ¡No Karina, controla las hormonas!». 

—¿A qué viniste? 

—No cualquiera viene hasta la universidad donde estudia la chica que quiere como su novia. 

—Mira, si viniste a rechazarme quiero decirte que... Espera, ¿¡qué dijiste!? 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro