Capítulo 17
Mi día había sido muy agobiante. Uno de esos que quieres olvidar rápido. No había casi nada que pudiera rescatar de una mañana interminable. Me había levantado con el pie izquierdo sin darme cuenta. Violeta hacía lo que podía para tratar de que pusiera buena cara al finalizar la mañana. Llegar a casa era un aliciente antes de explotar.
Tristán se había convertido en un protagonista principal de mis pensamientos. No había un momento donde no pensara en él. Ese chico era todo lo que buscaba y misterio era su segundo nombre. Lastimosamente, el misterio me ponía algo tensa. La intriga era un enemigo invencible para mí.
Llegó la noche y me encerré en mi habitación. Alisté todo para tener un sueño un poco normal: no pedía mucho. Pero ver un avión tan de cerca era algo difícil de digerir. Me puse mi pijama y me cubrí con las cobijas. Era casi un ritual nocturno. Solo faltaba que hiciera la señal de la cruz. No estaba demás hacerlo. Había una posibilidad de que ya no despertara.
Pasó unos segundos y el sueño me ganó. Abrí mis ojos y me hallé en una banca junto a una cantidad de arbustos de variopintos tamaños y formas. El ambiente tétrico me era reconfortante. Era todo normal hasta ahora y eso me gustaba. Solo faltaba que Tristán hiciera acto de presencia para romper las cadenas de la intriga.
Me senté un momento esperando alargar un poco mi sosiego, pero mis deseos no fueron cumplidos y una ventisca repentina comenzó a ponerme nerviosa. Los arbustos se estremecieron y varias hojas embadurnaron el desigual y áspero pavimento. Algo malo iba a pasar, ya lo presentía.
En efecto, mi sueño se convirtió en pesadilla al ver la figura de alguien que detestaba: ese era Ezequiel. Con una carencia total de vergüenza comenzó a venir hacia mí. Su sonrisa era un fraude en todo el sentido de la palabra. El tipo tenía una intención de hacer algo malo, hasta en mis sueños.
—Karina, estoy libre. Volví a la soltería y creo que es tu día de suerte.
Antes de que lo mirara con desprecio, una hoz pasó tan cerca de mí que ni me percaté de su trayectoria. El resultado de ese objeto fue la rebanada de un brazo. No era de mí, sino de Ezequiel. Su extremidad se perdió en la oscuridad y su cuerpo mutilado empezó a gorgotear sangre negra en distintas direcciones. El dolor era indiferente para él que caminó en dirección hacia mí.
—¡Tú me perteneces! ¡No eres de nadie más!
Su grito no llegó a concluir. Una aguda lámina interrumpió su camino y de paso le produjo un corte irreversible y letal. La velocidad fue tal que su cuerpo, el tórax hacia arriba, tardó varios segundos en desprenderse. Sus rodillas tocaron el piso y su cuerpo herido de muerte quedó en posición de «V». Su voz se apagó y la muerte hizo su trabajo. La cascada de sangre fue lo más aterrador.
Me tapé la boca para no vomitar, porque había muchas ganas. Inerte por presenciar una muerte en directo traté de salir del estupor. Veía imposible que yo pudiera haber hecho esto. Yo no podía tener poderes telequinéticos. Antes de que me uniera al muerto por las arcadas, me alejé como una víctima hasta caer al suelo y lastimarme.
Pasó un tiempo y me repuse. Lo primero que vi fue el rostro de Tristán.
—Tristán... Te extrañé —dije y lo abracé.
—Yo también, Karina —dijo y me tranquilizó.
Hubiera querido que nuestro abrazo durara para siempre, pero Tristán interrumpió el momento para hablarme.
—Karina, tengo que decirte algo...
—Sí, dime.
—Algo muy importante...
—Claro, te escucho.
—Muy, muy importante...
—Ya, dime que me estás poniendo nerviosa.
—Este... Bueno, no quiero perderte. Eres la persona que vino a revolucionar mi vida. Ni un millón de te quieros podrían bastar para decirte lo que siento. Es algo muy grande.
Mi alegría interior se desbordó.
—¿Estoy roja? —dije para disimular mi felicidad—. Ay, te amo por un trillón.
Lo abracé y por poco derramo una lágrima, pero de felicidad.
—Eres mío, solo mío. No te dejaré nunca. Mi amor es magnánimo e indestructible.
Él se sonrojó y desvió la mirada.
—Tristán... Solo quiero saber algo. ¿Por qué te fuiste ayer?
Él ignoró mi respuesta y se volteó. Cerró los ojos y deduje que estaba a punto de llorar.
—¿Qué tienes? ¿Qué te pasa?
—No quiero perderte, Karina...
Me quedé sin habla. De pronto, sus espalda empezó a hincharse. Su ropa se deshilvanó hasta romperse. Su cuerpo adoptó una postura anómala, como la de un animal salvaje. Su rostro se transfiguró de manera repentina hasta tomar una forma canina. Sus extremidades se llenaron de pelaje pardo y sus manos y pies se convirtieron en patas con garras. Una prominente boca exhibía unos dientes de animal.
No encontraba palabras para el momento. Todo fue muy repentino. Sentí una mezcolanza de todos los sentimientos.
«¿Era eso?», me dije.
—Karina —dijo él y movió el hocico.
—Tristán... —dije con plena certeza.
—Karina, vete... Soy un monstruo.
Apreté mis labios y lo miré con desdén.
—No, no voy a dejar solo a la persona que amo. ¿Cómo crees?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro