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De repente sintió que todo por lo que se había esforzado en cumplir, arreglar y sobre todo olvidar, fue en vano.

Sin darse cuenta, aquella joven que recién comenzaba a vivir, llena de luz, de ilusiones y sueños, la tenía vuelta un desastre.

Siempre en sus pensamientos. La hacía perder el rumbo.

—Eres lo que siempre intenté borrar —susurró Victoria mientras lágrimas amenazaban con brotar en su intento por contener lo que su agitado corazón sentía al tenerla tan de cerca.

Sin en cambio, la joven veía su rostro con magia en los ojos. No paraba de pensar que su esfuerzo por conseguir que la castaña se fijara en ella, había valido la pena.

—Te metiste tanto en mi alma que ahora, no sé si quiera que te vayas —dejó un leve roce sobre la mejilla de la rubia. Ella, sujetó la mano de la mujer para evitar que la retirara de ahí. El calor de su piel y los movimientos de sus dedos al contacto, fueron suficientes para saber que Victoria anhelaba seguir compartiendo momentos tan especiales a su lado.

Mi hermosa mujer de hoyuelos —pensó con ternura la rubia—. Quiero seguir enamorandote por más tiempo —susurró con anhelo, mientras encaminaba sus labios a donde más soñaba posar.

Sólo un obstáculo lo impedía.

Ella, era la novia de su hija.

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